【 059 】
【 lvix. i don't trust you 】
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《omnisciente》
Draco Malfoy tal vez no fue una persona tan agradable a lo largo de sus años en Hogwarts pero lo que sí había sido era un estudiante ejemplar, sin embargo, si algo era cierto es que en los últimos meses el joven había perdido el completo interés en sus clases.
Especialmente porque vivía bajo el constante estrés que la misión le ocasionaba.
Así que para sorpresa de muchos, el rubio platinado se encontraba en el aula de Historia de la Magia tomando su tercera detención en toda su vida estudiantil.
Y para su tal vez buena suerte, su mejor amiga, Eloisse Greengrass le hacía compañía, aunque no sabía con exactitud que fue lo que le ocasionó aquel castigo a la joven.
—¿Cuánto falta para que salgamos de aquí? —le preguntó la rubia en un susurro.
—No lo sé —le respondió de la misma manera, concentrado en lo que realizaba con un trozo de pergamino.
—Yo calculo como unos diez minutos, e incluso creo que un poco menos —Eloisse arrugó la nariz, y al no recibir ninguna respuesta, se giró hacía su amigo—. ¿Qué haces? —le preguntó con confusión.
—Una grulla de papel —le respondió encogiéndose de hombres—. Ayer mientras estaba con Heaven le prometí enseñarle a hacerlas pero ya no lo recuerdo muy bien —alzó las cejas mientras doblaba la esquina del pergamino que utilizaba.
Eloisse rodó los ojos ante la mención de la joven Ravenclaw—. Si me dieran un galeón por cada que pronuncias su nombre, la cantidad de galeones en la bóveda de mi familia se triplicaría.
—¡Tú preguntaste! —exclamó Draco en voz baja con cierta irritación.
Eloisse chasqueó la lengua—. Ay pero no lo dije en mala manera, me alegra que sea tu novia o algo así —hizo una pausa y una sonrisa juguetona se formó en sus labios—, incluso si ya te olvidaste de mi —suspiró dramáticamente.
Draco soltó una pequeña risa—. Aún no es mi novia y no me he olvidado de ti, Mirella. Deberías dejar de juntarte con Astoria que se te contagia lo dramática.
—Es mi hermana, eso es imposible —respondió con obviedad—. Pero como sea, ya te estás tardando en pedirle que sea tu novia, ¿qué se supone que estás esperando?
Draco se encogió de hombros—. Poder decirle sobre mi situación —apuntó al lugar donde residía la marca tenebrosa con disimulo.
—¿No le has dicho? —Eloisse abrió los ojos con exageración. Draco negó con la cabeza—. ¡Draco! —exclamó en voz alta, atrayendo la atención del resto de los estudiantes allí e incluso el profesor Binns le echó una mala mirada al dúo de amigos.
—¡Draco! —repitió su exclamación pero en voz baja esta vez—. Debes decirle.
Draco soltó un gruñido—. Eso ya lo sé.
—¿Entonces por qué no lo has hecho?
—Porque no es nada fácil —respondió Draco removiéndose con incomodidad—. No quiero que reaccione mal —hizo una pausa—. Eloisse, me va a odiar.
—Te va a odiar más si no le dices lo antes posible —dijo la rubia alzando una ceja—. Draco si hablas con ella, y le cuentas absolutamente todo, estoy segura de que reaccionará bien, es decir, no creo que brinque de alegría al saber que fuiste reclutado por el bando cuyo líder quiere asesinar a toda su familia...
—Eso no ayuda —refunfuñó Draco.
—Lo que quiero decir es que si de verdad le explicas todo, el como te sientes al respecto —repitió aquellas palabras—, estoy segura de que no pasará a mayores. Sé nota que te quiere demasiado por la forma en la que te mira, y me doy cuenta de cuando te toma la mano por debajo de la mesa en la clase de Pociones —le sonrió genuinamente—. Pero debes decirle.
Draco asintió torpemente—. Lo haré.
Draco caminaba por los pasillos del colegio mientras jugueteaba con la grulla de papel que logró hacer en los últimos minutos de su detención.
Recordó como el día anterior mientras estuvo con Heaven escondidos detrás de los invernaderos, en un pequeño jardín, charlaron sobre diversos temas, entre ellos, el como uno de sus instructores de su infancia le había enseñado a hacer origami cuando terminaban sus lecciones antes de tiempo —e incluso los hechizos para poder animar aquellos trozos de papel—.
Heaven aprovechó para reclamarle sobre que a ella no le había regalado alguna de las grullas de papel que Draco solía enviarles a sus hermanos con la intención de molestarlos.
Así que Draco no solo le prometió enseñar a hacerlas, sino, que a ella también le regalaría una.
El rubio platinado dio sus últimos pasos para entrar a la Sala de Menesteres, comenzando a sentir una pesada carga sobre sus hombros debido al estrés que le ocasionaba cierto artefacto en el interior.
A pesar de que se sentía más cerca de culminar una parte fundamental de su misión, no podía evitar sentirse ansioso, y no sólo por lo que se desataría, sino por la acción que debía tomar en contra de uno de los magos más poderosos de todos los tiempos que resultaba ser el director del colegio.
Al recordarlo, sintió un gran nudo en su garganta.
Él no era un asesino, y tampoco quería serlo. Él no se veía de aquella manera.
En realidad, Draco se veía a sí mismo como un adolescente que había cometido varios errores en los primeros años de su juventud debido a los horribles prejuicios e ideales con los que fue criado, de los cuales se arrepentía.
Se veía a sí mismo como un simple adolescente castigado injustamente por los errores que su padre cometió.
Suspiró, ladeando la cabeza, evitando aquellos pensamientos que alteraban profundamente su tranquilidad.
Entró con la sensación de pesadez en la boca de su estómago, pero con cierto alivio de poder pasar lo que restaba del atardecer adelantando sus pendientes, mientras esperaba la usual visita nocturna de Heaven.
Sonrió ante el pensamiento de Heaven. Ella se había convertido en su rayo de luz durante los últimos meses. Ella lo hacía sentir en paz. Y de cierta manera, lo hacía sentir mejor persona porque a pesar de haberlo conocido desde antes, se dio la oportunidad de conocerlo, y Draco estaba agradecido con ella al respecto.
Pero su pequeña sonrisa se esfumó de sus labios al encontrarse con la escena que tanto deseaba nunca llegar a ella.
Tragó saliva, acercándose lentamente, deseando que no estuviera sucediendo lo que se atravesaba por su mente.
—¿Heaven? —su voz había salido más nerviosa de lo que quería.
La rubia estaba hincada sobre sus piernas, con los montones de libros a su alrededor que Draco había utilizado para arreglar el armario, el cuál estaba al descubierto y no con su usual manta encima.
Pero aquello no era lo peor.
Lo peor era el pergamino increíblemente familiar que se encontraba a la izquierda de la rubia, y que Draco juraba haberlo dejado en medio de algún libro al azar.
Cuando Heaven alzó el rostro y notó la furia en sus ojos que a la vez estaban llenos de lágrimas, Draco supo que todo se había arruinado por completo.
Ni siquiera sabía por donde comenzar a explicarle.
—Eres un mortífago —escuchó el susurro de Heaven lleno de disgusto y sobre todo de decepción.
Draco sentía sus manos temblar e intentaba mantener serena su respiración. Quería explicarle absolutamente todo. Quería pedirle perdón de miles de maneras diferentes. Pero nada salía de su boca.
—Eres un mortífago —repitió Heaven en un volumen más alto, como si ella misma intentara convencerse de aquella idea.
—Heaven —se acercó Draco pero la rubia se levantó de su lugar y dio un paso hacía atrás—. Déjame explicarte, por favor.
Heaven no respondió pero un pequeño sollozó se le escapó de sus labios y Draco se sintió extremadamente culpable.
El rubio platinado volvió a intentar acercarse pero Heaven volvía a distanciarse con cierto temor.
—Heaven —la miró con desesperación.
—Harry siempre tuvo razón —musitó Heaven mientras lágrimas se deslizaban incontrolablemente por sus mejillas—. Y yo nunca le creí.
Draco hizo una mueca—. Heaven, yo planeaba decírtelo.
—Pero no lo hiciste, y tuviste muchas oportunidades. ¡Draco yo te lo pregunté directamente! Y me miraste a los ojos y lo negaste.
—No era algo tan fácil —negó con la cabeza.
—Eres un mentiroso —murmuró Heaven e hizo una larga pausa—. Draco, me mentiste —fue lo último que dijo antes de cubrirse el rostro con sus manos, reteniendo los sollozos que amenazaban salir de su interior.
Draco se acercó cautelosamente pero Heaven seguía distanciándose de él.
—Heaven, por favor...
—Tú más que nadie sabe lo mucho que odio las mentiras, lo mucho que me han afectado a lo largo de mi vida y no te importó hacerme daño de la misma manera.
—Nunca fue mi intención...
—Yo ya no quería volver pasar por lo mismo. ¿Por qué la gente que quiero me daña tanto? —soltó un sollozo.
Draco volvió a intentar acercarse y una vez más, Heaven retrocedió.
—No te quiero tener cerca —Heaven se talló los ojos—. No te quiero ver.
—Heaven...
—¡Deja de decir mi nombre! —exclamó con enojo—. ¿Acaso por eso te acercaste a mi? ¿Tú interés repentino por mi es algo relacionado a...?
Draco comenzó a negar repetidas veces con la cabeza—. Mis sentimientos por ti no tienen nada que ver con lo que soy, Heaven. Y por favor, no dudes de ello.
—¿Y cómo quieres que no lo dude? —exclamó la joven con enojo, soltando otro sollozo.
—Heaven —por fin pudo acercarse lo suficiente, y le tomó el rostro entre sus manos—. Créeme. Yo quería decírtelo, contarte todo. Estaba esperando el momento adecuado.
Heaven apartó las manos de Draco con brusquedad, volviendo a tomar cierta distancia de él.
—Aún así me mentiste, y me traicionaste. Simplemente no puedo confiar en ti, y nunca debí hacerlo.
—Entiendo que estés enojada y estás en todo tu derecho de desconfiar de mi pero créeme que...
—Después de contarte todo sobre mi familia, jamás creí que tú me harías lo mismo —Heaven se limpió las lágrimas con la manga de su túnica—. Dijiste que no me romperías el corazón —rió irónicamente—, y es exactamente lo que hiciste.
Heaven pasó por su lado esquivándolo, y fue entonces que Draco comenzó a seguirla.
—Si tan solo me dejaras hablar...
—No quiero escucharte, ya hiciste lo suficiente—dijo la rubia sin siquiera darse la vuelta para observarlo mientras le hablaba.
Draco la tomó de la muñeca con suavidad, evitando lastimarla—. Déjame explicarte todo.
—Draco no me importa si quieres explicarme porque ya no confío en ti, y nunca debí hacerlo. Sigues siendo un Malfoy, tú mismo has dicho que tu familia es conocida por nunca jugar limpio y que la honestidad no es parte de ustedes —escupió las palabras sin remordimiento.
Draco parpadeó y soltó la muñeca—. Mi apellido no me define.
—A veces pareciera que sí —dijo Heaven finalmente para luego salir por la puerta de la habitación.
Draco se quedó unos segundos mirando como la puerta se desvanecía, y aunque dudó en ir detrás de ella, decidió no hacerlo.
Las últimas palabras de la joven lo habían herido, incluso si muy en el fondo sabía que era verdad. Por mucho que intentara dejar sus malas costumbres de lado, seguía siendo un Malfoy, y dudaba mucho que esa parte de él desapareciera.
Draco miró a sus zapatos, y entonces sintió una opresión en su pecho. La culpa comenzaba a carcomerlo por dentro.
Suspiró mientras caminaba hacía la alfombra, donde se encontraban los libros y el armario con la intención de seguir con su misión pero en cuanto se acercó al sofá, se desplomó en él.
Sintió algo lastimándolo desde el interior del bolsillo de su túnica, y se encontró con la grulla de papel había hecho un rato antes.
La observó por unos momento, sonriendo irónicamente al trozo de papel, cerró los ojos sintiendo un nudo en su garganta y en cuestión de segundos lágrimas tibias comenzaron a deslizarse por sus mejillas de manera silenciosa.
***
sin editar
nota de la autora;
hola:p *se esconde*
agradezcan que Heaven no reaccionó taaaaan mal a como creí q lo haría
(o sea ya se que yo soy la escritora y yo decido eso pero a veces lo q hacen los personajes se salen de control)
aparte que obviamente les falta mucho de que hablar pero eso será unos capítulos más adelante,,,
en fin,,,
si quieren unirse al grupo de whatsapp, díganme por priv para pasarles el link!
les tqm y nos leemos pronto??
all the love
francia💞
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