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Final 3.- Neo

El juicio estaba a punto de comenzar, a pesar de lo cual la sala no estaba demasiado llena, no era una caso demasiado conocido y tampoco es que fuera demasiado interesante pues el culpable era más que obvio. Lo habían encontrado en la escena del crimen y, como había ahorcado a la víctima, sus huellas estaban por todo el lugar.

Taekwoon caminó por el pasillo, pudo percibir la hostilidad de las personas sentadas a su derecha pero no se dignó a levantar la mirada, uno porque sabía de quiénes se trataba, y dos porque ya no tenía ganas de nada.

Simplemente tomó asiento a un lado del abogado que el estado le había asignado y que al parecer no tenía ningún interés en demostrar que era inocente, simplemente porque no lo era.

—Inicia el juicio contra Jung Taekwoon por el delito de homicidio doloso—sonó la voz atronadora del juez—. Acusado, ¿cómo se declara?

Ni siquiera ante eso Taek levantó la mirada o intentó defenderse, no dijo nada. El abogado a su lado se levantó y luego de hacer una reverencia al juez, habló en voz alta.

—El acusado se declara inocente del cargo. Luego de revisar el caso la defensa propone más bien un cargo como homicidio imprudencial por salud mental.

Y así el juicio transcurrió, con la misma apatía catatónica de parte del pelinegro, ni siquiera cuando escuchó los gritos de la hermana de su Wonsik pudo reaccionar. No fue hasta que escuchó que llamaban al último testigo que por primera vez alzó la cabeza.

—Diga su nombre —pidió el abogado de la fiscalía.

—Lee Jaehwan —indicó el castaño algo nervioso, aunque se veía elegante en su traje negro, tenía los ojos rojos por el llano y ojeras marcadas.

—Bien señor Lee, ¿cuál era su relación con la víctima?

—Wonsik era mi mejor amigo. Él fue a comer conmigo poco antes de que muriera... —su voz se cortó, a pesar de lo cual fue contando todo lo que ocurrió ese día.

El consejo que le había dado para alejarse de quien consideraba era un peligro potencial.

—... Wonsik lo amaba, eso me quedaba claro, pero era demasiado peligroso. Taekwoon sabía que lo era, y aún así dejó de ir al doctor, dejó de tomar sus pastillas a pesar de ver lo violento que se volvía con él.

 ¡Lo golpeó varias veces! Y ni siquiera así intentó cambiar —se limpió con un gesto furioso las lágrimas que se le habían escapado antes de clavar la vista en Taekwoon —Él te amaba, y tú lo mataste.

—Por favor, le pido que se abstenga de hacer juicios de valor y se apegue a contar los hechos tal cual ocurrieron —pidió el juez, aunque para ese momento todos tenían claro que sus palabras eran verdad.

El abogado preguntó cómo era Wonsik antes de conocer a Taekwoon y cómo fue cambiando su actitud después de comenzar a relacionarse con él. Una vez que terminó y volvió a su asiento y el abogado de la fiscalía se volvió hacia el juez.

—Así ve, señor juez, que por más que quiera alegarse el detalle de la salud mental del acusado, éste era plenamente consciente de ella y del peligro que representaba, a pesar de lo cual descuidó su tratamiento, lo cual llevó a la muerte de alguien más; muerte causada por sus propias manos.

Aquello fue suficiente, y solo veinte minutos después se dictaba la sentencia: cadena perpetua por homicidio doloso en segundo grado.

Escuchó a los familiares y amigos sollozar un poco, aunque parecían más bien aliviados. Obviamente nadie se lamentó por él o por la sentencia. Los oficiales lo levantaron y lo esposaron de nuevo con las manos tras la espalda, era tan previsible la sentencia que ya tenían el transporte disponible para llevarlo directo a la prisión estatal.

Apenas y prestó atención al viaje en el gran camión enrejado, en el cual sólo iba él junto a otros tres guardias. No volvería a ver nada de aquellas calles así qué ¿para qué molestarse en mirarlo una última vez?

Entró al final entre las bardas de las que ya no volvería a salir, los guardias lo bajaron con cierta rudeza del automóvil, volvieron a inmovilizar sus manos a la espalda (lo habían soltado en el camión) y lo llevaron hasta la pequeña recepción.

Una vez allí le obligaron a dejar cualquier cosa que hubiera podido portar, aunque la mayoría de ellas se las habían quitado en el edificio donde lo habían enjuiciado. Le quitaron las esposas solo para que se desvistiera, luego de otra rigurosa revisión le pusieron un overol naranja y volvieron a encadenarlo, esta vez con las manos al frente.

Una vez listo lo pasaron a una pequeña sala de espera. Casi al mismo tiempo que él, entró otro grupo de alrededor de 5 presos entraron por la puerta contraria. Todos ellos rodearon a Taekwoon, quien apenas se dignó a mirarlos.

Justo frente a él quedó el que parecía el líder, aunque todos portaban el mismo overol el porte de este parecía diferente. Antes de que pudiera reaccionar o decir algo, uno de los presos que quedaron junto a él le dio un fuerte puñetazo en el abdomen.

Taekwoon terminó cayendo al suelo, intentando recuperar el aire perdido, aunque no hizo el menor aspaviento por defenderse o regresar el golpe, ni siquiera cuando el mismo preso le dio una patada en las costillas.

—Tranquilo Youngbae, no es necesario que lo mates cuando aún no ha contestado a mis preguntas —indicó el que parecía el líder, antes de voltear hacia otro preso—, Seung, ¿por qué está aquí?

Otro de los que había hablado, un poco más alto que el resto, tomó la tabla con papeles que el guardia había dejado y leyó.

—Vaya, esto parece interesante N, se llama Taekwoon y está aquí por asesinato, aunque solo ha sido uno, al parecer el chico era su pareja y él lo asfixió.

—Interesante, un asesino. Aunque no pareces uno, —el nombrado N se arrodilló junto a él y lo tomó de la barbilla—, dime Taekwoon, ¿por qué lo hiciste? ¿Acaso él no te satisfacía en la...?

Antes de que pudiera terminar su pregunta, Taekwoon reaccionó y lo golpeó con las dos manos en el pecho, alejándolo de sí.

—¡No hables de él! —explotó el pelinegro, aunque de inmediato fue impedido por los golpes de los otros presos.

En medio de aquel caos se escuchó de pronto la risa de N, lo que detuvo a sus compinches. N se levantó sin dejar de reír, se sacudió el polvo y se acomodó mejor la ropa.

—Levántenlo, —ordenó.

Taekwoon se vio elevado por dos fuertes pares de brazos hasta que volvió a quedar en pie. Se veía agitado y desaliñado por los golpes, el dolor le dificultó mantenerse erguido pero aquellos brazos lo mantuvieron levantado. No le importaba qué le hicieran, siempre que no mencionaran de nuevo a Wonsik, así que simplemente se dejó hacer.

N volvió a colocarse frente a él y enredó la mano en su cabello para obligarlo a que lo mirara de nuevo.

—Vaya, saliste algo bravo, eres como un león... —tiró del largo cabello negro para puntualizar su expresión—, pero no, esos ojos tan apagados son más como... Como los de un cachorro, eso es.

>Bienvenido entonces, leoncito, mi nombre es N y estos son mis dominios. Dentro y fuera de aquí, cualquiera que tenga algo de poder responde ante mí. Y siempre, siempre, obtengo lo que quiero.

Sin que los otros lo soltaran N se movió para tomar el cierre del overol de Taekwoon y jalarlo hasta abajo. Silbó entonces, disfrutando al contemplar la piel tan blanca del contrario y el cuerpo más bien delgado aunque bien formado.

Taekwoon no hizo nada ni siquiera cuando N metió la mano para acariciar su pecho, por instinto se tensó un poco pero no hizo más por alejarse de aquel contacto, ni siquiera cuando N comenzó a bajar la mano por su abdomen, su cintura y su cadera.

—Buen cuerpo, y bien dotado. Me pregunto si podré dar algo de vida a estos ojos apagados

Taek no creía que eso fuera posible, por la simple razón que no quería más vida, pero tampoco iba a luchar contra sus intentos, no iba a luchar contra nada para el caso. Su vida había acabado al mismo tiempo que la de su amado Wonsik, todo este tiempo extra era solo un previo para el castigo eterno que seguramente tendría que pagar por su gran pecado.

FIN

Julio 2021

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