Capítulo 15
En las próximas horas todos los empleados de la casa se la viven de un lado para otro. Resulta que mientras Julio y yo estábamos en Milán, se comunicaron con un grupo de personas que comúnmente le dan mantenimiento a la casa, y justo ahora están en el cuarto piso haciendo remodelaciones. Tenía entendido que el lugar se aseaba cada semana, aunque no estuviera nadie, pero supongo que le van a hacer mejorías. Francisca y Emilio no han salido de la cocina ni un momento, ya que están preparando todos los platillos favoritos de Abrah. Magda nos dio la indicación de que el día de mañana debemos estar presentables para recibir al joven. Es curioso ver las reacciones de cada integrante de la casa; muchos demuestran su felicidad a lo natural como realmente se sienten, sin tapujos ni restricciones. Otros son más tímidos y tratan de no mostrar su emoción, y los que son, como yo, están enigmáticos, justamente sin saber cómo sentirme. Espero caerle bien y llevar una buena relación como la que tengo con todos sus familiares.
—Mia, necesito hablar contigo —me dice Magda desde lejos justo cuando voy bajando a la planta baja.
—¿Qué sucede?
—Acabo de hablar con la señora Anelle, está muy contenta con el trabajo que hiciste el día de hoy.
—¡Que bien! Me alegra saber eso.
—Qué bueno, porque no sé si recuerdas que se te olvidó algo.
—¿A mí? ¿Qué se me olvidó?
—No fueron a recoger el dinero del negocio de la señora.
¡Mierda, es cierto! Nos embobamos tanto con el auto que Julio ni yo lo recordamos.
—¡Por Dios, cuánto lo siento! ¿Qué dirá la señora? ¡Qué despistada fui, cómo me pudo pasar esto!
—No te preocupes, ella entendió perfectamente que el comprar un auto como ese llevo tomarte mucho tiempo, así que no pasa nada.
—Si ella no tiene problema, puedo regresar justo ahora, me llevaré una de las camionetas y todo se soluciona —espero me diga que sí, podría ir a ver a Gaby.
—Tranquila Mia, otro día irán por el dinero, no te preocupes. De hecho, te dio el día libre, y todo lo que resta de la semana —me dice mientras extiende sus manos.
—¿Qué? ¿Por qué? —respondo sorprendida.
—¡Por tu excelente trabajo!
No deja de sonreír.
—Pero hoy más que nunca necesitan ayuda en la casa, como es posible que me dé vacaciones.
—Mia, somos suficientes para resolverlo, no te preocupes. Porque mejor no descansas, come algo, baja a tu habitación, y disfruta. Nosotros estaremos bien.
—¡Gracias! —respondo mientras le doy un gran abrazo.
Aunque la noticia me sorprende, no me cae nada mal, pues tomo algo de botana de la barra, una botella de vino blanco que tenía guardada y me voy a la sala principal. Una vez ya sentada enciendo la televisión y veo todas esas películas que siempre he querido ver, pero por equis razón me ha resultado imposible. Veo cómo pasan mis compañeros, bajan por momentos, cruzan el pasillo, salen por el jardín, regresan y así están todo el tiempo, mientras yo, no paro de reír y disfrutar de mis vacaciones, si así se les puede decir. En un momento, Isabel pasa, por un lado, y capta que hay alguien en la sala. Al darse cuenta de que soy yo, me mira horrible, como siempre. Jamás la he enfrentado porque creo que no existen motivos para que ella me odié, pero creo que ya es el tiempo suficiente para un día de estos hablarlo.
Cuando comienzo a sentir pesadez en los ojos, apago la televisión y me voy a bañar. En cuanto terminó, me dirijo a mi habitación. La mayoría sigue trabajando, ya que no hay señal de nadie. A esta hora los pasillos siempre están llenos. Cuando abro la habitación, puedo notar que Nora tampoco ha llegado; me imagino que Arek la tendrá ocupada. Me pongo mi pijama y, en cuanto me recuesto en mi cama, me quedo profundamente dormida.
—Mia, tu comida se va a enfriar —dice mi mamá mientras se sienta en la mesa.
—Lo siento, mami, estaba distraída.
—Toma, te serví un poco de café. Come rápido para que no se te haga tarde para ir al trabajo.
—¡Gracias má!
—¿Dónde está mi princesa? —pregunta papá desde el pasillo.
Sonrío.
—¡Aquí está! —me abraza por detrás y me da un beso en la mejilla. —Hermosa como siempre.
—¡Apá, déjame! —me rio.
—Ya siéntate a desayunar viejo —le dice mi mamá mientras le coloca su plato en la mesa.
—¿Acaso te dan celos amor? —le dice mi padre.
—¡Ay, estás loco! —sonríe mientras le da un leve golpecito en el hombro. —¡Ándale, que se les hace tarde!
La sensación que siento es realmente placentera, observar el rostro de mi madre, su sonrisa, mi papá jugando y bromeando como siempre. ¿Por qué me siento triste?
—Ya me voy mami, nos vemos en la noche.
—Sí, mija, cuídate mucho —me persigna y me da un beso en la mejilla. —¡Fíjate al cruzar, no te distraigas, y si alguien te sigue, métete a una tienda o algo, ¿entendiste? Ponte abusada.
—Sí, mami, no te preocupes. ¡Nos vemos! —le doy un gran abrazo.
Escucho un sonido repetitivo, es realmente molesto. Es el despertador, mi mente de pronto reacciona.
Trato de apagarlo, pero no logro encontrarlo, sigo medio dormida, mis manos se mueven por todo mi buró, hasta que lo encuentro.
—¡Apágate! —lo golpeo tan fuerte que se le caen las pilas. —¡Por fin!
¿Era un sueño? El abrazo que me dio mi madre se sintió tan real, tan cálido. Aún siento su presencia. Tocó mi rostro, estaba llorando.
—¿Qué sucede? ¿Ya es hora de levantarse? —pregunta Nora, toda soñolienta.
—Sí, lamentablemente sí —me tapó la cara con mi cobija, aun pensando en lo que acabo de soñar.
Mi papá, mi mamá...
Cuando me percató de que no podré evitar llorar, me levanto de la cama para ir a bañarme. No puedo permitirme sentirme triste el día de hoy, necesito toda la actitud del mundo.
—Nora, me voy a bañar —le digo mientras la muevo un poco con mi mano. —Te espero arriba para desayunar juntas.
—Emm, si te llevas la piña y el salvavidas —responde.
No puedo evitar reírme, sigue más dormida que despierta. Trato de hacer las cosas rápidas, no tengo ni idea de qué es lo que haré el día de hoy. No debo trabajar porque tengo libre hasta el lunes, pero como hoy llega el joven, no sé si deba hacer algo, por cualquier cosa estaré alerta.
—Francisca, ¡Buenos días! —le digo a la chef, mientras paso a la cocina.
—¡Hola querida! Despierta tan temprano, ¿qué no se supone que tienes libre hasta el lunes?
—¡Qué suertuda me saliste preciosa! —exclama Taddeo, que está justo en el marco de la puerta. —Yo también estoy libre, ¿Qué te parece si hacemos algo? —me pregunta coqueteando como siempre.
—Tú no estás libre, y mucho menos hoy que llega el joven —le dice Francisca.
—Yo me doy los días libres cuando quiera, por eso soy el jefe de seguridad.
Francisca hace gestos y muecas tratando de arremedarlo, para después volver a su trabajo.
—Francisca, ¿me puedes dar algo para desayunar? Por favor.
—Claro, querida, en esos sartenes está el desayuno, sírvete lo que quieras.
—¡Gracias Francisca!
—¿Desayunamos juntos preciosa? —me dice Taddeo.
—Como quieras.
—Así me gustan, indiferentes —dice mientras se ríe.
Cuando voy a sentarme en el comedor, veo a varios de mis compañeros ya despiertos, desayunando. No puedo creerlo, yo me muero de sueño y ellos se durmieron mucho más tarde que yo, y se despertaron primero.
—Me duelen las manos de pulir todos los rines, no tengo idea por qué me pidieron eso, si Mia le compró su súper Batimovil —dice Gael platicando a toda la mesa. —¿Qué tienen que ver las camionetas? Él ni las va a usar.
—Tengo una pomada que te ayudará con el dolor —le digo mientras me siento en el comedor.
—Gracias Mia, estaría genial que me dieras un poco, ya me salieron ampollas y hasta me arde.
Pobrecito, tan chiquito y ya trabajando —pienso.
—Mia, siempre al rescate —comenta Isabel con ironía.
Me le quedó viendo fijamente y ella también hace lo mismo.
—Preciosa, ¿por qué no hacemos un pícnic en el lugar donde nos conocimos? —me dice Taddeo mientras comienza a sentarse en el comedor.
No le respondo.
—¿Un pícnic? —pregunta Julio, que está sentado en un pequeño sillón junto al comedor.
No tenía idea qué estaba en ese lugar.
—Sí, Julio. Tendremos una cita —vuelve a hablar Taddeo.
Por supuesto, yo, lo sigo ignorando.
—No pierdes el tiempo, ¿eh, Mia? Ya estuviste ayer en la ciudad todo el día con Julio. ¿Hoy es turno de Taddeo? —dice Isabel mientras me mira como si lo que dijera fuera verdad, como si yo realmente estuviera saliendo con ambos. —Dime, ¿quién tiene el turno de mañana sábado? —vuelve abrir la boca.
—¿Fíjate que no lo sé...? Tal vez si se lo pido al joven Abrah sería excelente, así podríamos conocernos mejor, ya que soy la única que no lo conoce. ¿No lo sé, tal vez terminemos siendo muy buenos amigos? —respondo a la defensiva.
Isabel no responde y puedo notar su molestia, porque su cara es muy fácil de descifrar. De pronto, Taddeo suelta una carcajada tan fuerte que contagia a todos los que están en la mesa, a excepción de Julio.
—¿Qué hora es? ¿Saben a qué hora llegará Abrah? —dice Laura.
—Aún es temprano —dice Taddeo mientras revisa su reloj. —Mi hermano me avisará en cuanto aterrice el avión.
—¿No van a ir por él? —le pregunta Gael.
—No, viene con toda su guardia personal. Estará bien.
Me enfocó en terminar mi desayuno, aunque no es muy fácil, ya que siento la mirada de Isabel todo el tiempo.
—¡Buenos días, muchachos! —dice Magda, que va saliendo de su oficina. —Me da gusto encontrarlos aquí, ¿y los demás?, ¿ya despertaron?
—Algunos siguen durmiendo —responde Julio.
—Bien, pues les avisaré a ustedes por el momento. Francisca, Emilio ¡Vengan por favor! —Magda levanta la voz.
—Acabo de terminar una llamada con Abrah, su avión aterrizará alrededor de las 10 a. m. Del aeropuerto a casa le llevará alrededor de 1 hora 40 minutos, así que él estará llegando aproximadamente a medio día. Lo que haremos será lo siguiente: Francisca y Emilio enfóquense, en la cocina, que nadie los moleste. Para que los demás, hagan lo que se les pidió el día de ayer, si se durmieron más tarde para adelantar trabajo, ya sabrán qué hacer. El cuarto piso ya quedó listo para recibirlo. Abrah no me confirmó nada sobre quien lo atenderá personalmente, pero lo más seguro es que serás tú, Isabel —dice Magda mientras la voltea a ver.
La observo desde mi lugar. Su reacción es tan tonta, aplaude como niña boba y sonríe, es curioso que es la primera vez que veo sus dientes.
—Rafaello me avisará cuando estén llegando a la casa. (Rafaello es el hombre de seguridad que está en la caseta de vigilancia justo en la entrada de la casa) de esa forma les avisaré por el radio que el joven ha llegado, para que de inmediato suban al primer piso, se coloquen en el pasillo y podamos recibirlo como se debe, ya ha pasado mucho tiempo, es primordial volverse a presentar y que sepa lo mucho que lo extrañamos.
Es curioso como Magda se expresa, se le quiebra la voz por momentos.
—¿Todo quedó claro?
—Sí, Magda —todos respondemos.
—Bien. También para comentarles que se llevará a cabo un gran banquete en el comedor principal. Esta comida no deberá ser interrumpida, como ninguna lo es, por supuesto, pero mucho menos está ¿De acuerdo?
Todos afirmamos con la cabeza.
—Yo tengo una duda, Magda, ¿Mia estará presente en ese banquete? Porque no se le despega para nada a la señorita Arleth, ¿será que también le pondremos un lugar en la mesa? —preguntas como estas solo las tiene que hacer Isabel.
Magda me mira.
—No, en esta ocasión Mia no estará en la mesa. Lo siento Mia —dice Magda.
—No te preocupes, Magda, entiendo. Pero Isabel... ¿No será que te preocupa que me invite la señorita Arleth a esta comida? Y sé por qué, seguramente te morirías de celos si me sentará junto a Abrah, ¿no es cierto? —le respondo desafiante.
Ella vuelve a quedar muda. Le sonrió demostrándole que ya no hay porque soportar sus pésimos comentarios.
—Excelente, los veo más tarde —dice Magda y se retira al primer piso.
—¿Por qué le dijiste eso a Isabel? —me pregunta Julio, que de pronto está junto a mí, ni siquiera lo vi venir.
—¿Cómo que por qué? Ya estoy harta de sus comentarios, ustedes me dieron la clave desde el primer día en que llegué, le voy a dar en donde más le duele.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Vas a seducir a Abrah o qué? —me dice molesto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro