Capítulo 9
No es fácil convencer al colegio de sacar a los alumnos un lunes sin aviso previo, pero al final Jack y yo lo conseguimos usando todo nuestro nivel de persuasión. Creo que el hecho de que Jack sea un niño bonito de Londres que asistió a este colegio de pequeño y cuya familia lleva haciendo donaciones desde que se fundó, la biblioteca lleva el nombre de su tatarabuelo, ha ayudado bastante. Pero hemos conseguido poder ir al entrenamientos a puertas abiertas, que es lo importante.
Llegamos a media mañana. Buscamos un hueco entre las gradas semi-llenas, donde podamos sentarnos todos juntos. Los jugadores están separados en pequeños grupos realizando rondos. Encuentro un sitio cerca del círculo formado por Kai, Reece, Mason, Chalobah y en el centro Werner. Me digo que he elegido esta posición porque era el mejor sitio para acomodarnos todos, por nada más. Me siento en la parte más baja, enfrente de Kai.
Lo saludo sacudiendo la mano y él me devuelve una sonrisa enseñando los dientes. El balón, que alguno de sus compañeros ha debido pasarle, le rebota en los pies y Timo Werner, rápido y atento se hace con él.
—Hay que estar más atento, Havertz —se burla su compañero.
Kai se coloca en el centro, no sin antes recibir una lluvia de collejas y burlas de sus compañeros, que soporta suspirando. Mason dirige su mirada hacia mí y me guiña un ojo antes de volver a centrar su atención en el ejercicio.
Al finalizar la sesión Kai y Reece se acercan a nuestra posición.
— ¿Qué pasa Jordan, bajas a echar unos tiros?
—No gracias. Que hay gente muy bestia por ahí.
Jack nos mira con la boca ligeramente abierta.
—En césped duele menos. —Mira mis pantalones de chándal y mi sudadera —. Y esta vez vienes mejor preparada para la ocasión.
—Es que esta vez se a lo que vengo —protesto —. La otra vez fue a traición.
—Si, quien mira los correos que manda la directora —Jack tira de una de mis trenzas.
—Me estoy adaptando ¿Vale?. No sabía que había que mirar eso todos los días.
— ¿Tu eres profesor también? —pregunta Reece.
—Si, enseño educación física —responde mi compañero
—No te vi cuando fuimos.
—Estaba enfermo —Cosa de la cual lleva lamentándose desde aquel día.
—Pensaba que vendrías con Lidia —interviene Kai por primera vez.
—Ya es difícil de explicar por qué la profesora de español traía a los niños a un entrenamiento de fútbol, pero explicar por qué lo hacen la de matemáticas y la de español juntas. Es prácticamente imposible.
—Y la de español y el de educación física ¿Como se explica? —enarca las cejas Kai.
—Jack y yo —nos señalo —, hemos decidido hacer un trabajo conjunto. Tienen que explicar los ejercicios físicos que han presenciado, en español —Kai asiente —por eso hemos traído a los mayores —finalizo mi explicación.
—Ya decía yo que no veía al granuja de William —bromea Reece.
—Podéis bajar al césped con ellos y así hacéis un trabajo más completo —ofrece Kai. Ha perdido el tono suspicaz que estaba utilizando antes.
Kai me ofrece la mano y me muestra una sonrisa que parece sincera. Me aferro a su mano para tomar impulso y saltar la valla que nos separa. Mi aterrizaje no es quizá el más adecuado, cosa que se está volviendo habitual. Mi tobillo izquierdo se dobla. Un dolor agudo me sube por la pierna. Pierdo el equilibrio. Kai entiende el otro brazo y sujeta mi cuerpo por la cintura antes de que pueda impactar contra el suelo. Mi cara queda enterrada en su pecho. El corazón me late a toda prisa, por unos segundos he creido que mi cara recibiría una acogida bastante menos agradable por parte del cesped.
Me separo todo lo que me permite su mano, que aún sigue alrededor de mi cintura. Hago una mueca de dolor, es como si dentro de mi tobillo alguien tratase de romper una piñata. Con machetes.
—¿Te has hecho mucho daño? —La mirada de Kai baja hasta mis ojos.
Seguimos tan cerca que puedo distinguir las motas grises que pueblan sus ojos. Le pongo la mano en el pecho y trato de poner distancia entre nosotros. Él quita la mano que me rodeaba dejando que me aleje.
—Estoy bien, solo necesito sentarme un rato.
—Te puedo acompañar a la enfermería y que te vea nuestro fisio.
—Jordan ¿otra vez a la enfermería? —Mason ha llegado junto a nosotros en el momento justo.
Me sonrojo, desde las orejas hasta la frente, no lo hago nunca pero cuando mi cara decide ponerse roja lo hace a lo grande. Delante de esos dos parezco la damisela en apuros que siempre acaba herida.
- No. De verdad, no es para tanto, no es la primera vez que me pasa.
Cuando tenía catorce años mi mejor amiga y yo nos queriamos escapar del instituto saltando la vaya, yo me puse nerviosa, me solté demasiado pronto y me torcí el tobillo al caer provocandome un esguince, pero como no quería que mis padres supiesen que me había escapado del instituto nunca dije nada y nunca se curó bien por lo que ahora se resiente de vez en cuando.
—No le hagas caso a Mason. —Lo mira entornando los ojos —. Vamos a la enfermería.
— ¡no! —Aprieto los dientes en un intento de no gritar, pero aún así mi tono es demasiado alto para ser amable.
Jack y los alumnos, que han recorrido los escasos metros que nos separaban de la puerta y han entrado por ella, cosa que vista la situación actual yo también debería haber hecho, se acercan a nosotros.
— ¿Qué pasa? —Jack recorre con la mirada el círculo que han formado a mi alrededor los futbolistas.
—Nada —respondo rápido. Antes de que alguien le cuente mi accidente. Ya tengo suficiente con mi primer incidente, no quiero que todo el colegio se entere de otro y convertirme en la patosa oficial —. Ve con los alumnos a corretear o hacer lo que veais. Yo me voy a sentar aquí un momento. —le imprimo a mi voz un tono animado.
Se alejan hacia donde todavía quedan algunos integrantes del equipo rezagados, presiento que van a acosarlos.
—Vosotros os podéis ir también. —Es más una orden que una sugerencia.
Reece y Mason se despiden de mí riendo y se marchan para unirse a sus compañeros y mis alumnos que están jugando un partidillo improvisado.
—¿Me puedo quedar contigo? —pregunta con voz suave.
Asiento. Nos sentamos en el césped. Hombro con hombro con la espalda apoyada en la valla. Estiró las piernas. Hago una mueca al sentir otra punzada de dolor. Kai me mira con expresión preocupada pero no menciona nada al respecto.
Contemplamos a los jugadores en silencio. Jack acaba de quitarle el balón a Mason en una jugada que le ha valido los aplausos del resto incluidos los míos. Puedo notar la mirada de Kai cuando grito de júbilo al ser objeto de la dedicatoria del gol que marca Melissa, una de mis alumnas favoritas. Sigue ahí cuando me río y aplaudo ante un centro defectuoso de Reece, que me hace una peineta.
—¿Así es como reaccionas cuando vas al estadio?
Aparto la vista del partido y lo miro.
—No. Cuando veo al West Ham suelo estar más tensa. Grito más y me río menos.
— ¿No disfrutas?
—Si. Pero de una forma diferente, cuando algo te importa es normal estar nervioso o tenso. Pero cuando marcan y todos los aficionados gritamos y saltamos al unísono y cuando nos vamos a casa con los tres puntos. La tensión, los nervios e incluso el sufrimiento han merecido la pena. Tu deberías saberlo mejor que yo.
—Es diferente cuando estás ahí —señala el campo y a los jugadores —. Quieres jugar lo mejor que sabes y en mi caso marcar gol o asistir y quieres que al equipo le vaya bien, que todo funcione. Pero la mayor parte del tiempo no te da tiempo a disfrutar o pensar en nada de eso, solo en donde tiene que ir el balón en el siguiente pase o en correr para estar en el sitio adecuado. Se olvida uno de esa pasión.
—Y cuando estas en el banquillo ¿No es como ser un espectador?
—Puede ser —sacude la cabeza —. Pero es diferente. Normalmente cuando estás en el banquillo es porque no has sido lo suficientemente bueno para estar en el campo que es donde queremos estar siempre, es difícil disfrutar porque lo que yo quiero es jugar al fútbol, no verlo desde la banda
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro