Capítulo 21
Con tan solo un cuarto de hora, Owen Kennedy logró encajar a la perfección con las preferencias de Katheryn para convertirse en un nuevo amigo alejado de todo el caos que ella estaba viviendo. Su dulzura de Owen y su manera de pensar y hablar le agradó tanto que decidió pasar un buen rato con él hasta el atardecer.
Él en ningún momento le cuestionó sobre su apariencia y de donde venía, ni tampoco de su familia.
A las dos de la tarde, Owen la llevó a una cafetería para comer. Por alguna extraña razón, Katheryn se sentía cómoda con su compañía.
-Y bueno, Katheryn, ¿Dónde es tu residencia en estos momentos?—le preguntó arqueando su rubia ceja y dandole un pequeño sorbo a su malteada. Sus hamburguesas vegetarianas estaban por llevárselas y mientras esperaban, pidieron malteadas.
-Estoy instalada en la catedral de San Nicolás. —respondió con vaguedad. Owen se encogió de hombros sin preguntar más sobre el asunto y eso era lo que a Katheryn le gustaba de su nuevo amigo, su franca indiferencia para querer saber más detalles íntimos de ella.
-Deberías ir conmigo alguna vez a un bar, hay bebidas deliciosas y música agradable.
-No estoy acostumbrada a ese tipo de lugares. —mintió. A cada ciudad a la que se mudaba, iba a sus bares más exclusivos pero eso ya había llegado a su fin desde que Ethan Quin llegó a desgraciarle, a lo que supuestamente le llamaba vida.
-Es solo una invitación vaga. Puedes buscarme si alguna vez quieres ir.
-¿Y en donde te buscaría si se me apeteciera ir?—le sonrió. Había olvidado la última vez que sonrió con franqueza y alegría.
-Uhm. —Tragó un gran sorbo de su malteada y le devolvió la sonrisa, Katheryn observó su exótico lunar que se contraía a causa de sus labios. —en cualquier parte. Suelo pasear por la catedral-iglesia, tal vez me veas a menudo ahí.
Katheryn asintió y le dio un sorbo a lo que quedaba de su malteada. Al cabo de diez minutos, una chica morena le entregó sus hamburguesas.
Comieron en silencio.
Horas antes, Katheryn jamás pensó encontrarse con alguien extraño y mucho menos comer con él. Pero Owen le tranquilizaba. Ya no se sentía aterrorizada por Palmer ni de los otros Elegidos que la acechaban.
Ni si quiera se había acordado de Ethan desde que se topó con Owen y eso era perfecto para ella, aunque Ethan también estaba por las calles y podían verse en cualquier instante.
Los copos de nieve revueltos con el aire helado, le cortaban como pequeños cuchillos el rostro de Ethan. La capucha de su sudadera no le ayudaba en nada, el aire traspasaba la delgada tela. El abrigo que Paul le había proporcionado era de su talla pero su color era verde y Ethan odiaba ese color. Su orgullo fue más fuerte y ahora estaba arrepentido, soportando el frío.
Semanas antes había estado ansioso por conocer a Juno Weber y ese día, que por fin la vería, toda su ansiedad se había reducido a nada. Ni si quiera tenía intenciones de volver a la iglesia.
Sin darse cuenta, sus tenis quedaron atorados en un agujero tapizado de nieve, por poco pierde su pie al sacarlo. Encolerizado, cruzó una avenida y miró un puesto de revistas sobre las curiosidades del universo.
Se acercó y compró una. Le pagó a la mujer del puesto y se encaminó a una banca metálica cubierta por una gruesa capa de nieve.
Con la mano, retiró bolas de nieve del asiento y se sentó. Su mano quedó roja y helada. Todas las personas llevaban gruesos abrigos, gorros, bufandas y guantes, en cambio él, solo su delgada sudadera y sin guantes.
Subió una pierna sobre la otra y comenzó a leer sobre los nuevos descubrimientos astrales. Nada era de su interés. Sus ojos verdes leían y leían cada línea de los reportajes pero su mente solo pensaba en ella. En Katheryn.
Tal vez era lo mejor que ellos dos se separaran. Él tarde o temprano moriría a manos de cualquier Elegido, incluso en manos de Katheryn. Y para eso tenía que darse la idea de lo pasaría si seguía con su absurda relación con ella.
Sin embargo, su mente recordó a una chica de cabellos dorados, con ojos celestes como el cielo, con una sonrisa llena de bondad e inocencia que lo llamaba.
-Sam…—susurró, cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. — ¿Por qué no morimos juntos?—apretó sus labios helados por el frío. —Pensé que jamás me olvidaría de ti y te juré que no lo haría. Pero desde hace tres meses, dejé de pensarte, dejé de necesitarte y mi mente y corazón te sustituyó por una chica orgullosa, extrovertida, arrogante, hermosa, y cariñosa. Katheryn Levis te sacó sin preguntar de mis pensamientos y de mi corazón. Ella ahora es dueña de todo lo que tengo, de mi mente, de mi alma y de lo más preciado que un ser humano pueda tener: el corazón. Ella es ahora dueña de él. Perdóname, Sam.
-Esas palabras han sido las más sinceras que he escuchado en toda mi larga existencia, Ethan. Eso me alegra, pues, me doy cuenta que de verdad quieres a Katheryn.
Ethan que permanecía recostado en la banca, saltó del susto al ver a Paul sentado a escasos centímetros de él, mirándolo con una gran sonrisa y lo peor: Había escuchado todo y cada una de sus palabras recién salidas de su alma.
Se ruborizó y apartó la cabeza para fingir que leía su revista.
-¿Qué haces aquí? anda, Juno quiere conocerte.
-No tengo ganas de regresar.
-No es seguro que andes solo por aquí, ya sabes…
-¡Ya lo sé! Palmer anda suelta como un perro detrás de nosotros, ¡Ya lo sé!—espetó.
-Y es por eso que debes regresar. Todos están esperándote.
-Regresaré después. Quiero estar solo.
-¿Quieres estar solo para seguir lamentándote?
-Tú fuiste el que tomo la tarea de espiarme. Por eso quiero estar a solas. —arrugó la nariz.
Paul se acomodó las gafas y suspiró. Tener al anciano sentado junto a ti, oyendo tus desdichas, era algo incómodo para Ethan.
En silencio, retomó de verdad su tediosa lectura para aburrir a Paul y lograr que lo dejase solo pero no fue así, el anciano no tuvo ninguna intención de separarse de él.
Con los labios apretados en forma de una línea tensa, Ethan se volvió para mirarlo con desdén.
-¿No tienes algo mejor que hacer, en vez de estar acosándome?
-¿Acosándote?—rió con ganas. —en lo absoluto. Ya me iba, solo me quedé pensando en algunas cosas. Intenta no vagar tanto, antes de que se ponga el sol regresa. No quiero tener que salvar tu trasero.
Y sin más, el enorme anciano de un metro ochenta se levantó y se alejó de ahí sin ni si quiera voltear una sola vez.
Ethan volvió a quedar solo—como siempre lo había estado—.
Katheryn observaba fascinada la habilidad de su amigo para lanzar flechas y dar en el blanco sin vacilar. Después de que comieron, Owen se ofreció a llevarla a un centro recreativo para que se divirtieran un poco. Ella no pudo evitar sentirse viva y alegre de nuevo.
Aquel lugar estaba situado en el corazón de la ciudad, y como apenas eran las tres, tenía tiempo de sobra para regresar a la iglesia.
Había distintos tipos de herramientas para probar tus habilidades, y Owen sin lugar a dudas era un as para la arquería y ella no era buena para nada, solo para atraer a los rayos muy rara vez. Pero eso no era para nada normal.
-Intenta con el arco, tal vez seas buena en eso. —le dijo Owen sonriendo, le pasó el arco y un par de flechas.
-No. No es buena idea.
-¿Por qué no?
-Por qué si algo sale mal, no quiero ver a las personas con una flecha incrustada en sus cráneos. —la idea de ver personas así, le dio nauseas.
-Oh vamos, eso no pasará. —le dio unas palmaditas en su espalda. —es fácil.
-Paso. No quiero intentarlo. —se negó rotundamente a aceptar el arco. —mejor yo te observo desde aquí.
Se sentó junto a una familia que estaba en una silla metálica observando a sus hijos lanzar diferentes tipos de herramientas de autodefensa, pero ella solo miraba a Owen.
Él se había quitado su abrigo dejándolo sobre sus pies, su playera morada y apretada le ceñía el cuerpo. Para su sorpresa de Katheryn, Owen no era un chico flacucho, sino lo contrario. Sus músculos se contraían cada que flexionaba los brazos para lanzar las flechas.
Owen Kennedy era tan distinto y a la vez tan parecido a Ethan Quin.
Las nubes grises y amenazantes se cernieron sobre toda la ciudad, formando gran oscuridad sin rastro del sol. Las nubes no eran solo por frío. Una gran tormenta se avecinaba y no era obra de la naturaleza, Katheryn estaba segura. Uno de los Elegidos lo estaba provocando y no era una buena idea estar en plena ciudad sola y con un indefenso chico.
-Qué raro, parece que va a llover. —le dijo Owen, se puso su abrigo y la miró. Katheryn seguía con los ojos fijos sobre el cielo. — ¿Katheryn?
-Eh, lo siento. —balbuceó. —debo irme, Owen. Fue un gusto conocerte, espero verte otra vez.
Salió disparada de ahí sin ni si quiera voltear atrás. Owen la observó irse a toda leche por las calles.
Sus pasos eran rápidos y torpes. Se golpeó en el hombro con más de siete personas al intentar correr por las calles y llegar rápido a la iglesia.
Pasó junto a un puesto de revistas y de reojo miró una silueta situada en una banca detrás de ella. Se le erizó el vello de la nuca pero siguió andando sin prestarle atención.
Bostezó aburrida, estaba a solo dos calles de llegar a su destino y ya no había razón para correr. Estaba a salvo. Pero antes de que al menos pudiera cruzar la gran avenida, unas fuertes manos se cernieron detrás de ella, inmovilizándola.
-¡Suéltame!—gimoteó entre las manos de su atacante.
-No te alteres, soy yo. —una voz tan familiar la hizo estremecerse.
-¡Jamás en tu vida vuelvas a asustarme de esa manera, Ethan!—chilló.
-¿Por qué saliste? Está prohibido. —siseó en su oreja, enfadado.
-Eso no es de tu incumbencia.
-En eso tienes razón. No me incumbe. —dijo con indiferencia. Katheryn sintió un ligero dolor en el pecho. —pero dadas las circunstancias, estoy en peligro gracias a ti y no quiero que todo lo que he hecho hasta ahora para que estés a salvo se vaya a la mierda solo porque saliste de la iglesia por aburrimiento y luego Palmer acabe con tu súper vida de rompecorazones que llevas.
-No sé a qué te refieres.
-Tus ojos delatan algo. No estuviste sola en tu salida. —La cogió de la mano y cruzaron juntos la avenida. — ¿Con quién estabas?
-Con nadie.
-Vale. Haré que te creo. —apretó la mandíbula y soltó la mano de Katheryn. —solo te advierto que no es hora de tener más amigos. Estamos en un momento crítico.
-No sé a dónde va todo eso, pero no tienes nada que reprocharme. Sé cuidarme sola.
-Ajá. —se burló. —si yo no te hubiera protegido desde un principio, a estas alturas estarías tres metros bajo tierra y todos viviríamos felices de tener un poco más de vida.
Los ojos de Katheryn se inundaron de lágrimas ácidas. Las palabras de él eran pequeños cuchillos que se enterraban en su mente y corazón. Estaba harto de ella, pero ella también estaba harta de él.
-Nadie te pidió ayuda, idiota. —espetó, con frialdad.
-Antes de salir te dije que no hicieras nada estúpido, ¿Y qué haces? Vas y lo haces, ¡Qué rayos te pasa!—gritó exasperado. Dos personas que pasaban junto a ellos miró a Ethan con desprecio, pero a éste ni si quiera se tomó la molestia de verlos. Estaba muy ocupado riñendo con ella, ocultando su agonía de no poder abrazarla y decirle cuanto la amaba.
-¡Basta!
-No, no, basta tú. —La agarró de los hombros y acercó su rostro al de ella. — ¿Por qué no quieres perdonarme? ¿Por qué no quieres darme una oportunidad para demostrarte que estoy arrepentido de todo lo que pensaba hacer contigo?
-No te perdonaré nunca. Espero que eso te quedé muy claro, N-U-N-C-A.
Y sin objetar nada más, Katheryn se soltó de su agarre y corrió a la iglesia. Ethan quedó atrás, inmóvil, sus ojos verdes la miraron alejarse a toda leche de él.
Pero ninguno se dio cuenta que ambos tenían un gran nudo en la garganta y lágrimas contenidas y dispuestas a salir.
Katheryn aporreó la puerta con rudeza, Juno abrió y la dejó pasar, pero no sin antes darle un fuerte abrazo lleno de compasión. Aquella Elegida era inteligente y ya sabía todo.
-No debiste salir sola. —le dijo con dulzura. —es peligroso. A decir verdad, ninguno de los dos debió salir.
Un minuto después, alguien comenzó a aporrear la puerta de una manera peligrosa.
-Es Ethan, venía detrás de mí. —dijo Katheryn, suspirando.
-No es él. Es otra persona que no conozco. —sus ojos violetas se endurecieron. —no vamos a abrirle. Aguarda aquí.
Katheryn con el ceño fruncido, observó a Juno ir hasta la puerta y a través de una rendija que estaba en la puerta, observaba a la calle.
-Uhm. Debí suponerlo. —musitó ella, haciendo muecas.
-¿Quién es?—Katheryn se precipitó al pensar que Owen Kennedy la hubiese seguido y hubiera presenciado el arrebato de Ethan.
-Por lo que veo, Luke mandó a pedir pizza casera. —resopló y abrió. Su apariencia cambió a una adorable adolescente rubia de ojos verdes, sin nada de diferente a una persona de su edad. No había rastros de la Elegida.
-Pizza a domicilio. —dijo el repartidor con aire aburrido.
Juno se encargó de darle el dinero y cogió cuatro pizzas en sus brazos. Cerró de golpe la puerta y volvió a la normalidad.
-¡Luke Greenwood! ¡Tú pedido! ¡Si no vienes ahora, comeré toda la pizza!—gritó Juno, riéndose.
Las palabras de Juno se cortaron en un segundo, Luke apareció como espectro por detrás de ella y le quitó de las manos las cuatro cajas de pizza.
-¡Son mías y de Heidi!—rió.
-¿No nos darás?—Juno lo miró enfadada, y una ráfaga de aire helado rodeó a Luke.
Katheryn dejó el alboroto y se refugió en su habitación. Ethan no regresó detrás de ella, se quedó vagando por más tiempo afuera. Y ella por desgracia, quería haberse quedado un poco más con su nuevo amigo Owen Kennedy. Un rubio con ojos brillantes y un lunar provocativo por encima de sus labios rosados y apetecibles. Descartó el pensamiento virtuoso y se dedicó a dormir un poco. La tarde estaba helada, y las sabanas no la cubrían del todo.
Media hora después, oyó la voz masculina de Ethan que charlaba animadamente con Juno y Paul. Los dos habían congeniado, no cabía duda.
-¿Y dónde está Katheryn?—le oyó a Ethan preguntar. Se puso lívida y cerró los ojos de golpe fingiendo dormir por si a él se le ocurría ir a su habitación.
-Está descansando. —Le respondió Juno, con naturalidad. —tuvo un día pesado y muy divertido.
Katheryn tragó saliva y abrió los ojos horrorizada. Juno Weber ya sabía sobre Owen Kennedy, tal vez leyó su mente mientras pensaba en él. Se odió a sí misma por pensar en estupideces a esas alturas.
-¿Por qué divertido?—cuestionó él, su tono de voz era áspero.
-No tengo por qué decirte sus intimidades de tu ex novia. Si quieres saberlo, pregúntaselo a ella personalmente. —Juno era muy inteligente para ser una persona chismosa. Katheryn le agradeció el gesto de complicidad.
Siguieron hablando de otro tipo de temas lejanos a ella. Por medio de la pared, alcanzó a ver una silueta que estaba parada en el umbral de su puerta, la silueta era de mujer. Se dio la vuelta esperando encontrar a Juno ahí, pero era Heidi. En sus manos llevaba un plato con dos grandes rebanadas de pizza y aderezo.
-Te traje esto. —encendió la luz, su sonrisa se ensanchó. —Luke iba a devorarse todo y guardé esto para ti. Son las cinco y media, necesitas comer algo, Kath.
-Gracias, pero no tengo apetito. —Se retorció en las sabanas. —Déjalas en el buró, lo comeré más tarde.
-¿Sucede algo?—le preguntó, puso el plato en el sitio correspondiente y se sentó en la cama. —tal vez yo no sea Clara Ponce a la que puedas contarle tus secretos, pero prácticamente somos hermanas—hizo una pausa y miró al techo con ironía. —literalmente. —sonrió y soltó un suspiro largo. —Estamos juntas en esto y quiero que sepas que puedes confiar en mí. ¿De acuerdo?—extendió su mano y cogió la de Katheryn dandole un ligero apretón. —puedes decirme cualquier cosa.
-Lo tengo en cuenta, pero puedes estar tranquila. Estoy bien. —se esforzó por sonreír de una manera convincente pero fue un fracaso, y suponiendo que hubiera sido genuina, Heidi podía leer su mente, más por qué no estaba preparada para formar la barrera mental contra ella.
Por dos largos minutos, Heidi se quedó con los ojos fijos en los de Katheryn, frunció el ceño. Katheryn recordó con vaguedad a Owen Kennedy.
-¿Quién es Owen Kennedy?—le preguntó Heidi, arqueando sus cejas.
-Un chico que conocí hoy en la mañana.
-Es muy guapo. —sonrió. —y es algo extraña la forma en la que se conocieron. Ningún Elegido te hubiera dejado viva si hubieras chocado con ellos. Tuviste suerte, Katheryn.
Genial—pensó Katheryn. —Heidi leyó absolutamente toda su mente y toda la conversación que tuvo con el rubio.
-No le digas nada a Ethan. —le pidió.
-No le diré nada. —Le dio un golpecito en el hombro. —pero no intentes buscar a ese chico. Él no debe estar involucrado con nosotros. Palmer podría asesinarlo solo por placer y no sería justo para el pobre Owen.
-No tengo intención de volverlo a ver, no te preocupes. —posó su grisácea mirada en la pizza. Cogió una rebanada y le hincó el diente.
-¿Y si viene a buscarte?
La pizza que Katheryn engullía, quedó a media garganta y tragó con dificultad.
-No lo haría.
-¿Por qué estás tan segura? Por lo poco que vi en tu mente, a ese chico lo volviste loco y espero estar equivocada pero, en la forma en la que te miraba era idéntica a la forma en la que Ethan te mira.
-Son imaginaciones que tienes. Owen solo es un chico que conocí por casualidad, y que jamás volveré a ver.
-Eso espero.—apretó los labios convirtiéndolos en una fina línea tensa.—¿Por qué no perdonas a Ethan? tanto él como nosotros dos, Luke y yo, tuvimos en mente matarte…
-Es complicado. Quiero ordenar mis ideas primero que nada. —Se lamió el aderezo que tenía en el labio inferior. —pero no estoy segura de perdonarlo.
-¿Y a nosotros?
-Ustedes son distintos. Ustedes son mis amigos pero él era mi novio. Es diferente.
Seis días después, el clima helado seguía haciendo de las suyas. Un día antes, Luke había salido a la calle por falta de diversión en su vida y a los tres minutos entró corriendo de nuevo. Su abrigo estaba blanco de tanta nieve, sus dedos estaban duros y no podía moverlos, y su rostro estaba rojo. Su nariz tenía capas de nieve y sus dientes castañeaban, estaba por quejarse cuando Juno le ayudó a entrar en calor abrazándolo. Luke dejó atrás todo signo de frustración en su rostro al ser abrazado por la pequeña pero hermosa primera Elegida.
Y al otro día, siguió igual que los días anteriores. Luke apenas se estaba recuperando de sus dedos de las manos, no podía moverlos.
Paul había salido dos días antes con Becca a otra ciudad que estaba a 30 kilómetros de Estocolmo con el fin de conseguir leña para la chimenea y comida suficiente para todo el mes, pero más para Navidad y Año Nuevo.
Ethan se encontraba encerrado en la habitación, comiendo breves raciones de alimento y durmiendo todo el día sin salir a saludarlos.
-¿Crees que se encuentre bien?—Katheryn le preguntó a Heidi con fingida indiferencia. Estaba claro que le preocupaba Ethan. Seis días antes había sido su última charla y no había sido para nada agradable. También tenía seis días desde que había conocido a Owen.
-Solo está deprimido por tu cruel indiferencia. —le respondió Heidi sin dejar de fregar los trastes. Katheryn rodó los ojos y siguió barriendo la cocina.
-Paul estará aquí en tres horas. Becca lo convenció de traer comida deliciosa. —agregó Juno detrás de ellas. Aquella Elegida tenía mucha energía. No dormía nada, y en las noches se la pasaba jugando Xbox en la planta alta sin dejar dormir a Heidi que tenía su habitación pagada a la de ella.
-Perfecto. —Dijo Luke, evaluando la cocina. —todo lo que necesito. Dos hermosas chicas haciendo el quehacer para mí, alucinante.
Heidi dejó de fregar los trastes y Katheryn de barrer. Ambas se dieron la vuelta y arquearon las cejas, Juno rió por lo bajo y se alejó saltando de ahí.
-¿Por qué no vienes y nos ayudas?—musitó Heidi. —ah, no. No puedes. Tienes los estúpidos dedos congelados por idiota.
Las dos rompieron a reír.
-Intenten salir a esta hora a la calle. Apuesto a que regresan llorando. —alzó la barbilla con orgullo.
-Saliste a las diez de la noche, y ahorita son las dos de la tarde. —argumentó Katheryn—ve a perder tiempo en el sofá. Estamos ocupadas.
Luke soltó una carcajada.
-Katheryn, en tres meses lograste robar mi cariño. —sacudió la cabeza y se alejó de la cocina.
Katheryn notó la ligera incomodidad de Heidi ante el comentario de Luke. A pesar de que ella negaba cualquier indicio de afecto sentimental por él, Katheryn sabía que estaba enamorada de él.
-¿Quieres que yo termine de lavar los trastes?—le preguntó, para aclimatar el ambiente.
-No, así estoy bien. —respondió Heidi con frialdad.
Al cabo de tres horas, —tal y como Juno había dicho—llegó Paul con Becca. Fueron en su ayuda para coger las pesadas bolsas y la leña recién cortadas. La despensa de alimentos era extensa.
Ethan salió por primera vez en todo el día en su habitación solo para ver un rato la tv sin hacerle caso omiso a Katheryn.
Las manecillas del reloj que estaba arriba de la pared marcaba las cinco veinte de la tarde y el frío era más denso que horas antes.
-¿Qué miras?—Katheryn se sentó junto a Ethan en el sofá, él solo se encogió de hombros y siguió con los ojos pegados a la tv. —oh, perfecto. Adoro ese programa. —con sarcasmo, Katheryn se puso de pie para irse pero él la cogió de la muñeca y tiró de ella sentándola de nuevo.
-¿Quieres salir un rato a caminar?—su cabello alborotado lo hacía lucir adorable. Katheryn lo observó con interés. —digo, por qué yo no quiero estar aquí encerrado por más tiempo. De todos modos pienso largarme por un rato, no sé si quieras acompañarme.
-¿Qué haremos allá afuera con tanto frío?
-No tengo idea. No pienso antes de actuar pero improvisaremos. —levantó ambas comisuras de sus labios asomando una sonrisa.
Katheryn parpadeó sin entender, los dos estaban enfadados entre ellos. El cambió de humor de él, la hizo dudar si ir o no con él.
-¿A caso tienes miedo de salir a la calle conmigo?—le preguntó, arqueando las cejas. Su voz sonaba desafiante.
Ethan la estaba desafiando a un juego que solo él sabía jugar. Pero Katheryn estaba dispuesta a enseñarle a jugar.
-Cuando estés listo. —le respondió, sonriendo con orgullo. Él no podía estar sin ella, ni ella sin él.
Lo que ella necesitaba para estar sonriendo y ser feliz por un rato era su cercanía de él.
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