Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

6. Jabalí ciego dando tumbos


La segunda vez que Mora se vio perturbada esa noche fue por unos ruidos. La arrancaron de su plácido sueño entre cadenas, y se puso alerta y expectante a escuchar. ¿Volvían los oikos para molestarla o llevársela? No, los oikos habrían entrado de sopetón con su típico y aparatoso ruido de pisadas. Esto sonaba más como un jabalí ciego dando tumbos. Hasta que escuchó un leve bisbiseo y algo entró en la tienda como un bólido. El ataque fue directo, rápido, brutal; no dejaba opción a defenderse pues la chica estaba encadenada. El bólido, que era una masa o bola oscura de gran propulsión, se lanzó hacia Mora como un rayo.

Lo que al principio fue miedo ante lo que parecía un ataque agresivo, se tornó dicha inmensa al sentir una húmeda, larga y babeante lengua chupetearle toda la cara, unas patas pisotearla y un inconfundible jadeo de perro en sus narices.

—¡¡Rorro!! —exclamó Mora, tan loca de alegría como el perro.

Otra forma oscura se introdujo en la tienda de forma subrepticia. Esta vez no le costó tanto reconocer a la persona.

—¿Diano?

—¿Mora?

—¿Cómo me has encontrado?

—¿Qué coño haces aquí?

—¡Empieza por quitarme las cadenas! Rorro no me deja ni respirar. Ya, chico, ya.

Hubo jadeos, forcejeos, movimientos, posturas dudosas entre ambos, y por fin Mora tuvo liberada una mano. Se deshizo brutalmente del resto de cadenas como si fuera un animal, y se puso de pie triunfalmente.

—¡Genial! Y ahora, ¿qué hacemos? —exclamó.

—Lo primero dime cómo coño has terminado aquí, descerebrada.

—Puta loca me dicen ahora. O puñetera salvaje. Son simpatiquísimos estos oikos. Iba yo tan tranquila dando un paseo, cuando van los tíos y aparecen de la nada haciendo más ruido que una manada de bisontes y se me tiran encima. ¡A ver qué les he hecho yo! Claro que cuando me cogieron me encargué de dejarlos a todos con algún golpe, patada, mordisco o arañazo, hasta que me metieron en una red. Como si acabaran de cazar un ciervo. Y me traen aquí, y aparece el gorila ese que se da ínfulas de jefaso, sea sargento, superintendente, general o alguna mierda de esas que ponen para organizarse. ¡Y me emputan aquí con grilletes en manos y pies! De verdad, un trato exquisito. ¿Pero sabes lo mejor? Pretendían torturarme para sacarme información.

—¡No! ¿Qué dices?

—Que sí. Que los muy idiotas se han pensado que soy la hija de Arjon.

—¿De Arjon?

—Y quieren conseguir los secretos de los magos. El caso es que empiezan a torturarme y yo, tendrías que haber visto la que les he montado.

Y en este punto Mora empezó a reírse por lo bajo. Y así, con pausas para reír lo más en silencio que podía, le relató a Diano el show y la impresión causada a los oikos, cómo la habían dejado y luego había vuelto el general a «tirarle de la lengua», y de ahí a todas las conclusiones que ella había sacado.

Le tocó el turno a Diano de narrar su parte en la aventura. Él se había despertado, desperezándose de su corta siestecita tras digerir el asado, y se había encontrado con que Mora y Rorro habían desaparecido. Eso era algo completamente normal, Mora desaparecía cada dos por tres para irse a hacer el zorro, así que no le dio la menor importancia y se sentó bajo un árbol a comer unas cuantas castañas que se había encontrado por casualidad (y que estaba seguro de que Mora le habría dado gustosamente, con lo que no se preocupó de cogerle comida a su amiga). Todo iba bien hasta que apareció Rorro por la aldea, corriendo como desquiciado hasta Diano. Él lo saludó como siempre, esperando ver después a la chica, tan alegre como de costumbre. Pero Mora no aparecía, y Rorro se comportaba de forma extraña. En vez de el normal y alegre saludo, le tiraba de las ropas, daba vueltas, gemía imperiosamente y lo miraba en busca de atención.

Diano se metió una última castaña en la boca y se puso en pie para seguir a Rorro, hacia donde fuera que quería llevarlo, sin preocuparse de avisar a nadie. Fueron directos al bosque, y ya Diano iba pensando en qué carajo podía haberle pasado a Mora, pues era evidente que algo le había pasado. Rorro casi nunca se separaba de ella. El perro fue muy excitado siguiendo un rumbo entre ramajes, llegando al lugar donde se había librado la batalla. Diano encontró flechas, que rápidamente identificó salidas del carcaj de su amiga, y un casco de oiko. «A la mierda», pensó, imaginando el más jodido panorama. Mora había sido capturada por los oikos.

Sin darle más tiempo, Rorro empezó a seguir la pista dejada por el tropel que llevaba a su ama. Y así es como llegaron al campamento, donde se tuvieron que escurrir sibilinamente y tratando de no hacer ruido, perdiéndose más de una vez hasta que Rorro dio con la tienda donde estaba Mora, y esto estando más de una vez a punto de hacer ruido y ser descubiertos. Como dijo Mora, casi parecían un jabalí ciego dando tumbos. Después de reír ambos, tuvieron que pensar en cosas más importantes, como salir del campamento.

—Vamos, Rorro nos llevará a la salida —susurró Mora, como recordando que estaban en campo enemigo—. Me gustaría ver la cara de esos al ver que se les ha escapado tan preciado huésped.

—El pájaro salió volando. Pero si no es por mí ahí te tendrías que haber quedado.

—Por eso mandé a Rorro a por ti. Aunque me las habría apañado perfectamente.

Mientras discutían en voz baja, cosa inevitable en ellos, iban siguiendo al perro. Conocedor de su deber, recorría el camino antes hecho con Diano, lo cual los llevó a dar cinco vueltas innecesarias, pasar tres veces por el mismo sitio y casi atravesar una tienda en la que se oían sonoros ronquidos. Por fin estuvieron en la puerta, donde se pararon como estatuas. El centinela, que velaba por la seguridad de todo el mundo en el campamento, cuidando de que nada sospechoso ocurriese por la noche y que nadie se introdujera o saliera clandestinamente del mismo, estaba firmemente apostado a un lado de la puerta. Los ronquidos y la postura laxa, delataban que había sucumbido al mayor enemigo de los vigilantes nocturnos, muy a pesar de su seguramente fuerte deseo de cumplir su deber.

Mora y Diano le dieron las gracias mentalmente por tal circunstancia, y se deslizaron furtivamente como sombras de chacales en la oscuridad. Se internaron en el bosque, completamente denso y oscuro por la noche, que ni la tenue claridad de una media luna traspasaba las espesas copas de los árboles. Fueron chocando con ramas, enredándose las piernas y sufriendo golpes, topetazos y arañazos en manos y cara, con algún quejido ahogado que alertaba a los animales que campaban felizmente haciendo su vida nocturna. Así llegaron al final, hacia la aldea, en la que pudieron entrar sin problemas.

Los de su pueblo, menos recelosos que los oikos, o quizás más prácticos, no tenían vigilante. Porque lo mismo daba vigilante dormido en la puerta que en su casa, y lo último era mejor para él. Llegaron hasta la casa de Mora, dándose cuenta de que ya casi amanecía. Zaha no estaba, y seguramente por el día tendrían que darle explicaciones entre reprimendas.

Fiuu —suspiró Mora—. ¡Vaya aventurita!

—Y que lo digas. La próxima vez que te cojan por la mañana, así tengo todo el día para caminar tranquilamente hasta ti y no terminar así —respondió Diano.

Y mientras hablaba se miraba los arañazos producidos por las zarzas.

—Bah, bobadas. Ahora lo que quiero es dormir en mi cómoda cama, no comparable a las tablas y cadenas de los oikos.

Mora, Diano y Rorro subieron por una tosca escalera de madera hasta una media planta superior, que era como un voladillo al fondo de la casa, donde había dos camas. Mora se tiró pesadamente en la suya, apenas preocupándose de despojarse de las botas, el arco, el carcaj y demás correas. Diano la imitó, tumbándose plácidamente en la otra cama, con el pelo pajizo completamente desordenado. Rorro se acurrucó a los pies de su ama dando un par de vueltas, y cuando encontró la postura perfecta exhaló un hondo suspiro de tranquilidad, con el par de chavales durmiendo a pierna suelta.



༄ ༄ ༄

¡Aquí tamoh de vuelta babyyyys!

Va venga ¿qué os ha parecido el cap? ¿Cuántas galletas de calidad le dáis?

Tenemos un... jabalí ciego dando tumbos. Digooo, ¡Diano y Rorro al rescate! ¡Mora en libertad! Disgusto para los oikos. Pero de aquí pueden surgir cositas. 

Llevo mucho sin escribir (i mean, no unas semanas, creo que son meses y años), peero bueno. Aún tengo capítulos de esta historia de reserva, y ya iremos viendo. No sé quemapasao que no escribo nada :(.

En fin, hasta la próximaaa. Espero vuestros comentarios y salecilla de la vida.
Chao chalaos <3

PSD: FULA ESTE CAP NO ES PARA TI. Por perra, lo sabes >:u

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro