Capítulo 6
—¿De que va, Jihyo?
—Por la luna, Alfa. Son las 6 de la mañana y llevas todo el fin de semana hablándonos de esto, cállate. —pide Daniel mientras rueda los ojos.
Lisa bufa, cruzándose de brazos y recostando la espalda contra el respaldo de su asiento en la cafetería. La luz del sol era anaranjada, filtrándose por los ventanales del local y haciendo que la piel de Lisa se viera angelical.
Mientras Lisa refunfuñaba desde su lugar en la cafetería, con una de sus barritas de chocolate favoritas entre sus manos, Daniel y Jihyo se encontraban tras la barra, dando los últimos retoques antes de que sea la hora de apertura.
—¡Me llevó hasta mi casa! —exclama como si fuera la mayor locura en el mundo— ¡Mientras estaba borracha!
Daniel puso los ojos en blanco sin detener su trabajo.
—¿Y que esperabas? La chica es más dulce que la leche condensada. —Lisa rueda los ojos para seguidamente dar un mordisco a su barrita de chocolate blanco.
—Esto es vuestra jodida culpa por poner tanto alcohol en la cena. —dice después de masticar y con el ceño fruncido.
—¡No sé de que hablas! —dice Jihyo a la defensiva, soltando el trapo con el que limpiaba y levantando las manos en alto— Yo no hice nada.
Daniel en cambio pone los ojos en blanco por quinta vez en lo que lleva de mañana, seguidamente sale de detrás de la barra para bajar las sillas de encima de las mesas y colocarlas para cuando los clientes entraran.
—Jennie está a punto de llegar Lisa, sal corriendo antes de que llegue. —bromea el omega, mientras bajaba las últimas sillas.
A Lisa sin embargo, le parece una buena idea. Lo último que quería era toparse una vez más con aquella chica con aspecto de Bambi.
Lisa simplemente era una loba solitaria. Amaba a sus amigos y familia, pero la gente nueva siempre se le hacía difícil de procesar. Y es que al vivir en una pequeña isla en la que todos se conocen entre todos, la gente nueva no suele ser habitual.
Y hace tiempo llegó ella.
Haciendo que el corazón de Lisa latiese y cometiera el error de confiar en una humana sin pensar en las consecuencias. Y cuando ella se fue, Lisa construyó paredes de hielo alrededor de su corazón, negándose a dejar que nadie entrara en ella de nuevo.
—Nos vemos a la hora de comer, os amo. —se despide mientras se abrocha su chaqueta negra y abre la puerta para salir del local.
Sin embargo, no tarda en encontrarse a la castaña por el camino. Y lo que era peor, su perro, Love, caminaba alegremente a su lado.
—¿Pero que mierda? —pregunta mirándolos con el ceño fruncido.
—Buenos días, Lisa ¿Cómo te encuentras hoy? ¿Aún sigues con resaca? —se burla la más baja cuando llega frente a ella.
—No me jodas, ratona ¿Ya has secuestrado a mi perro también? —Lisa ignora la pregunta mientras Love se sienta en la nieve, entre ambas, mirándolas con la lengua fuera.
Love simplemente parecía estar feliz todo el tiempo.
—Creo que le gusto. —Jennie sonríe, sus encías se llegaban a apreciar en su sonrisa y eso no debería ser algo que Lisa encontrara atractivo.
—Voy a ponerte una orden de alejamiento. —se limita a rodar los ojos al ver como Jennie se inclinaba para acariciar la cabeza de Love.
—No es mi culpa que tú perro opine que soy mejor que tú. Esta mañana me lo he topado en el porche de mi casa, creo que me estaba esperando. —Jennie sonríe, mirando al perro sentado a su lado.
—A mi perro le gusta la gente nueva, ratona. No te sientas tan especial.
—Será eso, Lisa —la castaña asiente, aún con su sonrisa en sus labios—, ahora si me disculpas, tengo que ir a trabajar.
Lisa aprieta los labios molesta y asiente mientras Jennie se despide del animal con una suave caricia en su cabeza y una sonrisa.
Seguidamente pasa por su lado y se marcha a la cafetería.
Lisa, una vez sola, le hace una señal a Love con la cabeza para que le siga e intenta ignorar la imágen de la castaña durante el camino a casa.
Porque si Lisa había pensado que Jennie se veía linda con las mejillas sonrojadas por el frío, su gorro de lana azul y su chaqueta marrón, entonces eso sería algo que se llevaría a la tumba.
—Como me vuelvas a cambiar por la ratona esa, no te dejo comer salchichas en un mes ¿Me oyes?
Pero Love solo responde con un ladrido y sigue caminando felizmente a su lado.
[•••]
—¿Pero os habéis vuelto locos? —grita Jihyo en susurros— ¡Me estáis empezando a dar miedo!
Rosé rueda los ojos mientras Jisoo se encoge de hombros.
—Solo van a ser unos minutos. —aclara la rubia tranquilamente.
—¡Si Lisa se entera nos arrancará la cabeza de un mordisco!
—¡Quieres dejar de manifestarlo! —Daniel susurra violentamente—. Por la luna Jihyo, sabemos lo que hacemos.
En realidad no lo sabían.
El plan había surgido hace menos de 20 minutos, y aunque sabían que aquello tal vez no era lo más adecuado, pensaron que quizás sería el pequeño empujón que necesitaban para unirse más.
Eran las nueve y media de la noche, la cafetería cerraba en media hora y prácticamente el local se encontraba vacío. Daniel le había pedido a Jennie que limpiara unas cafeteras en la cocina y habían llamado a Lisa 15 minutos atrás, por lo cual estaría por llegar.
—Si Lisa se molesta por esto estará en todo su derecho. —Jihyo se cruza de brazos mientras se apoyaba en la barra de madera.
—Si nos preguntan, a sido idea de Rosé. —Jisoo dice con tranquilidad.
—¡Oye!
—Lo siento omega, pero ha sido idea tuya. —Rosé se cruza de brazos y frunce el ceño.
—No es mi culpa que la puerta de la cocina esté rota.
—Ya sabes lo que dicen, si tienes dos amigas que se gustan, una cocina y una puerta estropeada, deja que el destino haga su magia.
—No sabemos si se gustan. —aclara Jisoo.
—¿El destino se llama Rosé? —pregunta Jihyo con expresión confusa.
—Nadie dice eso, Daniel. —dice Rosé antes de rodar los ojos.
—¿Quien no dice el qué? —la voz de Lisa causa que los cuatro se sobresalten. Mirándose nerviosos los unos a otros.
—¡Lisa! Menos mal que estás aquí, necesito ayuda para arreglar algo en la cocina, pero no tengo fuerza. —Daniel dice de repente, haciendo que todos asintieran de manera exagerada.
—¿Por qué no lo hace Jihyo? —Lisa señala a la alfa de ojos café.
Daniel abre los ojos en sorpresa y con pánico voltea su cabeza para mirar a su alfa.
—¡Le duele el brazo! —exclama rápidamente—. Pobrecita mi alfa, tengo que cuidarle Lisa.
La pelinegra levanta una ceja y mira a Jisoo, quien se encontraba de brazos cruzados a su lado mientras miraba al suelo.
—¿Por qué no lo hace Jisoo?
—Porque por suerte ya estás tú aquí.
Daniel toma el brazo de Lisa y la arrastra hasta la cocina, empujándola dentro y cerrando la puerta rápidamente detrás de ella.
—¿Pero que mierda? —Lisa se da la vuelta para toparse con la gran puerta blanca cerrada por completo.
—Lo que estaba roto es la puerta, necesitamos que nos ayudes desde dentro para arreglarla. —explica Daniel desde el otro lado, como si aquello fuera lo más normal del mundo.
—Pero...
—¿Lisa?
La mencionada gira la cabeza para toparse con la chica castaña que se encontraba al lado del fregadero, manos mojadas goteaban el suelo mientras la mira confundida.
Genial. Lo que faltaba.
—Jennie. —Lisa gruñe, apoyando su frente contra la puerta de metal y cerrando su ojos en un intento de contener su ira.
—¿Qué ha pasado? ¿Nos hemos quedado encerradas?
—Si, Jennie, eso es exactamente lo que ha pasado.
La castaña la mira con el ceño fruncido.
—¿Puedes calmarte? Habrá sido un accidente, estoy segura de que enseguida nos sacan de aquí.
Diez minutos después, Lisa y Jennie siguen encerradas dentro de la cocina de la cafetería.
Ambas se encuentran sentadas en el suelo, mirando a la puerta en silencio.
Nada.
Al otro lado ni siquiera se escuchaba nada. Y ambas empezaban a perder la paciencia.
—Los voy a matar. —Lisa dice con rabia.
—No creo que nos hayan encerrado aquí a propósito, Lisa. La puerta estaba rota.
—Ya, es que tú lo sabes todo ¿Verdad?
Jennie la mira con molestia, a ella tampoco le gustaba la situación pero no iba a pagarlo con Lisa que no tenía la culpa de nada. Le molestaba la facilidad que la pelinegra tenía para hablarle mal, y no iba a soportar aquello por más tiempo.
—¿Por qué mierda me tienes que hablar así? —pregunta molesta.
Lisa aprieta los dientes, su mandíbula marcada con fuerza mientras simplemente guarda silencio.
Entonces, de repente, la rabia parece desaparecer de la voz de Lisa.
—¿Por qué estás aquí? —pregunta en un murmuro, ignorando su pregunta y cambiando el tema de conversación.
Jennie se sorprende ante la pregunta y frunce levemente el ceño. Guarda silencio por varios segundos antes de responder.
—Daniel me pidió ayuda para fregar.
—No me refería a eso —niega suavemente—. ¿Por qué estás en Blue Island?
Jennie aún confundida se encoge de hombros y juega con sus propios dedos, un tanto nerviosa por la pregunta y la forma en la que Lisa parecía querer saber sobre ella.
—No lo sé —se encoge de hombros—, es bonito y solitario así que no lo pensé demasiado.
Lisa asiente, aún luciendo molesta pero un poco más tranquila.
—¿Por qué me odias? —pregunta entonces la castaña esta vez.
—No te odio. —murmura entre dientes.
—Pero no te caigo especialmente bien —dice mientras rueda los ojos—. ¿Por qué?
—No me gusta la gente. —responde cortante.
Jennie aprieta los labios y asiente.
—Pareces adorar a Rosé, Jisoo, Daniel y Jihyo.
—Ellos son mi familia, es diferente.
Ambas giran los rostros para mirarse a los ojos. Y Jennie se odia por ser masoquista y desear que esos fríos ojos azules la miren con calidez y cariño.
Y Lisa se odia por ser un imbécil que dejó su corazón en manos de alguien que no la quería, y ahora no hay sol ni calor que derrita el hielo que cubre su corazón.
Y tal vez se odia un poco más por pensar que los estúpidos cabellos castaños de Jennie le quedan bien y que ese suéter grande y verde que usa ahora mismo combina con sus ojos y le hace odiarla por ser tan ridículamente atractiva.
Pero por sobre todas las cosas, se odia por su manera de actuar frente a la castaña. Por no aceptar que tal vez si le da una oportunidad, podían llevarse bien.
—Estoy cansada de discutir contigo, Lisa. Es estúpido, somos adultas ¿No? Podemos ignorarnos mutuamente y no terminar discutiendo cada vez que nos vemos.
Jennie dice un tanto insegura de sus propias palabras, y sin embargo, Lisa asiente.
—Sí, podemos. —susurra, su tono aún frío y distante.
Su alfa entonces se remueve incómoda ante la idea de no ver a la chica con frecuencia, pero la ignora.
Y tal vez en aquel mismo momento, otra pared crece alrededor del frío corazón de Lisa.
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