Sesenta y siete
«Conocé a Eva: Tu socia en ventas. Eva, como la primera mujer del mundo, marca un nuevo comienzo en la tecnología de pagos. Simplificá tus transacciones y llevá tu negocio al próximo nivel con Eva, la fusión perfecta de estilo y tecnología. Convertí cada compra en una experiencia única con Eva a tu lado. ¡El futuro de los pagos ya está acá, y se llama Eva!»
Evangelina no podía cerrar la boca de la sorpresa. Estaba al tanto de que la escueta beta con esos casi trescientos comerciantes que obtuvieron el reemplazo de Orson había terminado, y que la venta general había comenzado con una agresiva campaña publicitaria luego de la publinota en el noticiero de Daniel. Pero lo que no sabía era el nombre que Franco le había colocado a la terminal.
Eva.
Era la segunda semana de noviembre, y si no fuera por Patricio, ninguno hubiera puesto atención en el televisor de La Escondida; porque era la hora pico del mediodía, y nadie, nunca, presta atención a las tandas comerciales de los canales.
—Agradezco haber visto esto hoy, porque solo no tiene gracia. —Ángel intentaba contener la risa, recargado sobre sus antebrazos en la barra de la cocina—. ¿Por qué no nos dijiste que lo bautizaste con tu nombre? ¿Te dio vergüenza?
—¿En serio me creés capaz de ser tan narcisista como para ponerle mi nombre al aparato? —exclamó indignada—. ¡Lo voy a matar! ¡Te juro que lo voy a matar!
Evangelina tomó su teléfono, borraba y escribía el mensaje que le estaba enviando a Franco. Su cabeza era un caos entre reprocharle y pedirle explicaciones acerca del nombre. Estaba tan ensimismada en su aparato que nunca escuchó las risas contenidas de Patricio y Ángel al ver entrar a Franco, caminando a paso lento mientras comía un chupetín de frutilla, intentando contener la risa cuando esos dos comenzaron a gesticular en referencia al enojo de Evangelina.
Franco solo sorbió el chupetín exageradamente, colocándose frente a ella, que aún no notaba su presencia.
—No quisiera ser el receptor de ese mensaje —dijo de manera clara, provocando que Evangelina diera un respingo.
—¡Concha de tu hermana, Franco! —siseó para que no la escucharan los clientes —. Sí, enterate que te estaba escribiendo a vos. —Colocó el celular frente a su rostro—. Ahora me vas a escuchar.
Salió de su lugar tras la registradora, lo tomó de la muñeca y lo arrastró hasta la oficina de administración, mientras Franco seguía chupando el chupetín como un niño.
—Evi, ¿qué te pasa? —preguntó confundo, entre risas.
—¿Qué me pasa? ¿En serio lo decís? ¿Por qué le pusiste mi nombre al POS?
—Que yo sepa, tu nombre es Evangelina, no Eva. Fue lo primero que me aclaraste el día que nos conocimos —le remarcó apuntándola con el chupetín—. Además, Bruno me pidió al principio del proyecto que pensará un nombre comercial para la nueva terminal. Me hubiera gustado ponerle Orson, pero marketing y legales me sacaron cagando, no quieren comerse un juicio por parte del padre de Garfield. Así que le robé el nombre a la primera mujer del mundo, total Dios no tiene tiempo para hacerme juicio.
Evangelina estaba tiesa, quería reírse porque su argumento era totalmente válido y hasta gracioso. Esperaba que le soltara un justificativo enorme para ocultar que en realidad le había puesto su nombre al aparato, cegado por el amor que sentía por ella.
Pero se apresuró.
—Está bien, sí, le puse tu nombre —admitió—. Pero es en honor al trabajo excepcional que hiciste. Igual, Bruno puede confirmarte que quise ponerles Orson, y que es cierto que no me lo permitieron por el tema legal, y porque es un nombre sin atractivo comercial.
—Bueno... Igual ya no hay vuelta atrás, la campaña está en marcha, tocará acostumbrarme. ¡Pero debiste consultarme, Fran! Podíamos haber buscado un nombre juntos. Los dos somos los padres de esa cosa, ¿así vas a hacer el día que tengas un hijo?
—Prometo que cuando llegue ese momento lo vamos a elegir juntos, no te preocupes.
Lo dijo y se mandó el chupetín a la boca, consciente de que la había cagado al romper su promesa. Sin embargo, Evangelina se lo tomó en broma y le dio un empujoncito en el brazo.
—Que tarado que sos... Y si ya terminaste de reírte de mi, vuelvo a la caja antes de que venga Claudio, que desde que mandé el telegrama ando con pocas pulgas, y donde me diga algo lo mando a la mierda, total ya no me importa. Los dos nos vamos a ir, así que...
—No me digas que hablaste con Isidro.
Evangelina movió la cabeza afirmativamente, con suficiencia.
—Va a tirar para atrás el traspaso. Alan ya lo sabe, la semana que viene vuelve a Buenos Aires a tomar posesión. El que todavía no lo sabe es Claudio, tiene los días contados.
—Y... Ahora que todo vuelve a la normalidad... ¿Estás arrepentida de haber renunciado?
Suspiró, y negó con la cabeza.
—No... Los chicos igual se van, esta es la última semana de Ángel, Patito de un modo u otro también iba a renunciar en algún momento... Por más que Alan es mi amigo, él no comparte tanto tiempo conmigo y me hubiera quedado sola. Tu oferta llegó en el momento perfecto, es hora de pasar la página y seguir. Este lugar va a seguir funcionando, y siempre podemos venir a almorzar porque la oficina está cerca.
—Eso ni lo dudes, que Alan se prepare para el descontrol que vamos a hacer cada viernes, que prepare la mesa para seis.
—Bueno... ¿Y a qué viniste? En serio, Claudio está del orto porque Ángel se va el viernes y todavía no consiguieron un remplazo.
—Entonces vine a ponerlo más del orto. Evi, vamos a tener que adelantar el viaje, porque cuando lo programamos nos olvidamos de un pequeño detalle llamado mundial de futbol. La fecha de la charla justo coincide con la primer semana del mundial, y ya sabés cómo se pone el mundo entero cuando hay mundial. Así que nos vamos la semana que viene, lunes, martes, y ya el miércoles a la tarde estamos de regreso. Daniel no está, así que mi único obstáculo es Ken.
—¡Pero todavía no estoy lista, Fran!
—Ya te dije que no vas a estar sola, yo también voy a participar. Es más, para que te quedes tranquila, yo voy a oficiar la charla y te voy a dar el pie para que cuentes tu experiencia completa con Orson y posteriormente con Eva.
—Qué raro todo... Eva... —rio irónica—. Es como si hablara de mí.
—Es que sí, vas a hablar de vos. Ese POS tiene tu impronta, tu experiencia como comerciante, y un pedacito de tu vida. Por eso no me tembló el pulso a la hora de bautizarlos Eva.
—Sí, pero...
—A ver... ¿Qué nombre le hubieras puesto? —la desafió.
Evangelina se lo pensó un momento, rodando los ojos.
—No sé... ¿Poschi? Por POS y Chanchi.
Franco frunció la nariz en señal de reprobación, mientras giraba el chupetín dentro de su boca.
—Dejá... Mejor seguí desarrollando nuevos productos, que de los nombres comerciales me encargo yo.
Evangelina tomó un volante de promoción viejo que estaba en el escritorio, y luego de hacerlo un bollo se lo arrojó a Franco.
—Volvamos antes de que llegue Claudio, en serio, no tengo ganas de aguantarlo.
—Lo espero, muero por ver su cara cuando le diga que la semana que viene te vas a Uruguay.
—¿Café?
—Solo si me lo cobra Eva. —Franco hizo un gesto con sus dedos índice y pulgar para que Evangelina captara el chiste, inútilmente porque no entendió—. Si me cobrás con Eva —aclaró.
—No te voy a cobrar. Ni yo, ni la Eva electrónica.
Discutieron mientras salían de la oficina, durante el tiempo que le tomó a Patricio servir el café, y hasta que Claudio volvió al restaurante. Franco dejó de empecinarse en pagar el café cuando el joven insistió en que hiciera caso a Evangelina, alegando que era una cortesía de la casa. No le quedó otra que rodar los ojos, sabía perfectamente que lo hacía de chupamedias.
Y a Claudio se le borró la sonrisa cuando Franco le informó que su viaje se adelantaba. Sin embargo, lejos de reprocharle o pedirle que esperara hasta que Evangelina se desvinculara, puso de su parte para encontrar una solución.
—Tengo algunos perfiles preseleccionados, ¿qué te parece si mañana me ayudás a entrevistar y elegís la persona que creas más idónea? Así la capacitás para que pueda reemplazarte esos tres días, yo la superviso, pero necesito que le transfieras tus conocimientos.
—Me gusta la idea, sí —confirmó Evangelina mientras asentía mirando al vacío.
—No se diga más, ya mismo voy a citar a los postulantes para mañana, permiso.
Evangelina esperó a que Claudio desapareciera de la barra antes de hablar.
—¿Qué le hiciste? Se lo tomó demasiado bien —murmuró, temiendo que su jefe la escuchara.
—¿Yo? Nada —se excusó levantando los hombros—. Eso preguntáselo a mi patrimonio neto, él es el que lo cautivó, no yo. —Evangelina contuvo una risa, mientras él no pudo luchar contra la suya—. Me voy, Evi, tengo que pedirle a Ismael que adelante la fecha del viaje antes de que sea más tarde.
Franco dejó un beso en la mejilla de Evangelina, y salió disparado del restaurante, emocionado porque faltaba mucho menos para ese viaje que tanto ansiaba.
Y Evangelina igual, claro que al finalizar su jornada laboral. Sabía que era una oportunidad única para catapultar su nueva carrera, quería estar a la altura y para eso necesitaba prepararse como cualquier chica lo haría.
—¿A dónde la llevo, señorita?
—Al Abasto Shopping, por favor.
Suspiró mientras miraba esa tarjeta de débito que jamás había usado. Y aunque su lado racional lo veía como una inversión, su costado emocional le gritaba que era un capricho que se había estado negando durante mucho tiempo. Tenía los recursos, las ganas, y el móvil.
¿Qué le impedía auto agasajarse con una tarde de shopping? Nada. Ni nadie.
La canción acá es casi joda. Quería algo bien Girl Power y pensé en algo de urbano nenas de Argentina, y este temón de Emilia se me hizo bonita y acorde. 😛
¿Se acuerdan que les dije que el libro no se llamaba Eva por Evangelina? Acá está la respuesta del nombre de este tomo: Eva es la terminal POS que desarrollaron. Ahora vuelvan a leer la sinopsis con este dato. 🙃
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