♡ Capítulo 1 ♡
Mi madre es australiana. Nació en Sídney, pero migró a Canadá en busca de mejores oportunidades a penas cumplió la mayoría de edad. No lo hizo porque en Sídney no las hubiera, Sídney es una de las mejores ciudades del mundo, sino porque quería liberarse de las viajas costumbres y prejuicios de su familia. No recibir ninguna crítica cuando cumpliera su sueño, el cual muchos cuestionarían, en especial proviniendo de una familia tan trabajadora, moral y católica como la suya, a quiénes dejó con un montón de solicitudes para la universidad, específicamente para la carrera de veterinaria, sobre la mesa.
Porque su única aspiración o meta en la vida siempre ha sido conseguir al marido millonario perfecto.
Una presa débil, exitosa y con la suficiente sed de belleza como para que se deje manipular por ella y cumpla cada una de sus exigencias. Lo ha logrado e intentado cuatro veces desde que empezó su cacería y aunque tenemos nuestras diferencias, estamos de acuerdo al cien por ciento en una sola cosa.
Maverick Sinclair es el hombre perfecto.
Es del tipo que te compra el mundo sin que tengas que pedírselo, solo desearlo y que dicho deseo se vea reflejado en tus ojos, y que te hace sentir especial sin llegar a ser considerado baboso. Que guarda la distancia cuando lo necesitas y que todo el tiempo está ahí para ayudarte, atento y dispuesto a cumplir cada una de sus necesidades como si su único papel en la vida fuera ese.
Esa actitud y una llanta desinflada de mi Tesla es lo que me trae al momento actual.
A la parte trasera de su BMW de lujo ya que es la mente maestra tras muchos avances tecnológicos de nuestra era, en especial en el área de programación de software de equipos tan avanzados que se espera que salgan al mercado en el año dos mil cincuenta, y debe ser escoltado a cada lugar al que vaya porque su cerebro es codiciado por la competencia de su compañía, la de sus socios e incluso por grupos del crimen organizado. A pesar de que es un hombre atractivo y pulcro que luce como lo que vale, cincuenta mil millones de dólares, con cada uno de sus trajes, su mente es lo que encuentro más interesante.
Le devuelvo la sonrisa cuando aparta sus ojos de la pantalla de su teléfono holográfico, del cual salen destellos azules en 3D con extrañas y sucesivas combinaciones de ecuaciones que solo él entiende. Es un prototipo que solo desarrolló para sí mismo, así que ni siquiera me esfuerzo por comprender su funcionamiento. Es el único hombre que podría hablar libremente con su amante a través de su celular sin que su esposa lo descubra y a la vez es el único que no lo hace. Mi madre satisface todas sus necesidades.
O al menos solo las que conoce.
─¿Algo va mal, Heaven? ─pregunta, su voz suave y pacifica como las olas del mar luego de haber viajado en bus por días solo para oírlas.
Niego, atrapando mi labio inferior entre mis dientes antes de responder. Maverick es tan educado que ni siquiera se fija en ellos. Sus ojos azules no abandonan los míos en ningún momento.
─No, solo estaba pensando en mi auto.
Su expresión cae.
─Sí, ese maldito auto feo ─masculla entre dientes, realmente mortificado por mi Tesla, mientras se ajusta en su asiento para poder mirarme mejor mientras hablamos. Yo también me muevo para contemplarlo. Mi padrastro no es del tipo musculoso por el que muchas se mueren, pero sí del tipo alto, tonificado y en forma. Mi tipo─. ¿Cuándo dejarás que lo cambie?
No contengo la risita nerviosa que nace en mi pecho. Desde que llegué del internado hace un par de meses y gasté mis ahorros en él, lo ha odiado y me ha preguntado sobre cambiarlo en incontables ocasiones. Me he negado cada una de ellas porque no quiero que piense que soy una interesada. Un auto solo es un auto. Mis aspiraciones son más altas.
Cincuenta mil millones de dólares más altas.
─Es mi auto. ─Aprieto mis rodillas debido al largo de mi falda de recuadros antes de cruzar las piernas, pero sus ojos siguen sin abandonar los míos─. Lo gané por mí misma. Estoy orgullosa de él.
Mis palabras hacen que asienta pensativamente.
─Debes estarlo.
Le sonrío.
─¿Estuviste orgulloso de tu primer auto también? ─Después de meditar su respuesta por unos segundos, Maverick afirma─. ¿Cuál fue?
─Estaba en mi tercer año del MIT. Un Corolla verde de 1999. Lo compré tras un verano entero dando clases a estudiantes que estaban por graduarse en mi misma carrera.
Mi sonrisa crece ante su historia.
Maverick es un hombre reservado, de pocas palabras, y el hecho de que siempre esté dispuesto a hablar conmigo me hace sentir especial.
─No estuvo tan mal. ¿Qué año era entonces?
─Dos mil dos. Tenía veinte ─responde sin pensarlo dos veces, lo cual yo o cualquier persona promedio habría tardado al menos un segundo en responder─. El año en el que naciste ─señala.
Afirmo.
─Quién diría que dos décadas después te casarías con una mujer que en ese momento estaba dando a luz en un hospital de Quebec.
La expresión en su rostro se vuelve cálida.
─Una de mis mejores decisiones. Tanto ella como su hija son la mejor compañía que he tenido en años. ─Hemos llegado. A pesar de que no me doy la vuelta para mirar por la ventana, el auto se detiene. Presiono mis labios juntos cuando saca su billetera y me tiende dos billetes de cien dólares. Cuando no los tomo de inmediato, explica─: Para la merienda ya que te niegas a aceptar una tarjeta de crédito.
Alzo mis cejas.
─¿Qué merienda esperas que compre con eso? ¿Caviar?
Maverick ríe y su risa es un sonido suave, ronco y espontáneo que me hace querer hacerlo reír más ya que rara vez lo hace.
Nunca, en realidad.
En eso somos iguales.
─Solo tómalo, Heaven.
Como tampoco puedo ser demasiado falsa o fingir que la economía no es lo que mueve a nuestra sociedad, lo hago y meto ambos billetes en el monedero Balenciaga que he mantenido con el paso de los años. Pongo mi mano en la manija de su auto y hago ademán de salir, pero a último momento acepto el riesgo y me giro. Me extiendo hacia él. Presiono por dos segundos mis labios contra su mejilla carente de barba, sonriendo contra ella antes de apartarme debido a lo bien que huele. A la mezcla de su jabón, su loción de afeitar costosa, su colonia aún más costosa y al cereal de hojuelas de maíz que desayuna casi todas las mañanas.
─Gracias, daddy.
Lo que empezó como un simple apodo sarcástico hacia él desde el día de mi cumpleaños y terminó como mi manera de llamarlo cada vez que quiero ver sus pupilas dilatarse, lo hace sonreírme de vuelta y cabecear.
─De nada, princesa. Gracias por la charla.
─Cuando quieras.
─Te desearía suerte, pero sé que no la necesitas.
─No ─respondo, sonriendo─. La suerte es un mito que genera consuelo a las personas que no se atreven a luchar por lo que quieren.
Dicho esto cierro la puerta trasera de su auto. Muevo la mano en dirección a su chófer, Rasul, antes de darme la vuelta y enfrentarme a mi primer día de clases en la Universidad McGill. Meto las manos en los bolsillos de mi abrigo y doy un paso al frente, feliz de que todos los estudiantes estén tan enfrascados en su propio mundo que nadie me note o se interponga en mi camino rumbo a mi primera clase de poesía. Recogí mi horario hace un par de días, por lo que no debo de hacer la fila que todos los demás hacen en la dirección para buscarlo porque son demasiado flojos para descargarlo del portal e imprimirlo por sí mismos.
Soy tan puntual que me convierto en la primera en llegar.
Me siento en la primera fila y escarbo en mi bolso hasta encontrar un paquete de Milky Way, mi golosina favorita, la cual devoro mientras permanezco inclinada hacia delante, leyendo algunas páginas de la novela romántica que empecé hace unos día y ya casi termino.
Alzo la vista cuando alguien la toma sin mi permiso.
─¿En busca de lo prohibido? ─lee el chico de cabello negro y vibrantes ojos verdes con aire a Ian Somerhalder como Damon Salvatore en The Vampire Diaries. A pesar de que me digo a mí misma que es por la cazadora de cuero que usa, realmente es su cara y su cuerpo lo que lo hacen parecido al actor. La chaqueta solo lo formaliza─. ¿Qué clase de veneno es este? ─pregunta mientras lo deja de regreso en su lugar sobre mi pupitre─. ¿Otro fanfic autopublicado?
En lugar de responderle, solo lo contemplo.
Hay cierta familiaridad en él que me hace sentir incómoda.
Cuando me doy cuenta de dónde proviene, esa incomodidad crece.
─Tú estuviste en mi fiesta de cumpleaños.
Alza las cejas, pero luego las deja caer y sonríe.
─Entonces la señorita nunca seré lo suficientemente mayor como para no usar un vestido rosa en mi cumpleaños me notó ─dice en voz lo suficientemente alta como para que todos lo vean mientras se sienta a mi lado. A pesar de que está a una distancia lo suficientemente prudente, no puedo evitar sentir que viola mi espacio personal. Cuando me mira de nuevo lo hace haciendo caras de confusión─. ¿Cómo es eso posible?
─Quizás no pude ignorar el hecho de que no te invité.
Sonríe, formando hoyuelos en sus mejillas.
─Atrapado ─dice─. Pero invitaste a mi padre y a mi madre. Si no lo hubieras hecho no me habrían arrastrado a tan hermosa y encantadora velada que realmente no me molestaría haber perdido. Lo único interesante fue oír a Matthew gritándote durante el pastel y lo ignoraste.
A pesar de que está siendo un patán, no puedo evitar sonreír.
─Mi madre los invitó, no yo.
El chico separa los labios para continuar con nuestra conversación, pero nuestro profesor, el Señor Blackstone, elige ese momento para entrar en el salón haciendo uso de su andadera. Es una eminencia del análisis de la literatura, pero es demasiado anciano como para que sus palabras se entiendan. Cuando empieza a hablar y nadie lo hace, mi indeseado compañero de al lado hace un sonido exasperado.
─¿Por qué nadie le dice nada? ¿Solo yo escucho blasljalkajs? ─murmura mientras me ve, haciéndome reír y ganar mi primera expulsión de una clase en toda mi vida académica.
♡♡♡♡♡
Aunque una parte de mí está enojada con Damon Salvatore de ojos verdes por haber hecho que me echaran de mi clase de poesía, otra se siente aliviada por no haber tenido que desperdiciar cuatro horas de mi vida intentando descifrar lo que dice un anciano. Ya que tengo tiempo libre me dirijo a la biblioteca para seguir con mi novela, cuya lectura ahora es agridulce porque se supone que debería estar en clase. Esto último hace que alce la vista y me levante al oír un montón de libros cayendo de su estantería. Ya que solo hay dos personas aquí, la torpe chica de cabello castaño y largo y yo, me levanto y me acerco para ayudarla a recogerlos. Ella niega, pero insisto.
─Tranquila ─susurro cuando me percato de que sus manos tiemblan y de que su nariz se encuentra roja debido al llanto.
─Soy tan estúpida ─solloza.
Niego.
─Todos hemos ocasionado un desastre alguna vez.
Ella separa los labios para continuar con sus réplicas, pero solo me apresuro en recoger todos los tomos que arrojó y en ponerlos sobre la superficie metálica de un carrito. Todos son títulos de Shakespeare.
─¿Literatura universal? ¿Primer año?
La chica asiente, abrazándose a sí misma. Es más alta y delgada que yo. Usa un suéter ancho y pantalones vaqueros ajustados con agujeros. Todo en ella grita que debió haber sido modelo o la rival de mamá en búsqueda del magnate perfecto, pero aquí está.
─Irina. ─Se presenta ofreciéndome su mano, la cual acepto pese al asco que me produce pensar que pudo haberla pasado por su nariz mientras lloraba─. Mi profesora me echó de la clase porque no pude hacer una lectura adecuada. Me envió a hacer un ensayo sobre lo que tienen en común todas las obras de Shakespeare para mañana. Debe ser lo suficientemente bueno o de lo contrario perderé mi beca.
─Lo siento mucho. Te ofrecería ayuda, pero odio a Shakespeare.
Irina solloza.
─Y yo.
Cuando oímos un suspiro, ambas nos asomamos por la abertura que dejaron los libros que fueron arrojados al suelo. Alzo las cejas al ver una chica pelirroja sentada en el piso con un tomo al que no le puedo ver el nombre abierto sobre la tela de su falda tensa por sus piernas cruzadas. Es voluptuosa y su aspecto es hippie. Su rostro redondo lleno de pecas encaja con cualquier imagen exitosa en Pinterest.
─Lo que tienen en común todas las obras de Shakespeare es su debilidad por plasmar los dramas de la humanidad. Es eso fue lo que hizo que las personas se relacionaran con ellas y que fueran reconocidas universalmente ─dice mientras se levanta y rodea el estante para acercarse a nosotras, manteniendo oculto el libro que leía contra su costado─. La profesora Maxwell te hace creer que es malvada, pero en realidad tiene seis hijos a los que prestarle atención y rara vez lee con atención lo que escribes. Por eso es tan dura con las lecturas y los interrogatorios durante la clase. El ensayo sobre Shakespeare es su prueba final para el primer período, así que en realidad eres afortunada. Si lo pasas, has pasado gran parte de Literatura Universal y lo que te acabo de decir es la clave para hacerlo.
Irina sorbe por su nariz, lo que me lleva a frotar distraídamente mi mano contra la tela de mi falda y contener una mueca.
─¿Y tú eres?
─Sienna. Estoy en segundo año y trabajo a medio jornada aquí.
─Irina ─dice la castaña ofreciéndole la mano, pero Sienna niega.
─No, gracias. Así está bien. ─Río debido a que sé por qué no la aceptó. Me mira con diversión, sus ojos dorados resplandeciendo─. ¿Oí que te llamas Heaven? ¿Cómo cielo en inglés?
Afirmo.
─Sí.
Pero como todo en mi vida, mi nombre es solo una tapadera.
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Tenía pensado tomar un taxi de regreso a la mansión, pero la sorpresa invade mi cuerpo cuando veo el auto de Maverick estacionado en la entrada de la facultad. Doy un par de ansiosos pasos hacia él, pero retrocedo al notar que en su interior no se encuentra mi padrastro.
Sí mi madre, Naomi Sinclair.
Ella saca su brazo envuelto en la costosa tela de su abrigo de la ventanilla trasera del BMW de su esposo. Un brillante diamante en forma de lágrima en conjunto con un aro de titanio adorna su dedo anular enguantado en cuero. Retrocedo antes de que sea capaz de verme. He tenido un buen día y no quiero que lo arruine haciendo que, como siempre, trate sobre ella. Sobre su pesado día en el gimnasio. Sobre lo disgustada que está con el hecho de que esté usando un conjunto de la temporada anterior. Sobre lo molesta que está conmigo por no pedirle a Maverick que me presentase a sus amigos durante mi cumpleaños.
Ya que estoy enfocada en desaparecer de su vista, no me doy cuenta de hacia dónde me dirijo hasta que me encuentro frente a mi indeseado compañero de poesía, la cual fue la única clase que compartimos. Está a bordo de una motocicleta que luce como si la acabara de sacar de un concesionario. Si estuvo en mi fiesta, no dudo que ese sea el caso. Abre aún más la abertura de su casco al notarme.
─Hola, señorita consigo que me expulsen durante mi primer día de clases ─dice con una sonrisa, pero no le respondo.
En su lugar me monto tras de él sin importar lo que pueda enseñar mi falda ya que llevo medias y rodeo su cintura con mis brazos, murmurando en su oído antes de presionar mi mejilla contra su espalda.
─Llévame a casa.
Sin pedir ningún tipo de explicación, lo hace.
♡♡♡♡♡
La moderna y lujosa construcción en la que vivo queda en Pointe Claire, a veinte minutos del campus que Damon Salvatore de ojos verdes convirtió en diez y con vista al río San Lorenzo, por lo que tiene su propio muelle. Me deslizo fuera del asiento de cuero cuando se estaciona frente a la fuente en la entrada. Sube el cristal de su casco para verme cuando me detengo frente a él, mis mejillas sonrojadas y mi corazón latiendo aceleradamente debido al viaje. Fue asombroso y emocionante.
Nunca antes había ido en motocicleta.
Nunca he hecho tantas cosas por culpa de Naomi.
─Gracias por el viaje.
─De nada ─responde sin sonreír y sonar sarcástico, lo que me hace ladear la cabeza con curiosidad─. Si necesitas que alguien te lleve por la mañana, puedo ayudarte. Vivo bastante cerca de aquí.
Empiezo a negar, pero luego noto a Maverick mirándonos desde una de las ventanas en el interior de la mansión en el segundo piso por el rabillo del ojo. No me giro hacia él porque no quiero que sepa que lo descubrí, pero él retrocede eventualmente. A raíz de ello asiento secamente.
─¿A las siete y media está bien para ti?
Afirma, enviando gas al motor.
─Sí, está bien. Te traeré un casco rosa.
Ruedo los ojos.
─¿Tu nombre y tu número de teléfono?
─Me llamo Landon, pero mi teléfono no lo has ganado, Heaven. Tienes que hacer más que molestarme en clases y obligarme a llevarte a casa para que eso suceda. ─Tras guiñarme un ojo, se pone en marcha─. Hasta mañana, señorita cada persona que conozco puede ser mi chófer porque nací siendo de una raza superior.
Cuando se va me doy la vuelta y entro a mi hogar. Mi teléfono vibra en mi bolsillo, pero lo ignoro. Cuando llego al segundo piso, finjo sorpresa al encontrar a mi padrastro saliendo de su estudio, su cabello castaño desaliñado y sus pies descalzos como siempre que está trabajando.
─Heaven ─dice, fingiendo sorpresa también─. ¿Tu madre fue a buscarte? Le dije que fuera por ti porque me tomé la libertad de llevar tu auto al taller. No lo cambiaré, pero estaré más tranquilo si lo revisan y se aseguran de que no haya una razón subyacente por la cual se desinfló tu neumático.
─No, mi madre no fue por mí. Uno de mis compañeros me trajo.
Maverick alza las cejas.
─¿Lo conozco?
Ladeo la cabeza, pero contengo las ganas de sonreír.
─Vino a mi fiesta de cumpleaños, pero no sé su apellido.
La frente de Maverick se arruga.
─¿Y aún así dejaste que te trajera a casa?
Me encojo de hombros.
─Si vino a mi fiesta es un buen partido, ¿no crees?
─¿Qué tiene que ver que creas que sea un buen partido con tu seguridad? Las personas pueden ser buenas escondiendo sus verdaderas intenciones y que sea rico no significa que sea bueno y mucho menos que vaya a ser bueno contigo. ─Sus ojos siguen sin abandonar los míos o dirigirse a otra parte de mi cuerpo mientras habla, pero yo sí recorro el suyo de pies a cabeza, imaginándome a mí misma sentada en su regazo o consiguiendo poner ese lacio y lindo cabello castaño aún más despeinado─. Haré que lo investiguen. No quiero que te hagan daño.
A pesar de que intento descifrar lo que pasa por su mente para que su tono de voz suene tan urgente, no lo logro. Maverick es demasiado bueno escondiendo sus emociones, por lo que debo empezar a hacer que sea su cuerpo el que hable por él. Caminando de puntillas a pesar de que mis botas tienen tacón, acorto la distancia entre nosotros y presiono mis labios contra su mejilla por segunda vez en el día. Cuando me aparto sus pupilas están nuevamente dilatadas, pero todo en él sigue sin inmutarse.
─Estaría muy agradecida si lo haces. Gracias por cuidar de mí.
Maverick asiente, rodeándome con sus brazos.
Suspiro cuando su olor me envuelve.
─Eres muy importante para mí. ─Sus palabras me hacen ronronear internamente y apretarlo fuertemente a cambio antes de alejarme, pero Mave aún no tiene muchas cosas claras y lo arruina tras sostener mi rostro entre sus manos─. Tu madre y tú lo son. No sé qué haría sin ustedes.
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