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9

Nobita entró en su habitación después de despedirse de Sarah y Flock. Al abrir la puerta, se encontró con Doraemon sentado en su cama, esperándolo.

—¿Qué tal tu día? —preguntó Doraemon, sonriéndole de manera cansada.

Nobita soltó un suspiro y se dejó caer en el tatami al lado de él.

—No mucho —murmuró. Que lo molestaran no era nuevo, así que no tenía sentido contárselo. —Lo único bueno fue Sarah… Su hermano también me quiere, así que no puedo estar más feliz—

Doraemon se puso serio, su expresión reflejando preocupación.

—Dorami y Sewashi se fueron después de analizar los datos que obtuvimos de ti… Llegamos a la conclusión de que efectivamente no son sueños, sino recuerdos —dijo mientras metía la mano en su bolsillo y sacaba un dorayaki. —Aunque creo que eso tú ya lo sabes —agregó antes de morderlo. —Llegamos a la conclusión de que lo mejor es que no le contemos a nadie esto —añadió, sabiendo el revuelo que podría causar esa información.

Nobita asintió, sus ojos reflejando una mezcla de aceptación y resignación—Lo sé, Doraemon. Es... complicado. A veces es difícil separar los recuerdos de nuestras vidas pasadas de lo que estamos viviendo ahora. Pero Sarah y yo lo manejamos, y saber que tú también nos apoyas hace todo más fácil—

Doraemon lo miró con empatía—Entiendo. Ustedes han pasado por mucho, y todo esto debe ser abrumador. Pero recuerden que no están solos en esto. Siempre estaré aquí para ayudarlos—

Nobita sonrió débilmente—Gracias, Doraemon. Saber que cuento contigo me da fuerzas. Sarah y yo hemos decidido que nuestro amor es más fuerte que cualquier cosa. No importa cuántas vidas hayamos vivido, siempre encontraremos la manera de estar juntos—

Doraemon le dio una palmada en la espalda, sonriendo—Esa es la actitud, Nobita. Mantén esa determinación y todo saldrá bien—

El sonido de Tamako llamándolos para que bajaran por un refrigerio se escuchó, y tanto Nobita como Doraemon se pusieron de pie. Doraemon se lavó las manos rápidamente en el baño y se fue hacia la cocina. Nobita miró su reflejo en el espejo, pero en lugar de ver su propio rostro, vio a un joven soldado japonés de la Segunda Guerra Mundial. Estaba herido, su uniforme desgarrado y ensangrentado. Los soldados estadounidenses lo habían capturado y lo llevaron a un campamento para interrogarlo. Antes de que pudieran obtener información, debían curarlo lo suficiente como para que pudiera hablar.

Nobita, o más bien su versión pasada, estaba atado a una silla en una carpa médica. Un soldado estadounidense entró, apuntándole con un arma a la cabeza. —No intentes nada raro— le advirtió con voz fría.

Una enfermera americana, con el rostro pálido y ojos llenos de preocupación, entró en la carpa. Al verla, Nobita quedó paralizado. Era Sarah. Ella también se detuvo en seco, sus ojos encontrándose y ambos siendo abrumados por los recuerdos de sus vidas pasadas juntos. Una conexión profunda e inexplicable surgió en ese instante, pero ninguno dijo una palabra.

Con manos temblorosas, Sarah comenzó a limpiar y vendar sus heridas. Nobita no apartó la vista de ella, reconociendo en su mirada el mismo amor y sufrimiento que habían compartido en tantas vidas anteriores. La tensión en la carpa era palpable, pero ninguno se atrevió a romper el silencio.

Esa noche, mientras la luna llena iluminaba el campamento, Sarah regresó. Sus pasos eran silenciosos, su expresión decidida. —Voy a sacarte de aquí— susurró, desatando las cuerdas que lo mantenían atado.

Nobita asintió, sus ojos agradecidos. Sabía que estaba poniendo en riesgo su vida, pero no podía dejar que ella lo hiciera sola. Salieron de la carpa con cuidado, moviéndose entre las sombras. Sin embargo, no llegaron lejos.

Un guardia los descubrió y dio la alarma. Fueron rodeados rápidamente, las armas apuntándoles. —Traidora— escupió uno de los soldados estadounidenses, mirándola con desprecio.

Sin piedad, fueron llevados al centro del campamento. Sarah y Nobita fueron forzados a arrodillarse uno al lado del otro, las miradas de odio y repugnancia clavándose en ellos. La acusaron de traición y los sentenciaron a muerte.

Nobita tomó la mano de Sarah, apretándola con fuerza mientras las balas cargaban. En esos últimos momentos, sus ojos se encontraron una vez más, llenos de amor y resignación. —Siempre estaremos juntos— susurró ella, su voz apenas audible sobre el ruido de las armas.

Los disparos resonaron en la noche, y sus cuerpos cayeron al suelo, sin vida, pero unidos hasta el final.

El reflejo en el espejo volvió a la normalidad, y Nobita parpadeó, sintiéndose abrumado por la intensidad del recuerdo. Sacudió la cabeza, intentando aclarar sus pensamientos, y luego se lavó las manos rápidamente. Fue a la cocina, donde Doraemon y su madre lo esperaban.

—Gracias, mamá— dijo, tomando una galleta, tratando de alejar el peso de los recuerdos.

💟💟

Sarah, Flock, y su padre estaban sentados a la mesa, disfrutando de una tranquila cena. La conversación fluía naturalmente, con Flock contando historias divertidas de su día en la escuela y su padre haciendo comentarios sobre su trabajo. Sarah sonreía y asentía, pero de repente, una ola de recuerdos la abrumó, dejándola paralizada.

El mundo a su alrededor desapareció, y se encontró de nuevo en la Segunda Guerra Mundial, vestida con el uniforme de una enfermera estadounidense. Había sido enviada a una carpa médica en el campamento para tratar a un prisionero japonés gravemente herido. Al entrar en la carpa, sus ojos se encontraron con los de Nobita, y en ese instante, todos los recuerdos de sus vidas pasadas inundaron su mente.

Sarah sintió una mezcla de sorpresa, amor y desesperación al ver a Nobita en ese estado. Él estaba atado a una silla, con el rostro pálido y heridas por todo el cuerpo. El soldado estadounidense que la acompañaba la instó a moverse.

—¡Rápido! Necesitamos que hable— le dijo con voz autoritaria, apuntando con su arma a la cabeza de Nobita.

Sarah, aunque temblorosa, se acercó a Nobita y comenzó a limpiar y vendar sus heridas. Cada toque le recordaba el profundo amor que sentía por él, un amor que había trascendido vidas y épocas. Vio el dolor en sus ojos y sintió una punzada en el corazón. 

—Todo estará bien— pensó, aunque no pudo decirlo en voz alta.

Esa noche, después de muchas dudas y un conflicto interno, Sarah decidió que no podía dejar que Nobita sufriera más. Se deslizó fuera de su barraca, asegurándose de que nadie la viera. Su corazón latía con fuerza mientras se dirigía a la carpa donde Nobita estaba prisionero.

—Voy a sacarte de aquí— susurró, desatando las cuerdas que lo mantenían atado.

Nobita asintió, su mirada llena de gratitud y amor. Pero justo cuando pensaban que estaban a salvo, un guardia los descubrió y dio la alarma. Fueron rodeados rápidamente, las armas apuntándoles. —Traidora— escupió uno de los soldados estadounidenses, mirándola con desprecio.

Sarah sintió una mezcla de miedo y determinación. Sabía que había puesto su vida en peligro, pero no podía dejar de intentar salvar a Nobita. Fueron llevados al centro del campamento, donde fueron forzados a arrodillarse uno al lado del otro. Las miradas de odio y repugnancia se clavaban en ellos.

Nobita tomó su mano, apretándola con fuerza mientras las balas cargaban. En esos últimos momentos, sus ojos se encontraron una vez más, llenos de amor y resignación.

—Siempre estaremos juntos— susurró ella, su voz apenas audible sobre el ruido de las armas.

Los disparos resonaron en la noche, y sus cuerpos cayeron al suelo, sin vida, pero unidos hasta el final.

De vuelta en la cena, Sarah parpadeó, volviendo al presente. Flock y su padre la miraban con preocupación.

—¿Estás bien, Sarah?— preguntó su padre, notando su expresión distante.

Sarah respiró hondo y asintió lentamente. —Sí, solo... me perdí en mis pensamientos por un momento— respondió, tratando de ocultar el tumulto de emociones que sentía.

💟💟💟

Luego de finalmente haber terminado sus deberes, Nobita abrió la ventana de su cuarto, salió y se sentó en el tejado de su casa. 

Con cada recuerdo, Nobita cambiaba, poco o mucho, pero siempre lo hacía. Estos recuerdos no solo aumentaban el amor que ya sentía por Sarah, sino que también intensificaban su enojo. Siempre que parecía que podían estar bien, algo sucedía. Su odio por aquellos que la habían dañado en el pasado ardía dentro de él, así como su miedo, preguntándose cuánto tiempo pasaría antes de que murieran nuevamente.

—¿Cuánto tiempo más podremos estar juntos?— se preguntaba en silencio, con el corazón pesado

Con un último suspiro, Nobita se levantó del tejado, regresó a su cuarto y pasó al lado de su amigo Doraemon, que dormía plácidamente en el tatami. Con paso decidido, salió de su casa y empezó a caminar, dejando atrás las casas que pronto fueron reemplazadas por árboles y vegetación.

Sus pasos lo guiaron instintivamente a través del bosque, hasta que llegó a un pequeño claro donde se encontraba un templo antiguo. En los escalones del templo, Sarah estaba sentada, observando el cielo, perdida en sus propios pensamientos. 

Sin que Nobita lo supiera, su cuerpo lo había llevado hasta ella. Caminó lentamente hacia ella, sus pasos amortiguados por el suave manto de hojas caídas.

Sarah, sintiendo su presencia, giró la cabeza y sus ojos se encontraron. Una sonrisa se dibujó en sus labios al verlo acercarse, y en ese momento, todos sus miedos y preocupaciones se desvanecieron.

—Nobita— susurró Sarah, poniéndose de pie mientras él llegaba a su lado.

—Sarah— respondió él, extendiendo la mano para tomar la suya. 

Se miraron en silencio por un instante, antes de que Nobita la atrajera hacia él en un abrazo tierno y protector. Permanecieron así, rodeados por la serenidad del templo y la tranquilidad de la tarde, encontrando consuelo y fuerza en la cercanía del otro.

Finalmente, Sarah se separó un poco para mirarlo a los ojos. —Sabía que vendrías— dijo suavemente, acariciando su mejilla.

—Yo también lo sabía— respondió Nobita, besando su frente con ternura. 

Sin más palabras, se sentaron juntos en los escalones del templo, sus manos entrelazadas, disfrutando de la paz del momento. 

—Nobita— dijo Sarah suavemente, rompiendo el silencio. —Hoy tuve un recuerdo... de una de nuestras vidas pasadas.—

Nobita la miró, sus ojos llenos de preocupación. —Yo también. Fue... en la Segunda Guerra Mundial. Tú eras una enfermera y yo, un soldado herido.—

Sarah asintió, sus ojos llenándose de lágrimas. —Cuando te vi allí, todo volvió de golpe. Te cuidé y traté de sacarte, pero nos descubrieron y... nos fusilaron juntos.—

Nobita apretó su mano con fuerza, sintiendo el mismo dolor. —Sí, fue horrible. Pero en medio de todo, lo único que sabía con certeza era cuánto te amaba.—

Las lágrimas de Sarah cayeron libremente. —Yo también, Nobita. Nuestro amor es lo único que ha perdurado a través de todas esas vidas.—

Se abrazaron, sus cuerpos temblando con sollozos silenciosos, compartiendo el peso de sus recuerdos y el dolor de sus pérdidas. En ese momento, encontraron consuelo en el amor que siempre los había unido, prometiéndose enfrentarlo todo juntos.

Finalmente, se separaron ligeramente, sus miradas llenas de determinación y esperanza. —Esta vez será diferente— susurró Nobita.

Sarah asintió, secando sus lágrimas. —Sí, juntos, podremos superar cualquier cosa.—

Sarah se secó las lágrimas y se levantó lentamente, tomando la mano de Nobita con una sonrisa tierna. Sin decir una palabra, lo guió hacia el interior del templo, un lugar sagrado y lleno de paz. Las velas parpadeaban suavemente en la penumbra, creando un ambiente íntimo y acogedor.

Dentro del templo, el silencio era roto solo por el canto de las cigarras y el suave crujido de la madera bajo sus pies. Sarah y Nobita se miraron a los ojos, encontrando en la mirada del otro todo el amor y la comprensión acumulados a través de sus vidas pasadas. Sarah se acercó a Nobita, sus labios encontrándose en un beso suave, cargado de promesas y deseos.

Las caricias comenzaron tímidamente, pero pronto se volvieron más intensas y juguetonas. Las manos de Nobita se deslizaron por la espalda de Sarah, mientras ella acariciaba su rostro y su cabello. Rieron juntos, sus risas llenas de cariño y complicidad, mientras se despojaban mutuamente de sus ropas, cada prenda que caía al suelo simbolizando una barrera menos entre ellos.

Cada beso y cada toque estaban destinados a dar placer al otro. Las manos de Nobita exploraban la piel suave de Sarah, arrancándole suspiros de placer. Sarah correspondía con caricias igualmente apasionadas, sus dedos trazando senderos de fuego sobre el cuerpo de Nobita. Sus risas juguetonas se mezclaban con gemidos de placer, creando una sinfonía de amor y deseo.

En medio de su intimidad, Sarah y Nobita encontraron tiempo para mirarse a los ojos, compartiendo silenciosos susurros de amor y promesas eternas. El templo, con su atmósfera sagrada, se convirtió en un refugio para su amor, un lugar donde podían ser completamente ellos mismos.

Finalmente, en la tranquila tarde, Sarah se encontraba sentada a horcajadas sobre Nobita, su cuerpo cálido y cercano al de él. Nobita la abrazaba con fuerza, sintiendo la suavidad de su piel contra la suya, disfrutando del momento de unión. Los sonidos de las cigarras y la serenidad del templo los envolvían, creando un ambiente de paz y felicidad.

Mientras se abrazaban, Nobita acarició suavemente el cabello de Sarah, susurrándole palabras de amor. Sarah se inclinó hacia él, besándolo con ternura, sus labios hablando de la profundidad de sus sentimientos. El templo, testigo de su amor eterno, se llenó de la magia de su unión, uniendo sus almas en un momento de pura felicidad.

En esa tarde tranquila, abrazados en el interior del templo, Sarah y Nobita encontraron consuelo y fuerza en el amor que los había unido a través de las edades. El mundo exterior desapareció, dejándolos solo a ellos dos, perdidos en la inmensidad de su amor eterno.

Mientras Sarah y Nobita se encontraban en el interior del templo, disfrutando de su amor y de la tranquilidad del lugar, una presencia oscura se cernía sobre ellos. Sin que lo supieran, una serie de monstruos horripilantes acechaban en los alrededores, atraídos por la energía especial del templo y el vínculo profundo entre los dos amantes.

El primer monstruo era una abominación con un cuerpo grotesco, cubierto de espinas venenosas y ojos rojos que brillaban con malevolencia. Su piel era de un verde enfermizo, y sus garras afiladas rasgaban la tierra a medida que avanzaba. Un rugido gutural salió de su boca llena de colmillos afilados, ansioso por la sangre.

El segundo ser era una criatura híbrida, con el torso de un hombre y el cuerpo de una serpiente gigante. Su lengua bífida siseaba mientras se deslizaba silenciosamente por el suelo, y sus ojos amarillos destilaban odio puro. Escamas negras cubrían su piel, reflejando la luz de la luna.

El tercer monstruo parecía una sombra encarnada, una masa informe de oscuridad con tentáculos largos y retorcidos que se movían como serpientes en el aire. Dondequiera que tocaban, la vida se desvanecía, dejando un rastro de muerte a su paso.

El cuarto era una criatura alada, un demonio con alas de murciélago y un rostro desfigurado. Su piel era de un rojo ardiente, y sus garras eran como cuchillos afilados. Volaba en círculos sobre el templo, buscando una forma de penetrar sus defensas.

El quinto monstruo era el más grande y terrorífico de todos. Una bestia gigantesca con múltiples cabezas, cada una con un rostro que reflejaba un dolor y odio inmensos. Sus cuerpos se fusionaban en un torso musculoso y poderoso, y sus pisadas hacían temblar la tierra.

Estos monstruos, guiados por su odio y sed de destrucción, avanzaron hacia el templo con la intención de hacer daño a Sarah y Nobita. Sin embargo, al cruzar el umbral del santuario, una fuerza invisible y poderosa se activó. La protección del templo, forjada por siglos de fe y devoción, se manifestó en una luz cegadora.

El primer monstruo, con sus espinas venenosas, fue el primero en caer. La luz lo envolvió y comenzó a disolverlo desde adentro, sus gritos de agonía resonando en la noche antes de que desapareciera por completo.

El segundo ser, el híbrido de hombre y serpiente, intentó retroceder, pero la luz lo alcanzó y su cuerpo comenzó a desintegrarse, sus escamas cayendo como cenizas al suelo.

La sombra encarnada se retorció y chilló, sus tentáculos tratando de aferrarse a algo, pero la luz la consumió, disipando la oscuridad y devolviendo la vida al lugar donde había pasado.

El demonio alado lanzó un alarido y se lanzó en picada, tratando de escapar, pero fue atrapado por la luz antes de poder huir. Sus alas se quemaron, y su cuerpo se redujo a cenizas.

La bestia de múltiples cabezas intentó luchar, sus rugidos llenando el aire, pero la luz del templo era implacable. Una a una, las cabezas cayeron, hasta que todo el monstruo fue consumido, desapareciendo en un destello final de luz.

Dentro del templo, Sarah y Nobita permanecían ajenos a la amenaza que había sido aniquilada a las puertas del santuario. Protegidos por la antigua magia del lugar, continuaron disfrutando de su tiempo juntos, seguros y envueltos en el amor que los unía.

Fuera del bosque, nadie notó lo sucedido porque una antigua barrera mágica protegía el templo. Esta barrera aislaba el área, impidiendo que sonidos y luces salieran. Los habitantes del pueblo cercano veían el bosque como un lugar tranquilo y no percibían la actividad sobrenatural dentro.

💟💟

Gigante, Suneo, Kenzo y sus amigos llegaron a la casa de Nobita, ansiosos por invitarlo a jugar béisbol. Gigante estaba especialmente decidido a encontrar a Nobita, esperando que cometiera algún error durante el juego que le permitiera vengarse.

—¡Nobita! ¡Sal ya, vamos a jugar béisbol! —gritó Gigante con fuerza, su voz resonando por la casa.

El grito despertó a Doraemon, que estaba durmiendo plácidamente en el tatami de la habitación de Nobita. Al oír el estrépito, se despertó de un salto, confuso y desorientado.

—¿Qué está pasando? —se preguntó Doraemon, mientras se levantaba rápidamente y se dirigía hacia la puerta.

Al salir de la habitación, Doraemon se encontró con Gigante y el resto del grupo esperando en la entrada.

—¿Qué ocurre? —preguntó Doraemon, visiblemente preocupado.

—Nobita no está saliendo y lo estamos esperando para jugar béisbol —dijo Gigante, con tono impaciente—. ¿Sabes dónde está?

—No estoy seguro. Estaba en casa cuando me dormí —respondió Doraemon, frunciendo el ceño y sintiendo una punzada de inquietud, agradecía que Tamako haya salido a comprar para la cena. 

Gigante, con el ceño fruncido y el rostro enrojecido por la frustración, se acercó a Doraemon.

—¿Cómo que no sabes? ¡Debería estar aquí ya! —dijo Gigante, molesto—. Vamos a buscarlo. 

Doraemon, sintiendo un creciente miedo ante la reacción de Gigante, asintió con nerviosismo.

—Voy a buscarlo por la casa —dijo Doraemon, tratando de mantener la calma mientras se adentraba nuevamente en la casa.

Doraemon recorrió la casa con rapidez, llamando a Nobita por su nombre en voz alta. Recorrió la cocina, el baño y revisó cada habitación, pero Nobita no estaba en ninguna parte. La preocupación de Doraemon creció a medida que no encontraba rastro de su amigo, necesitaba encontrarlo y advertirle que Gigante lo estaba buscando. 

Regresó a la entrada, visiblemente inquieto.

—No está en la casa —dijo Doraemon, su voz temblando ligeramente—. Creo que pudo haber salido mientras yo estaba dormido—

Gigante, enfadado, golpeó el suelo con el puño.

—¿Qué? ¡No puedo creerlo! —dijo, claramente frustrado—. ¡Vamos a buscarlo fuera, entonces!—

Suneo y Kenzo asintieron, también molestos.

—Sí, vamos al parque y a los alrededores —sugirió Kenzo—. Debemos encontrarlo.

Doraemon, ahora más preocupado regreso a la casa para hacer su propia búsqueda y advertirle que Gigante lo buscaba seguramente para hacerle daño. 

💟💟

Mientras todo esto sucedía, Nobita y Sarah continuaban en su propio mundo, ajenos a  que Gigante sus amigos y Doraemon buscaban a Nobita. Nobita tomó a Sarah de la cintura, riendo suavemente cuando eso provocó un jadeo. Sarah respondió con una risa juguetona, disfrutando de la sensación de las manos de Nobita abandonando su cintura y viajando por su cuerpo con una mezcla de ternura y pasión.

Los besos en su cuello le causaban tanto cosquillas como placer, su aliento cálido recorriendo su piel. Sarah cerró los ojos, dejándose llevar por las caricias y los besos, su corazón latiendo en sincronía con el de Nobita. Cada movimiento era una expresión de amor, cada caricia una promesa de eternidad.

—Eres todo para mí, Sarah —susurró Nobita entre besos, su voz cargada de emoción.

—Y tú lo eres para mí, Nobita —respondió Sarah, jadeando ligeramente mientras sentía sus movimientos profundizarse.

Sarah se dejó caer hacia adelante, su cuerpo temblando ligeramente mientras la respiración de Nobita se hacía más pesada en su nuca. Los movimientos continuaron, llenos de pasión y amor, cada uno más intenso que el anterior. Nobita estaba embriagado por la cercanía, sintiendo la suavidad de la piel de Sarah y el calor de su cuerpo.

—Te amo, Sarah, más de lo que las palabras pueden expresar —murmuró Nobita, su voz quebrándose por la intensidad del momento.

—Y yo a ti, Nobita. Siempre te amaré, en esta vida y en todas las que vendrán —respondió Sarah, su voz entrecortada por el placer.

Sarah se aferró a Nobita, sus manos recorriendo su espalda con urgencia mientras los dos se perdían en el momento. 

Después de descansar un momento, Nobita acarició el rostro de Sarah, apartando un mechón de cabello de su frente.

—Eres lo mejor que me ha pasado —dijo él con una sonrisa.

Sarah le devolvió la sonrisa, sus ojos llenos de ternura. Se inclinó hacia él y lo besó nuevamente, esta vez con más suavidad. Nobita respondió al beso, sus labios moviéndose en perfecta sincronía con los de ella. Mientras se besaban, sus manos exploraban el cuerpo del otro, creando una sensación de intimidad profunda.

—No puedo imaginar mi vida sin ti —murmuró Sarah entre besos, su voz temblando ligeramente.

—Ni yo sin ti —respondió Nobita, besándola con más pasión.

Las caricias y besos se hicieron más intensos, sus cuerpos se movieron en una danza de amor y deseo. Rieron y susurraron palabras amorosas mientras sus manos recorrían el cuerpo del otro, provocando suspiros y gemidos de placer.

Después de un rato, se recostaron juntos, Sarah apoyada contra el pecho de Nobita mientras veían cómo el atardecer pintaba el cielo con tonos naranjas y rosados. Se abrazaron, disfrutando de la tranquilidad del momento.

—Es hermoso, ¿verdad? —dijo Sarah, mirando el horizonte.

—Sí, pero no tanto como tú —respondió Nobita, besándola en la frente.

Sarah se sonrojó ligeramente y sonrió, recostándose más cerca de él. Pasaron unos minutos en silencio, disfrutando de la compañía del otro y del paisaje que los rodeaba. Después, Sarah se levantó y tomó la mano de Nobita, guiándolo de regreso al interior del templo.

Una vez dentro, continuaron con sus caricias y besos juguetones, riendo y susurrando palabras amorosas. Nobita la tomó de la cintura y la levantó ligeramente, provocando una risa de Sarah.

—Eres increíble, ¿sabes? —dijo ella, besándolo profundamente

—Tú también lo eres —respondió Nobita, besándola con igual fervor.

Se movieron juntos, sus cuerpos respondiendo al deseo y amor que sentían. Las caricias se hicieron más urgentes, sus manos recorriendo la piel del otro con una necesidad palpable. Los besos se volvieron más intensos, llenos de pasión y deseo.

Finalmente, después de varias horas de amor y caricias, Nobita y Sarah descansaron juntos, sus cuerpos entrelazados. La respiración de ambos era pesada, pero sus corazones estaban llenos de felicidad.

—No quiero que esto termine —dijo Sarah en un susurro.

—Ni yo, pero siempre tendremos estos momentos —respondió Nobita, acariciando su cabello.

Se quedaron en silencio, disfrutando de la cercanía y la paz que sentían en ese momento. A medida que la tarde avanzaba, sabían que eventualmente tendrían que regresar a sus casas, pero en ese instante, solo importaba el amor que compartían.

Con un último suspiro, se separaron y se vistieron lentamente. Nobita tomó la mano de Sarah y la llevó a la entrada del templo, donde se despidieron con un beso suave.

—Hasta pronto —dijo Sarah, sonriendo con presionar un botón en su muñeca empezó a desaparecer. 

—Hasta pronto —respondió Nobita, viéndola partir antes de regresar a su casa. 

💟💟

Nobita caminaba irradiando felicidad, el cielo se encontraba rojizo, pintado por los últimos rayos del sol que se escondía en el horizonte. Frente a él, a unos 20 metros, aparecieron Gigante, Suneo, Kenzo y varios compinches más. Los reconoció al instante y notó que sus expresiones no eran amigables.

—¿Y a este qué le pasa? —murmuró Nobita al ver cómo Gigante lo miraba con enojo.

Gigante avanzó unos pasos, frunciendo el ceño. —¡Nobita! ¿Dónde te habías metido? Te estuvimos buscando por todas partes para jugar béisbol —dijo con tono acusador.

Suneo, con una sonrisa de satisfacción, añadió: —Sí, y pensábamos que podrías ser útil, pero como siempre, nos dejaste colgados—

Kenzo cruzó los brazos, mirando a Nobita con desdén. —No solo eso, sino que teníamos planeado algo más... divertido —dijo, haciendo énfasis en la última palabra con un tono amenazante.

Nobita sintió cómo la felicidad del momento anterior se desvanecía lentamente. Sin embargo, esta vez no retrocedió. En su mente, comenzaron a surgir recuerdos de una de sus vidas pasadas. Sin dudarlo, adoptó una pose de pelea que había aprendido, con los puños en alto y los pies firmemente plantados en el suelo.

Gigante se detuvo, sorprendido por la inesperada actitud de Nobita. —¿Qué haces, Nobita? ¿Crees que puedes enfrentarte a nosotros? —dijo con burla.

Nobita frunció el ceño, dándose cuenta de que, aunque recordaba la postura, su cuerpo actual no tenía la fuerza ni la agilidad de entonces. Aun así, no mostraba miedo. —No pienso dejar que me golpeen sin más —respondió con determinación.

Kenzo dio un paso hacia adelante, pero antes de que pudiera hacer algo, la voz autoritaria de una mujer se hizo escuchar.

—¡Takeshi! —La mamá de Gigante apareció de repente, caminando con decisión hacia el grupo. Tomó a Gigante por la oreja y lo sacudió ligeramente. —¿Dónde has estado todo el día? ¡Te he estado buscando por todas partes! ¿No tienes nada mejor que hacer que molestar a tus amigos?—

Gigante trató de zafarse, pero la fuerza de su madre era inquebrantable. —¡Mamá, suéltame! Estábamos... estábamos…—

—Estabas desaparecido todo el día, y la tienda necesita tu ayuda —dijo su madre, ignorando las excusas de Gigante. Lo empezó a arrastrar en dirección a su casa. —¡Vamos, de inmediato!—

Suneo y los demás miraron la escena con sorpresa y algo de diversión. Kenzo dejó escapar una risa disimulada, y Nobita no pudo evitar sentirse aliviado al ver cómo la situación se desinflaba.

—Tendrás que esperar tu oportunidad para golpearme —murmuró Nobita para sí mismo, sonriendo levemente.

Con la partida de Gigante, el grupo comenzó a dispersarse lentamente, murmurando entre ellos. Nobita aprovechó el momento para alejarse. 

Cuando Nobita finalmente llegó a su casa, ya entrada la noche, notó que las luces de la sala estaban encendidas. Al abrir la puerta, se encontró con su madre, Tamako, esperándolo en la entrada con una expresión seria pero calmada.

—Nobita, necesitamos hablar contigo —dijo Tamako, con un tono firme pero no severo. Le hizo un gesto para que la siguiera hasta la sala.

Nobita asintió, sintiendo una mezcla de nerviosismo y curiosidad. Caminó detrás de su madre hasta la sala, donde su padre, Nobisuke, ya estaba sentado, esperándolo con una mirada tranquila pero expectante.

Tamako se sentó en una de las sillas frente a Nobisuke y señaló otra silla para que Nobita se sentara. Nobita se acomodó, sintiéndose un poco incómodo bajo la mirada atenta de sus padres.

—Nobita, sabemos que estuviste fuera durante gran parte de la tarde —empezó Tamako, con una leve sonrisa en sus labios—. Y no te preocupes, no estamos enojados. Solo queremos hablar contigo sobre algunas cosas importantes—

Nobisuke asintió, apoyando a su esposa. —tu madre me contó de una jovencita —dijo con un tono comprensivo y una leve sonrisa burlona—me gustaría saber más sobre eso—

Nobita tragó saliva y asintió lentamente. —Sí, papá, mamá... Sarah es muy especial para mí. Es... mi novia—

Tamako y Nobisuke intercambiaron una mirada de sorpresa y luego sonrieron ampliamente. 

—¿Así que finalmente tienes novia, Nobita? —dijo Tamako, con un tono de voz lleno de alegría y ternura—Eso es maravilloso—

—¡Vaya! —exclamó Nobisuke, riendo—. Nunca pensé que vería el día..¿Cómo es que paso esto? —

Nobita se sonrojó profundamente, pero no pudo evitar sonreír. —Bueno, es que... simplemente nos llevamos muy bien y... ella me hace sentir especial—

—Eso es lo más importante, hijo —dijo Tamako, su tono lleno de calidez—. Lo único que queremos es que seas feliz. Pero también queremos que seas responsable—

Nobisuke asintió, aún sonriendo. —Y que nos cuentes más sobre ella. ¿Qué le gusta hacer? ¿Cómo se conocieron?—

Nobita se relajó, sintiéndose más cómodo con la conversación. —Nos conocimos en la escuela, y desde entonces hemos pasado mucho tiempo juntos. Le gusta leer, pintar y... bueno, pasar tiempo conmigo— mintió, no podía decirles que la conoció como la hija de un pirata. 

Tamako le dio una palmadita en la espalda. —Nos alegra mucho saber eso, Nobita. Y recuerda, siempre puedes contar con nosotros para lo que necesites—

Nobisuke agregó, con un guiño—. Y no olvides traernos a Sarah para conocerla mejor. Queremos ver a la chica que ha conquistado el corazón de nuestro hijo—

Nobita se rió, sintiéndose más aliviado y feliz. —Lo haré, papá. Gracias a ambos.

Tamako y Nobisuke abrazaron a su hijo, transmitiéndole todo su amor y apoyo. Para Nobita, esta charla fue un recordatorio de lo importante que era tener una familia comprensiva y amorosa.

Nobita sonrió mientras subía a su habitación, sintiéndose más ligero después de la conversación con sus padres. Al abrir la puerta, vio a Doraemon sentado en su tatami, con una expresión que sugería que sabía más de lo que dejaba ver.

—Hola, Doraemon —dijo Nobita, intentando sonar casual mientras entraba y se dirigía a su armario para sacar su ropa de dormir y una toalla.

Doraemon levantó la vista, sus ojos robóticos centelleando ligeramente. —Hola, Nobita. ¿Cómo fue tu conversación con tus padres?—

Nobita se detuvo un momento y luego continuó sacando su ropa. —Fue mejor de lo que esperaba. Estaban muy felices por mí y Sarah—

Mientras Nobita se dirigía al baño, Doraemon lo siguió—Eso es bueno. Es importante tener el apoyo de la familia—

Nobita rió un poco, notando la mirada ligeramente inquisitiva de Doraemon. —¿Sabes, verdad?—

Doraemon inclinó la cabeza. —Soy un robot niñera. Mi trabajo es cuidar de ti, lo que incluye saber dónde estás y con quién. Y puedo inferir muchas cosas— parte de su entrenamiento incluía este tipo de escenarios. 

Nobita se sonrojó intensamente mientras abría la puerta del baño. —Sí... bueno, Sarah y yo... estamos muy unidos. Ha sido un día muy especial para nosotros—

Doraemon asintió, con una sonrisa suave. —Eso es bueno, Nobita. Pero hay algo importante que quiero recordarte—

Nobita se giró hacia Doraemon mientras se quitaba la camisa, su nerviosismo evidente en sus movimientos temblorosos. —¿Qué es?—

Doraemon lo miró seriamente. —Es importante que te cuides, especialmente cuando estés con Sarah. Y con cuidarse, me refiero a usar protección para evitar un embarazo no planificado. Ambos deben ser responsables y considerar las consecuencias de sus acciones—

Nobita tragó saliva y asintió, entendiendo el mensaje de Doraemon. —Lo sé, Doraemon…no soy tan tonto—

Doraemon sonrió de nuevo, con una expresión de alivio. —Eso es bueno escuchar. Siempre estaré aquí para ti, Nobita. Si alguna vez necesitas hablar de algo, no dudes en decírmelo—

Nobita sonrió nerviosamente y le dio un abrazo rápido a Doraemon antes de entrar al baño. —Gracias, Doraemon. Eres el mejor amigo que podría tener—

Doraemon le dio una palmadita en la espalda. —Para eso estoy aquí, Nobita. Ahora, ve y relájate—

Nobita asintió, cerrando la puerta del baño detrás de él. Mientras se preparaba para bañarse, pensó en lo afortunado que era por tener a su familia y sobre todo a Sarah. 

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Sarah se movía por la casa con cautela, intentando evitar hacer ruido. El crujido de los pisos bajo sus pies y el leve sonido de sus respiraciones aumentaban su nerviosismo. Al llegar al pasillo, se sorprendió al ver a María saliendo de la cocina.

—¡Sarah! —exclamó María, su tono de sorpresa haciendo que Sarah se detuviera en seco. —No esperaba verte tan tarde. ¿Todo está bien?—

Sarah se giró lentamente hacia ella, su rostro palideciendo y sus manos temblando ligeramente. —Sí, todo bien. Solo estuve dando una vuelta. No quería hacer ruido—

María frunció el ceño y se acercó, notando los rojos matices visibles en el cuello y el pecho de Sarah. —Antes de que sigas, necesito hablar contigo. He notado algunos… detalles en tu cuello y en tu pecho. —María señaló los chupones—. ¿Qué ha pasado?—

Sarah sintió el rubor en sus mejillas intensificarse mientras tomaba el espejo que María le ofrecía. Al mirarse, recordó con una mezcla de emoción y nerviosismo los momentos que había compartido con Nobita. Había sido ella quien, en el calor del momento, había dejado marcas similares en el pecho de Nobita, y se sonrojó aún más al pensar en ello—

—Oh, eso... Estuve con Nobita hoy y, sí, eso... —su voz se quebró mientras intentaba ordenar sus pensamientos. —Un poco de eso ocurrió—

María observó la reacción de Sarah con creciente preocupación. —¿Nobita? ¿Es él el que está contigo? —preguntó, su tono lleno de sorpresa y confusión. —No quiero que te sientas incómoda, pero necesito saber que todo está bien. ¿No hubo coerción o presión?—

El corazón de Sarah latía con fuerza mientras trataba de calmar sus emociones. —No, María, no fue así en absoluto. Fue algo que ambos quisimos. Estoy muy enamorada de Nobita, y él de mí. Todo fue consensuado y querido por ambos.—

María parpadeó, tratando de procesar la información, y luego miró a Sarah con una mezcla de alivio y preocupación. —Si estás segura de eso, me alegra escuchar que todo fue consensuado. Pero aún así, es importante que te protejas. No quiero que te pongas en una situación complicada—

Sarah asintió, su nerviosismo desvaneciéndose un poco al escuchar las palabras comprensivas de María. —Sí, tienes razón. Voy a tener en cuenta todo lo que me has dicho—

María, viendo la expresión enamorada y nerviosa de Sarah, le ofreció una sonrisa de apoyo. —Si necesitas ayuda con métodos anticonceptivos o cualquier otra cosa, por favor, házmelo saber. Estoy aquí para ayudarte—

Sarah, sintiendo un alivio profundo y agradecida por el apoyo de María, le sonrió con gratitud. —Gracias, María. Realmente aprecio tu preocupación y tu apoyo.—

María le dio una palmadita en el hombro y le ofreció una sonrisa cálida. —De nada, Sarah. Ahora ve a descansar. Mañana será un nuevo día y debes estar preparada para él—

Sarah se dirigió a su habitación con una sensación de tranquilidad al llegar entró su baño y empezó a llenar su tina mientras se pregunta si Nobita también tuvo esta incómoda charla. 

Una vez terminado el baño, Sarah se recostó en su cama, agotada pero con una paz que no había sentido en mucho tiempo. Cerró los ojos y pronto comenzó a soñar. Frente a ella había una cuna, y dentro de ella, un hermoso bebé con el mismo cabello de Nobita y los ojos idénticos a los suyos. 

Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras se acercaba y tomaba al bebé en sus brazos.—Mi bebé —murmuró, acunándolo con cariño y sintiendo una felicidad inmensa.

Pero el sueño pronto se desvaneció, dando paso a un recuerdo sombrío y doloroso. De repente, se encontraba en su antigua casa en el Reino Unido, reviviendo la noche en que fue asaltada. Vio a su bebé ser arrancado de sus manos y arrojado brutalmente contra el suelo. 

El llanto del pequeño llenó sus oídos, un sonido que la desgarraba por dentro.Sarah quiso correr, proteger a su hijo, pero su cuerpo estaba paralizado por el horror. Observó con impotencia cómo uno de los atacantes levantaba un garrote y la golpeaba con él. El dolor fue insoportable, tanto físico como emocional, mientras el mundo se oscurecía a su alrededor

Sarah despertó de repente, jadeando, con lágrimas en los ojos y el corazón latiendo con fuerza. El recuerdo del sueño feliz contrastaba dolorosamente con la pesadilla que le había seguido. Se sentó en su cama, temblando, y las lágrimas comenzaron a fluir incontrolablemente por su rostro.

—No, no otra vez... —murmuró entre sollozos, abrazándose a sí misma.

Se acurrucó en su cama, abrazando su almohada con fuerza mientras los sollozos sacudían su cuerpo. Cada lágrima era un eco de la tristeza profunda que sentía, un reflejo del dolor que la perseguía a través de sus vidas pasadas. Los recuerdos de su bebé perdido y del amor que sentía por Nobita se entrelazaban, dejándola desolada y vulnerable.

Sarah lloró hasta quedarse sin fuerzas, sus sollozos gradualmente se convirtieron en suaves suspiros. Finalmente, el agotamiento la venció y, aún abrazada a su almohada, se quedó dormida nuevamente, sus lágrimas secándose lentamente en sus mejillas. En su sueño, buscó un refugio en la esperanza de que algún día encontraría la paz y la felicidad que tanto deseaba, lejos del dolor que la había perseguido durante tantas vidas.

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Akira, de 25 años, era una figura imponente. Su altura y musculatura combinadas con su mirada fría y calculadora lo hacían parecer una sombra amenazante. Su rostro, marcado por una cicatriz que cruzaba su mejilla izquierda, hablaba de una vida llena de violencia y disciplina. Vestido con un traje negro impecable, se paraba frente a tres ancianos sentados en un salón oscuro y lúgubre, iluminado solo por la tenue luz de unas velas.

Los ancianos, cuyos rostros estaban surcados por arrugas y cuyos ojos parecían llenos de siglos de sabiduría, hablaban en susurros. Cada uno de ellos representaba generaciones poder acumulada, y su autoridad era indiscutible.

—Los recuerdos de Nobita y Sarah están comenzando a resurgir —dijo el anciano del centro, su voz temblorosa pero llena de convicción—. Si llegan a recordar la última vez que murieron, nuestra tarea se volverá aún más difícil—

El anciano a la derecha asintió lentamente, su mirada perdida en el pasado. —Tu familia  Akira ha sido la encargada de eliminarlos en cada una de sus reencarnaciones. Esta vez no puede ser diferente. Debemos actuar antes de que sus recuerdos se completen—

Akira escuchaba en silencio, su rostro impasible. Sabía que su familia había jurado detener a Nobita y Sarah desde el principio, cada vez que sus almas se encontraban y el peligro de su unión se volvía demasiado grande. Era un legado de sangre y muerte que había aceptado sin cuestionar.

— no fallaré —dijo Akira, su voz firme y llena de determinación—. Los encontraré y los eliminaré antes de que puedan recordar todo. No habrá piedad—

El anciano a la izquierda, el más viejo de los tres, levantó una mano temblorosa para enfatizar sus palabras. —No subestimes el poder de su amor y sus recuerdos, Akira. Han sobrevivido y se han encontrado una y otra vez a través de los siglos. Debes ser rápido y eficiente—

Akira inclinó la cabeza en señal de respeto. —Entiendo. No permitiré que escapen—

Esta es Maria

Sale en la película de Sarah y Flock

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