18
Jaiko sonrió ampliamente mientras firmaba el manga titulado —Amor de Chocolate—, entregándolo con entusiasmo a la joven frente a ella, quien estaba sumamente emocionada. La chica soltó un grito de alegría antes de irse corriendo junto a sus amigas, el manga recién firmado en sus manos.
La fila frente a Jaiko parecía interminable, todos sostenían el mismo manga con ansias. Esta obra había sido creada por ella misma, la misma que la había llevado a ser conocida como —Maestra Jaiko—, un apodo cariñoso que sus admiradores le habían otorgado.
La vida para Jaiko y su madre había sido un camino complicado. Aunque habían fingido la muerte de su padre y hermano poco después de que fueran encarcelados, la verdad era que tiempo después habían muerto de verdad. La razón: ninguno de los dos estaba dispuesto a seguir órdenes o a bajar la cabeza, lo que enfureció a las personas equivocadas y terminó por causar su trágico destino.
Después de innumerables intentos y con la ayuda y consejos de Nobita, finalmente ganó un concurso de mangas y su obra fue publicada. Para su fortuna, se volvió sumamente popular no solo en Japón, sino también en otros países. Los ingresos adicionales le permitieron a Jaiko ayudar a su madre a transformar su modesta tienda en un próspero supermercado.
Ahora, ella asistía a la universidad, lo que significaba que después de todo lo que habían pasado, finalmente el mundo les sonreía tanto a ella como a su madre.
Jaiko salió finalmente de la junta con sus fans, miró el reloj de su muñeca y notó que apenas le quedaba una hora antes de reunirse con su amiga, por lo que se apresuró. Llegó a una pequeña cafetería y se sentó, esperando con paciencia. Unos minutos más tarde, llegó Ochaco acompañada por su madre.
Jaiko se levantó con una sonrisa radiante. —¿Estás lista?— preguntó, viendo cómo Ochaco se sonrojaba mucho.
—Aún no deberías avergonzarte,— murmuró la madre de Ochaco con una sonrisa burlona.
Ochaco negó con la cabeza mientras comenzaban a caminar, seguidas de cerca por Jaiko y su madre, quienes no podían ocultar su emoción y alegría.
Después de media hora, finalmente llegaron a un edificio de dos plantas con una fachada de cristales transparentes. Desde afuera, se podía ver varios maniquíes perfectamente vestidos con hermosos vestidos blancos de novia, que parecían flotar en el aire. Cada detalle de los vestidos, desde los encajes delicados hasta las faldas amplias y vaporosas, estaba diseñado para cautivar a quien los mirara. El resplandor del sol se filtraba a través de los cristales, creando un brillo mágico en el interior de la tienda.
Jaiko se acercó a un hermoso vestido de encaje, sosteniéndolo frente a Ochaco con una sonrisa radiante. —¿Qué te parece este? Creo que te quedaría perfecto para el gran día— sugirió con entusiasmo.
Ochaco tomó el vestido entre sus manos temblorosas, admirando los detalles con ojos brillantes. —Es hermoso...— murmuró, su voz apenas audible por la emoción.
La madre de Ochaco observaba con cariño a su hija y a Jaiko, sintiendo una oleada de nostalgia y alegría por este momento especial. —Jaiko tiene buen ojo, este vestido es realmente encantador— comentó con una sonrisa suave.
Jaiko asintió, con los ojos brillantes de emoción. —Sí, definitivamente creo que te hará lucir como una princesa, Ochaco.—
Ochaco se sonrojó intensamente, sosteniendo el vestido con cuidado. —¿Crees que... Nobita le gustará?—
Jaiko soltó una risita juguetona. —Oh, estoy segura de que le encantará. Imagina su rostro cuando te vea caminar hacia él en este vestido— dijo con un brillo travieso en los ojos.
Ochaco rió nerviosamente, imaginando la escena con timidez. —¡Jaiko, por favor!— exclamó, su voz llena de emoción y nerviosismo.
La madre de Ochaco se unió a la risa, disfrutando del ambiente alegre y emocionante. —Hija, este es un momento emocionante para ti. No te preocupes por lo que piense Nobita, lo importante es cómo te sientes tú— dijo con suavidad, poniendo una mano reconfortante sobre el hombro de Ochaco.
Jaiko asintió, sintiendo la emoción burbujeando en su pecho. —Tienes razón, mamá. Lo importante es que te sientas feliz y cómoda en tu vestido— dijo con sinceridad, compartiendo una mirada cómplice con Ochaco.
La tienda estaba llena de susurros de telas y el suave murmullo de las mujeres que buscaban el vestido perfecto. Las tres mujeres compartían momentos de risas, nerviosismo y emoción mientras continuaban explorando los vestidos.
Después de un rato, Ochaco finalmente encontró ese vestido. Sus ojos brillaban con lágrimas de felicidad mientras se miraba en el espejo, sintiéndose como una novia de verdad por primera vez.
Jaiko y la madre de Ochaco no pudieron contener las lágrimas al verla tan radiante y feliz. —Oh, Ochaco, te ves absolutamente hermosa— dijo Jaiko con voz emocionada, sintiendo el corazón lleno de alegría por su amiga.
Ochaco se volteó hacia ellas con una sonrisa resplandeciente. —Gracias, Jaiko. Gracias, mamá. No podría haber encontrado este vestido sin ustedes— dijo con gratitud en su voz, abrazando a ambas mujeres con fuerza.
La madre de Ochaco devolvió el abrazo con ternura. —Estamos aquí para ti en cada paso del camino, hija. Y estoy segura de que serás una novia increíble.—
Jaiko se unió al abrazo grupal, sintiendo la conexión y la emoción entre ellas. —Sí, Ochaco, eres una novia hermosa y estoy emocionada de ser parte de este día tan especial— dijo con cariño, sintiendo el corazón lleno de alegría y amor por su amiga.
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Nobita y Suneo estaban en plena celebración de su despedida de soltero, en un lugar apartado con una carpa y una fogata. Suneo, con una botella de whisky en la mano, se acercó a Nobita con una sonrisa traviesa.
—¿Qué te parece si hacemos algo realmente loco para tu despedida de soltero?— propuso Suneo con entusiasmo.
Nobita levantó una ceja, un poco nervioso. —¿Loco? ¿Como qué?—
Suneo dio un sorbo a su whisky y sonrió maliciosamente. —¡Saltemos de un avión! ¡Será una experiencia que nunca olvidaremos!—
Nobita casi se atraganta con su bebida. —¿¡Saltar de un avión!? ¡Estás loco, Suneo! No puedo hacer eso—
Suneo lo miró con complicidad. —Vamos, Nobita, solo necesitas un poco de empuje. Te prometo que será emocionante. Además, ¿cuándo más tendrás la oportunidad de hacer algo así?—
Nobita aún estaba indeciso, pero el brillo de emoción en los ojos de Suneo era contagioso. —Está bien, está bien, pero solo porque es mi despedida de soltero. Pero si me muero, ¡será tu culpa!—
Suneo rió con alegría y comenzaron a prepararse para el salto en paracaídas. Mientras se subían al avión, Nobita sudaba frío y agarraba con fuerza el asiento.
—¡Suneo, estoy empezando a arrepentirme de esto!— gritó Nobita sobre el ruido del motor.
Pero Suneo solo se rió y le dio una palmada en el hombro. —¡Relájate, amigo! ¡Esto será épico!—
El avión alcanzó la altura adecuada y los dos amigos se prepararon para el salto. Nobita miró hacia abajo, sintiendo mariposas en el estómago mientras el viento azotaba su rostro.
—¡No puedo hacer esto, Suneo! ¡Me niego!— gritó Nobita, agarrándose al borde de la puerta.
Pero Suneo ya estaba saltando, con un grito de emoción. —¡Vamos, Nobita! ¡No te arrepentirás!—
Con un grito mezcla de miedo y emoción, Nobita se lanzó detrás de él. La sensación de caída libre era indescriptible, el viento silbando en sus oídos mientras descendían hacia la tierra.
—Mira a tu alrededor, Nobita, ¡somos como pájaros libres!— gritó Suneo, riendo a carcajadas.
Nobita gritaba y cerraba los ojos, pero poco a poco comenzó a relajarse y a disfrutar del momento. —¡Esto es increíble, Suneo! ¡Estoy volando!—
De vuelta en tierra firme, Nobita y Suneo se abrazaron con euforia mientras el paracaídas se abría sobre ellos. —¡Lo hicimos, amigo!— gritó Nobita, su rostro iluminado por la emoción.
Suneo asintió, con una sonrisa de oreja a oreja. —¡Una experiencia que nunca olvidaremos!—
Después del salto, los dos amigos regresaron a la carpa, llenos de adrenalina y emoción. Suneo se acercó a Nobita con una botella de champán en la mano.
—¡Brindemos por nuestra valentía y por tu futura vida de casado, Nobita!— exclamó Suneo, sirviendo las copas.
Nobita sonrió ampliamente, aceptando la copa. —¡Por una noche épica y por mi increíble futura esposa!— dijo, chocando su copa con la de Suneo.
La fogata crepitaba en el centro de la carpa mientras los dos amigos reían y compartían historias de sus aventuras.
Después de la emocionante experiencia de saltar en paracaídas, Nobita y Suneo estaban llenos de energía y listos para más aventuras en su despedida de soltero. Suneo miró a su alrededor, buscando la próxima locura que podrían hacer.
—¿Qué te parece si vamos a un parque de diversiones extremo? ¡Seguro que encontramos algo que nos haga sentir más vivos que nunca!— sugirió Suneo con entusiasmo.
Nobita, todavía emocionado por el salto en paracaídas, asintió emocionado. —¡Claro! ¡Vamos a por ello!—
Sin perder tiempo, los dos amigos se dirigieron al parque de diversiones extremo más cercano. Una vez allí, se encontraron con una montaña rusa que parecía desafiar todas las leyes de la gravedad.
—¡Esa es la montaña rusa de la muerte!— exclamó Suneo, con los ojos brillando de emoción. —¡Tenemos que probarla!—
Nobita tragó saliva nerviosamente, pero la emoción de la noche lo impulsaba a aceptar el desafío. —¡Vamos entonces!—
Subieron a la montaña rusa, que subía y bajaba a velocidades vertiginosas, con giros y vueltas que desafiaban la gravedad. Nobita gritaba de emoción y miedo, agarrándose con fuerza a las barras de seguridad.
—¡Esto es increíble!— gritaba Suneo, riendo a carcajadas mientras la montaña rusa los lanzaba por el aire.
Después de la montaña rusa, se dirigieron a una atracción de bungee jumping que colgaba sobre un precipicio. Suneo estaba emocionado por la idea de lanzarse al vacío y sentir la adrenalina correr por sus venas.
—¡Nobita, vamos a saltar juntos! ¡Será una experiencia que nunca olvidaremos!— exclamó Suneo, mientras se preparaban para el salto.
Nobita estaba un poco más nervioso esta vez, pero la emoción de la noche lo impulsaba a aceptar el desafío una vez más. —¡Vamos, Suneo! ¡Juntos hasta el final!—
Con un grito de emoción, los dos amigos se lanzaron al vacío, sintiendo el viento azotar sus rostros mientras caían en picada. El tiempo parecía detenerse mientras disfrutaban de la sensación de estar suspendidos en el aire.
—¡Esto es lo más increíble que he hecho en mi vida!— gritaba Nobita, con los brazos extendidos y una sonrisa de oreja a oreja.
Suneo asintió con entusiasmo, compartiendo la emoción de su amigo. —¡Definitivamente no olvidaremos esta noche!—
Después del bungee jumping, los dos amigos regresaron a la carpa, llenos de adrenalina y emoción. Suneo sacó una guitarra y comenzó a tocar algunas canciones mientras Nobita cantaba alegremente y los dos reían juntos.
La noche continuó llena de risas, música y camaradería mientras celebraban la amistad y la próxima boda de Nobita. Era una despedida de soltero que nunca olvidarían, llena de aventuras alocadas y momentos inolvidables.
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Nobita estaba parado frente a un gran espejo, ajustando su corbata y peinándose el cabello una y otra vez. A su alrededor, sus padres Tamako y Nobizuke lo observaban con cariño, mientras Doraemon y Suneo compartían sonrisas felices por su amigo.
—¿Cómo me veo, mamá?— preguntó Nobita, mirando a su madre con una sonrisa nerviosa.
Tamako se acercó a él y le arregló la corbata con ternura. —Te ves absolutamente guapo, hijo. Ochaco va a quedar encantada cuando te vea.—
Nobita asintió, sintiendo un nudo en la garganta. —Estoy tan nervioso, mamá. Pero también estoy lleno de emoción. No puedo esperar para ver a Ochaco y casarme con ella.—
Nobizuke puso una mano en el hombro de Nobita. —Estamos todos muy orgullosos de ti, hijo. Has crecido tanto y ahora estás a punto de comenzar una nueva etapa en tu vida.—
Doraemon se acercó, sosteniendo un pequeño regalo. —Aquí tienes, Nobita. Un pequeño regalo para ti y Ochaco. Espero que les guste.—
Nobita tomó el regalo con gratitud, emocionado por lo que contenía. —¡Gracias, Doraemon! Estoy seguro de que a Ochaco le encantará.—
Suneo se acercó con una sonrisa burlona. —Bueno, bueno, ¿quién lo hubiera pensado? Nobita, el chico que solía perder su zapato en la escuela, ¡ahora está a punto de casarse!—
Nobita rió, sintiéndose nostálgico por esos tiempos. —Sí, han pasado muchas cosas desde entonces. Pero ahora tengo a la mujer más maravillosa a mi lado.—
Tamako se acercó a Nobita y le dio un abrazo cariñoso. —Estamos muy contentos de que hayas encontrado a alguien como Ochaco, hijo. Se nota lo mucho que se aman el uno al otro.—
En la sala contigua, Ochaco se encontraba lista para su gran día. Vestida con un hermoso vestido de novia que parecía sacado de un cuento de hadas, irradiaba una belleza y elegancia deslumbrantes. El vestido era de un blanco puro, con encaje delicado que adornaba el escote y las mangas largas, cayendo en una suave cascada de tela vaporosa hasta el suelo. La falda era voluminosa y se abría en una hermosa cola que se extendía tras ella con gracia.
Ochaco estaba rodeada por su madre y su padre, quienes la miraban con ojos llenos de amor y orgullo. Jaiko y Darami también estaban presentes, admirando a la novia con admiración y cariño.
—¡Oh, Ochaco, te ves absolutamente deslumbrante!— exclamó su madre con lágrimas de emoción en los ojos.
Su padre, con voz temblorosa, añadió: —Eres la imagen misma de la belleza y la gracia, hija mía. Estamos tan felices por ti.—
Ochaco sonrió con timidez, sintiendo una mezcla de nerviosismo y felicidad abrumadora. —Gracias, mamá, papá. Todo esto parece un sueño.—
Jaiko se acercó a ella, sosteniendo un ramo de flores blancas y rosadas. —Aquí tienes, Ochaco. Un ramo para que te acompañe en este día tan especial.—
Ochaco tomó el ramo con gratitud, admirando las hermosas flores que lo componían. —¡Gracias, Jaiko! Son preciosas.—
Darami también se acercó, sosteniendo una caja pequeña envuelta en un lazo rosa. —Y aquí tienes un pequeño regalo de mi parte. Espero que te guste.—
Con manos temblorosas por la emoción, Ochaco abrió la caja y encontró un par de aretes de perlas blancas, perfectamente elegantes para complementar su vestido. —¡Son hermosos, Darami! Gracias por este detalle tan especial.—
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Era una tarde radiante en la hermosa playa donde Nobita y Ochaco habían elegido un altar junto al mar para su boda. La arena dorada brillaba bajo el cálido sol y una suave brisa marina acariciaba suavemente sus rostros. Los amigos y familiares de la pareja se encontraban sentados en sillas blancas, con la mirada expectante y los corazones llenos de emoción.
Nobita estaba parado en el altar, con el corazón latiendo fuertemente en el pecho, esperando ansiosamente a que Ochaco llegara. Vestido elegantemente en un traje negro, sus ojos brillaban con amor y anticipación mientras miraba hacia el horizonte, donde el amor de su vida pronto aparecería.
En el otro extremo de la pasarela, Ochaco se tomaba del brazo de su padre, quien la conducía con paso firme hacia su futuro esposo. Su vestido de novia era una obra maestra de encaje y seda, con detalles delicados que se movían con gracia con cada paso que daba. Su cabello estaba adornado con flores blancas y un velo flotaba detrás de ella como una estela de felicidad.
Cuando la marcha nupcial comenzó a sonar, el corazón de Nobita dio un vuelco. Todo su ser se llenó de emoción al ver a Ochaco acercarse hacia él, radiante y hermosa como nunca antes. Su sonrisa era tan brillante como el sol sobre el mar, y sus ojos brillaban con amor y felicidad.
Los dos se encontraron en el altar, y el mundo pareció detenerse por un momento mientras se tomaban de las manos. Nobita miró profundamente a los ojos de Ochaco, perdiéndose en su mirada llena de amor y ternura. En ese instante, supo que estaba en el lugar exacto donde siempre había deseado estar: junto a la mujer que amaba más que a nada en el mundo.
—Ochaco...— murmuró Nobita, su voz cargada de emoción. —Desde el momento en que hablamos en aquel receso, supe que eras la persona con la que quería pasar el resto de mi vida. Eres mi luz, mi alegría, mi todo. Prometo amarte, respetarte y cuidarte todos los días de mi vida. Estoy tan agradecido de tenerte como mi compañera de vida.—
Ochaco, con los ojos llenos de lágrimas de felicidad, respondió con voz suave pero llena de emoción: —Nobita, desde el primer momento en que te vi, supe que eras el hombre con el que quería compartir mi vida. Eres mi roca, mi apoyo, mi amor eterno. Prometo amarte incondicionalmente, respetarte y estar a tu lado en las alegrías y en las tristezas. Eres mi amor verdadero, y estoy tan emocionada de comenzar este nuevo capítulo juntos.—
Con estas dulces y sinceras palabras, Nobita y Ochaco intercambiaron votos, sellando su amor y compromiso ante sus seres queridos y el mar como testigo. Ellos se abrazaron con ternura, sintiendo la calidez de sus corazones unidos en ese momento único y mágico. El amor y la felicidad llenaban el aire mientras el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, iluminando el comienzo de su vida juntos como marido y mujer.
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Dekisugi caminó hasta llegar a una parte apartada de la boda, donde vio a Shizuka con una botella de vino, visiblemente afectada por la ocasión.
—Así que viniste...— murmuró Dekisugi, sentándose a su lado con preocupación en sus ojos.
Shizuka asintió con tristeza. —Supongo que me invitaron más por cortesía que por otra cosa...— dijo, tomando un largo sorbo de vino. —No esperaba que me doliera tanto verlos juntos...—
Dekisugi la miró con seriedad, sintiendo el peso de la situación. —No deberías beber tanto...— dijo con cierto temor de que ella pudiera hacer una escena y arruinar el día de Ochaco y Nobita.
Shizuka bebió nuevamente de su vino, aunque esta vez con un gesto más apagado. —No te preocupes, si Nobita está con ella es mi culpa...— murmuró, sintiendo un nudo en la garganta. —Quiero que sea feliz, así que no haré nada para interferir.—
Dekisugi la observó mientras se levantaba, sintiendo una mezcla de tristeza y admiración por la valentía de Shizuka. —Espera, yo te acompaño...— dijo, poniéndose de pie rápidamente y siguiéndola mientras se alejaba.
Shizuka caminaba con paso decidido hacia la orilla del mar, con Dekisugi siguiéndola de cerca para asegurarse de que estuviera bien. A medida que se alejaban del bullicio de la fiesta, el sonido de las olas rompiendo suavemente en la playa llenaba el aire.
—Shizuka, ¿estás segura de que estás bien?— preguntó Dekisugi con preocupación mientras la alcanzaba.
Ella se detuvo y se volteó para mirarlo, sus ojos brillando con determinación a pesar de la tristeza. —Sí, Dekisugi. Necesito un momento para estar sola y procesar todo esto...— dijo con voz suave pero firme. —Gracias por preocuparte por mí.—
Dekisugi asintió con comprensión, sintiendo un nudo en la garganta al verla así. —Por supuesto, Shizuka. Estaré aquí si necesitas algo, ¿de acuerdo?—
Ella le ofreció una pequeña sonrisa agradecida. —Gracias, Dekisugi. Eres un buen amigo...—
Con eso, Shizuka se alejó hacia la orilla, dejando que las olas acariciaran sus pies descalzos. Dekisugi la observó por un momento, sintiendo un profundo deseo de poder hacer algo para aliviar su dolor. Sabía que no podía cambiar el pasado, pero estaba determinado a estar allí para ella en cada paso del camino hacia adelante.
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El tiempo pasó rápidamente para ellos. Ella ejercía la carrera que había estudiado, siendo química bióloga, mientras que Nobita, su esposo, se desempeñaba como conductor de noticias en la televisión. Juntos, habían logrado construir una vida plena y feliz.
Ahora tenían una casa propia, un acogedor refugio donde vivían con su pequeño hijo, Nobizeuke. La casa estaba llena de risas, amor y recuerdos felices. Las paredes resonaban con los juegos y travesuras del pequeño, mientras que los rincones guardaban momentos compartidos en familia.
Ochaco se había convertido en una científica respetada, dedicando su tiempo y energía a investigaciones que ayudaban a mejorar la vida de las personas. Sus descubrimientos en el campo de la química y la biología habían sido reconocidos y aplaudidos, y su pasión por la ciencia seguía ardiendo tan brillantemente como siempre.
Nobita, por su parte, había encontrado su vocación como comunicador en las noticias. Su voz era conocida por muchos, y su habilidad para transmitir información de manera clara y concisa lo había convertido en un favorito entre los espectadores. Siempre estaba al tanto de los eventos actuales y se esforzaba por brindar una perspectiva objetiva y honesta a su audiencia.
Pero lo más importante para ellos era su hijo, Nobizeuke, quien era el centro de su universo. Con sus risas contagiosas y su curiosidad insaciable, llenaba sus días de alegría y aventuras. Ochaco y Nobita disfrutaban cada momento que pasaban juntos como familia, creando recuerdos que atesorarían para siempre.
Ochaco, ahora una mujer adulta con una elegante aura de madurez, caminaba hacia el comedor al escuchar la voz emocionada de su hijo.
—Mamá— exclamó Nobizuke con una amplia sonrisa, corriendo hacia ella con los brazos abiertos.
La escena era tierna y reconfortante, pero de repente, algo en las gradas llamó la atención de Ochaco. Allí, vio a su versión más joven, de la época en que era una adolcente, junto a Doraemon mal escondidos. Un escalofrío recorrió su espalda al recordar ese momento, un recuerdo que había tratado de olvidar por mucho tiempo.
Era el día en que, influenciada por las palabras engañosas de Gigante, había decidido echar un vistazo al futuro utilizando la máquina del tiempo de Doraemon. En ese entonces, Gigante le había mentido diciéndole que ella sería su esposa, y ese falso futuro la había atormentado.
Ochaco observó con una mezcla de asombro y nostalgia cómo ella y Doraemon regresaban al pasado, reviviendo aquel momento que había marcado su vida de manera tan profunda.
—Así que esto era lo que vi aquella vez...— murmuró suavemente Ochaco, dejando que las emociones del pasado se mezclaran con las del presente.
—Puedo ir a jugar con Tadeo y Rina,,— pidió Nobisuke con una sonrisa emocionada, recibiendo un asentimiento de su madre.
Nobizuke estaba encantado. Tadeo era el hijo de Shizuka y Dekisugi, y aunque ella aún no se llevaba bien con los padres del niño, sabía que Tadeo era un niño amable y agradable. Respecto a Rina, ella era la hija de Suneo, y era evidente que Nobizuke sentía algo especial por ella.
Rina había capturado el corazón de Nobizuke y aunque Suneo solía bromear diciendo que su hija se convertiría en monja para evitar matrimonios, una parte de él estaba emocionado porque sus familias se unieran ya que Suneo se había vuelto en el mejor amiga de Nobita
Con una risa juguetona, Nobizuke salió corriendo hacia el jardín donde Tadeo y Rina lo estaban esperando. La felicidad y la alegría llenaban el aire mientras los niños reían y jugaban juntos, Ochaco observaba la escena con cariño desde la ventana.
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