Capítulo 31
No esperaba que Dillon preguntara sobre lo que su amiga me había dicho, pero lo hizo. No pude no responder, y no me atrevía a decirle la verdad por lo que tan solo le dije lo último que mencionó la chica, que tuviese un buen viaje.
Durante el recorrido de regreso a Dublín mi cerebro no paró de cuestionarse lo que la chica había dicho ¿Tan obvio era? ¿Quién lo hacía ver evidente, yo o Dillon? ¿Cuál era esa mirada con la que según la chica Dillon me miraba?
Intenté mantener mi vista sobre el paisaje; sin embargo, mis ojos se desviaban hacia Dillon, quien mantuvo su mirada sobre el camino durante todo el trayecto, por momentos breves ¿Cuál era toda esa perfección de la que todos hablaban cuando se referían a Dillon? Estaba consiente que era bueno en todo lo que intentaba hacer, era inteligente y la fealdad no era algo que lo definiera en absoluto ¿A caso a eso se referían cuando decían que era perfecto? Y si era así ¿Por qué eso les parecía suficiente?
Me distraje del tema cuando llegamos a su residencia. Como era habitual, Dillon le entregó las llaves al hombre de uniforme que permanecía debajo de la entrada al bajar del auto y los cuatro entramos. Fui directo a mi cuarto y me dejé caer sobre la cama después de abrir la puerta; lamentablemente, mi descanso fue reducido a un par de segundos ante la entrada imprevista de Eithne.
—¡¿Ya viste esto?! —gritó mostrándome el vestido que sus manos sostenían con fuerza— ¡Es...! ¡Es...! ¡Común! ¡Y aburrido! —exclamó con decepción en su voz.
Enfoqué mi atención primeramente sobre el vestido negro que residía en sus manos para después ver a Eithne y finalmente prestarle atención a mí alrededor. Colgado en la pared se encontraba un vestido color crema en una tela de aspecto sedoso con tiras delgadas. Me paré de la cama y tomé el vestido que era para mí.
Por un momento me alegré de haber recibido un trozo de tela cocido, ya que creí que el costo era bajo, pero no lo fue, y la tela cocida que sostenía valía cuatro veces más que el salario mensual de mi padre.
—¡Catorce mil euros! —no me contuve a gritar al ver el precio.
Eithne hizo caso omiso a mi reacción y volvió a quejarse: —¡Son feos y todo lo opuesto a llamativo! —lloriqueó— lo voy a modificar, no iré en esto —sentenció.
Su mirada firme reflejaba lo decidida que estaba por lo que no intenté en hacerla entrar en razón. Su estilo era todo lo puesto a lo que se consideraba normal, pero a pesar de ser extravagante demostraba la capacidad que tenía para fabricar ropa.
—¿Cuántos euros costó? —le pregunté, señalando su vestido.
—Un poco menos que el tuyo —respondió encogiéndose de hombros— ¿Me puedo llevar el tuyo?
No tuve la oportunidad de responder. La prenda había sido retirada de mis manos; cuando reaccioné, la puerta de la habitación había sido cerrada y Eithne no es encontraba más frente a mí.
Volvía recostarme sobre la cama intentando procesar las cifras que adornaban el vestido. Cundo no lo resistí más, salí de la habitación y toqué la puerta de Dillon la cual fue abierta a los pocos segundos.
—¡Ela! Nece...
—¡No tengo dinero! —le interrumpí—. Mi presupuesto era de menos de setenta euros.
Ante mi justificación, la frente de Dillon se contrajo y su mirada quedó en blanco.
—¿De qué hablas? —preguntó inseguro.
—¡El vestido! —exclamé— ¡Pensaba gastar menos de setenta euros, no catorce mil! ¡No tengo como pagarte!
Dillon abrió la puerta de su habitación completamente dándome el pase, y la cerró al momento en que entré.
—¿Hablas de los vestidos que compró la señora Whelan? —asentí ante su pregunta— No tienes que preocuparte por eso. Tú y Eithne no tienen que pagarlos —aseguró, intentando calmarme.
—No solo podemos esperar que pagues por todo, vamos a pagarlos, pero en plazos... muy grandes plazos.
Ante mi respuesta, Dillon comenzó a reír.
Mientras él le encontraba gracia a mi deuda comencé a idear una idea para proponerle y dejar que me dejara pagar en abonos de mi presupuesto original.
—No lo pagué yo —dijo Dillon—, los vestidos y el traje de Darren fueron comprados de la cuenta de mi padre. El me obligó a venir y aceptó todas mis condiciones para que pudiera estar aquí y comportarme como él tanto deseaba así que todo lo de ustedes corre por su cuenta.
Volvió a reír.
Mi pecho se aligeraba, pero una cantidad considerable de intranquilidad aún me perseguía.
—¡Eso es igual de malo! ¡Tu padre podría embargar mi casa con esa cantidad! Mis padres usan tu banco.
Nuevamente, Dillon se soltó en carcajadas a la vez que negaba con su cabeza.
—No lo hará, ustedes no se preocupen por nada —volvió a asegurar— ¿De acuerdo?
Asentí forzadamente a pesar de seguir insegura.
Una vez me tranquilicé comencé a observar con detalle la habitación de Dillon al no tener a dónde dirigir la mirada. Mis ojos pararon en un portarretrato familiar que se encontraba en un estante al lado de algunos libros y decoraciones. Me acerqué al estante y observé la foto de manera detenida, el cabello rojizo de Dillon lo hacía resaltar en la foto.
—¿Es tu familia? —Dillon asintió, acercándose a mí—. ¿Tus abuelos? —nuevamente volvió asentir— Pensé que al menos alguien sería pelirrojo.
En el retrato, un Dillon pequeño se encontraba en el centro de sus padres y a los costados sus abuelos, la familia de su padre presumían una cabellera rubia, mientras que la de su madre lucían un color café intenso.
—Mis abuelos maternos eran pelirrojos —confesó.
Dillon se alejó, caminó hasta su cama y se sentó sobre ella dejándose caer.
—¿Se lo tiñen?
Mi pregunta fue formulada sin un previo razonamiento, lo cual me hizo sentir un tanto tonta ante la sonrisa de Dillon. Esperé a que dijera algo más, pero se quedó en silencio por unos pocos segundos.
—Mis abuelos biológicos eran pelirrojos —soltó.
—¿Eres adoptado?
Nuevamente, mi pregunta indiscreta lo hizo sonreír.
—Yo no, mi mamá lo es. Solo... no lo menciones frente a ella.
No pude desapartar mis ojos de Dillon, había conocido más acerca de él los pocos días que llevábamos en Dublín que lo que conocí sobre él los meses pasados. Y por alguna razón sentía que era tan solo la punta del iceberg ¿Qué tan desconocido era Dillon para mí?
—¿Le molesta recordarlo? —inquirí.
—No es eso —se apresuró a contestar—, Ella no sabe que es adoptada.
Su tono de voz fue descendiendo a medida que llegaba al final de sus palabras. Y su razón a mi pregunta me había dejado totalmente confundida.
—¿Cómo sabes que tu mamá es adoptada si ella no lo sabe? —más que indiscreción fue curiosidad lo que me llevó a preguntarle más su situación familiar.
—Gwenhwyar lo descubrió cundo rastreo mis origenes para encontrarme, se quién es la familia de mi mamá, pero nunca he tenido contacto con ella.
Las palabras no pudieron salir de mi boca, pues mi cerebro carecía de la posibilidad de poder procesar la información que Dillon había revelado, estaba en blanco.
—¿Y...? ¿No planeas decirle? —pregunté con inseguridad.
—No, mi abuela debe decirle, no yo. Supongo que algún día lo hará.
Mi curiosidad había quedado satisfecha. Dillon no tenía más por decir y yo no tenía nada más para preguntar.
Volví nuevamente a recorrer su habitación con la mirada, esta vez dirigiendo mi atención hacia dos espadas encapsuladas por una vitrina de vidrio. No pude contenerme y caminé hacia ellas; por un lado, sentía que invadía la privacidad de Dillon al caminar libremente por su cuarto, sin embargo, otro lado de mí no podía resistirse.
—¿Son reales? —le pregunté pegando mi rostro a la vitrina.
—Lo son.
No necesitaba sostener una entre mis manos para saber que estaban pesadas, la parte de donde se sujetaba parecía ser de un metal más pesado que la parte de la espada. Al extremo, se encontraba un familiar sello color oro, y después de un momento de recordar el por qué parecía conocido concluí que era el miso que se encontraba en algunos de los libros que Gwenhwyar me había proporcionado, sobre todo el libro que aparecía en blanco para el resto a excepción de mí.
—Eran de Gwenhwyar —afirmé en voz alta sin dejar de verlas.
—Una es mía —corrigió Dillon, y volteé hacia él—, entrenaba con ella antes de mudarme a Clifden.
Nuevamente volví a ver las espadas. No podía imaginarme a Gwenhwyar sosteniendo una de esas peleando con un adolescente, aún así, terminé riendo levemente al visualizarla haciendo polvo a Dillon, como era capaz de hacerlo.
—Era buena ¿Cierto?
Dillon asintió.
—La mejor, nunca pude ganarle —admitió—. Las llevaré de regreso a Clifden ¿Te gustaría aprender a usarlas?
No podía lograr verle una utilidad el aprender a usar un arma de ese tipo puesto que no podría defenderme con ella si caminaba por algún callejón oscuro, pero a pesar de ello, tampoco podía negarme ante la emoción que me provocaba tan siquiera pensar en sostener una de esas.
—¡Claro que sí! —respondí con entusiasmo— No puedo prometer que podré sostener una sin perder el equilibrio, pero haré mi mejor esfuerzo.
Dillon rio y llevó su mano hacia mi cabeza.
Ambos nos quedamos charlando sin medir el tiempo. Eran demasiadas las historias que no sabía sobre él y Gwenhwyar, las cuales me dejaron deseando haber estado ahí cuando Dillon las contaba. Deseé escucharlo durante más tiempo, pero fue imposible ante el recordatorio del magnífico evento de la tarde.
Sin mucho ánimo fui a mi habitación en donde Eithne se encontraba colgando un vestido con toques dorados y una gigantesca capa de terciopelo color rojo oscuro.
Al momento de verme, sonrió ampliamente eh hizo que me acercara con prisa tomándome del brazo.
—¿De dónde sacaste ese vestido? —le pregunté señalándolo.
—Es el tuyo, pero una versión mejorada —se apresuró a contestar.
El corte de la parte de arriba era idéntico al que me habían entregado a excepción de las mangas que caían a mitad de hombro, sin embargo, la falda del vestido era completamente diferente, tenía volumen y estaba adornada por detalles en dorado. Parecía un vestido completamente diferente al de horas atrás.
—¿Tu lo hiciste? —Eithne asintió frenéticamente— ¿Y la capa?
—Oh... esa... —hizo una pausa, rascando su cabeza—, la encontré en una tienda de utilería para teatro. Tenía descuento y la modifiqué un poco para que hiciera juego con el vestido.
El broche de la capa estaba adornado por una mariposa dorada y el borde tenía los mismos detalles que la falda del vestido.
—¿Cuánto gastaste por todo? —pregunté a pesar de temer en su respuesta.
—Con las telas para tu vestido y el mío, y tu capa y mi abrigo... ciento cincuenta euros.
Por primera vez pude compartir un poco de la emoción de Eithne, puesto que podía cubrir ese gasto sin que le pesara a mi cartera.
Volví a ver el vestido y sonreí al instante de imaginarme verme con él puesto, sin duda estaba mejor que antes.
—¿Cómo quedó el tuyo?
Eithne proyectó una sonrisa ladeada.
—Lo verás cuando esté lista —se limitó a decir— te recomiendo que te vayas cambiando, el evento empieza en hora y media —recordó.
—Gracias.
Eithne sonrió de vuelta y comenzó a dirigirse hacia la puerta.
Por cierto, dejé algo para ti al lado de tu cama —dijo antes de salir de la habitación.
No me contuve y busqué a los extremos. Del lado derecho de la cama se encontraba una caja blanca la cual no dudé en abrirla, encontrando en su interior un par de flats que combinaban a la perfección con el vestido.
Tomé una ducha rápida al notar que el tiempo quedaba limitado, sequé mi cabello dejándolo suelto y comencé a cambiarme.
Después de adentrarme en el vestido mi mano hizo su mayor esfuerzo por alcanzar el cierre fracasando cada vez que lo intentaba, le mandé mensaje a Eithne pidiendo su ayuda y por suerte no tardó en venir a ayudarme.
Su cabello rubio permanecía recogido y perfectamente peinado, también portaba un maquillaje sutil que hacía resaltar su rostro. Su vestido había quedado ajustado a su cuerpo y del lado derecho se dejaba caer una sección adornada por olanes que le daba un poco de movimiento al vestido y la cual no pertenecía a él horas atrás. A diferencia de mí, su abrigo no era una enorme capa de velvet que llegase hasta los pies, sino una pequeña color esmeralda de vinil que le llegaba al torso.
La mirada de desaprobación de Eithne no pretendió quedarse oculta, estaba vestida y calzada, pero no fue suficiente para ella. Tomó el cepillo del tocador y comenzó a hacer dos trenzas entrelazadas desde el inicio de mi cabello hasta unirlas, dejando el resto suelto. Y a pesar de negarme, ocultó las imperfecciones de mi rostro con un poco de maquillaje.
Una vez dio su sonrisa de aprobación, tomé un pequeño clutch dorado en dónde se encontraba mi teléfono y un poco de dinero para después ambas salir del cuarto y bajar hasta la entrada principal, en dónde ambos chicos se encontraban.
—Es raro ver a Ela vestida como una chica. Da miedo —dijo Darren al verme.
—Lo dice la persona que lleva puesto Converses con un traje de gala —contraataqué.
Mi intento de comentario burlesco tan solo ocasionó que Darren presumiera sus Converses rojizos.
Eithne tomó la mano de Darren y Dillon pasó su mano por mi espalda guiándome hacia su auto, evitando el inicio de una pelea verbal entre Darren y yo.
Dillon condujo por un poco más de veinte minutos. El tráfico en Dublín era enormemente caótico comparado con el de Clifden y parecía estresar a Dillon. Su GPS se detuvo ante un antiguo castillo que permanecía iluminado con tecnología de este siglo. A al estar frente a la entrada, bajamos del auto y como parecía ser su costumbre habitual en esta ciudad, le entregó su llave a un chico de uniforme.
Antes de avanzar el primer escalón mi mano tomó de la suya con fuerza, obteniendo la reacción más inesperada de su parte, una risa.
—¿Nerviosa? —me preguntó Dillon de manera burlesca.
No necesitaba y tampoco pretendía ocultarlo, lo estaba.
—Con tan solo ver la entrada puedo imaginarme la cantidad infinita de cosas que pueden salir mal —respondí.
—Estarás bien —me aseguró con una sonrisa cubierta en confianza—. Solo no te caigas o incendies el vestido de alguien —volvió a burlarse.
Solté una pequeña risa, y sin despegar mi mano de la suya lo acompañé hasta el interior del castillo tras entregar la invitación a seguridad.
El lugar era enorme y desconocía dónde mi pies pisaban, tan solo me limité a seguir a Dillon y a las personas delante de nosotros. Eithne y Darren evitaron desapartarse de nosotros hasta llegar al salón en dónde se llevaría a cabo el evento.
La música clásica fue lo primero que llamó mi atención. En la esquina del salón se encontraba una pequeña orquesta tocando las canciones que me hacían dormir de pequeña y las cual seguía encontrando aburridas. Casi al instante de poner un pie en el salón, con todas esas personas vestidas de manera elegante, me sentí cohibida; era un territorio desconocido para mí y era la pieza de un rompecabezas en un lugar erróneo.
¿Qué hacía aquí? ¿Por qué había accedido a esto?
Lamentablemente, no importaba que mi estómago se contrajera, estaba ahí y no podía permitirme dejar a Dillon abajo con algún comportamiento fuera de lugar.
—Eithne y yo iremos a buscar postrecitos nos vemos —avisó Darren elevando ambos pulgares.
Negué con la cabeza y volví a girarme hacia Dillon, quien mantenía su mano extendida, ofreciéndomela para tomarla.
—¿Sabes bailar?
Pasé mi mirada por las personas alrededor brevemente, la mayoría bailaba al ritmo de la música de manera muy natural.
—No es lo mío —contesté.
Pero Dillon no se rindió ante mi respuesta. Tomó la iniciativa de tomar mi mano, se acercó a mí y colocó la otra alrededor de mi cintura y comenzó a guiarme.
—Es sencillo —aseguró a la vez que nos acercábamos a las personas
Mi nerviosismo aumentaba y se demostraba a través de mis latidos. Podía asegurar que si la música dejaba de sonar y las personas guardaran silencio todos escucharían a mi corazón latiendo.
Después de un tiempo, la sensación de nervios desapareció y el aburrimiento comenzó a invadirme. Eran los mismos pasos repitiéndose y la música acababa con las pocas energías que llegaron conmigo al evento. Cosa de lo que Dillon pareció percatarse.
—No es divertido ¿Cierto?
Negué ante su pregunta.
—Hasta el violinista parece aburrido —le hice saber dirigiendo mi mirada hacia el hombre vestido completamente de negro.
La carcajada de Dillon sonó por todo el salón atrayendo la mirada de unas cuantas personas.
—Al menos podrás imaginarte la tortura que fue para mi tocar el violín por diez años —comentó entre risas más discretas.
—¿Tocas el violín? —Dillon asintió— ¿Puedes tocar mejor que él? —dirigí mi mirada hacia el violinista.
—No sé si puedo tocar mejor que él, pero puedo tocar algo mejor que lo que está tocando —aseguró con una sonrisa ladeada.
Mi naturaleza salió de su escondite olvidando por completo que clase de personas nos rodeaba y en qué lugar estábamos, no me contuve, y la idea que había llegado a mí no abandonó mi cabeza.
—Te reto a hacerlo —le dije, parando de bailar.
No necesité repetirme una segunda vez, la sonrisa de Dillon era su manera de acepar el reto. Soltó mi mano y con confianza caminó hacia la pequeña orquesta parando la música casi al momento. A pesar de no escucharlo lo vi pedir el violín y una vez lo tuvo entre sus manos dirigió su mirada hacia mí, sin deshacer su juguetona sonrisa.
La aburrida música que había torturado a mis oídos fue intercambiada por la hilarante canción del comienzo de Sherk. Comencé a reír al instante, por desgracia, el resto de las personas no compartieron nuestro sentido humorístico y con sus miradas, comenzaron a protestar.
Dillon lo ignoró y siguió tocando, hasta que fue interrumpido. Un hombre vestido elegantemente arrebató el violín de sus manos y se lo devolvió al violinista. Quise acercarme, pero fui bloqueada por una figura femenina no de una edad mayor a la mia.
—Eres la acompañante de Dillon —me acusó la chica, bloqueando a Dillon de mi vista.
—Me sorprende que se haya presentado con alguien —habló una voz masculina detrás de mí.
Me hice a un lado para ver a los responsables de interponerse en mi camino. Ambos ojos verdes me miraron con atención, queriendo recolectar cada detalle de mi, ocasionando que mi incomodara.
Cuando decidí que fui suficiente, dejé de estar estática.
—¿Y ustedes son? —les pregunté directamente.
—Amigos de Dillon —respondió el chico rubio que portaba una cantidad industrial de gel en su cabello—. A ti nunca te mencionó ¿Quién eres?
—Su nombre es Ela —escuché a Dillon decir, parándose a lado mio
Su brazo rodeó mi hombro, y se paró de tal manera que parecía crear una barrera entre ellos y nosotros a pesar de estar frente a frente.
Los auto proclamados amigos de Dillon dirigieron su mirada hacia mí, podía notarse la intriga por saber más en su ojos, pero tenía la sensación de que Dillon no lo permitiría.
—Tienes acento inglés —resaltó la chica— ¿Inglaterra?
—Soy de Londres —aclaré.
Su mirada me inspeccionaba a la vez que juzgaba, el chico parado al lado de ella por otro lado sostenía una expresión burlesca, mirando directamente a Dillon.
—¿No nos presentarás? —le preguntó el rubio a Dillon.
—No tiene caso —respondió Dillon al instante, sosteniéndole la mirada—, hay personas más importantes a quien tengo pensarla introducirla.
Dillon comenzó a caminar conmigo, alejándonos de aquel dúo. No quería hacer ningún tipo de pregunta a pesar de tener la sensación de que algo le disgustaba. Su temple había cambiado, se mostraba más tenso que cuando comenzó a tocar el violín.
—¿Todo bien?
Dillon asintió.
Quería preguntar quiénes eran esas personas y el por qué tanta agresividad para tratarlos de aquel modo, pero no me atrevía a incomodarlo más de lo que estaba.
—No me caen bien —pronunció con desagrado, volteando hacia su dirección—. Te recomiendo que no te cruces con ellos por lo que resta de la noche si no quieres volver disgustada —sugirió.
—Si no son amigos tuyos ¿Por qué están aquí?
Una mueca de desagrado se formó en el rostro de Dillon.
—Son hijos de unos de los accionistas, mi padre seguramente le dijo a Melione que invitara a toda la familia Buckley.
—¿Quién es Melione? —volvía preguntar ante mi incertidumbre.
—La ex secretaria de mi padre, su prometida, futura esposa y la razón principal por la que mis padres se separaron —contestó, dejando salir el aire contenido después de pronunciar la última palabra.
Asentí a pesar de sentirme incómoda. Me encontraba en un evento sin conocer a los responsables de tan semejante gala ni a los invitados, era una desconocida ajena que permanecía en la ignorancia.
Mi mirada no estaba centrada en algún punto en específico, pero aun así podía sentir los ojos de Dillon fijados en mí.
—Ela ¿Sucede algo?
Elevé mi mirada ante su pregunta.
—No sé absolutamente nada —pronuncié en voz baja, como si lo dijese para mí misma.
—¿Que? —arqueó una ceja.
Era consciente de que me había escuchado perfectamente, y que era mi respuesta la que no había comprendido.
—El Dillon de Dublín es muy diferente al de Clifden y siento que no te conozco del todo a pesar de haberte conocido desde hace seis meses y verte todos los días.
Mi respuesta no borró la confusión de su rostro.
—¿De qué hablas? —cuestionó dando un paso más hacia mí a pesar de haber estado cercas.
—Tu manera de actuar en tu propia casa, tu familia, tus amigos, cosas de Gwenhwyar... —mencioné— no te conozco —volví a enfatizar—. Creo que debimos de tener más charlas.
Sus labios se curvearon adaptándose a un pequeña y cálida sonrisa tras escuchar mi última frase.
Dillon inclinó su cabeza un poco más hacia mi quedando aún más cerca y sus sonrisa se amplió. Me mantuve sin moverme y tan solo pude mirarlo a los ojos. Quería adivinar su próximo movimiento o frase, pero no pude, eh intentar leer lo que atravesaba por su mente no se sentía correcto.
—Te recuerdo que esta persona a quien proclamas como un desconocido acaba de tocar la introducción de Sherk en un glamuroso evento para cumplir con tu reto. Si eso no me hace ser la persona a quien conoces entonces creo que soy yo el que debe ser culpado por ser reservado contigo.
No lo evité y comencé a reír ante sus palabras, pero dejé de hacerlo al recordar cómo fue interrumpido y alejado del violín por un hombre en traje elegante.
—Cierto. Pero será mejor que no me hagas caso a la próxima, creo que a los invitados no les agradó la música que tocaste. Un invitado hasta te hizo parar de tocar —le recordé.
—¿Invitado? Ese no era un invitado —comentó con seriedad.
Ya a punto de preguntar por la identidad del interruptor de la gracia de Dillon el susodicho con acompañante joven femenina tomada del brazo se acercó a nosotros. Nuevamente, Dillon recuperó la tensión que había perdido al mirar al hombre a los ojos y se forzó a sonreír a pesar de querer salir huyendo.
Mi curiosidad se disparó por los cielos al notar como ambos se sostenían la mirada sin decir nada, y pocos segundos después de ver el rostro de aquel hombre, la respuesta sobre su identidad fue aclarada al recordar la foto familiar que Dillon tenía en su habitación. Ojos fríamente azules, cabello rubio perfectamente peinado y no rastro de haber sonreido alguna vez en su vida era como podría describir al padre de Dillon, la persona parado frente a nosotros.
—Dillon ¿A caso no piensas introducirme a tu amiga? —preguntó su padre sin abandonar su firmeza.
Dillon no dijo nada, tan solo continuó sosteniéndole la mirada.
—Mi nombre es Ela —intervine presentándome ante su padre—. Soy de Clifden —agregué.
Su padre me miró por un par de segundos y volvió a enfocarse en Dillon sin decir nada.
—Padre ¿A caso no piensas introducirme a tu amiga? —repitió Dillon las palabras de su padre.
A comparación de Dillon, su padre no se quedó en silencio.
—Dillon, ella es Laoise —introdujo, volteando a la rubia que sostenía de su brazo—. Mi prometida.
Los ojos de Dillon se ampliaron y no dudó en retroceder un paso. La rubia ojos verdes mostró una sonrisa y estrechó su mano hacia Dillon la cual no fue sostenida.
—¡¿Pro-Prometida?! —exclamó Dillon olvidándose de regular su tono de voz ocasionando que algunas miradas se enfocaran por breves segundos hacia nuestra dirección— ¡¿Qué pasó con Melione?! ¡No hace mucho que me fui de Dublín y ustedes dos...! ¡¿Esto es una broma?! ¡No tiene ni la mitad de tu edad!
Su padre comenzaba a disgustarse ante cada palabra que Dillon gritaba. Sostuve el brazo de Dillon intentando que recobrara la calma, pero fue la voz autoritaria de su padre que lo hizo callar.
—No comiences a hacer una escena en este momento —demandó—. Y no lances ofensas.
—Querido —mencionó la rubia—, es evidente que es una sorpresa algo difícil para tu hijo, no le avisaste y estaba acostumbrado a la presencia de tu exnovia. Quizás si hablo con él y nos conocemos un poco pueda acostumbrarse.
Dillon rodó los ojos y su padre borró todo rastro de enojo y disgusto al voltear hacia su prometida.
—¿Hablar con él? ¿En este momento? —le preguntó su padre con voz suave. Su prometida asintió— Pero tengo que introducirte a unas personas.
—¿Pero no crees que es mejor formar una relación solida con mi futuro hijastro?
El desagrado de Dillon no dudó en salir al relucir siendo expresado a través de sus ojos al escuchar la última palabra pronunciada por la prometida de su padre.
—Tienes razón —accedió su padre— búscame en cuanto puedas, aún tenemos que hacer el anuncio oficial —le recordó, esbozando una sonrisa.
Su prometida le devolvió la sonrisa y el padre de Dillon se retiró de nuestra presencia dejándola con nosotros.
Dillon ejerció un poco de fuerza en mi mano, la cual aún sostenía la suya, y se dispuso a alejarse tan pronto su padre no mantenía su atención sobre nosotros.
—Dillon, espera —lo detuvo la prometida de su padre—. Esperé conocerte por mucho tiempo para hablar contigo, y finalmente puedo hacerlo.
—En cambio yo no comparto las mismas ganas de conocerte —respondió—. Suerte en tu matrimonio, sería un milagro si logra durar un año.
Una vez más intentó huir y una vez más fracasó.
—Necesito hablar contigo y supongo que con ella —dijo con un tono firme alejando la amabilidad que reflejaba con la presencia del padre de Dillon, volteándome a ver—. Hay que hablar afuera.
—No tenemos nada que hablar contigo, si nos disculpas iremos a buscar a nuestros amigos.
Su rostro adquirió un poco de frialdad y podía verse reflejada su impaciencia ante el rechazo de Dillon por su ansiada conversación con nosotros.
Dillon, con mi mano sujetada, se dio la vuelta y comenzó a caminar conmigo detrás de él, dándole la espalda a la prometida de su padre.
—¡Gwenhwyar! —pronunció en tono alto la prometida de su padre ocasionando que mi corazón saltara de mi pecho.
Ambos dejamos de caminar al escuchar el nombre. Dillon se giró hacia ella, soltó mi mano y se acercó hacia la prometida de su padre a paso veloz.
—¿De dónde conoces ese nombre? —preguntó con tono amenazante.
—Ambos salgan y hablemos —ordenó fríamente.
Ella se adelantó y nos guió hacia la oscura explanada del castillo en dónde ninguna persona estaba presente.
Las luces interiores del castillo se hacían visibles a través de los ventanales dándole un poco de iluminación a la explanada exterior del castillo, sin embargo, no era suficiente, si no tenía cuido fácilmente podía tropezar con mis pasos.
Al estar alejado de la entrada, Dillon no dudó en utilizar sus poderes y sin cuidado llevó a la prometida de su padre contra la pared inmovilizándola con enredaderas.
—¿De dónde conoces ese nombre? —reiteró sin paciencia.
—¿Quién eres? —le pregunté a la rubia.
El color de sus ojos me desconcertó por completo, no eran grises ni de ningún color anormal, eran comúnmente verdes.
—Mi nombre es Zéphyrine, sobrina de Khaospyrhos.
Dillon y yo cruzamos miradas.
—¿Y que eres? —pregunté con intriga al escuchar los nombres raros que agregaría a la lista de nombres que no le daré a mis futuros hijos.
La rubia arqueó una ceja
—¿Qué Gwenhwyar no les habló de nosotros? ¿No les contó la historia de su escape?
Ambos negamos.
—Nos contó de como la ayudaron a escapar, pero nunca mencionó sus nombres —respondió Dillon—. ¿Qué eres?
La respuesta de Dillon la dejó atónita, y al ver que no respondía su pregunta, Dillon ajustó aún más las enredaderas que la obligaban a estar pegada a la pared.
—Gwenhwyar ayudó a escapar a mi tío de su hermano cuando él suprimió a las hadas, ella abrió la barrera entre la tierra mágica y el mundo humano para escapar y siglos después, cuando nací, me ayudó a escapar a mí.
—¿Cuándo el hermano de tu tío suprimió a las hadas? —cuestioné— Pero las pixies fueron las que...
Dejé mis palabras al aire cuando mi cerebro comenzó a procesar la información y a conectar los puntos. Dillon, al igual que yo, llegó la misma conclusión lo que hizo que ajustar las enredaderas aún más.
—¡Eres una pixie! —la acusó Dillon. La mirada de la rubia fue una confirmación a nuestra sospecha— No lo entiendo, Gwenhwyar jamás ayudaría a escapar a dos pixies, despreciaba a esa especie.
Una risa sarcástica salió de ella.
—No los despreciaba tanto como creen, después de todo ellos estaban a punto de casarse antes de que la guerra se desatara.
Quedamos perplejos antes su explicación.
Las sorpresas parecían desencadenarse sin parar a tal punto en dónde la confirmación de vida extraterrestre me parecería algo dentro del rango de la normalidad.
Dillon se acercó a ella y la examinó de pies a cabeza.
—Tus ojos...
—Lentillas de color, son morados —le aseguró la rubia, interrumpiéndolo.
—Mi padre...
—Usé mis poderes en él para poder hablar contigo, después de hoy me alejaré. Nunca tuve ninguna intención en casarme con él —explicó.
Dillon asentía como si comprendiera todo a pesar de aun estar procesando la información recibida.
Había muchas preguntas por hacer con relación a Gwenhwyar, como encontró a Dillon, como había sobrevivido tanto tiempo en este mundo y su edad las cuales podríamos esperar por realizar en algún otro momento. Sin embargo, no dejaría pasar el saber la razón por la cual ansiaba hablar tanto con Dillon.
—¿Por qué buscaste a Dillon? ¿Qué quieres? —no me contuve en preguntarle.
—No quiero hablar con él, no era mi intención principalmente —contestó—. Pero no pude contactarme con Gwenhwyar así que necesito que me guían hacia ella, tengo noticias que debe saber.
—¿Qué clase de noticias? —le cuestionó Dillon.
—Mi tío... fue asesinado y creo que ella está en peligro.
Dillon se mantuvo en silencio y dirigió su mirada hacia mi implorando que fuese yo quien le revelara la desafortunada noticia.
Intenté hablar, pero no lo logré a la primera vez, ni a la segunda. Me arme de valor he intenté una tercera vez.
—Gwenhwyar también fue asesinada, no hace mucho.
La boca de la pixie se entreabrió, pero no dijo nada. Su respiración comenzó a entrecortarse como si comenzará a perder la calma y segundos después las enredaderas que Dillon había creado no fueron lo suficiente para retenerla, se deshizo de ellas y se acercó a nosotros.
—Si lo que dicen es cierto estamos en peligro —anunció la pixie—. Gwenhwyar era la última hada del consejo que poseía su magia, si no es que era la última viva.
—Gwenhwyar no poseía magia, y tampoco era hada miembro del consejo, era un hada común —le corrigió Dillon.
Una risa sarcástica se escuchó salir de ella.
—Supongo que no la conocían —se burló con amargura—. Gwenhwyar y su hermana eran miembros del consejo, la magia de ellas era una de las más poderosas que el consejo presenció durante décadas y cuando escapó con mi tío encapsuló su magia y se la confió a él por si las pixies la atrapaban.
Pude ver como los parpados de Dillon comenzaba a debilitarse, sin duda necesitaba un poco de espacio. Si la pixie continuaba hablando y revelando secreto de los cuales no estábamos enterados acerca de nuestra mentora Dillon sería capaz de huir, y no podía permitirlo.
—Mañana viajaremos a Londres para recolectar información hacerca de algo, pero el domingo regresaremos a Clifden —le hice saber—. Será mejor que hablemos allá, no creo que sea el mejor momento de revelar todos los secretos que Gwenhwyar ocultó de nosotros.
—Clifden —repitió la pixie, como si analizara la palabra—. En ese caso... los veo en Clifden.
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Hasta aquí tenia pensado que llegara el capitulo anterior, pero estaba excesivamente largo y por eso opté por separarlo en dos.
Espero que les haya gustado saber un poco más de Dillon y de Gwenhwyar. Aun hay muchas cosas por explicar... y que van a suceder.
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