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5 Un paso más cerca


Miro por la ventana del consultorio, primero a mi reflejo de mis facciones cansadas, mi piel clara por la falta de sol, el castaño oscuro a juego con mis ojos, me parezco tanto a él incluso tenemos el mismo diente frontal partido, pero algo me diferencia un poco mi piercing en mi labio inferior justo al medio de mi boca con el que juego ansiosa. Me lo hice al mes del que él se fuera para diferenciarme y no verme en el espejo tan parecida a él aunque es mi gemelo.

Divago en mis pensamientos y me pierdo entre el murmullo de la gente abajo y el ruido del tráfico, un repartidor en bicicleta que insulta a un motorista irresponsable que se metió en su vía, luego el mismo ciclista se agacha en una esquina a acariciar un perrito, creo que él y yo tenemos lo mismo en común, odiamos a la gente, ellos nos rompen.

—¿Algo que te entretenga?

Entra mi psicóloga con papeles en los brazos. La señora, es una de esas personas que odio, pero que no tengo posibilidad de evitar, como dictaminó el juez, estas sesiones son obligatorias.

—¿Te refieres a pensamientos suicidas? Solo estoy mirando por la ventana, no voy a intentar saber si puedo volar, eso haría tu trabajo demasiado fácil y supongo que no quieres una marca de sangre en la acera afuera del consultorio, acá entre nos, es algo difícil de sacar de la ropa, no quiero imaginar de la acera. Aparte no hablaría muy bien de ti que un paciente se suicide aquí.

—No tiene gracia tu humor. Siéntate. —Suspira profundamente y me siento en el sillón— ¿cuéntame que tal te ha ido este fin de semana? ¿Cómo has estado?

—No sé ¿Cómo debería estar luego de que mi hermano, la única persona a la que amaba con toda mi alma, se fuera? Bueno te cuento, fui a una fiesta, me drogue y alcoholice en su honor, luego fui parte de una orgía y estoy pensando seriamente la semana que viene en sumarme o mejor, crear una secta, nunca he sido de las que siguen mis padres crearon a una líder, yo soy la de las malas ideas. Te diría que también perdí mi virginidad, pero eso lo hice la última vez antes de vernos.

—Ya hablamos de que el sarcasmo es un mecanismo de defensa para lidiar con el dolor.

—No hice nada el fin de semana, no me uní a una secta, no tuve una orgía y definitivamente no me drogue, si tomé dos latas de cerveza y tuve que lidiar con Rapunzel —ella me mira extrañada—. Tranquila, no estoy delirando, es mi nueva jefa de la que te hablé en la sesión pasada.

—Katerina Kovalenko, rubia con cara de estreñida, cabello rubio largo y culo de infarto —lee sus apuntes.

—La misma, opté por decirle así, ya que ella para fastidiarme me dice Cenicienta ¿recuerdas que te pedí salir antes y me hiciste demorar esa sesión? 

—Llegaste tarde.

—En fin —no le presto atención—. Le digo así porque tiene un cabello rubio teñido muy largo, le llega un poco debajo de la cola —me levanta una ceja. Si me desvirgo le puedo mirar el trasero, no es como si me fuera a vengar y robarle la virginidad de su lado oscuro. Suspiro y pienso si contarle que es ella con quien perdí mi virginidad—, pero nada más.

—Bien —anota algo en los papeles que tiene sobre su regazo— ¿Has vuelto a tener pesadillas?

—No —claro que sí.

—Mentir solo...

—A veces pienso —la interrumpo ambas sabemos que no he dormido bien, que no duermo bien desde hace días, bueno peor, que duermo peor, porque no duermo bien desde hace años— que una persona rota solo rompe a otra, y que hay personas que no deberían tener hijos —ella deja de escribir y se me queda viendo.

—¿Por qué?

—Al menos evitarían de esa manera que sus hijos se fueran en el futuro.

—¿Crees que tus padres tuvieron la culpa de que Tyler se fuera?

—Claro que la tuvieron, influyeron bastante —ella aprieta los dientes y sus labios formaron una delgada línea.

—Yo no creo que sea culpa entera de tus padres...

—Pero lo que tú creas no importa ¿verdad? Es lo que siempre me dices cada vez que hago una pregunta que esquivas y sí, tal vez tengas razón en otros casos, pero en este caso es así, ellos contribuyeron a que mi hermano se fuera.

—¿Cómo? ¿Qué pasó que llevo a Tyler a irse?

Intento sonreír para tapar el hueco que se me hace en el pecho cada vez que hablo de ellos o de él y trago con dificultad, la miro tratando de dilucidar por dónde empezar. Pero no quiero empezar a decirle nada, no quiero sentirme expuesta y vulnerable, no quiero que vea lo dañada y rota que estoy, no puedo, no aún.

—A tu consultorio le haría falta más luz y definitivamente más color, quizás una planta.

Digo y ella suspira relajando su cuerpo rendida en su silla. Han habido otros intentos antes de indagar en mi pasado, pero no quiero hablar de eso y de mis padres, no estoy aquí por ellos, estoy aquí por Tyler. En realidad ni siquiera por él, sino que por el imbécil al cuál "agredí" y mi madre intervino con el juez y un abogado, alegando que mi estado se debía que estaba atravesando la ausencia de mi hermano al que soy muy apegada. Claro que eso no tenía nada que ver, yo golpee al tipo porque estaba maltratando a aquella chica a plena luz del día, y nadie hacía nada, las grabaciones de las cámaras corroboraron mi versión, pero encontraron una alevosía de ira contenida en mis golpes hacia el sujeto que deje inconsciente tirado en el suelo. Quizás si se me fue la mano un poco, o quizás una pizca más que un poco, ya que tuvieron que sacarme entre tres personas de encima de él.

—No podremos avanzar sino te abres.

—Ni que fuera una caja, no tengo ese complejo de objeto. Solo soy una molestia judicial, no es necesario que te intereses o finjas hacerlo, cuando las citas obligatorias se terminen, desapareceré y ya no seré tu problema, ni el de nadie —ella me observa seria—. No lo dije porque tenga intenciones de autodesvivirme.

—Bien y sabes que así no funcionan las cosas y ya te lo expliqué muchas veces. Yo tengo que hacer una evaluación y en base a eso, se aconsejan más sesiones o no.

Exhalo el aire pesado y miro su consultorio, es curioso, ya había estado en otros antes, pero este lugar tiene lo mínimo de toque personal, las paredes desprovistas de cuadros, las repisas con libros desprovistas de efectos personales o adornos, las fotos desprovistas de ella, en ninguna foto sale ella, solo una chica joven sonriendo y unas fotos de la misma chica supongo que de bebé. Este lugar no tiene vida, ni plantas, ni nada que transmita calidez, como ella.

—Es su cumpleaños la semana que viene —suelto pero ella ya lo sabe, mi hermano es mi gemelo, por ende es nuestro cumpleaños.

—El de ambos —me corrige— ¿Iras a verlo? —Muerdo mi labio inferior.

—No, no quiero verlo, él tomó una decisión y yo tomé la mía, seguir con mi vida, sin él.

Me sostiene la mirada unos segundos antes de apartarla a su teléfono que suena con una llamada entrante dando finalizada la sesión. Tomo mis cosas y antes de que ella gire de nuevo, yo ya salgo del consultorio y voy escaleras abajo, miro sobre mi hombro hacía arriba en su ventana, ella me mira frunciendo el ceño y me saluda con la mano, yo me volteo sin despedirme. Odio tener que venir aquí, odio a esa mujer y odio a mi madre por intervenir, era mejor ir presa que hacer todo esta estupidez. Otra vez me siento una niña pequeña sin poder escapar de lo que mi madre me obliga a hacer.

—¿Qué tal te fue hoy? —le doy un gruñido a mi compañero— ¿Así de mal? En la mesa 4 recién llega una chica con su hija ¿Puedes ir a tomar su orden?

—Sabes que odio a los niños.

—Sí, pero llegaste media hora tarde y tuve que cubrirte con Ricky, me lo debes —odio más mi trabajo de la mañana de martes a jueves aquí en el restaurante.

Le hago mala cara y tomo el menú para atender la mesa, al llegar veo a la mujer con una niña igual a ella, es como su mini versión, solo que la niña está berrinchuda. Genial justo lo que no necesitaba hoy. Vuelvo a la barra para dar la comanda a la cocina, entra otra clienta dando la espalda al salón, se sienta mirando hacía afuera del restaurante, tomo la carta y me encamino a su mesa.

—Buenos días y bienvenida, mi nombre es...

—Alexa Crowel.

—¿Qué quieres?

—Que me atiendas el teléfono —toma la carta de mis manos y me cruzo de brazos mientras la ojea. Ella es bastante decidida, y como siempre no tarda mucho en saber que pedir— ensalada cesar de entrada, sopa de camarón y vino... sorprendeme con el vino.

Tomo la carta con un cara peor que antes, me dirijo a la barra ¿Acaso algo más podría ir mal hoy? Nota mental, jamás de nuevo hacerle la pregunta al universo para ponerlo creativo. Voy pasando por la mesa que acabo de atender con la niña berrinchuda y me vomita en el pantalón y los zapatos. Tiro la cabeza hacía atrás cerrando los ojos, mientras la madre de la niña me pide disculpas de todas las maneras posibles. Camino hasta la barra sacándome el delantal y tirándolo mientras paso a lavarme lo que más pueda al baño.

Luego de restregar lo más que puedo mis pantalones y todo lo que tocó el vómito, le colocó a la ropa perfume y la huelo tratando de rogar que no le haya quedado nada o la menor cantidad de olor a vómito, no tengo otra muda y no puedo irme, mi compañero faltó y no hay nadie más para cubrirme.

Regreso a la mesa de ella con su orden, dejando su pedido.

—¿A que hora sales? —dice a mi espalda.

—En tres horas más.

—Bien, tengo tiempo. Te espero y vamos juntas a tu departamento.

No fue pregunta lo último, y no tengo posibilidades de negarme, ella sabe ser un dolor de culo en insistencia cuándo quiere algo, por algo es la mejor agente inmobiliaria y la foto de su cara está en cada autobús y banca de la ciudad.

Se pone a leer mientras yo trabajo, yendo y viniendo por el restaurante, se toma un café, y firma autógrafos ¿Tan famosa podría ser? Para la edad que tiene es como una celebridad local, aparte con su encanto, se ha postulado para alcaldesa.

—Ya estoy lista.

Recoge su bolso y me da la propina en la mano. Sale primero y yo la sigo detrás. Mi compañero en la barra me mira con la boca abierta, no se puede creer que me vaya con la gran Tracy Becket. Paramos frente a mi edificio de dos plantas, subimos por la escalera a mi apartamento, ella entra inspeccionando el lugar, supongo que ser agente inmobiliaria lo lleva en el alma. Me siento invadida y diminuta, voy hacia mi habitación a cambiarme la ropa rápidamente, así termino esta visita indeseable y se marcha.

—¿Cómo vas con la terapia?

—Bien.

—¿Cómo estás?

—Bien.

—Sigues sin ser muy elocuente.

—Contigo, sigo sin ser muy elocuente, contigo —pasa un dedo por mis muebles y limpia la tierra que toca— ¿Ya te vas?

—Cada vez eres más directa para echarme.

Toma la pelota de baseball que era de Tyler y se la quito de las manos dejándola en el pedestal que estaba. Es la pelota del primer partido que ganó jugando con su equipo en las ligas menores, ella no tiene derecho a tocarla.

—Aún tienes la pelota.

—Es mi gemelo ¿Qué esperabas? Me sorprende que sepas que era de él.

—Fue del primer partido que ganó jugando en las ligas menores.

—Al que ninguno de los dos fue.

—Teníamos que trabajar, Alexa. Ambos trabajábamos para darles lo mejor, algo que ni tu padre, ni yo tuvimos. Oportunidades. Que ambos desecharon.

—¿Para qué estás aquí?

No tengo ni las ganas, ni las energías para pelear con ella, es testaruda y necia. Pelear con mi madre hoy, no es la manera en la que quiero terminar el día. No le ofrezco nada para tomar, ni tampoco le ofrezco sentarse, tampoco le pregunto cómo está, es que de verdad no me interesa.

—Vine a verte, vine a ver a mi hija —río sin ninguna gracia—, ya no tengo a Tyler para que me diga cómo estás. A mí también me duele ¿Sabes?

—Y a mí me importa un carajo tu dolor. No quiero saber cuanto te duele que él se haya ido, su decisión fue tu culpa, la culpa de ustedes. 22 años de nuestras vidas juntos y él decidió dejarme aquí de la noche a la mañana.

—Alexa —intenta acercarse.

—Vete. Puedes ser su madre, y puede que te duela, pero si de algo estoy segura, es que no te duele más que a mí. La mitad de mi alma se fue, me siento vacía e incompleta y no quiero tenerlos cerca, ni a ti, ni a papá.

Se acerca a sus cosas colocándose la cartera en el hombro y su tapado en el brazo. Se acerca a despedirse pero doy un paso atrás, no soporto estar en la misma habitación con ella, menos aún que me toque.

—Voy a casarme en un mes —aprieta la correa de su cartera—, me gustaría que estuvieras en la boda —me quedo callada y deja la invitación en la mesita del living—. Sé que hice las cosas mal en el pasado, pero quiero hacerlas mejor, todavía estamos a tiempo de mejorar nuestra relación.

—¿Qué relación? —la miro— Entre tú y yo, solo compartimos ADN. Estás muy vieja para tener más hijos con Joe, adopta a los suyos mejor, con los cuales eres mucho más cercana de lo que fuiste con nosotros alguna vez y déjame en paz.

Ella da la vuelta y sale de mi departamento, me acerco rápido colocándole llave y afirmando mi espalda en la puerta, me dejo caer al suelo. La pelota de Tyler cae rodando hacía mí y la tiro con rabia, pica en la pared y se mete al baño, mientras me permito llorar finalmente a solas.

—Idiota, me dejaste sola ¿Cómo hago para lidiar con ella?

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