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XVII - Llamada

El día de ayer el capo no tuvo mucha suerte en comunicarse con su enemigo. Estaba realmente preocupado por lo que pudiera suceder, de verdad amaba a Raffael y debido a ello no se daría por vencido.
En la mañana volvió intentar llamar a Rizzo y finalmente tuvo éxito.

Pero al escuchar aquella voz su aura cambio completamente, si antes había dudado en matarlo, ahora estaba más que decidido a hacerlo.
No arriesgaría la paz de su amado por ningún imbécil, el mundo podría hundirse completamente con tal de que la persona que amaba estuviera bien.

—¿En qué habíamos quedado Rizzo?

—No sé de que estas hablando.

—Martín Fabrizio De la Vega.

—¿Qué tiene que ver el Profesor de mi hijo en todo esto?

—¡No te hagas el imbécil! Sabes a lo que me refiero ¿También me vas a negar tu conspiración junto a Tony?
Mira eso me tiene sin cuidado, solamente quiero que dejes a Martín fuera de esto.

Rizzo divago un poco ¿Tan rápido se le había caído el teatro? Aún le quedaba pendiente el conocer a Raffael.


—De verdad no creí que Fabrizio te importará, pero quiero que siga dándole clases a mi hijo. Te juro que no le haré nada, te doy mi palabra.

—Deja que su hijo lo vea, solamente te pido eso.

—Él puede salir con libertad, lo único que le he pedido es que sea puntual en las clases. Fuera de ahí no tengo nada planeado, estoy invirtiendo mi tiempo en un nuevo modelo de negocios.

—Y escúchame bien, si te metes con  Martín o su hijo me valdrá madre el acuerdo que tenemos.

—Puedes estar tranquilo Gabriel, pero no descuides tu puesto como capo.

Gabriel había olvidado el tema de los negocios por completo, estaba distraído arreglando asuntos personales que aún no ponía sus planes en marcha.
Y eso Rizzo lo supo de inmediato, sin duda el joven de ojos grises lo estaba distrayendo demasiado.

—De acuerdo, hablamos después.

Seguido de ello colgó el teléfono, y para su buena suerte el profesor había escuchado todo.
Raffael solo lo besó y le dio las gracias, sin duda estos días habían sido toda una aventura.

El capo lo envolvió entre sus brazos, quería hacerle sentir que todo estaría bien, que él estaría siempre para protegerlo.
Mientras que el joven de ojos grises deseaba tenerlo finalmente, quería llegar un poco más de lo habitual.

Tal vez lo que más le atraía era la manera en la que lo hacía sentir. Pero su deseo iba más allá de la razón, tal vez era un error ceder a absolutamente todo, pero estaba listo para entregarse en cuerpo y alma.

—Soy tuyo si así lo quieres.

—Te arrepentirás de ello, por que no voy a querer dejarte ir, te quedarás atado a mí permanentemente.
Quiero que seas consciente de lo que implica estar conmigo, vas a tener que guardar muchos secretos.

—Es lo que quiero, no deseo ser solo algo pasajero. Tú eres el único con el que quiero estar, nunca he estado con nadie y quiero que seas solo tú.

Estaba perdiendo la cordura por las caricias del Mafioso, lo tenía pidiendo más con cada roce, sentía que valía la pena perderse entre sus besos.
Debía prepararlo con cuidado y hacerlo despacio en lo que se acostumbraba a sus movimientos, no quería dañarlo de ningún modo.
Seguía acariciándolo como lo había hecho hasta ahora, necesitaba tenerlo relajado y que se olvidará del tiempo.

«Estaba más preocupado por que fuera especial, incluso más allá de su propia satisfacción»

—Si quieres que me detenga solo pídelo mi amor.

Eso había sonado tan dulce, nunca usaba otra palabra que no fuera "cariño", el joven de ojos grises no pudo evitar sonreír.
Raffael estaba convencido que él era el hombre con el que quería estar.

—¿Me quieres?

—Te adoro cariño. Mucho más de lo que imaginé.

—Necesito tenerte completamente para mí, no me apartes de tu lado.
Realmente quiero intentarlo contigo, deseo entregarme solamente a ti.

—Siempre serás mío, eso no va cambiar jamás, tenlo presente.
Y eso es por que yo soy tu perdición, te haré descender a lo más bajo de la tierra, que no te quepa duda de que vas a hundirte conmigo.

Raffael lo atrajo más para que Gabriel se hundiera plenamente en él, sellando el acto con un profundo beso.

La vida de Rizzo era muy distinta a la de Lombardi, podría decirse que le estaba llendo bien con la venta de las drogas. Un negocio que la Mafia reprochaba, ya que conlleva muchos riesgos.
Estaba sumergido en sus pensamientos, imaginando en lo distinta que sería su vida si Eliza todavía estuviera.

¿Valdría la pena si mataba a Raffael? ¿Sería la forma de sellar la muerte de su esposa? ¿Qué podía hacer si el principal capo de los Lombardi estaba muerto?
Probablemente no ganaría absolutamente nada, solo pondría en riesgo a su hijo Daniel.

Estaba sumergido en sus pensamientos cuando apareció Fabrizio.

—¿Qué sucede?

—Tal vez le haría bien comer algo, casi siempre se la vive aquí encerrado.

—Es parte de mi trabajo, además que me permite estar más tiempo en casa con mi hijo. Si hubiera seguido con mi carrera no tendría ni tiempo de dormir.

—¿Qué carrera fue la que eligió?

—Médico, pero no tuvo caso seguir en ello. Mi Padre se oponía rotundamente, quería que siguiera con lo establecido.
Y creo que al final tuvo razón —expresó con amargura—, ni siquiera pude salvar a mi esposa.

El Padre de Adrián estaba en prisión, cumpliendo una condena por un disturbio en el centro de la ciudad, entre otros negocios turbios.
Hace tiempo que el principal capo de los Rizzo quería hablar con su hijo, pero aún no le perdonaba el no haber hecho nada por la muerte de Eliza.

—Estoy seguro que no fue su culpa. No siempre podemos cambiar el destino, solamente debemos lidiar con ello y superarlo.

—Se que no puedo derrumbarme ahora, tengo algo más importante que mí propio sentir.

«Perdóname por haber permitido que esto te ocurriera»

Daniel era todo lo que le quedaba de Eliza, lo único que le importaba. Aquello que le recordaba que todavía valía la pena vivir.

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