Dos
A los 20 años, Pablo era una tormenta en el campo y un imán fuera de él.
Había aprendido lo mejor de sus dos padres, la ferocidad y el instinto protector de Ronald, y la inteligencia y el carisma innato de Raphinha.
El resultado era un Omega que no conocía límites ni aceptaba que alguien más los impusiera por él.
Raphinha se mantenía tranquilo al ver cómo su cachorro, ahora era un adulto, que enfrentaba cualquier cosa sin miedo.
Ronald, en cambio, vivía al borde de un ataque de nervios cada vez que veía a Gavi lanzarse contra un Alfa que parecía dos veces más grande que él.
El partido contra el Atlético de Madrid era un ejemplo perfecto.
Gavi, con los ojos brillando, no había dudado en enfrentarse a Rodrigo de Paul, un Alfa corpulento que intentó intimidarlo en medio del campo.
Desde las gradas, Ronald y Raphinha observaban, uno no jugaba por acumulación de tarjetas y el otro por una pequeña lesión.
Ronald estaba al borde de la desesperación.
—Raph, ¿Viste eso? ¿Viste cómo ese Alfa intentó empujarlo? —Preguntó Ronald, señalando el campo con tanta fuerza que casi se tira la bebida encima.
—Sí, vi, y también vi cómo nuestro hijo lo dejó en el suelo con ese giro. Es un genio.
Ronald lo fulminó con la mirada.
—Eso no lo hace menos peligroso.
En ese momento, Gavi robó el balón con un choque limpio que envió al Alfa al césped, llevándose los aplausos del estadio, Ronald se levantó de golpe.
—¡Pablo! ¡Ten más cuidado! —Gritó, aunque sabía que su hijo no podía escucharlo desde esa distancia.
Raphinha lo jaló del brazo, riéndose.
—Si sigues así, te va a dar un infarto.
Ronald resopló, cruzándose de brazos como un oso molesto.
—Es que no puedo con esto. Va por la vida como si fuera invencible.
Raphinha le dio una palmadita en el hombro.
—Lo es, ¿De quién crees que aprendió a ser así?
Ronald no pudo evitar sonreír, aunque seguía murmurando "Omega testarudo".
El partido terminó con una victoria para el Barcelona, y mientras Gavi daba entrevistas en el campo, Ronald y Raphinha lo esperaban en el estacionamiento.
Ronald paseaba de un lado a otro como león enjaulado, mientras Raphinha revisaba su teléfono tranquilamente.
—¿Puedes dejar de caminar? Me estás mareando.—Dijo Raphinha sin levantar la vista.
—No puedo, ¿Sabes cuántos Alfas lo miraron hoy? ¿Cuántos? —Preguntó Ronald, deteniéndose frente a su esposo.
Raphinha levantó una ceja, divertido.
—¿Quieres que te dé un número aproximado o exacto?
Ronald gruñó.
—No es gracioso, Raph, cada semana hay uno nuevo, ¿Te acuerdas del del otro día? El que le llevó flores después del entrenamiento.
Raphinha se rió suavemente.
—Sí, y Gavi las dejó en el vestuario, no le interesa, Ronnie.
—¿Y el que le mandó un mensaje por Instagram? —Insistió Ronald.
—Lo bloqueó.
—¿Y el que lo esperó afuera del estadio?
—Ronald, basta.—Raphinha alzó las manos, agotado pero todavía divertido.
—Nuestro hijo tiene 20 años, no es un bebé. En algún momento va a encontrar un Alfa, y tendrás que aceptarlo.
Ronald hizo una mueca como si le hubieran dado un golpe en el estómago.
—No quiero aceptarlo.
Raphinha dejó escapar una carcajada.
—Eres ridículo.
En ese momento, Gavi salió del estadio, caminando hacia ellos con una sonrisa cansada pero satisfecha.
Al ver a su pá Ronald frunciendo el ceño, no pudo evitar reírse.
—¿Qué pasa ahora, papá? —Preguntó, sabiendo exactamente lo que rondaba en la cabeza de Ronald.
Ronald no perdió tiempo.
—¿Cuántos pretendientes te siguieron hoy, Pablo?
Gavi rodó los ojos, acostumbrado a estas escenas.
—Ninguno, papá, relájate.
—Eso decis siempre.—Ronald lo señaló, acusador.
Gavi se acercó a Raphinha, ignorando a Ronald.
—Papá, ¿Puedes calmarlo antes de que le dé algo?
Raphinha le dio una palmada en la espalda, riéndose.
—Déjalo, hijo, está en modo papá oso. No lo podemos evitar.
Gavi sonrió, divertido, y se giró hacia Ronald.
—Papá, no necesito a nadie, ¿No te has dado cuenta? Ya tengo la mejor familia del mundo.
Ronald intentó mantenerse firme, pero los ojos brillantes de Gavi, esos que siempre lo vencían, lo desarmaron por completo.
—Bueno... pero si llega a aparecer algún Alfa, quiero conocerlo primero.—Dijo finalmente, aunque sabía que estaba perdiendo la batalla.
Gavi soltó una risa y lo abrazó.
—No te preocupes, papá, si algún Alfa se atreve a acercarse, tú serás el primero en saberlo.
Raphinha los observó, sonriendo con ternura.
—Eres un caso perdido, Ronnie.
Ronald suspiró, abrazando a su hijo con fuerza.
—Y no me importa.
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