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3 | Dijes de infinitos y dados de la suerte

*He añadido escena extra al final del capítulo que en la anterior versión no se narraba.

Habían pasado ya varias semanas de aquella noche estrellada.

Al día siguiente cuando me desperté me encontraba abrazando una de mis almohadas en lugar del pecho de Joshua. Se había marchado. Los días posteriores a penas nos vimos. Roxy me contó que había tenido que irse de viaje fuera del país debido a su trabajo. No me extrañó y en los días posteriores me dediqué a conocer los alrededores y a continuar mi investigación sobre distintas universidades y las formas para acceder a ellas. No hablé con James, intentaba no toparme con él. Y es que tampoco me resultaba muy difícil, como bien había oído a Roxy ─ya sabía a ciencia cierta que era su tía ─, él no paraba en casa y yo, al contario, no salía mucho. En cambio, con toda la vergüenza pesándome sobre los hombres, me disculpé con ella por mi imprudencia. En ese momento ella se rio y le quitó importancia para después hablarme de cierta universidad que ella conocía.

Así, un día me encontraba bajando del vehículo y agradeciendo a Robert por haberme llevado. Con el paso de los días me di cuenta de que a pesar de lo distante que parecía ser era un hombre agradable. Me informó que por orden de Joshua me tenía que acompañar a todos los sitios a donde iba. Por mi seguridad, me contó. Lo comprendí, pero no por eso me resultó menos incómodo. No obstante, me acabé acostumbrando a sentir su silenciosa presencia, e inevitablemente le acabé cogiendo cierto aprecio. Por otro lado, era él quien me informaba de vez en cuando sobre el estado de Joshua.

En ese preciso momento me daba la vuelta, quedando en frente de un portón enorme de hierro. Agrandé los ojos y me quedé observando anonadada el edificio que se extendía ante mí. Era altísimo y de apariencia muy antigua con deje modernista pero muy bien conservado, rodeado de césped minuciosamente cuidado con estudiantes pisándole. Los miré andar en grupos y hablar entre sí. Tenían un porte muy elegante, tanto que no podía apartar la vista de ellos; de sus andares ligeros, expresiones calculadoras y de sus indumentarias que desprendían cierto glamur que provocaron en mí un choque de incomodidad.

Parpadeé varias veces y aparté la mirada de ellos.

Crucé el portón y me adentré en el campus. Me detuve delante de un cartel y miré la dirección que Roxy me había mandado por mensaje. Levanté la cabeza y leí el cartel que, en letras cursivas, me daba la bienvenida a la universidad de Cherryton, una de las instituciones educativas y privadas con mejores referencias a nivel nacional. O, al menos, eso indicaba aquel trozo de madera.

Pasé al interior del edificio y me dirigí a la secretaria.

─ En unos minutos la atenderá la directora ─dijo el hombre desde el otro lado del cristal. Asentí con la cabeza y me quedé esperando sentada en un banco.

Al cabo de unos minutos llegó una mujer con aspecto muy formal. Se presentó como Anne Richards y me dio la bienvenida. Me llevó a su despacho mientras me contaba sobre la historia del edificio y de cómo pasó de ser un internado a una prestigiosa universidad. No la estaba oyendo del todo, estaba más absorta observando a los estudiantes recorrer los amplios pasillos. No distaban mucho de las que había visto en el campus, hecho que me llevó al juicio de que toda esa gente debía ser de familias prestigiosas e importantes.

"Como Joshua".

─ ...y estamos muy agradecidos con que el señor Taylor sea uno de nuestros benefactores más importantes. Sería un placer tener a otra Tyler como estudiante bajo nuestros cimientos.

Fijé la mirada en la suya y arrugué la frente asombrada.

─ ¿Estudió aquí?

─ Sí. Se graduó con honores ─contestó con orgullo. En ese momento comprendí porque Roxy había insistido tanto en visitar aquel centro. Experimenté cierta molestia por no haberme informado de un detalle tan significante.

─ Cómo no... ─mascullé por lo bajo.

Ya en su despacho se limitó a hablarme sobre las facultades que contaban y al cabo de media hora me entregó unos documentos para rellenar en caso de decidir estudiar allí. Se ofreció a acompañarme hasta la salida y en cuanto llegamos le di las gracias por su atención.

─ Espero volver a verla por aquí, señorita Jordan. ─Sonrió amablemente y le contesté con el mismo gesto.

─ Tal vez. Adiós, señora Richards ─me despedí.

Me encaminé hacia el auto estacionado en donde sabía que se encontraría Robert esperando mi vuelta. En eso estaba cuando de repente me fijé en la cabellera larga y rizada de un hombre alto hablando con él. Me detuve en seco al reconocer a James, al cual no lo había vuelto a ver desde aquella vez que lo espié.

No sabía qué hacer, sentía mucha vergüenza y no quería aún hablar con aquel chico. ¿Qué le habría podido decir? ¿Perdón por ser una entrometida de mierda? No, ni hablar. No se me ocurrió otra cosa más que ocultarme rápidamente tras el cartel que tan amablemente me daba la bienvenida a Cherryton, una de las instituciones educativas y privadas con mejores referencias a nivel nacional. Me asomé al bordillo y observé como ese chico se volteaba. Desde allí podía visualizar los brillantes piercings de su rostro. Tragué saliva cuando lo vi mirar en mi dirección y señalarle algo a Robert. Me escondí de vuelta y tomé una gran bocanada de aire. ¿De todos modos, qué hacía él allí?

─ ¿Qué haces aquí?

Pegué un brinco exaltada, y alcé la mirada para toparme con una cabellera rojiza y con unos ojos marrones viéndome de una forma que no supe descifrar y que me descolocó a la par que incomodó.

─ Yo, bueno, estaba...

─ Tu cara me suena, ¿estudias aquí? ─cuestionó paseando su mirada de arriba abajo sobre mi cuerpo.

─ No ─contesté incómoda. Miré de soslayo como James se alejaba de Robert acompañado de un par de chicos más. Suspiré aliviada─. Adiós ─me despedí y eché a andar apresurada hacia el guardaespaldas, sin darle la oportunidad de refutar a aquel pelirrojo.

Más tarde, de vuelta a La Casa Blanca, daba vueltas en la habitación ansiosa. Me mordía las uñas y tal parecía que no me iba a detener de andar hasta haber cavado un hoyo en el suelo. Nada más llegar había enfrentado a Roxy y le había cuestionado el hecho de haberme enviado a la misma universidad que Joshua había asistido. Me sentía en cierta medida molesta por haberme ocultado aquello. Aquello, aunado al incidente de James, había provocado que me encontrara exaltada.

─ No lo consideré importante ─ respondió ella en cambio─. A propósito, en un rato estará de vuelta. Nos lo acaba de informar a mí y a Robert, vendrá acompañado de la señorita Adams. Seguramente se quedará a cenar.

Eleonor Adams, también conocida como Elle Adams, era una conocida modelo y actriz debutante, entrando en la treintena, con un físico que provocaba miradas de anhelos y envidia, además de múltiples suspiros. Era británica y en los últimos meses había leído en internet diversos artículos que especulaban una posible relación entre ella y Joshua que venían acompañados de fotos pilladas de lejos de ellos dos juntos. No era muy dada a leer cotilleos y había preferido no ser conocedora. Pero ¿no significaba que aquello era cierto si iba a venir esa noche? ¿A lo mejor Joshua quería presentarla ante mí como su pareja oficial? ¿Qué pretendía queriendo hacer eso?

Paré por fin de dar vueltas cuando ya me salía sangre de tanto mascar las uñas. Miré la hora que marcaba el reloj y después mi reflejo en uno de los grandes espejos con los que contaba en la habitación. Tenía la cara rojiza, pues la sentía caliente, y mi cabello estaba atado en un moño tan flojo que varios mechones rebeldes se habían de él. Decidí mojarme la cara y arreglar el desorden del moño. Mientras lo hacía reproducía mentalmente distintos escenarios en los que yo me presentaba y la señorita Adams me contestaba. En algunos ella se mostraba frívola, exudando rechazo por sus poros, en otros era simplemente educada, pero distante o, en el mejor de los casos, amable y simpática.

Lo realidad fue una mezcla de todos esos tres.

Antes de su llegada, procuré ayudar a Roxy en la preparación de la cena, aprovechando así la distracción para despejar mi mente. Cortaba en cubos unos pimientos cuando se me ocurrió una pregunta.

─ Roxy, tu sobrino... James, ¿dónde estudia? ─La miré de soslayo. Ella removía con calma el contenido de la sartén.

─ Pues, la verdad es que en la misma universidad que visitarte hoy ─contestó. Se rio entre dientes y se volteó a mirarme. ─ ¿Lo viste?

─ Algo así... ─ había murmurado. Suspiré. ─ En realidad lo vi hablar con Robert, pero me dio vergüenza acercarme y me escondí ─admití en voz baja.

─ A pesar de lo que pueda inducir en error su apariencia ruda es un buen chico. No dudo que te caería incluso bien. ─ Sonrió divertida.

─ ¿Tú crees?

─ Estoy segura.

Tras poco tiempo oímos voces acercándose cada vez más. Me limpié las manos de forma apresurada. Sentía el latido desbocado de mi corazón y un nudo en el estómago. Percibí la mano de Roxy enroscándose con la mía y en menos de lo que creí posible me había llevado al salón. Allí estaban ellos dos. Joshua vestía simple, con unos vaqueros y una camisa negra. Nunca lo había visto vestido de aquella forma tan informal. En cambio, su acompañante radiaba elegancia con aquél traje carmesí y zapatos de tacón a juego. Ambos dejaron de hablar en cuanto se percataron de nuestra presencia. El primero esbozó una gran sonrisa mostrando los dientes y revelando sus dos hoyuelos. Se le notaba una barba incipiente y llevaba puesto unas gafas que jamás se las había visto puestas.

─ Buenas noches, Joshua y gusto en tenerla de vuelta, señorita Adams-habló Roxy dándome con disimulo un empujón hacia delante.

─ Hola... -hablé vacilando.

─ Buenas noches, Rosy, y hola, Álex ─contestó Joshua. Me Miró e hizo un ademán hacia la mujer de su lado. ─Te presento a Eleonor. Eleonor, te presento a Álex.

─ Gusto en conocerla ─hablé y le tendí la mano.

La estrechó y posó sus ojos verdosos sobre mí, evaluando mis reacciones. Era muy alta, de la misma estatura que Joshua, tenía el cabello de un tono castaño claro atado en una cola de caballa y lucía un maquillaje detallado. Su porte me transmitía una gracia que descolocaba. Sin embargo, su mirada era cálida, para mi sorpresa.

─ Lo mismo digo y llámame Elle. ─Su voz y acento estaba muy marcado, pero suave al mismo tiempo.

─ De acuerdo. ─Sonreí por inercia y pude ver cómo Joshua suspiraba con son de alivio y relajaba la expresión.

Después, los tres nos sentamos a cenar. Me contaron que Eleonor, aparte de ser actriz y modelo, también era empresaria y que contaba con varios negocios textiles, además de que los dos eran socios en algunos. Luego, Joshua narró a dónde había tenido que viajar y algunos problemas que le habían surgido en el camino. Lo relataba de una forma tan graciosa que logró casi enseguida relajar el ambiente y hacerme sentir cómoda en medio de los sonidos de los cubiertos, de la música a bajo volumen y de las sonrisas suaves.

Esa noche Joshua se había mostrado jovial e incluso divertido. Lo observaba y no sabía si aquella faceta la potenciaba el hecho de que aquella mujer estaba presente. Me había percatado de que ella no lo había parado de observar en ningún momento, atenta a cada detalle, siguiendo cada palabra que él soltaba, pero sin dejarme de lado y aportando los comentarios adecuados y en los momentos justos y necesarios.

─ ¿Cuánto tiempo lleváis juntos? ─pregunté estando casi terminando el postre, que consistía en un helado de vainilla y nata.

Se miraron el uno al otro un segundo, como si se estuvieran sopesando la respuesta, y fue Eleonor la que finalmente habló, sin dejar de esbozar aquella sonrisa indulgente y que, con el tiempo, me daría cuenta de que es una característica suya.

─ Lo cierto es que bastante tiempo. Logramos mantener nuestro secreto lejos de los medios un tiempo.

─ Pero ya comenzaron a sacar sus propias especulaciones ─ completó Joshua.

Entrelazaron las manos sobre la mesa y me removí en mi asiento inquieta.

─ Imagino que son muy molestos... ─ hablé observando el gesto detenidamente.

Sus dedos parecían encajar a la perfección.

─ No siempre, uno se acaba acostumbrando. ─ Lo miré y asentí, de acuerdo con él.

Seguidamente entre los tres recogimos la mesa, pues era muy tarde y Roxy ya estaba descansando. Eleonor se despidió de mí con dos besos en las mejillas y de Joshua con un beso en los labios. Disimulando aparté la vista en ese momento, pero pude ver como sus bocas se juntaban, como las manos de ella se posaban sobre su pecho y como los de este se hacían camino sobre la cintura de ella.

Había dejado de mirar al sentir una presión en el pecho y fingí no haberme percatado de nada. Cuando finamente se fue, acompañada de Robert, Joshua me pidió disculpas por no haberme avisado con antelación de su visita.

─ Se acopló al último momento ─ argumentó.

─ No te preocupes ─ contesté, restándole importancia.

Terminamos de fregar los platos y me acompañó a mi dormitorio. Era muy consciente de que el suyo estaba en la otra punta del pasillo y que le esperaba una muy cómoda cama y mullidos cojines envueltos en su aroma a cítricos. Lo había mirado de reojo pensando en la imagen que proyectaron Elle y él juntos y en cómo se verían los dos acostados en esa misma cama en la que semanas atrás me había tumbado y aspirado su aroma. Había pasado saliva ante la perspectiva de ello.

Llegamos a mi dormitorio. Yo había entrado y él se había quedado apoyado en el marco. Estábamos uno en frente del otro. Podía observar y analizar perfectamente la tonalidad de sus ojos de lo cerca que estábamos. Hacía ya tiempo que había decidido que sus ojos eran del color azul grisáceo.

─ ¿Qué te ha parecido?

Lo miré, sopesando mi respuesta.

─ No está mal ─ contesté al final. Le hice un gesto y se acercó e inclinó para poder hablarle al oído. ─ Aunque puedes aspirar a algo mejor ─terminé susurrando pausadamente, como si le hubiese contado el mayor secreto de la vía láctea.

Él, en cambio, se rio fuertemente, hecho que me hizo sonreír, porque otra vez se le veían expuestos los hoyuelos y aquello me resultaba increíblemente maravilloso. Cuando paró llevó su mano a uno de los bolsillos de su pantalón y sacó una cadena que destelleó bajo la luz de las bombillas.

Jadeé al reconocer mi pulsera con dijes de infinitos y dados de la suerte. Pulsera que había dado por perdida hacía varias semanas atrás.

─ Creo que esto es tuyo.

Me agarró la mano diestra y sin dejar de observarme sus dedos acariciaron el hueso de mi muñeca. Amarró la cadena sin soltar su mirada. Estaba en trance, sentía la piel ardiendo por donde sus dedos me habían tocado. Dejó caer mi mano y me acarició la mejilla con su dedo pulgar.

─ Eres bienvenida para ir a mi dormitorio cuando quieras, Andra ─musitó despacio. Pasé saliva y asentí con la cabeza turbada. ─ Buenas noches ─murmuró antes de darme un beso en la coronilla y desaparecer por el largo pasillo.

Sin embargo, aún después de media hora, me encontraba dando vueltas en la cama evocando ese mismo momento una y otra vez, sin poder conciliar el sueño y observando la pulsera que colgaba alrededor de mi muñeca. Abrazaba una de mis almohadas y cerraba los ojos mientras pensaba en lo bello que había sonado con su voz aquél diminutivo de mi nombre.

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