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EXTRA: Llanto de dos + sorpresa.


Pov' Sesshomaru

Luego de una semana le dieron el alta a Kagome y a nuestros hijos. Al llegar a casa estaban todos nuestros amigos y familiares de ambos en por todo nuestro hogar; incluso la madre de Kagome, mi padre e Izayoi estaban terminando de decorar el cuarto de los gemelos.

Dejé las bolsas en el sofá de la sala y antes de irme tuve que darle un buen bofetón a Inuyasha. ¿Motivo? Ninguno. Simplemente quería hacerle daño, es todo. Agarré a Seishiro luego de que Miroku y Sango dejaran de hacerle mimos a él y a su hermana. Sango se quedó cargando a Izue y me siguió hasta la habitación de mis hijos. Al llegar estaban los antes presentes y sólo se habían integrado Kagome y Kikyo.

—Hola. Vinimos a ver nuestro cuarto. — dijo Sango tratando de imitar una voz de bebé mientras levantaba una de las manitas de mi niña.

—No le gusta. Mira su cara. — le señalé con el dedo.

En realidad Izue había tenido esa cara de pocos amigos desde que salió del hospital; y su hermano no se quedaba atrás, Seishiro salió del hospital con sus ojitos cerrados y una expresión angelical. En el auto, cuando los abrió, sonrió un poco y luego su sonrisa se apagó como si la llama de una vela se tratase.

Dejé a mi hijo en su cuna azul mientras que Sango hizo lo mismo con mi niña en su cuna rosa. La habitación había una atractiva mezcla de colores. Kagome desde un principio no quiso que la habitación fuese rosa y azul nada más. Según ella lo veía muy aburrido.

La pequeña morada es multicolor: frente a las cunas hay una pared blanca con dibujos de arco iris, mariposas y palomas que manchan artísticamente el color blanco, en esa misma pared hay un pequeño estante con libros de cuentos, de colorear y algunos peluches de adorno. Al frente, cuando se entra a la habitación, se ve el pequeño ventanal con su balcón que, por obvias razones, no será abierto a menos que un adulto lo supervise. Las cortinas blancas con puntos de colores están quietas en su lugar; apenas logran moverse con la brisa que desprende el aire acondicionado. En el centro las cunas con sus juguetitos para cada respectivo gemelo en ellas. En la pared en donde está la puerta están los juguestes y unos sillones para mecerlos y, con suerte dormirlos. Por último la parte de atrás donde están los juguetes duros; los que usarán cuando ya al menos puedan sentarse por si solos, sus sillas de comer y sus sillas para aprender a caminar. Todo perfectamente diseñado por Kagome, decorado según los planos de mi esposa por mi suegra e Izayoi y todo comprado gracias a las tarjetas de crédito mías y de mi padre.

Todos nos sentamos en el piso excepto Kagome que se ha sentado en uno de los sillones. Mis niños se han dormido por si sólos en sus camas. Me siento aliviado de que al menos estén descansado ya que si no fuera el caso yo estaría muerto del cansancio.

—Son dos angelitos. No creo que sean tan malos como Inuyasha. — dice Izayoi a palabras bajas.

—Hm... No le deseo ese mal a ningún padre. — mi padre suspira. Inuyasha, que ya había entrado a la habitación con los que faltaban, puso cara de ofendido.

—Por dios. Ni yo mismo quiero recordar eso. — digo cubriendo mis ojos con la mano izquierda. De pensarlo me duele la cabeza.

Inuyasha aún entando grandecito sigue dando problemas. Algunas personas, viendo sus fotos de bebé, comentan de lo tranquilo que seguramente había sido. Al paracer para mi medio hermano la palabra "tranquilidad" no tiene significado alguno en su diminuto cerebro porque desde bebé es un demonio sin dientes. Sólo imaginar las tantas malas noches que pasábamos los tres, Izayoi, mi padre y yo, son dolores extremos de cabeza.

—Seguramente la cara fea de Sesshomaru me daba miedo. — dice él en su defensa. Lo miro serio y luego niego con la cabeza. Definitivamente su cerebro es diminuto.

—Miroku conoció ese dolor. — señalo a mi primo y él asiente con su cabeza.

—Eras un dolor de cabeza. Peor aún fue cuando tenía ya dos años. A mí me tocó cuidarte una vez junto a Sesshomaru y puedo confirmar mis ganas de suicidarme. — yo sonreí. Recuerdo esa vez como si hubiese sido ayer.

— Shh. Kagome se durmió. — silencia Sango. Veo hacia el lado izquierdo y, efectivamente, mi mujer duerme plácidamente en el sillón.

Me levanto y me dirijo a ella para cargarla estilo princesa. Kikyo me hace el favor de abrirme la puerta con cuidado y salgo de la habitación para adentrarme a la nuestra que está justo al lado de la de mis gemelos. La coloco suavemente en la cama y le saco las zapatillas junto con la hebilla que sujetaba una parte de su flequillo. También le quito la joyería. Sólo usaba unos aretes pequeños y una pulsera de perlas blancas a juego con los aretes.

Cierro la puerta y al abrir la otra escucho los llantos de mis hijos. El día no podía ser tan color rosa...o azul. Suspiro y me dirijo a cargar a Izue. Al parecer ella ha despertado a su hermano.

—¡Sesshomaru, deja a Seishiro y busca a vaca para que estos mocosos coman algo!. — exclama Inuyasha tapándose los oídos. Me va a escuchar.

Dejo a mi hija en brazos de su abuelo y voy hasta donde esta Inuyasha. En el trayecto agarro un peluche de Pikachu y cuando estoy frente a él le estampo la cosa amarilla en la cara.

—Ese es Seishiro, mi esposa no es una vaca y a mis hijos le dices sobrinos. A la próxima que le digas enanos o mocosos lo que te voy a pegar en la cara no va a ser suave ni felpudo. — le muestro mi puño cerrado.

—Y tampoco será de color amarillo con mejillas rojas. — comenta detrás de nosotros Miroku. Kikyo ríe estando a su lado.

Paso a recoger al pokémon amarillo y lo dejo en donde estaba. Estando a punto de tomar en brazos a Izue, Kagome entra en la habitación y se sienta en el sillón.

—Tráiganlos. Tienen hambre. — dice bajándose la blusa de tirantes y estando a punto de bajarse una tira del sostén nos ve a todos. —Inuyasha, Miroku, Sesshomaru y Toga pueden salir de la habitación. No quiero a ningún hombre viéndome las tetas.

—¿Hasta yo?. — digo señalándome.

—Si, Sesshomaru. Hasta tú. Salgan.

Dicho así salimos los cuatro. Estando afuera Inuyasha se acuesta en el pasillo y suspira. Miroku desata su cabello y lo vuelve a peinar con sus manos, agarra la liga que dejó antes presa en sus labios y amarra su típica coletita en la nuca. Mi padre desata su corbata y con ella se amarra el cabello blanco en un moño alto.

—¿Preparo café?. — pregunto rascándome la cabeza.

—Sí. — responden todos a unísono.

—Ya voy. Vallan a la sala. Esto va a demorar un poco. — digo caminando hacia las escaleras que llevan a la sala.

—¿Qué cosa? ¿El café o que Kagome termine de amamantar a tus hijos?. — pregunta Inuyasha incorporándose.

—Las dos. — respondo.

Al final todos me siguen hasta la cocina. Es día, por lo visto, va a ser largo.

—¿Hasta cuando uno es padre?. — pregunta Miroku.

—¿Qué pregunta es esa, muchacho? Ser padre es para toda la vida. — responde mi padre.

—Ese tipo de preguntas sólo las hago yo. Se te ha pegado la idiotez, Miroku. — se burla Inuyasha. Miroku le lanza una naranja que se encuentra sobre la meceta e Inuyasha la atrapa. —Gracias. Tengo hambre y el café aún no llega.

Ruedo los ojos. Me dan ganas de agarrar un cuchillo y cortarle la lengua. Sigo en la preparación de mi café mientras el silencio envuelve la cocina. Sólo se escucha a Inuyasha pelando la naranja con sus dientes.

—Lo que me espera... — dice Miroku. Todos en un principio no le prestamos atención hasta que analizamos un poco sus palabras.

—¿Qué quieres decir?. — inqueiro mientras conecto el cable de la cafetera en el enchufe.

—Sango está embarazada hace dos semanas. — suelta.

La sorpresa es tanta que todos abrimos la boca, claramente sorprendidos. A Inuyasha se le cae la naranja al suelo de la sorpresa. Mi padre es el primero en salir del estado sorpresivo y va a abrazarlo. Lo seguimos luego de unos segundos Inuyasha y yo.

—Felicidades, sobrino.

—Debes estar muy contento, bro. — murmura Inuyasha. —Miroku siendo papá. Nunca lo había imaginado.

—Ni yo. — sonrío. Me separo de él y le doy unas palmaditas en el hombro derecho con mi mano. —Felicidades. Quién diría que el perverso de Miroku un día sentaría cabeza y al otro es padre. — sonrío.

—Siento por sus palabras que tenían poca confianza en mí. — dice él. Los tres asentimos con la cabeza. —Ach... — suspira.

—Vallamos a felicitar a Sango también. — sugiere mi padre a lo cual todos estamos en aprobación.

Los cuatro subimos las escaleras con cuidado. A media escalera bajo corriendo hasta llegar a la cafetera y desconestarla. Suspiro. Ya se me están olvidando las cosas así de repente.

—Hoy es la cafetera y en un futuro es a mis hijos en la escuela. Kagome va a hacerme picadillo. — sonrío. No. Tan mal padre no seré.

Escucho risas y felicitaciones en la habitación de arriba. Suelto una exhalación y corro hasta el cuarto de mi hijos. Kagome tiene a Seishiro cargado y Kikyo tiene a Izue en sus brazos con su chupete de Peppa Pig en la boca. Los demás abrazan y felicitan a Sango y a Miroku. Estoy feliz. Pronto será la fiesta de revelación de género de su hijo y para esa vez yo no seré el objetivo de los pastelitos. Que Miroku se valla preparando.

Kikyo deja a mi niña en mis brazos y yo me siento junto a mi esposa. Ella sonríe y me da un beso en la frente. Seishiro se remueve en sus brazos. Seguramente está celoso porque nos ve con sus ojos, indescifrables de algún color claro, con seridad.

El día si tiene tonalidades en color rosa y azul. Al menos así es por ahora.

Fin

Hola amorcitos!!!! Les llego su fantasma fav 😅.
La historia ha llegado a su fin. Fueron 11 capítulos que por lo q veo fueron bastante pedidos cada uno.
Este es el primer extra; planeo agregar otro más aunque con este es más que suficiente para apasiguar el llanto. ¿Alguien lloró? Porque yo sí lo hice 😥 mi corazón es más blando que el algodón.

Mil disculpas por no poner imagen en el último capítulo y en los extras. Mis fotos se esfumaron magníficamente para mi buena suerte. Divertido no?
En fin espero que hallan disfrutado leer tanto como disfruté yo escribir.
Porfis un comentario y no olviden votar con una ⭐ si les gustó 😊

I ❤ U LECTORS 📖📲

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