Capitulo 5 Honor
— Recuerda, hablar lo más mínimo posible. Daphne es reservada — murmura Erik mientras entrega mi mano a Damian, un joven de mayor edad, de ojos verdes y sonrisa excesivamente exagerada.
— Claro que lo es — murmuro rodando los ojos conociendo mejor a la señorita Daphne que él.
Me lanzo a la pista con temor de dar una mala impresión, pero para mi desgracia y suerte mi compañero de baile es quien lo hace por mi ya que, me pisa en más de una ocasión.
En mi sufrimiento me encuentro cuando logro perder a Erik notando como una mujer de conocido cabello pelirrojo lo acompaña.
Los aplausos resuenan, y antes de que pueda alejarme, la figura de Richar se coloca frente a mí y mi compañero.
— Disculpe, pero ¿No le molestará si tomo la siguiente pieza? — le dice a mi compañero de baile, quien al escuchar su solicitud su sonrisa se desvanece.
— Adelante — responde sin ánimos.
— Señorita Daphne — comienza Richar, con voz suave. Sus ojos marrones avellana me reflejan confianza. Su cabello es castaño, algo rubio de ondas perfectamente peinadas, su rostro tiene rasgos definidos, una mandíbula fuerte y pómulos marcados. Entonces por primera vez en la noche pienso que tal vez disfrutar de un baile pegada a alguna compañía como él no es tan desagradable después de todo.
— Señor Richar. Que agradable placer — lo saludo aliviada mientras la música del vals empieza a sonar y él toma mi mano guiándome al centro del salón.
— El placer es todo mío — dice Richar con una sonrisa encantadora — No solo por la oportunidad de disfrutar de su compañía, sino por permitirme librarla de el temible destino que le aguardaba a sus pies si la dejaba continuar con su anterior compañero de baile — añadió divertido y haciéndome reír mientras me guiaba de una forma suave, pero precisa.
— Créame, mis pies le estarán eternamente agradecidos — le digo con una genuina sonrisa.
— Ellos y usted señorita tal vez, pero dudo mucho que su compañero anterior lo esté — dice mirándolo — Ninguna dama es tan osada como para aceptar la invitación a tal peligro — me explica y entonces de reojo noto como él es rechazado por las siguientes damas del lugar.
— Oh. Como es mi primer baile no había tenido en cuenta aquel detalle — confesé aunque conociendo a mi amo él tal vez si lo sabia — Gracias por hacerme consiste de esos peligros — le digo divertida.
— Es todo un placer. Y con gusto le enseñaría mas, pero debo suponer que, por el antifaz, no recuerda usted nuestro breve encuentro en Juno — me pregunta de golpe, asomándose a mí un poco más — O tal vez su persona aún permanezca en Juno, tal como me lo comentó hace unas semanas — susurra junto a mí mientras me gira.
— Disculpe, mi memoria es algo escasa cuando se trata de encuentros breves — respondo, alejándome de él.
— Pero si el encuentro que tuvimos, no lo fue — aclara, y puedo sentir su mano rozar mi cintura de forma imprudente.
— ¿Qué tipo de encuentro? — susurro, nerviosa y sin poder evitar la incomodidad mis mejillas enrojecen.
— ¿Acaso quiere hacerme ruborizar señorita? — pregunta de golpe, y entonces comienzo a insultar a Daphne en mis pensamientos.
— Lo que sea que haya pasado en Juno, créame, no fue tan memorable — refuto, girando una última vez para darle mi espalda.
— Y usted créame, que ni Daphne ni ninguna otra dama de la sociedad comentaría tal cosa de un encuentro con mi persona — susurra junto a mi oído, y finalmente me gira para quedar frente a mí — ¿O tal vez simplemente no seas quien dices ser? — termina con una última reverencia, dejándome sola en el centro del salón de baile.
Una nueva figura se acerca a mí, dispuesta a invitarme a bailar, pero lo ignoro, intentando seguir a Richar, quien ya se ha perdido entre la multitud.
Entonces solo me de pie junto en el pasillo donde justamente veo a Erik salir de una habitación con Margaret a su lado, quien se acomoda el cabello y el vestido con evidente énfasis.
— ¿Disfrutaste la noche, hermanita? — me pregunta Erik asomándose, con una sonrisa, mientras Margaret cierra la puerta tras él.
— No tanto como tú — refuto, mirando a Margaret.
— Una noche, sin duda, vigorizante — aclara Erik, acomodándose la camisa con una leve sonrisa.
— Me alegro de que encuentres en qué desahogarte, pero me gustaría regresar a la cocina de la casa, si no te es mucha molestia — le pido.
— ¿Te vas tan rápido? — pregunta Margaret, sorprendida.
— Sí. Noches como estas y estar bajo el cuidado de mi hermano, podrían mal influir en mi pureza — respondo, afilada pero con una sonrisa sensata.
— No, querida, eso solo ocurre por el impulso del momento. ¿No es cierto, Erik? — dice Margaret, tocando su hombro de forma descarada.
— Creo que debería leer a Kant señorita Margaret. Sus dichos sobre la moral le serían de mucha ayuda — respondo con calma.
— Creo que ya es tarde. Nos vamos — explica Erik, tomando mi mano con firmeza y llevándome hacia el patio, donde nuestro carruaje espera — No debiste decir algo como eso — comienza, su tono grave — No sabes qué ocurrió allí dentro entre ambos.
— No, pero tengo mis ideas, y además lo creí pertinente, aunque dudo que tanto tú como ella conozcan la definición de dicha palabra — refuto, y él se detiene de golpe, con su mano apoyada en la puerta del carruaje, dejándome justo entre el vehículo y él.
— Créeme, no me gustaría ponerlo en duda, pero ante tu destellante tono de desprecio y tus palabras tan duras, debo preguntar... ¿Cuestionas acaso mi honor, Christine? — termina, sus fríos ojos posándose nuevamente en los míos con dureza.
— No señor — me trago mis propias palabras, luchando contra la incomodidad de la situación — Sepa disculpar usted mi atrevimiento — termino, mirando al suelo, avergonzada.
— Lo voy a pensar — dice secamente — Sube — me ordena, abriendo la puerta del carruaje. — La noche apenas comienza para ti — me amenaza.
*
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