Nota #3: Imminence - Broken Love
I am broken, messed up getting through it
I am busted, patched up scared to do this
I'll give you a mountain
I'll give you a shipwreck
I'll drag you through heaven and take you to hell
A las diez de la mañana, Astrid y Fernanda tomaron un taxi que las llevaría a casa de la dibujante. Fer se había bañado y cambiado en la guarida. Estaba emocionada por lo que ese día traería. Hacía tiempo que no sentía esa expectación por convivir con alguien que la atrajera, no desde su relación con Justin.
Cada sonrisa de Astrid hacía que su corazón saltara; a su lado, los problemas se disipaban. Siempre que sus manos se entrelazaban era como si supiera que ella no la dejaría caer, una sensación que solo tenía con los chicos o Amanda.
─Me vas a disculpar por el desorden de mi cuarto, pero tú inesperada visita no me dejó tiempo para arreglar el revoltijo de bocetos y materiales.
─El mío está igual, solo que yo no dibujo. Le cambié cuerdas al bajo la semana pasada y su kit de arreglo debe andar rodando por ahí.
─Entonces nos parecemos en eso.
─Completamente desordenadas. ─Soltó una risilla que iluminó sus ojos.
Astrid se perdió en el gesto. Consideraba a la bajista como una mujer hermosa y, contrario a los rumores de la universidad, a su alrededor había una calidez contagiosa.
Al llegar a su destino, Fer pagó el viaje. No iba a dejar que su nueva amiga gastara su dinero en ella.
Era una casa de dos pisos, uno gris y otro blanco; un porche que llegaba hasta dos puertas blancas con vitrales flanqueadas por ventanas.
─Bienvenida a la morada de Astrid... y sus padres.
─ ¡Están en casa! ─Fernanda entró en pánico al imaginar la reacción de los papás de Astrid al verla.
─Andan de viaje de negocios, en Nuevo México, creo. Tiene dos días que no hablo con ellos, pero es normal, cada quien anda por su lado.
La manera tan despreocupada en que Astrid se refirió a sus padres no pasó desapercibida para Fer; sin embargo, todavía no tenía la suficiente confianza para preguntarle acerca de ello.
Al entrar, la bajista observó la decoración en la que destacaban los cafés y blancos. En la sala, había sillones de terciopelo, frente a ellos una chimenea y la televisión. Sobre la barra, descansaba un conjunto de fotografías donde aparecía una pareja. Él, un hombre de ojos negros, bajito y de bigote, siempre vestido con traje sastre; ella, muy parecida a Astrid, con facciones finas y ojos grises de mirada penetrante.
─ ¿Quieres algo de tomar, Fer?
─Agua, por favor.
Astrid la llevó a la cocina, donde continuó su análisis. Ahí se sintió en una exhibición de electrodomésticos, pues todos los aparatos parecían nuevos. Pero la decoración la transportaba a una granja.
─Adornos de mamá ─explicó Astrid al ver su sorpresa─, le gusta tener cosas que le recuerden su infancia. Ella nació en Kansas. Curioso cómo terminó con mi papá, todo un chico de ciudad.
Después de que Astrid le sirviera agua, esta se dirigió a inspeccionar el refrigerador una distracción que aprovechó la bajista para tomar su medicamento.
Fernanda vio su reflejo en la ventana acompañado de una mujer que le sonreía. Cerró los ojos con fuerza. «No estás ahí, no puedes estar ahí», pensó y cuando volvió a abrirlos, la mujer había desaparecido. Dejó escapar un suspiro de alivio.
─ ¿Todo bien, Fer?
La voz de Astrid la ayudó a regresar y se hundió en sus ojos grises.
─Sólo me quedé pensando. ─Le brindó una sonrisa genuina.
La bajista no le mintió, pero todavía no tenía la confianza suficiente para mencionarle sus problemas. Tampoco sabía cómo iba a reaccionar al enterarse de su enfermedad, no quería asustarla.
─No encontré nada bueno para comer, ¿tienes hambre?
─No mucha...
─Entonces después lo vemos, por ahora... ─Tomó de la mano a Fernanda y la llevó escaleras arriba.
Al contacto de sus manos entrelazadas Fernanda sentía como si Astrid fuera para ella un cable a tierra que la ayudaba a olvidarse de sus problemas, que no le importaba a su padre o que ahogara sus dolores en drogas y alcohol. Estando con la gótica sentía que no necesitaba de esas cosas para sobrellevar al mundo.
Terminaron frente a una puerta que tenía un colgante de cuervo. Fer pensó que así se vería el famoso personaje del poema de Poe.
Al ingresar, lo primero que la bajista notó fue la poca iluminación. Había posters de varios géneros como el Goth, Darkwave y Electrodark, además de estatuillas de gatos negros, algunos vampiros y hombres lobo. Anclada en la pared, una televisión de cincuenta pulgadas, y frente a ella, una cama adornada con sábanas rojas de satín. En el muro junto a la puerta, un closet corredizo y del lado contrario, un escritorio lleno de bocetos, cuadernos, lápices y material de arte.
─Bienvenida a mi santuario: la catedral de la oscuridad. ─Rio Astrid.
─Vaya que te gusta lo gótico.
─Me fascina. Para ser sincera, me hace sentir viva y feliz. ─Se quitó los botines y abrió el armario─. Fer, ¿te molesta quedarte un momento sola?
─No, para nada.
─ ¡Qué bueno! Necesito urgentemente un baño.
Con una toalla en la mano, Astrid salió de la habitación y Fer se acomodó en la cama; Para distraerse, sacó su teléfono y puso en el buscador de Instagram "Astrid Lowllet".
Encontrar su perfil no le llevó mucho tiempo. De la misma forma que su habitación, estaba lleno de parafernalia gótica. Sus dibujos eran obras de arte, los retratos con sus vestuarios ayudaban a que luciera su perfecta figura. También había fotografías con sus amigos, ya fuera abrazando a Emily o jugando con Chad y Loui.
Fernanda sonrió. Astrid parecía una gótica alegre. Siguió bajando en el feed hasta que una foto en particular captó su atención. Era la mano de Astrid sobre otra, notablemente masculina, con la leyenda HE y un corazón. Tenía una fecha de publicación de siete meses atrás. Una sensación de intranquilidad se instaló en ella, pero al mismo tiempo recordó que la dibujante le había dicho que su relación había terminado de tajo.
Para olvidar el asunto, regresó al inicio y notó la cantidad de seguidores en la cuenta, alrededor de diez mil. Mucha gente la seguía y le dejaba comentarios. Fer pensó que si ella se lo proponía podría llegar a ser una famosa influencer.
Veinte minutos después, Astrid regresó. Iba con el cabello mojado y descalza vistiendo una camiseta con un diseño de ouija y unos shorts cortísimos que dejaban al descubierto sus níveas piernas. Fer no pudo evitar dejar de mirarlas y sintió como se le subieron los colores al rostro.
─Perdón por dejarte sola, mi niña.
«Mi niña». La forma cálida y cuidada con la que pronunció la frase hizo que su corazón latiera desorbitado. Ni siquiera Justin la había tratado con tanto cariño.
─Estuve entretenida ─agitó su teléfono.
─Me adelanté un poco y pedí hotcakes al Ihop. Tenía antojo de algo dulce.
─Por mi está bien, ¿cuánto te debo?
─De eso nada, la casa invita. ─Le guiñó el ojo y le dio una amplia sonrisa.
A Fernanda se le volvieron a subir los colores al rostro. A lado de esa impredecible e impulsiva chica sentía que volaba entre nubes de algodón.
Astrid se acomodó junto a ella y prendió el televisor. Pasó directo a la aplicación de Crunchyroll y busco la serie que le prometió verían.
─ ¿Lista para ver buen anime?
Fer leyó la sinopsis y no le pareció tan desagradable como había pensado, más bien generó el interés suficiente para comenzar a verla. Además, estaba con la compañía adecuada. Comenzó a pensar que podrían estar viendo cualquier cosa y aun así lo disfrutaría. Lo importante era pasar tiempo con Astrid.
─Suena prometedor.
─Ya verás que terminas enganchada.
La actitud de Astrid era pícara. Le gustaba juguetear con Fer, adoraba ver cómo su rostro se teñía de rojo con cada comentario. Parecía tan inocente y ella sabía cómo enseñarla a jugar.
Los rumores en la universidad decían que ella se acostaba con medio mundo, algo que Astrid se negaba a creer y, aunque fueran ciertos, ella misma no era un ángel de la virtud. Todos tenían un pasado, el suyo más intenso que cualquier otro, al menos así lo consideraba, pero una vez que encontrara su ancla en el mundo, dejaría esa vida atrás y se concentraría en su presente.
Algo le decía que Fernanda era su camino, o al menos valía la pena intentar encontrarlo con ella.
Desde que la había conocido le intrigaba su personalidad, alguien que resaltaba entre su grupo de amigos. Poco a poco lo descubriría y sería la misma Fer quien se abriera con ella pues nunca la presionaría a que actuara o hiciera determinadas cosas. En el pasado lo habían hecho con ella y no quería seguir esos pasos.
─Ahora sí vas a saber de buenos gustos.
─Discúlpame, princesa de la noche, pero yo tengo muy buenos gustos. ─Le enseñó la lengua con ternura, gesto que hizo reír a la gótica.
─Tal vez en música, aunque la mía es mejor, pero de lo demás lo pongo en duda.
Chocó su hombro contra el de ella. Sintió la firmeza de sus brazos y observó sus músculos marcados. A través de la playera se delineaba su abdomen plano y sus pechos del tamaño perfecto. Esta vez fue Astrid la que se sonrojó.
Su mente viajó a un escenario donde su cuerpo era rodeado por esos fuertes brazos. Sacudió la cabeza para dejar de pensar, no era el momento de divagar. Si bien adoraba el sexo, todavía no estaba segura sobre que terreno transitaba con Fernanda. Necesitaba desahogarse, pero ya encontraría la manera de satisfacer sus instintos.
El timbre sonó justo a tiempo.
Después de bajar a recibir la comida, volvieron a subir para seguir con la serie.
Fer observó que, a pesar de que era una caricatura, su premisa era un tanto oscura. Sabía que muchas bandas de Deathcore utilizaban elementos del anime o videojuegos como inspiración, por ejemplo, Shadow of Intent, un grupo que hacía referencia a una de las naves de Halo.
Le daría una oportunidad al anime, tanto por Astrid, con quien estaba disfrutando pasar el tiempo, así como la música. Conforme avanzaba la serie, le llegaban varias ideas para futuras canciones.
Quince episodios después salieron al porche a tomar un poco de aire y fumarse un cigarro.
─ ¿Cuál es tu sueño, Fer? ─preguntó Astrid de pronto.
Antes de contestar, la bajista exhalo un poco de humo.
─Que Beyond sea la mejor banda de Deathcore. Queremos que la gente nos reconozca, llegar a ser grandes. Nuestro primer paso a la fama es ganar la batalla de bandas, pero nunca lo hemos conseguido.
En su voz se notaba decepción. La última vez que intentaron participar tuvieron que abandonar el concurso por la repentina muerte de su madre. Eso les quitó una oportunidad y ella se sentía responsable. Pensaba que los fracasos de la banda eran su culpa, de ella y sus problemas.
─Esta vez lo conseguirán.
─ ¿Cómo puedes estar tan segura?
─Los escuché en el ensayo de ayer, han mejorado mucho. ─Balanceaba sus pies descalzos y miraba hacia el horizonte donde el sol moría─. Eres muy talentosa, cariño. Tocas el bajo como nadie y armonizas increíble con los chicos. No sé mucho de aspectos técnicos, pero sí te puedo decir que me gusta lo que hacen.
─Yo... Gracias, Astrid.
Los chicos siempre se lo decían, pero escucharlo de alguien ajeno le pegó de lleno.
─Y el tuyo, ¿cuál es?
─No es difícil adivinarlo. ─Suspiró al recordar cosas que le dolían, pero sonrió─. Quiero tener mi propia galería.
─Dibujas muy bien.
─No siempre fue así, hubo alguien que me impulsó para no ser una mediocre vende cuadros. ─Su rostro se iluminó con un ligero sonrojo─. Él fue mi inspiración.
─Lo vas a lograr.
─Significa mucho que tú me lo digas.
Fer vio en su reloj la hora y supo que ya era tarde. No quería escuchar los sermones del borracho de su padre.
─Debo irme, pero mañana te veo en mi casa, ¿verdad?
─ ¿Me mandas tu ubicación?
─En cuanto llegue.
Entraron a la casa. Fernanda ayudó a recoger mientras su servicio de taxi llegaba. Podría irse en transporte, pero conocía a Michael y si se enteraba de que se ponía en peligro, se enojaría bastante.
Tomó su mochila y Astrid la acompañó a la puerta.
─Me la pasé genial, Astrid.
─Coincido en que fue un gran día y mañana promete ser igual.
La dibujante le dio un pequeño beso en la mejilla que la hizo sonrojar.
Antes de subirse al transporte, se dieron un último abrazo. Desde el porche, Astrid la despidió con un suave movimiento de mano.
Fernanda estaba feliz. Tocó con la yema de sus dedos el lugar donde los labios de Astrid dejaron su cálido sello. Sin duda se había sonrojado demasiado, pero eso no evitó que su corazón latiera como una locomotora en aceleración. Esa chica estaba despertando cosas que creía muertas, una sensación que le gustaba, pero al mismo tiempo, la asustaba.
Astrid entró a su casa cuando su celular sonó. Pensó que sería Fernanda, pero al ver una "K" en el nombre del remitente, supo cuan equivocada estaba.
─No me contestaste en todo el día, hermosa.
─No me llames así.
─ ¿Qué hacías? ¿Te divertías con otro?
─Estaba con una amiga.
─Amiga. ─Una risa profunda reverberó a través de los auriculares─. Voy para tú casa y más te vale estar lista.
Él colgó la llamada antes de darle la oportunidad, y la satisfacción, a ella de hacerlo. Pensó en la bajista que la hipnotizaba. «Maldita sea». Quería hacer las cosas bien con ella, pero... se sentía atrapada.
Al llegar a casa, Fernanda se fue directo a su cuarto. Por fortuna, su padre no estaba. Se tiró en la cama y le mandó un mensaje a Astrid.
"Ya llegué a casa. Gracias por todo, eres especial".
Adjunto al mensaje, envió su dirección.
No hubo respuesta.
Esperó unos minutos más.
El teléfono permaneció en silencio.
Sin más que hacer, decidió ordenar su cuarto.
Dos de la madrugada.
Una sábana cubría su cuerpo desnudo. Sentada sobre la cama, veía por la ventana donde la luna se asomaba. Le dolía el pecho. Una lágrima solitaria nacía en su ojo y se deslizaba por su rostro. El teléfono junto a ella mostraba un mensaje sin leer.
¿Por qué sentía que le estaba fallando si apenas comenzaban a ser amigas?
En un movimiento la sábana se deslizó de su cuerpo y se puso de pie. Se bañaría para quitarse esa sensación de suciedad.
Solo una vez más y sería libre.
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