Piano
El incesante sonido del metrónomo se escuchaba por toda la habitación marcando los tiempos de ejecución al joven que sentado frente al inmaculado piano blanco interpretaba la ya tan consabida pieza.
Un hombre mayor sentado a su lado descansaba sus manos al frente sobre la empuñadura del bastón de cerezo, escuchando la melodía con los ojos cerrados, como tratando de captar cualquier imperfección por muy nimia que esta fuera.
Concentrado en la partitura y lanzando alguna mirada rápida al teclado, trataba de no equivocarse. Movía sus dedos sobre las nacaradas teclas con inusual destreza , esa misma que dan los años de práctica.
Sus dientes se apretaron con fuerza entre sí al darse cuenta de esa nota indiscreta que se le había escapado, sus manos se detuvieron haciendo suya la frustración por el error cometido.
El sordo golpe del choque del bastón contra el piso de mármol retumbó en toda la estancia - Otra vez - fue lo único que pronuncio el apacible profesor de música.
Soltando el aire contenido posicionó de nuevo sus manos sobre el teclado e irguiendo su espalda comenzó una vez más desde el principio.
Así eran las practicas al piano de Gabriel, seis días a la semana de cinco a siete durante once años. Había sido decisión de su madre que su hijo aprendiera a tocar aquel excelso instrumento. La música ofrece el consuelo que no encontraras en ningún otro lado, ella siempre estará a tú lado alejando la soledad, le decía.
El tiempo pasó y ahora se encontraba en aquel gran salón celebrando el evento de fin de carrera, cinco años de estudios al final habían dado sus frutos y un brillante futuro se abría ante él.
Poca gente quedaba ya en la celebración, poco faltaba para la una de la mañana, él dejando su copa sobre la mesa se levantó despidiéndose de sus compañeros.
- ¡Vamos Gabriel! ¿no iras a dejarnos ahora? - le recriminó uno de ellos, que se le notaba ese punto alegre que deja el alcohol.
- Es tarde ya y ha sido un día cansado. - se justificaba ante la posible insistencia de sus amigos, él no estaba habituado a beber y era algo que tampoco le llamaba la atención, su presencia más que encajar ahí era más bien disonante con el ambiente que se había creado.
- No puedes irte. - ordenó uno de sus amigos más cercanos - mira - pasando un brazo por los hombros de Gabriel le mostraba el objeto que estaba en una esquina del salón - ¿podrías tocarlo para nosotros?...por favor.
Gabriel le mostró una sonrisa de complacencia, encaminándose a continuación hacia el brillante instrumento.
Se acomodó en el taburete y colocó las manos sobre el teclado, en un momento las notas inundaban todo el salón. Poco a poco los ahí presentes dejaban sus conversaciones para prestar atención al improvisado artista.
Gabriel disfrutaba con cada roce de las teclas, con los dulces acordes que salían de las cuerdas de ese encantador de sentidos. Era una melodía muy emotiva que él bien conocía y que con presteza ejecutaba.
Al terminar la melodía pasaron unos segundos antes de que la gente reaccionara soltando algunos aplausos. Bajó la tapa del teclado y se levantó dispuesto a retirarse.
- ¿No vas a tocar más? - sonó la melodiosa voz a su espalda.
Al girarse se encontró con una encantadora chica que lo miraba cautivada con la intensidad de sus verdes ojos.
Bloqueado por la obnubilación tardo en responder - Yo...me tengo que ir.
- ¿No podrías tocar una más?, por favor. - sonrió risueña acompañando su petición.
Sin decir nada fue hacía el piano y acomodándose una vez más el taburete se dispuso a complacer a la hermosa señorita.
Lentamente la música volvía a llenar el gran salón con una alegre melodía.
- Esa la conozco. - dijo ella mostrando una cálida sonrisa.
Gabriel le respondió con una afable sonrisa.
- ¿Puedo? - tímida le pidió permiso de sentarse junto a él.
El nervioso y sin dejar de tocar se movió hacia la esquina dejándole espacio en el taburete.
La sorpresa de Gabriel fue mayúscula al ver como ella colocaba sus finos dedos sobre el teclado y lo acompañaba en la interpretación.
El teclado había pasado a un segundo plano ahora sus ojos estaban atentos a los de su compañero de interpretación.
Cuando el último acorde sonó los primeros rayos de sol empezaban a asomarse por las ventanas, sin pretenderlo habían pasado la noche junto al piano, algunas veces improvisando alguna melodía y otras solo conociéndose.
A partir de ahí nunca volvió a tocar solo...hasta que aquel funesto día llegó, que sin avisó alguno la apartó de su lado.
Había días que visitaba a su antiguo piano, que ahora ocupaba un lugar en la habitación de su hijo, esperando el momento de volver a tocarlo junto a ella.
FIN
-- ** --
N/A
No acostumbro a publicar imágenes o videos pero en esta ocasión hare una excepción, ya que a mi consideración creo que encajaría con el relato.
Que lo disfruten.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro