
Capítulo 24
Otra vez yo con un nuevo capítulo, que lo disfruten.❤
Enzo D'Angelo.
Los malditos rusos no aprendían la lección, se atrevieron a atacar mi territorio como si a ellos no le importara que yo acabara con sus vidas. Supe que estaban desesperados luego de que descubrí a los dos infiltrados y envié sus cabezas a Rusia. Luka estaba a mi lado con el ceño fruncido, su mano derecha acariciando el mango de su pistola como si estuviera deseando que llegara el momento y matarlos.
El motor se apagó y salimos del auto. El frío de la noche me golpeó el rostro, pero lo ignoré. Mis sentidos estaban en alerta, atentos a cada sonido y movimientos. Ya había cadáveres de los rusos porque mis hombres llegaron unos minutos antes que yo.
—¡Hay un grupo en el callejón, jefe! —gritó uno de los hombres mientras señalaba a la derecha. Luka y yo nos desplazamos en silencio, moviéndonos con precisión.
Al girar a la izquierda vi a tres de ellos, sus siluetas eran apenas visibles en la penumbra, pero eso no me impidió levantar mi arma y dispararle al ruso más cercano. Luka hizo lo mismo y antes de que el tercero disparara la suya apreté nuevamente el gatillo varias veces.
La adrenalina bombeaba en mis venas, era adicto a esa mirada de terror que cruzaba en los rostros de mis enemigos antes de sus muertes.
No podíamos quedarnos en el mismo lugar por lo que salimos del callejón justo cuando venía otro ruso, Luka se encargó de eliminarlo y seguimos avanzando; disparándole a cualquier enemigo que se atravesara en nuestro camino.
A nuestro alrededor el sonido de los disparos se mezclaba en un caos frenético, el olor a pólvora prevalecía en el aire. Corrí hacia adelante al mismo tiempo que cambiaba el cargador de mi Glock para dispararle a uno que estaba a punto de matar a unos de mis hombres por la espalda.
—¡Cuidado! —El grito de Luka me hizo girar casi a tiempo para dispararle en la cabeza al hombre que tenía la intención de matarme. La bala me rozó el hombro izquierdo. Apreté los dientes al sentir la quemadura caliente extenderse por mi cuerpo.
Miré el cadáver y no dudé en vaciarle el resto de las balas que quedaba en mi pistola, era el último de los rusos por esta noche.
Fui a la entrada del almacén que esos hijos de puta habían atacado la primera vez y del cual tuve que mover mis mercancías. Adentro hay otro grupo de cadáveres que mis soldados apilan en una pequeña montaña. Me quedé ahí, mirando la escena. Otros de los soldados estaban revisando el perímetro y asegurándose que ninguna de estas ratas haya escapado.
Sentí un rastro de sangre correr por mi brazo, pero lo ignoré.
Jasha, que llegó a la ciudad luego de que Nikolay regresó a su país se acercó a mí.
—Jefe, ya di la orden y el equipo de limpieza no tardará en llegar. Quemaremos los cuerpos y me encargaré de interrogar a uno que dejé vivo a ver si tiene alguna información útil.
—Me avisas de inmediato si descubre algo —aceptó con un gesto de cabeza —. ¿Cuántos de nuestros hombres murieron?
—Solo dos y hay cinco heridos.
—Lleva a los heridos con el doctor Ferraro y Luka, tú te encargarás de comunicarte con la familia de esos dos soldados y cubrir todos los gatos para sus funerales. También deposítales dinero a las familias.
Ambos asintieron y salí del almacén. Quería llegar cuanto antes a la mansión y quitarme la sangre. Tuve que salir de mi casa cuando recibí la llamada de Jasha informándome del ataque.
—Yo conduciré —informó Luka cuando estuvo a mi lado.
—Yo lo haré. Vete a encargar de los funerales.
—No puedes manejar, tienes un brazo herido. Puedo encargarme de los funerales una vez que te deje en la mansión.
Gruñí molesto porque sé que tiene razón.
No tardamos mucho en salir del almacén, mis guardias como siempre me siguen en otros autos a una distancia prudente.
—¿Sigues pensando en llevar a cabo el plan? —preguntó una vez que nos encontramos en la carretera.
—Sí.
—¿Sabes que el matrimonio es para siempre, Enzo? ¿No crees que es una locura casarte con ella?
—Necesito casarme y ella es una buena opción.
—Hay un montón de mujeres nacidas en la mafia que estarían dispuestas a casarse contigo. ¿Se te olvida que es parte de tu plan y tuvo una relación sentimental que terminó por tu culpa? ¿Qué crees que sucederá cuando se entere de la verdad? Estoy seguro de que elegirá al ruso —sentí la tensión en mi cuerpo al imaginarme a Fiorella de nuevo con Nikolay.
—¿Por qué estás cuestionando mis planes?
—Soy tu consigliere y mano derecha, es mi deber aconsejarte.
—Sé lo que estoy haciendo, Luka. Una vez que ella sea mi esposa sé que él querrá salir de su escondite para recuperarla y cuando eso suceda, lo mataré y el próximo en caer será Dmitry y toda su organización.
—¿Entonces ella será el peón perfecto para atraerlo luego de tu boda?
No, Nikolay ni siquiera tendría la oportunidad de acercarse nuevamente a ella.
—Sí, solo es el peón.
Al llegar a la mansión, la seguridad verificó que somos nosotros y cuando lo confirmó abrió las puertas. Mi casa es una fortaleza, nadie entra o sale sin que los guardias o yo nos demos cuentas. Tengo el mejor sistema de seguridad, con una tecnología mejor que cualquier otra. No podía permitirme menos, no cuando mi familia y yo estábamos en riesgo constantemente.
La mansión era el corazón de un extenso complejo, que incluía la residencia de mi madre, un edificio donde se alojaban algunos de mis hombres y un campo de entrenamiento especialmente diseñado para forjar a nuestros soldados.
—¿Harás algo contra el ataque de esta noche?
—Sí, pero primero tendré una reunión con Aleksei en unas semanas. Le daré unos cuantos días a los rusos para que crean que no habrá represalias por lo de hoy.
Aceptó lo que dije con un gesto y detuvo el auto en la entrada de la casa. Me despedí de él y entré a la mansión. Necesito buscar un botiquín y limpiar la herida.
—Dio mio, figlio. Sei ferito. —Se acercó preocupada en cuanto me vio —. Estábamos tan preocupadas por ti. Hay que llamar al doctor —dijo teniendo cuidado en no tocar la herida.
La nonna, Chiara y Vera también se acercaron preocupadas, a pesar de que no era la primera vez que recibía una bala.
Busqué con la mirada a mi pajarito que se quedó atrás, su rostro se encontraba pálido y mostraba cierta inquietud, en cuanto nuestros ojos se cruzaron cambió la expresión de su rostro.
Todavía recordaba sus palabras y estoy de acuerdo en que no tengo su lealtad porque ella tampoco tiene la mía. Su fiereza y desafío me volvían loco y solo provocaba que quisiera someterla a mí, volver a poner su lindo culo rojo y follarla hasta que su cuerpo no soportara más. Pero se equivocaba en una cosa, y es que pronto pertenecería a la mafia como mi mujer, la señora D'Angelo.
—No llamaremos a nadie, estoy bien. Solo es una rozadura, limpiaré la herida y le pondré una venda.
—Yo te ayudaré, Enzo. Ya lo he hecho antes. —La mano de Vera tocó mi brazo sano, sin embargo, la aparté.
—No, Fiorella lo hará —entrecerró los ojos al escuchar lo que acabo de decir —. Vamos a mi habitación. —Me aparté de mi familia para acercarme a ella. Su cuerpo se puso tenso al tenerme tan cerca.
—La cena se servirá en una hora, pero tómense todo el tiempo que quieran —habló mi nonna mirándonos con picardía.
—No se preocupe, Claudia, no tardaremos nada —dijo con el rostro sonrojado y se dio la vuelta para salir de la sala.
La seguí observando el movimiento de su respingón culo en ese corto vestido rosa. Mi mano estaba ansiosa por azotarla, ¿por qué se puso esa ropa para otro hombre?
La idea de deshacerme de ese tal Alessandro seguía rondando en mi cabeza. Descubrí que no solo era un supuesto amigo, sino que fue su primer novio y si él pensaba que podría venir y recuperar lo que es mío, está jodidamente equivocado. Lo destruiría antes de meterle una bala.
—¿Dónde está el botiquín? —preguntó una vez que estuvimos en la habitación.
—En el baño, segundo cajón a la derecha —le dije y asintió. La seguí hasta el baño, quitándome la camisa ensangrentada. La tela se deslizó por mi brazo herido y tuve que reprimir una maldición entre dientes. El sangrado había disminuido, aunque la herida aún latía con un calor punzante.
Me senté en el borde de la bañera, esperando a que se acercara con el botiquín. No era la primera vez que me hallaba en una situación así, sin embargo, era la primera que agradecía estar herido.
—Vi tu mirada allá abajo, ¿estabas preocupada por mí, pajarito?
—No, lo que viste fue irritación porque alguien me quitó la oportunidad de dispararte —pronunció con una gran y falsa sonrisa.
Dejó el kit de primeros auxilios a mi lado y extrajo un frasco de solución salina estéril y empapó un pedazo de algodón. Abrí las piernas para que ella se pusiera entre ellas, la vi hacer una mueca por la cercanía, pero no dijo nada.
Sus senos quedaron justo en mi rostro cuando se inclinó a pasar el algodón mojado alrededor de la herida.
Mierda, mi creciente erección me estaba incomodando dentro de mi pantalón. Se sobresaltó al sentir mi toque en su muslo, acaricié su suave piel expuesta deseando volver a dejar mis marcas. Sus manos temblaron momentáneamente y el algodón casi se le cae. Miró hacia arriba, sus ojos encontrándose con los míos y la exasperación brillaba en los suyos.
Me dieron ganas de reírme, era tan fácil alterarla.
—¿Qué haces, D'Angelo? Deja de tocarme.
—Imposible —respondí en voz baja. Continué deslizando mis dedos hasta la parte superior de su muslo, no me detuve ahí, seguí explorando por dejado de su vestido hasta tocar la curva de su trasero —. Te pusiste este vestido para otro hombre y me desafiaste delante de mi familia.
Su respiración se volvió errática al sentir mi dedo acariciando su coño cubierto con encaje, su pecho subía y bajaba con rapidez y noté como sus ojos se nublaron por un instante antes de volver a enfocarse en mí.
—Primero, me visto para mí. No para alguien más, mucho menos para un hombre. Segundo, ya sabes lo que tienes que hacer para que quedarme callada, de lo contrario, seguiré diciéndote lo que quiera cuando me saques de mis casillas.
Mi pajarito no le teme a la muerte. Tiene más valor que muchos hombres que he conocido y que nunca se enfrentarían a mí por miedo.
Levanté el brazo herido ignorando el dolor y rodeé su garganta, cortando su suministro de aire.
El miedo estaba ahí, visible, aun así, no dejaba su actitud desafiante. Ella no retrocedía, ni siquiera ante la presión de mi mano en su cuello. Sosteniendo esa actitud rebelde que no se encontraba dispuesta a abandonar.
Hice a un lado su braga y rocé los labios de su coño, encontrándola empapada. Mordió su labio para evitar dejar escapar esos ruiditos que me vuelven jodidamente loco. Mi polla estaba pidiendo una liberación y hundirse en su apretado coño para llenarlo con mi semen.
—Si vas a matarme, hazlo de una vez, D'Angelo y deja de jugar conmigo —comentó en un jadeo.
Se sostuvo de mis hombros cuando sus piernas se debilitaron al sentir dos de mis dedos penetrarla. Observé con fascinación cada mueca y detalle de su rostro, como sus ojos se cerraban y luchaba con lo que la estoy haciendo sentir.
—No voy a matarte, dolcezza —aflojé el agarre de su cuello y dejó escapar un suspiro tembloroso —. No hay nada emociónate en eso. En cambio... —pellizqué su clítoris, haciéndola estremecerse y gritar. Saqué mis dedos de su interior solo para volver a meterlo de golpe —. Es mucho más fascinante provocarte orgasmos, ya sea con mi polla, mi boca o mis dedos.
Sus caderas se balancearon en busca de su liberación y yo le di lo que necesitaba para que se corriera con un fuerte gemido, empapando mis dedos. Lo saqué de su interior y me lo llevé a la boca, probando la dulzura de su esencia.
Podría correrme ahora mismo como un puto adolescente sin siquiera ser tocado.
—Eres deliciosa, dolcezza —no respondió —. Volverás a la empresa. —Eso la sacó de su bruma de placer y trató de alejarse, pero no lo permití.
—No.
—No fue una pregunta, pajarito. Es una orden.
—No. No tienes ningún poder para darme órdenes, D'Angelo.
Un intento de sonrisa se asomó en mis labios, ella era ingenua al creer que no tengo ningún poder sobre ella. Yo siempre consigo lo que quiero, ya sea por las buenas o a mi manera.
—Lo harás si no deseas que destruya la carrera de tus padres y la de tu amiga Beatrice —amenacé sin ningún tipo de remordimientos.
La vi quedar paralizada, sus ojos abiertos de par en par, fijos en mí con una mezcla de terror e incredulidad. Esta emoción era palpable en su rostro, sus músculos tensos, cada parpadeo lento como si aún no pudiera procesar lo que acababa de escuchar. La tensión en el cuarto del baño era palpable.
—No involucres a mi familia en nuestros asuntos, D'Angelo. —La furia era evidente en su voz y yo era un maldito bastardo porque eso solo me excitó más.
—Vuelve a la empresa.
—¿Por qué? No soy un activo, solo una pasante. ¿Por qué te tomas todas estas molestias? ¿Qué hice como para que ahora tengas una extraña obsesión conmigo? —cuestionó con enfado.
Existir y entrar en mi radar.
—Entonces, ¿qué decides? —ignoré sus preguntas y eso la hizo molestar más de lo que se encontraba.
Hundió su dedo en la herida hasta que el dolor se disparó en mi brazo, agudo y punzante. Aflojando mi agarre y ella aprovechó para liberarse. Aun así, mantuve mi expresión intacta.
—Vuelves a amenazar a mi familia y te juro que toda tu organización se quedará sin capo, D'Angelo.
Sí, definitivamente ella será mi esposa.
Nikolay Ivanov.
Las jaulas se hallaban llenas con mujeres encadenadas que serían vendidas en unas semanas en la subasta. Cada una llevaba un collar con un número que las identificaba.
Algunas se encontraban acurrucadas con la mirada perdida y sin esperanzas, otras seguían gritando por ser liberadas. Dmitry ordenó que su mercancía de mujeres fuera movidas a un lugar con mayor protección, ya que el último almacén en donde la tenían fue destruido por los italianos.
O eso es lo que él cree. Ha reforzado su seguridad porque piensa que D'Angelo logró infiltrar a alguien en sus filas y por eso supo en donde esconde a las mujeres. Eso ha provocado que desconfíe de sus hombres.
Está paranoico, no obstante, no piensa que yo soy la cabeza detrás de todo lo que está sucediendo. Seguirá pensando que es Enzo y ambos se atacaran hasta destruirse, lo que mantendrá ocupado al italiano y yo pronto podré recuperar a mi mujer.
Dmitry no ha podido comunicarse con el hombre que traiciona a Enzo, luego de que asesinaran a los dos que pensó que eran las ratas, el verdadero infiltrado cortó conexiones con nosotros por una temporada porque no quería que las pruebas apuntaran a él.
Espero que siga así, me dará más tiempo para destruir a mi padre.
—Diles a los soldados que hoy atacaremos el burdel, quiero que quemen todo.
—¿Hasta las personas que trabajan ahí, señor?
—Sí —respondí sin dudar.
—Entendido —asintió —. Y con el otro asunto, ¿qué haremos?
—Prepara a cinco de los mejores hombres, irán a Italia a secuestrar a Fiorella Vitale.
Hola, criaturas pecadoras. Espero que se encuentren bien.
¿Qué les pareció el capítulo? ¿Les gustó?
¿Creen que los hombres de Nikolay secuestren a Fiorella?
En tiktok (March_libros) les acabo de dejar un pequeño spoiler de lo que sucederá en el próximo capítulo.
Si les gustó el capítulo no se olviden de votar y comentar.
Les quiere, March.
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