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Tres (Fin)

El día había llegado, Franco, Alfa con más descaro que sentido común, se encontraba en el estadio del Barcelona.

Su propósito era más arriesgado, quizás incluso más peligroso que su propio trabajo, pero por amor se hacen locuras, ¿No?

Iba a pedirle permiso a Ronald Araújo, alias, "Bestia asesina, devorador de hombres" para salir con su hijo, Pablo.

Desde el palco, Franco observaba cómo Gavi corría como pollo sin cabeza por el campo.

El Omega era un mini terremoto, desafiando a todo el que se le cruzaba y dejando claro por qué era una pieza fundamental en el equipo.

Franco no podía apartar la mirada, sus ojos siempre reflejaban todas las emociones que sentía por ese omega, amor, orgullo, desesperación, bueno, desesperación es más por su suegrito.

A su lado, Pedri sonreía con picardía, chismoso de primera.

—¿Seguro que quieres hacer esto? Ronald no es precisamente... tolerante con estas cosas.

Franco tragó saliva pero levantó la barbilla con determinación, era un Alfa, y los Alfas eran valientes, además... ¿Qué era lo peor que podía hacerle su suegris?

—Gavi vale la pena, y si quiero estar con él, tengo que hacerlo bien.

Pedri rió entre dientes.

—Bien, amigo, no digas que no te advertí.

Eso no ayudó.

El partido terminó en una victoria para el Barça, un resultado que dejó a los jugadores exhaustos.

Gavi salió del campo con una sonrisa ligera y manchas de césped en el rostro, mientras Ronald y Raphinha se reunían con él en el túnel.

Pero antes de que pudieran hablar, Franco apareció, aún vestido con un elegante abrigo que lo hacía destacar en medio de los sudorosos jugadores, tenía que verse bonito para dar buena impresión.

—Señor Araújo, señor Raphael.—Comenzó Franco, con voz firme aunque su corazón latía como loco.

—Q-Quiero hablar con ustedes.—Y la firmeza se fue por el caño.

Ronald lo miró de arriba abajo, con su ceño fruncido tan severo que Gavi, que estaba al lado, sintió un escalofrío.

—¿Quién sos vos? —Preguntó Ronald, cruzándose de brazos.

Franco respiró hondo.

—Soy Franco Colapinto, señor y  estoy acá  porque estoy enamorado de su hijo.

Silencio.

Un silencio tan profundo que hasta los ecos del estadio parecían haberse detenido.

Gavi se puso rojo como un tomate.

—¡Franco!—Murmuró, tirando de su brazo como si quisiera sacarlo de allí.

Ronald alzó una ceja y luego miró a Raphinha, quien se estaba aguantando la risa.

—¿Estás diciendo que viniste acá para decirme que te gusta mi hijo?

—Sí, señor.—Respondió Franco, con la espalda recta.

—Quiero hacer las cosas bien.

Ronald asintió despacio.

—¿Y qué te hace pensar que sos bueno para mí hijo, enano desnutrido?

—¡Ronald! —Regañó Raphinha, aunque su tono estaba lleno de diversión.

Franco no retrocedió.

—Porque lo amo y haré lo que sea por él.

Ronald lo miró fijamente durante un segundo antes de dar un paso adelante.

—¿Ah, sí? Buen entonces, corre, muchacho. Porque voy a cazarte.

Y antes de que Franco pudiera responder, Ronald empezó a correr hacia él como si realmente quisiera hacerle algo... ¿No lo iba a hacer verdad? ¿Verdad?

Franco dejo su actitud de Alfa fuerte a un lado, giró sobre sus talones y empezó a correr como si su vida dependiera de ello... Tal vez...

—¡Vení acá que te mato vos maldito atrevido!

El estadio entero se convirtió en un espectáculo, con jugadores, técnicos y aficionados observando cómo Ronald perseguía al joven Alfa por el campo.

Gavi se cubría la cara con las manos, mortificado.

—Esto no está pasando, esto no está pasando.—Murmuraba, mientras Raphinha lo abrazaba por los hombros, riéndose a carcajadas.

—Déjalo, Pablo, es una tradición de papá oso.

—¡No es gracioso, papá!

Raphinha se encogió de hombros, sonriendo ampliamente.

Mientras tanto, Franco esquivaba bancos y saltaba los anuncios publicitarios, mientras Ronald, aunque claramente cansado después de 90 minutos de juego, parecía un demonio.

—¡Nunca te daré permiso! ¡Jamás! —Gritaba Ronald, aunque en el fondo estaba impresionado por la resistencia del chico.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, Raphinha decidió intervenir.

—Ronald, ya basta, no queremos que te dé algo, ¿O sí?

Ronald se detuvo, resoplando, mientras Franco, doblado por la cintura, intentaba recuperar el aliento a unos metros de distancia.

—Esto no significa que lo acepte.—Gruñó Ronald, señalando a Franco con un dedo.

Franco jadeando se enderezó y miró a Ronald con seriedad.

—Señor, haré lo que sea para ganarme su confianza, en serio.

Ronald lo fulminó con la mirada antes de cruzar los brazos y mirar a Gavi, que observaba todo con ojitos suplicantes.

—¿Lo queres? —Preguntó Ronald finalmente, su voz seria.

Gavi asintió tímidamente.

—Sí, papá.

Ronald suspiró profundamente, como si estuviera entregando una parte de su alma.

—Está bien, pero si le haces daño, Colapinto, no habrá lugar en la Tierra donde puedas esconderte.

Franco asintió.

—Lo entiendo perfectamente, señor.

Raphinha le dio una palmada a Ronald en la espalda.

—Bueno, muchacho, bienvenido a la familia. Y suerte. La vas a necesitar.

Más tarde esa noche, mientras estaban en casa, Ronald seguía murmurando.

Niños descarados y Alfas molestos, mientras Gavi y Raphinha reían a su lado.

—Gracias, papá.—Dijo Gavi suavemente, abrazándolo.

Ronald suspiró, rindiéndose por completo al amor por su hijo.

—Por ti, Pablo, lo que sea. Aunque todavía creo que podes conseguir algo mejor.

Raphinha soltó una carcajada, abrazándolos a ambos.

—Deja de ser tan dramático.

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