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CAPÍTULO 8

Desde que he vuelto con Marco me siento diferente. No creo en las segundas oportunidades, pero con él voy a hacer una gran excepción. Últimamente pasamos mucho tiempo juntos. Mi madre está encantada de que él y yo estemos juntos de nuevo, siempre le ha gustado Marco para mí. Lo tiene puesto en un jodido pedestal. Hace un par de días conocí a algunos de los nuevos amigos de Marco, me hicieron sentir muy cómoda y fueron muy amables conmigo. Y ahora Bella me está acusando de estar dejándola tirada como amiga. Apenas hemos tenido tiempo para estar juntas estos días. Le he prometido que la recompensaré, y espero poder hacerlo.

Con la única con la que estoy hablando de todo lo que siento es con Elizabeth, al fin y al cabo ella es la única persona que sabe de lo que me pasó con Damiano.

— ¿Realmente estás bien con Marco? — me preguntó ella el otro día en el instituto.

Yo guíe mi vista hasta Marco, que estaba hablando con sus amigos a una distancia lo suficientemente alejada de nosotras como para no poder escucharnos.

— Creo que sí.

— Eso es que no — sentenció — ¿Y por qué no le dices que lo vuestro no va a ninguna parte y que tú quieres estar con otra persona?

— ¿Con quién?

— Con Damiano.

Reí y negué.

— No es tan sencillo — le respondí.

— Ya sé que él está con tu nueva hermanastra y todo eso, pero, ¿vas a dejar que eso sea un obstáculo que evite que puedas estar con quién tú realmente quieres estar?

Esta chica me hace dudar. Puso un pellizco de esperanza en mi corazón. Pero conociendo a Damiano no creo que la dejara a ella para correr a estar conmigo.

— También está el hecho de que él es súper famoso, Elizabeth. Y yo solo soy una adolescente corriente. Dudo mucho que estemos hechos el uno para el otro.

— Tonterías, Amalia. No te empeñes en buscar excusas donde no las hay.

El timbre del instituto sonó. Teníamos que volver a clase. Marco se acercó hacia nosotras, saludó a Elizabeth y me dio un beso a mí. Vi a Elizabeth a nuestro lado, negando, con reprobación.

Sé que a ella le encantaría que luchara para estar con Damiano, pero eso hace tiempo que ya es imposible para mí.

Alguien toca a la puerta de la habitación. Estoy terminando unas tareas, así que le digo a mi madre que ahora mismo no puedo hablar.

— No soy tu madre.

Suelto mi bolígrafo.

Mierda.

— ¿Miranda? — ¿qué quiere?

— ¿Puedo pasar?

Esta chica me pone muy nerviosa, incluso solo su presencia. Cada vez que la veo recuerdo a Damiano.

— Eh, sí, sí — respondo recolocando las cosas de mi escritorio — Claro.

Ella pasa con cautela y cierra la puerta.

— ¿Quieres sentarte o algo? — señalo la cama.

Me rasco la nuca mientras veo como observa toda mi habitación. Aunque pasa mucho tiempo por casa nunca ha entrado a mi cuarto. La noto rara, tensa. Normalmente siempre sonríe y es amable.

— No hace falta — pronuncia — Solo venía a preguntarte algo.

— ¿A mí? — ¿qué puede buscar de mí?

Asiente. Está un poco decaída.

— ¿Damiano y tú os conocéis de antes?

Sin paños calientes, sin rodeas, sin anestesia. Lo ha lanzado y ya está.

Y ahora la que se pone tensa soy yo. ¿Por qué esa pregunta? ¿Y por qué justo ahora? Hace días que no sé nada de Damiano ni hablo con él.

— ¿Qué? — bien ahí, Amalia, tú hazte la loca — No, claro que no.

— ¿Segura? — insiste, alzando una ceja.

¿Sabe algo?

— ¿De qué iba a conocerlo a él? — río histéricamente — De nada, nunca lo había visto hasta que tú viniste con él.

Me gustaría saber a que viene tanta desconfianza por su parte. Ha tenido que ocurrir algo para que ahora esté aquí, interrogándome.

— ¿Pasa algo?

— No, nada — responde y suelta aire aliviada — Solo necesitaba saberlo.

Solo necesitaba saberlo.

Solo necesitaba saberlo.

¡¿Cómo que solo necesitaba saberlo?!

Se sienta en mi cama y se tapa la cara como si estuviera avergonzada. Voy con ella y me siento a su lado.

— Miranda, ¿estás bien?

— Sí, sí — responde rápidamente y me mira — Es que por un momento había pensado que Damiano y tú...— se ríe con amargura — Nada, es solo una tontería.

¿Qué coño?

Está insinuando que había pensado que Damiano y yo teníamos algo. Juntos mis manos y siento una gota de sudor bajar por mi nuca. Todo depende de como actúe ahora.

— ¿Damiano y yo? — bufo y río — ¡Eso es una locura!

Joder, por querer destensar la situación la estoy cagando aún más. Retuerzo mis manos en mi regazo y espero a que ella diga algo. Y se hace de rogar.

— Noté tensión entre Damiano y tú el primer día — venga, no me jodas — ¿A qué se debía aquello?

Mantengo la compostura. Ya he mentido. Así que tengo que llevar la mentira hasta el final y cubrirme las espaldas.

— Es que soy muy tímida — escusas, escusas — Y bueno, Damiano es famoso, ya sabes, y me dio corte verlo en persona. No sabía que hacer ni como comportarme.

Vale, este momento es decisivo.

Creo que ahora es cuando se traga mi invención o se da cuenta de mi mentira y se monta la movida. Ojalá que lo último no pase.

— Lo siento — dice finalmente — Siento haber entrado y haberte hecho tantas preguntas. Y siento haber desconfiado de ti.

Su melena se mueve a un lado y a otro a la vez que niega con la cabeza, arrepentida.

— Quiero que nos llevemos bien, Amalia — coge mis manos y sonríe.

— Sí, yo también.

Esta chica y yo nunca nos vamos a llevar bien. Al menos no mientras ella tenga el novio que tiene.

— Mañana voy a traer a Damiano a cenar — me avisa — Tú deberías traer también a tu chico, eh...¿Marco, no? ¿Así se llama? — me pregunta.

Le digo que sí, y prosigue.

— Lo único que quiero es que haya buen rollo entre nosotras — me dice.

Esto de hablar con ella se me hace muy extraño. Parece amable, pero hay algo que no me da buena espina en todo esto.

Y cuando sale por la puerta y se gira para sonreírme, lo sé. Lo veo escrito en su rostro.

Ella no me ha creído.

~~~~~~

He conseguido el número de Damiano por mi madre, le he dicho que quería hablar con Miranda y que no me contestaba al teléfono, y parece que se lo ha tragado. Ahora mismo no es mi intención llamar mucho la atención pero de alguna forma tengo que hablar con Damiano y que me explique la razón por la que su novia ha venido a interrogarme.

— Si eres Fabio, aleluya, llevo media hora llamándote y no das señales de vida — es lo primero que contesta él cuando lo llamo — Si eres Victoria, cómeme la polla, no te voy a contestar. Si eres Thomas, ¿para qué me llamas? Y si eres Ethan, no seas tímido y habla.

Creo que a Damiano le gusta demasiado eso se escucharse hablar.

— Soy Amalia — le respondo yo cuando termina su retahíla.

— ¿Amalia?

Entiendo que le sorprenda, la última vez que nos vimos yo no estaba muy receptiva.

— Quiero hablar.

— ¿De qué?

Eso me ha sonado borde.

— Es importante.

Le escucho suspirar, como si le exasperara. ¿Acaso soy exasperante?

La puerta de casa se cierra de un portazo, mi madre y su marido deben de haberse ido.

— No es buen momento.

— Por favor — lo hago esperar — Sino fuera algo importante de verdad, no te habría llamado y lo sabes.

Si esta tarde Miranda no se hubiera presentado aquí, él y yo ahora mismo no estaríamos teniendo esta conversación.

— ¿Podemos vernos? — propone él.

— ¿Por qué?

— Has dicho que era algo muy importante — me recuerda — Eso quiere decir que no merece ser hablado por teléfono.

Intento insistir para que hablemos por teléfono, pero se niega y amenaza con colgarme. No lo voy a convencer, así que le pido que se pase por aquí, ya que estoy sola. Aunque tengo mis dudas de que eso vaya a ser una buena idea.

Bajo al salón para esperarlo. Y para mi sorpresa no tarda más de cinco minutos en llegar. ¿Tan desesperado está por hablar?

Me pongo nerviosa solo de saber que lo voy a tener delante de mí. Él siempre tiene un efecto muy raro sobre mí.

Dejo pasar a Damiano, que viene con unos pantalones rasgados y una sudadera.

— ¿Qué es eso tan importante? — me pregunta, sin siquiera saludarme antes.

Yo no puedo dejar de mirarlo. Así vestido, sin maquillaje en su rostro, y con el pelo revuelto casi parece un adolescente. Está muy guapo.

— ¿Amalia?

Mierda, me había quedado embobada.

Me aclaro la garganta. Lo he hecho venir hasta aquí para que me escuche, y eso es lo que va a hacer.

— Hoy Miranda ha venido a verme — así empiezo — Y se ha puesto a...hacer preguntas.

— Amalia, no tengo tiempo — me suelta — ¿Qué mierda ha pasado?

— Lo sabe — le digo — Sabe que tú y yo teníamos algo.

Él se rasca la mandíbula y se queda mirando a un punto fijo en la pared. Parece ausente. De pronto empieza a resoplar, echándose las manos a la cabeza. ¿Y a este qué le pasa ahora?

— Damiano — lo llamo, pero no me hace caso — ¿Qué es lo que ha pasado? ¿Por qué sospecha que ha pasado algo entre nosotros? — sigue sin hacerme ni puñetero caso y me desespero — ¡Damiano!

— Es mi culpa, es mi puta culpa — maldice — ¡Joder!

Da una patada a la escalera y me deja pasmada. Me acerco a él y coloco mis manos en sus hombros. Necesito que me diga que es lo que está pasando. Sea lo que sea lo que sepa Miranda nos incumbe a los dos.

— Ven — cojo su mano — Siéntate.

Lo arrastro conmigo al sofá. Está nervioso.

— Damiano, por favor, háblame.

— ¿Te acuerdas cuando nos vimos en la tienda? — asiento — Pues después me pasó una cosa con Miranda y por eso ha venido hoy a verte.

Sigo sin entender nada. Eso que dice que pasó tuvo que ser algo muy gordo como para que ella ande sospechando cosas.

— Bien, ¿qué pasó?

— Eso da igual — mueve la mano, restando importancia.

Pero y una mierda da igual.

— Mira, ¡se acabó! — me levanto de un salto, cansada.

Necesito respuestas. Ahora. No lo he llamado para nada.

— ¡Dime que coño pasa! — exclamo yo.

No suelo perder los papeles, pero cuando lo hago, lo hago pero bien.

Él se levanta y me coge de las manos para que me calme.

¡Y una mierda me voy a calmar!

— ¿Por qué se lo has contado?

— ¡No le he contado nada! — me grita — Solo se me escapó tu nombre.

— ¿Cómo que se te escapó? — frunzo el ceño — ¿Qué quieres decir?

Él me suelta y abre las manos.

— Me estaba haciendo una mamada y se me escapó tu nombre, ¿vale?

¿Qué acaba de decir?

¿Le he escuchado bien?

Y lo más importante...¿qué hacia pensando en mí mientras ella le hacia eso?

La ha cagado bien. Y encima me está arrastrando con él.

Me pongo muy nerviosa. Yo no había pensado que las cosas se podrían poner así. Ahora lo único que me apetece es llorar y gritarle cuatro cosas a Damiano.

Justo cuando estaba empezando a olvidarle, me vuelve con esta movida.

— Voy a dejar a Miranda.

Mierda. Las cosas aún se pueden poner peor.

— ¿Qué? ¿Por qué?

— Ya no estoy bien con ella.

— Pero, ¿por qué?

— ¡Porque no puedo estar con una chica mientras estoy pensando en otra!

Nos miramos.

Nos callamos.

Cierro mis manos en puños, clavo mis uñas en las palmas. Me muerdo el labio para evitar estallar en llanto. Si esto fuera una historia romántica, ahora mismo esta sería la escena en la que yo me lanzaría a sus brazos, nos besaríamos y viviríamos felices.

Pero que nadie se confunda. Esto no es una historia romántica.

— Deberías irte — susurro, dándome la vuelta.

— No, no, no — corre a por mí y me hace girarme.

Me besa, sin preámbulos, sin preguntas. Sus labios contra los míos. Llevo mis manos hasta su nuca y rodeo su cuello. Debería de sentirme mal por Miranda y Marco, pero no lo hago. No me estoy sintiendo arrepentida.

Esto me recuerda a nuestro primer beso. Aunque ya no somos los mismos que entonces.

— ¿Por qué has llegado tan tarde? — pregunto, empujando su pecho para que se aparte.

— No es tarde — niega — Y lo sabes.

— Este beso no se va a volver a repetir, Damiano — se lo dejo claro.

— Sí, lo que tú digas — ironiza.

Le suelto un bofetón en la cara. A ver si así se le aclaran un poco las ideas.

Él asiente, enfadado.

— ¿Y cuál es tu maravilloso plan, Amalia? — me pregunta — ¿Fingimos hasta que a ti te apetezca que no nos conocemos de nada? ¿Sigo engañando a Miranda? — sonríe sin ganas — Eso no va a salir bien, créeme. No podemos luchar contra nosotros mismos, ni contra lo que sentimos.

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