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Fase IV - El bosque prohibido

Nunca vayas al bosque.

Los niños de Aramoor crecieron escuchando a sus padres decirles aquellas palabras. No existía una ley que impidiese a los habitantes adentrarse al bosque pero nadie quería ir allí.

El pueblo de Aramoor se caracterizaba por la felicidad que irradiaban sus habitantes y el noble corazón que poseían, todo en aquel lugar parecía sacado de un perfecto cuento de hadas. Excepto el terrorífico bosque.

Los colores vivos y alegres del pueblo finalizaban cuando el bosque iniciaba, un lugar tenebroso y silencioso al que nadie quería entrar. Por las noches se podían oír gritos desgarradores y el llanto de una multitud. Aquellos sonidos provenientes de entre los árboles causaban terror y escalofríos en los alegres pueblerinos, manteniéndolos alejados del lugar.

Pero Rose Grayson siempre fue una muchacha rebelde.

Todos en Aramoor solían hablar de ella, escandalizados por su personalidad y sus acciones. Rose no era de las que se amoldaban sino de las que rompían el molde sin importarles lo que la gente opinara. En un pueblo donde todo era luz, Rose era oscuridad. La oveja negra del rebaño.

Fue por eso que, mientras la gente celebraba el aniversario del pueblo con un baile, Rose se adentró al bosque ignorando todas las advertencias que había oído a lo largo de los años.

No sabía cómo explicarlo, pero había algo en su interior que la atraía hacia aquel lugar. El bosque despertaba su curiosidad y, aún cuando había crecido bajo la enseñanza de nunca poner un pie allí, no pudo evitar hacerlo.

La muchacha caminaba relajada, observando todo a su alrededor, como si no estuviese en el tenebroso bosque de Aramoor sino en una pradera rodeada de bellas mariposas. Se encontraba inexplicablemente maravillada ante lo que sus ojos veían, el bosque le parecía fascinante.

De repente, se oyó el crujido de una rama al ser pisada y Rose dirigió su mirada rápidamente al lugar del que provenía el sonido, encontrándose así con un hombre con aspecto de lunático que le sonreía de oreja a oreja.

-No deberías estar aquí, bonita.

El aroma a alcohol inundó las fosas nasales de la muchacha y la sonrisa de aquel hombre la intimidó, pero no lo demostró. Se mantuvo firme y con una expresión de seguridad. Una presa nunca debería mostrarse asustada frente a su cazador.

-No tengo miedo. Además, las leyendas sobre el bosque son puras mentiras para asustar niños.

La sonrisa del lunático se ensanchó.

-Las leyendas que creciste escuchando no son nada comparadas con la realidad, bonita. No hay monstruos, bestias o demonios aquí dentro. Hay algo mucho peor. Una oscuridad de la que no podrás escapar.

-¿Cómo sabe esas cosas? -preguntó.

-Mi fiel confidente me lo dijo. La luna conoce muchos secretos oscuros y me los ha revelado.

Rose frunció el entrecejo ante las palabras del hombre. Con cada palabra que decía la convencía aún más de que era un completo lunático.

-¿La luna se lo dijo? -inquirió con burla.

-Así es. Desde que tengo memoria, la luna me susurra al oído verdades que nadie conoce -dio un paso adelante -. Ahora mismo está hablándome.

-¿Qué es lo que dice? -su voz salió temblorosa al pronunciar aquellas palabras.

Los dientes amarillos del hombre volvieron a formar una gran sonrisa que le ponía los pelos de punta a Rose.

-La luna dice que nunca saldrás del bosque, Rose Grayson.

Cuando sus labios terminaron de pronunciar aquella frase, el hombre dio media vuelta y comenzó a caminar, alejándose de Rose. La joven se quedó de pie justo donde estaba, en medio del bosque al que, se suponía, no debía entrar.

Haciendo caso omiso a las palabras del lunático, Rose continuó con su caminata. Convencida de que aquel hombre debía ser alguien contratado por los adultos para espantar a los niños que los desobedeciesen e ingresarán al bosque prohibido.

A medida que avanzaba el lugar se volvía más tenebroso. Aramoor se encontraba atravesando la época invernal, por lo cual gran parte del lugar estaba cubierto de nieve. Sin embargo, el bosque que veían los ojos de Rose no era el mismo que mostraban las películas, con árboles cubiertos de blanco y copos de nieve cayendo del cielo. Lo que Rose veía era completamente diferente.

Los árboles congelados se veían amenazadores con las filosas puntas de sus ramas cerniendose sobre la muchacha, como si fuesen a acuchillarla en cualquier momento. El lago del lugar se encontraba congelado en su totalidad y bajo este podían verse rostros aterrorizados. Además, la densa oscuridad que dominaba el lugar le daba un aspecto aún más tenebroso del que ya poseía.

Un grito provocó que Rose se sobresaltara e inmediatamente se pusiera en alerta. Recorrió el lugar con la mirada, buscando cualquier amenaza posible. Y, mientras observaba su alrededor, se topó con un espejo.

Un espejo en medio del bosque.

Se vio reflejada en aquel espejo y avanzó hacia él inconscientemente, como si algo la estuviese atrayendo hacia el objeto. Una vez que estuvo frente a frente con su reflejo, ahogó un grito.

La imagen había cambiado. El reflejo de Rose poseía manchas negras por todo su cuerpo, como quemaduras, tenía una sonrisa tenebrosa muy parecida a la del lunático y sus ojos estaban teñidos de negro.

Con temor e incertidumbre, Rose acercó su mano al espejo y su reflejo la imitó. Cuando su dedo tocó la superficie del cristal pudo sentir la áspera piel de la Rose tenebrosa, y se apartó dando un salto hacia atrás. Pero su sorpresa fue aún mayor cuando un brazo cubierto de manchas negras salió del espejo y la tomó por la muñeca.

Su reflejo tiró de ella y la introdujo en el espejo.

No tuvo tiempo de procesar lo que ocurría porque, un segundo después de ingresar al espejo, fue atacada por cientos de seres oscuros. La atormentaron durante minutos que le parecieron una eternidad y, en todo momento, gritó por ayuda. Suplicó a gritos que alguien la ayudara pero nadie la escuchó.

-Suficiente.

Los seres oscuros se detuvieron en el momento en que se oyó aquella voz, haciéndose a un lado y permitiendo que Rose viera a quien había hablado. Frente a ella se encontraba el lunático con el que se había cruzado horas atrás.

-Bienvenida al campo de batalla, bonita.

A un lado de aquel hombre, estaba de pie el reflejo de Rose con un cofre en sus manos. Aquella Rose de ojos negros abrió el cofre y los seres oscuros se metieron dentro.

-El bosque de Aramoor es el hogar de la oscuridad, Rose -habló aquel hombre sin dejar de sonreír -. Aquí habita el lado oscuro de las personas, sus más grandes miedos y demonios.

Rose frunció el entrecejo.

-¿Las personas de Aramoor tienen un lado oscuro?

No creía que tal cosa fuese posible. Todos en Aramoor irradiaban felicidad y amabilidad, eran educados y comprensivos. No podía imaginarse que algún pueblerino tuviese un lado oscuro y terrorífico.

-Las personas son como la luna, con un lado oscuro que no dejan que nadie vea. Hasta el ser más bondadoso posee oscuridad. Y este espejo se encarga de mostrársela.

>> Este es el campo de batalla, bonita. Aquí se enfrentarán tu lado luminoso y tu lado oscuro, pero solo uno saldrá victorioso.

-Que comience la batalla -dijo el reflejo de Rose.

El cofre fue abierto nuevamente y los seres oscuros se arremolinaron sobre Rose para continuar con el tormento de minutos atrás. Dentro de aquel espejo estaba desatándose una guerra entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad, con el objetivo de conocer el lado que gobernaría a la muchacha.

El lado luminoso de Rose luchó durante horas, aferrándose con uñas y dientes al más pequeño destello de luz. Soportando los golpes y tormentos provenientes del lado oscuro.

Alguien llevaba la delantera en aquella batalla, y ese alguien no era el lado luminoso.

Rose se encontraba agotada, adolorida y angustiada. Ya no tenía fuerzas para seguir peleando la batalla. Ya no quería luchar.

Sin fuerzas ni ánimos de seguir, Rose Grayson permitió que su lado oscuro venciese al luminoso. Agotada por la batalla, Rose entregó la victoria a su lado oscuro y los demonios que la habían estado atormentando ingresaron en ella, alojándose en su corazón.

La Rose de la realidad se transformó en aquella que su reflejo le había mostrado. Dominada por la oscuridad. Porque no siempre el bien sale victorioso. Porque hay veces en que ya no podemos seguir luchando y caemos de rodillas, dándonos por vencidos, siendo consumidos por la oscuridad y dominados por nuestros miedos y demonios.

Las personas son como la luna, con un lado oscuro que no dejan que nadie vea. Pero, a veces, la oscuridad se cansa de jugar a las escondidas y decide mostrarse. A veces, el lado oscuro obtiene la victoria y pasa a ser el gobernante.

Fase 4
1468 palabras

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