Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

I

Buenos Aires, una ciudad llena de contrastes y de una rica historia que se refleja en cada una de sus esquinas. De anchas avenidas y edificios históricos de estilo europeo, que comparten espacio con una moderna arquitectura minimalista e industrial. Una ciudad vibrante y cosmopolita; y uno de sus lugares favoritos en el mundo. Su destino predilecto para breves vacaciones en el extranjero. Aunque si él tendría que señalar uno de sus grandes defectos, más allá del índice de criminalidad o la corrupción desmedida, sería su inmensa población. Todos concentrados innecesariamente en un único punto del mapa. Pasear en la mañana por la zona comercial porteña, puede transformarse en lo más parecido a una pequeña pesadilla urbana. Conductores enojados, obreros trabajando, gente caminando sin apartar la vista de sus celulares y, por sobre todo, un frenesí de hormonas de alfas y omegas que a cualquiera podría darle náuseas.

Por su bien, limitaría su paseo a una simple compra de víveres e ingredientes para el almuerzo y cena de aquel miércoles de marzo. Por lo que su recorrido comenzó en el Mercado de los Carruajes, ubicado en Retiro, en pleno Capital Federal. Tal vez no era la mejor opción si uno buscaba alejarse de la muchedumbre, pero el encanto vintage de la construcción y la calidad incomparable de los productos, era algo de lo que no podía privarse. Además, como una ventaja biológica de su segundo género, su aroma de alfa dominante era tan agrió y causaba tal escozor dentro de las fosas nasales, que cualquiera evitaba hasta el más mínimo roce con su cuerpo, dejando así un sendero libre para caminar sin entorpecimientos.

"¿Qué será hoy?", se preguntó observando las verduras de temporada. Todas presumían colores brillantes y texturas adecuadas, cualquiera sería la opción perfecta. Tampoco podía olvidarse del postre, las frutas otoñales eran especialmente dulces en aquella época. "Las frutillas huelen exquisito", pensó percibiendo un tenue aroma a ellas que debía provenir del pequeño cajón que tenía en frente repleto de aquel fruto de un rojo intenso. Pero, al tomar una de las frutillas y llevarla a su nariz para olfatear mejor aquel delicioso aroma, se dio cuenta que no era la fruta la que despedía esa fragancia que sus receptores olfativos estaban casi desesperados por inhalar de cerca.

Abandonó el puesto de frutas y verduras frescas que había estado antes curioseando, y se decidió a encontrar el origen del perfume. Casi se parecía a un perro tras el rastro de su presa. Había cientos de olores de distintos omegas que transitaban por aquella zona, pero ninguno de ellos era tan fuerte como el de las dulces frutillas de campos recién cosechadas que continuaba, caprichosamente, flotando en el aire sin un dueño a la vista.

Apartó unos cuantos mechones húmedos de su frente tras correr varios metros de un lado a otro en el mercado. Incluso se había quitado el saco de su traje dejándolo con una camisa blanca con un chaleco gris por encima. La gente, que no podía pasar por alto el fuerte hedor que despedía, chocaban a otras personas con tal de darle paso en su carrera. Preferían eso, antes de tener que bañarse al menos tres veces, para sacarse ese olor invasivo a caña y ruda que a Hannibal Lecter le había tocado en la lotería genética de aromas hormonales para el segundo género.

Se estaba a punto de volver loco. No podía dejar de pensar en distintas recetas y presentaciones con frutillas como protagonistas de la mesa. Un mousse, una copa de frutos rojos con crema, una salsa, alguna cena asiática agridulce y tantas otras cosas más que haría inspirado únicamente por ese aroma tan apetitoso e, incluso, erótico. Y entonces, como si el mismísimo Eros hubiera hecho oído de sus ruegos, entre una multitud de omegas comunes y corrientes, un muchacho de un sedoso cabello rizado, se apareció justo en frente de sus ojos, curioseando libros viejos en una muy poca estética tienda de antigüedades.

Al verlo cara a cara, no solo su fragancia era única en su tipo, sino que su rostro debía ser lo más cercano a la belleza con la que se retrataron a los hijos de la mismísima Afrodita. Sus rizos castaños parecían brillar con los tímidos haces de luz que alcanzaban su cuerpo. Éstos atravesaban pequeños tragaluces en lo alto de una pared de ladrillo visto. Sus ojos azules semejaban piedras preciosas flotando en lagos de blanca leche. Sus húmedos labios rosados regalaban forzosas sonrisas a comerciantes que no merecían ni una milésima de segundos de su precioso tiempo. Aquel omega era una clase de príncipe moderno por derecho de sangre, quien le provocaba una imperiosa necesidad por inclinarse ante su majestuosidad.

Esbozó una corta sonrisa ladina y se negó a desperdiciar un momento más de su existencia contemplando a aquella apolínea figura. Para su suerte —o como una señal del destino—, el joven presumía, en su níveo cuello, un collar de castidad negro. Probablemente estuviera soltero o, al menos, no le pertenecía a nadie en alma y cuerpo.

—Buenos días —enunció con disimulada galantería cerca de su hombro. Instante en el que aprovechó aspirar profundamente esa fragancia exquisita que estaba convulsionando cada célula de su sistema.

El joven se había apercibido para ese posible saludo, había detectado su presencia hacía al menos cinco minutos antes. Su aroma agrio y agresivo, había llegado a su nariz casi como un mensaje químico que lo buscaba entre el gentío. Respondió con sus mismas palabras, pero no levantó su rostro, prefirió continuar con su atención en el increíble diccionario de inglés antiguo que había descubierto olvidado en el interior de un baúl de cedro.

—¿Le incomoda mirar directamente a los ojos? —inquirió curioso con una sonrisa indescifrable sobre sus labios.

—No es eso —replicó cerrando el libro entre sus manos—. Ver el rostro de una persona genera muchas incógnitas e información innecesaria —agregó volteando su mirada hacia él—. Por ejemplo, por qué tiene tantas canas si se ven tan joven. Aunque también algunas arrugas alrededor de los ojos; y por la ropa que lleva, usted debe ser un alfa de la alta sociedad. ¿Por qué gasta su aliento en una omega de segunda como yo?

—Le cuento mis razones con una taza de café de por medio.

—Lástima, me quedaré con la duda —sentenció antes de retirarse del lugar con las manos vacías dentro de los bolsillos de su campera.

El triste sueldo que tenía como trabajador de medio tiempo en una peluquería canina, apenas si le alcanzaba para subsistir, ni siquiera podía permitirse los libros que necesitaba para comenzar su anteproyecto de tesis. Por ende, no tenía la paciencia ni la estabilidad mental para soportar a un alfa rico detrás de su cuello sin marca. Las pretensiones de apareamiento no eran algo nuevo en su día a día, más un alfa se arrodillaba ante él por la más breve de sus caricias y la más despreciable de sus palabras. 

_____________________

Nota:

Subiré cinco capítulos para empezar, luego iré subiendo los demás.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro