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Holaaaa
Quiero que sepam algo, este capítulo fue escrito el 1/1/2025, son las 4:08 de la mañana , probablemente esto lo lean mucho después Pero este será un especial de año nuevo.
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La luz del sol entraba tímidamente por las ventanas de la habitación. Ale estaba recostada en la cama, envuelta en una sábana blanca que apenas le cubría el cuerpo. Miraba hacia el techo, claramente tímida, mientras Belén, que estaba sentada a su lado con una camiseta larga y despeinada, no podía dejar de mirarla con una sonrisa burlona.
-¿Qué te pasa, Alejandra? -preguntó Belén, inclinándose hacia ella mientras con una mano corría un mechón de cabello de Ale hacia un lado. -¿Te has puesto tímida ahora?
Ale se sonrojó y desvió la mirada. -No digas tonterías, Belén.
Belén rió suavemente, aunque su tono rápidamente se tornó más pícaro. -¿Ah, sí? Porque anoche no parecías tan tímida cuando tenías mis piernas aquí... -Belén hizo un gesto indicando sus hombros mientras susurraba, usando palabras muy gráficas para describir lo que habían hecho.
Ale soltó un resoplido nervioso y le lanzó una almohada. -¡Belén!
Belén la atrapó con facilidad y se inclinó aún más hacia ella. -¿Qué? ¿No quieres que recuerde cómo te gemías anoche cuando te agarré de aquí y te... -Belén dejó caer las palabras, bajando la voz en un tono que hizo que Ale se tapara el rostro con ambas manos, completamente roja.
-Eres una descarada, Belén, de verdad -murmuró Ale desde detrás de sus manos.
Belén se echó a reír, claramente disfrutando de la reacción de su novia. -Vamos, amor, no te pongas así. ¿O acaso no fue la mejor noche de tu vida?
Ale retiró las manos de su rostro para mirarla directamente. -¡Claro que lo fue! Pero eso no significa que tengas que repetirlo todo como si estuvieras escribiendo un guion porno.
Belén arqueó una ceja. -¿Es eso un reto? Porque podría escribir uno y te aseguro que sería un éxito.
Ambas estallaron en carcajadas, y Ale se incorporó un poco en la cama, apoyándose en un codo. -Eres imposible, Belén.
Belén se inclinó hacia ella y le dio un beso rápido en los labios antes de preguntar: -¿Y qué harás mañana, entonces? Dijiste algo de salir temprano, ¿no?
Ale asintió, aunque parecía dudar un poco en responder. -Sí... es algo importante, pero no puedes acompañarme.
Belén hizo un puchero exagerado. -¿Por qué no? ¿Qué puede ser más importante que pasar el día conmigo?
Ale sonrió y negó con la cabeza. -Belén, amor, no todo gira a tu alrededor. Además, ya te he dicho que no puedes venir.
Belén cruzó los brazos, fingiendo estar molesta. -Bien, si no puedo ir contigo, entonces me quedaré aquí con tus suegros. O tal vez salga con tus cuñadas. ¿Qué dices? ¿Me aceptarán en su club secreto de hermanas?
Ale soltó una carcajada. -Estoy segura de que Pau y Dany estarán encantadas de tenerte en su club. Aunque no sé si estás lista para sus bromas pesadas.
Belén se encogió de hombros. -Puedo con eso. Pero dime, ¿por qué estás tan emocionada? Has estado sonriendo como tonta toda la mañana.
La sonrisa de Ale se volvió más suave, casi nostálgica. -Es que... estoy emocionada. Pasaré año nuevo con mis hijas después de casi tres años.
Belén se quedó en silencio por un momento antes de sonreírle con ternura. -Es hermoso, Ale. Sé lo importante que es para ti estar con ellas.
-Lo es -respondió Ale, su voz cargada de emoción. -No tienes idea de cuánto las he extrañado.
Belén se acercó a ella y la abrazó, apoyando la barbilla en su hombro. -Y ellas te extrañaron a ti, amor. Pero ahora estás aquí, y sé que este año nuevo será inolvidable para ustedes tres.
Ale cerró los ojos y respiró profundamente, sintiendo el calor del abrazo de Belén. -Gracias, Belén. Por todo.
Belén se separó un poco para mirarla a los ojos y le dio un beso en la frente. -No tienes que agradecerme, Ale. Yo siempre estaré contigo, pase lo que pase.
Ambas se quedaron en silencio por unos segundos, disfrutando del momento antes de que Belén rompiera la seriedad con una sonrisa traviesa. -Ahora, ¿quieres que te recuerde lo que pasó anoche otra vez?
Ale rodó los ojos y le lanzó otra almohada, aunque esta vez ambas terminaron riendo juntas, listas para enfrentar el nuevo día.
El sonido en la puerta interrumpió las risas que compartían Ale y Belén. Ambas intercambiaron una mirada preocupada antes de escuchar la voz de Moni al otro lado.
-¡Ale, Belén! Necesito que salgan, por favor. Pasó algo.
Se vistieron rápidamente, Ale con una camiseta y unos jeans, y Belén optando por un vestido cómodo. Abrieron la puerta para encontrar a Moni con una expresión seria.
-¿Qué pasó? -preguntó Ale, el corazón comenzando a latir más rápido.
Moni suspiró profundamente. -Sofía vino hace un rato. Dijo que no aguantaba más a Isabella y la dejó aquí. Se suponía que iba a traerla en la noche, pero... bueno, está abajo ahora.
Ale sintió que una mezcla de ira y preocupación la invadía. Bajó las escaleras apresuradamente, con Belén y Moni siguiéndola de cerca. Al llegar al salón, vio a Isabella sentada en un sofá hablando con Luis. La pequeña tenía el cabello despeinado y un rostro apagado que rompió el corazón de Ale.
Cuando Isabella vio a Ale, sus ojos se iluminaron y corrió hacia ella. -¡Mami Ale!
Ale se agachó para abrazarla con fuerza, levantándola del suelo. Notó lo liviana que estaba, como si hubiera perdido peso desde la última vez que la vio hace una semana, cuando le dieron el alta. -Hola, mi amor. ¿Cómo estás?
Isabella se aferró a su cuello, escondiendo el rostro en su hombro. -No quiero volver con Sofía...
Ale sintió que un nudo se formaba en su garganta. Miró a Belén, que estaba de pie a su lado, y luego a Moni, que tenía una expresión preocupada. -Tranquila, Isa. ¿Ya desayunaste?
Isabella negó con la cabeza. -No tengo hambre...
-No, nada de eso -dijo Ale con suavidad. -Voy a prepararte algo rico.
Moni intervino en ese momento. -No hace falta, preparé unas galletas caseras esta mañana.
Ale asintió y caminó hacia el comedor con Isabella aún en brazos. La sentó suavemente en una silla y se inclinó para mirarla a los ojos. -Isa, mi amor, ¿qué pasó? ¿Por qué dices que no quieres volver con Sofía?
Los ojos de Isabella comenzaron a llenarse de lágrimas. -Porque no me quiere... nunca me ha querido. Siempre me grita, me dice que soy una carga, y... y...
-¿Y qué, mi cielo? -preguntó Ale con voz calmada, aunque sentía que el corazón se le rompía con cada palabra.
-Me pega... -murmuró Isabella, bajando la mirada.
Ale sintió que se le helaba la sangre. -¿Te pega?
Isabella asintió lentamente. -Sí, y también le pega a Ángela...
Belén, que estaba sirviendo las galletas, se detuvo de golpe y miró a Ale con alarma. Moni y Luis, que estaban de pie cerca, también quedaron paralizados.
-¿Qué quieres decir con que le pega a Ángela? -preguntó Ale con urgencia.
Isabella comenzó a sollozar. -Hace tres días Ángela y Sofía se pelearon... Sofía le pegó mucho, mami Ale. Le dejó la cara toda morada y sangraba de la boca. Ángela estaba muy enojada, dijo que ya no aguantaba más. Me pidió perdón por irse y prometió volver por mí. Creo que se fue a vivir con May...
El silencio en la habitación era abrumador. Todos los adultos intercambiaron miradas alarmadas. Ale tomó las manos de Isabella con ternura. -Isa, mi amor, necesito que me digas exactamente qué pasó ese día.
Isabella asintió, aunque seguía llorando. -Ángela llegó tarde a casa porque estaba buscando un regalo para mí. Sofía empezó a gritarle y a decirle que era una irresponsable, que nunca hacía nada bien. Ángela le contestó, y entonces Sofía... Sofía la golpeó. Primero en la cara, luego en el estómago. Ángela intentó defenderse, pero Sofía estaba muy enojada.
-¿Y tú qué hiciste, Isa? -preguntó Belén suavemente, arrodillándose a su lado.
-Me escondí en mi cuarto... pero podía escuchar todo. Ángela lloraba, y Sofía seguía gritándole. Cuando todo terminó, Ángela vino a verme. Estaba llena de moretones y tenía la boca hinchada. Me abrazó y me dijo que lo sentía mucho, que no podía quedarse más en esa casa, pero que volvería por mí.
Ale sintió que las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. Abrazó a Isabella con fuerza, intentando consolarla. -No te preocupes, Isa. Yo estoy aquí ahora, y te prometo que nada de esto volverá a pasar.
Luis, que había permanecido en silencio hasta ahora, dio un paso adelante. -Ale, tenemos que hacer algo. Esto no puede seguir así.
-Lo sé, papá -respondió Ale con determinación. Miró a Belén y luego a su madre. -No voy a permitir que Sofía siga lastimando a mis hijas.
Belén puso una mano en el hombro de Ale y asintió. -Estoy contigo en esto, amor. Vamos a protegerlas.
Isabella se aferró aún más a Ale, como si temiera que desapareciera. Ale acarició su cabello con ternura, susurrándole palabras de consuelo mientras en su interior planeaba el siguiente paso. No permitiría que Sofía lastimara a nadie más.
La comida del mediodía llegó poco después, y todos se sentaron en la mesa. Moni había preparado una comida casera deliciosa, llena de colores y aromas que llenaban la cocina con una calidez hogareña. Luis servía las bebidas mientras Belén ayudaba a repartir los platos.
Todos parecían animados, conversando entre bocados, excepto Isabella, quien apenas miraba su comida. Había cortado los trozos en porciones diminutas y los movía por el plato con el tenedor, sin llevarse nada a la boca. Ale, siempre atenta, notó de inmediato su comportamiento.
—Isa, mi amor, ¿no te gusta la comida? —preguntó Ale con suavidad, inclinándose un poco hacia ella.
Isabella levantó la mirada, algo nerviosa, y negó rápidamente con la cabeza. —No es eso, mami Ale...
—Entonces, ¿por qué no comes? —insistió Ale, observándola con preocupación.
Isabella bajó la mirada y murmuró, casi inaudible: —No quiero engordar...
Belén, que estaba cortando su comida, detuvo el cuchillo y miró a Isabella con una mezcla de sorpresa y ternura. Luis y Moni también intercambiaron miradas, aunque decidieron no intervenir por el momento.
Ale suspiró, tratando de mantener la calma. Sabía que había que manejar esto con cuidado. —Isa, mi amor, tú no necesitas preocuparte por eso. Estás perfecta tal como eres. Pero necesitas comer para estar fuerte y sana, ¿sí?
Isabella se encogió de hombros, aún moviendo los trocitos de comida por el plato.
Belén sonrió y decidió intervenir de manera divertida, sabiendo que quizás un cambio de tono podría ayudar. —A ver, pequeña princesa. Vamos a hacer un trato. Yo soy española, y en España tenemos un dicho: "Si no comes, te quedas sin energía para hacer cosas chulas."
Isabella la miró con curiosidad, y Belén continuó, fingiendo indignación. —¿Sabes lo que pasa si no comes? ¡Tu mami Ale va a ganarte en todos los juegos porque tendrá más energía que tú! Y no sé tú, pero yo jamás dejaría que alguien me gane solo porque no comí.
Isabella rió un poco, pero aún parecía dubitativa.
Belén se inclinó hacia ella y bajó la voz, como si compartiera un gran secreto. —Vamos a hacer algo. Si comes al menos la mitad del plato, yo... mmm... yo te contaré cómo le gané a tu mami Ale en una competencia de fuerza.
Ale levantó una ceja, fingiendo sorpresa. —¿Competencia de fuerza? Eso jamás pasó.
—Ah, ¿no? —Belén le guiñó un ojo a Isabella. —¡Entonces tendré que demostrarlo, pero solo si Isabella come!
Isabella sonrió tímidamente, mirando a Belén, y finalmente asintió. Empezó a comer pequeños bocados mientras Belén le hacía bromas para mantenerla distraída.
—Eso es, campeona. Uno más, y luego otro. ¿Ves? ¡Ya estás ganando!
Ale miraba la escena con gratitud y amor. Belén tenía una habilidad única para conectar con Isabella, para hacerla reír y sentirse segura. Cuando Isabella terminó la mitad del plato, levantó los brazos en señal de victoria, y todos en la mesa aplaudieron, incluidos Moni y Luis.
—¡Lo lograste, Isa! —dijo Belén, aplaudiendo también. —Eres una campeona.
Isabella sonrió ampliamente, su ánimo notablemente mejor. Ale se inclinó para besar su frente. —Estoy muy orgullosa de ti, mi cielo.
—Gracias, mami Ale... y gracias, Belén —dijo Isabella, sonriendo tímidamente hacia ella.
Belén le guiñó un ojo. —Siempre, pequeña. Siempre estaré aquí para ayudarte.
La tarde transcurría tranquila mientras los últimos preparativos para la fiesta de Año Nuevo avanzaban. Isabella, exhausta después del almuerzo y los juegos, dormía profundamente en una de las habitaciones. La casa estaba en completo silencio, salvo por los sonidos suaves de la cafetera y el leve tintineo de la cuchara de Alejandra al revolver su café.
Ale estaba apoyada en la barra de la cocina, revisando su teléfono con una leve sonrisa. Las luces del atardecer entraban por la ventana, iluminando su rostro y creando un ambiente cálido y apacible. Justo en ese momento, escuchó pasos tras ella y la voz inconfundible de Belén llenando el espacio.
—Joder, qué bien te ves en esa pose, cariño. —Belén habló con descaro, su acento español más marcado de lo habitual. Se acercó lentamente, con una mirada juguetona. —Me dan ganas de ponerte contra la encimera y comerte enterita, mami.
Ale se giró, sorprendida pero divertida, riendo mientras apagaba la pantalla de su celular y lo dejaba sobre la mesa. —¿Otra vez con tus coqueteos? ¿No te cansas nunca?
—¿Cansarme? Ni de coña, guapa. —Belén sonrió con picardía, apoyándose contra la encimera junto a Ale. La miró intensamente mientras se inclinaba un poco, su voz volviéndose más baja, más íntima. —Es que tienes una boca que pide a gritos que la bese... y un culo que me llama cada vez que lo veo.
Alejandra soltó una carcajada, llevándose una mano a la frente. —Eres imposible, Belén. Absolutamente imposible.
—No te hagas la dura, que sé que te encanta. —Belén aprovechó para deslizar una mano suavemente por la cintura de Ale, atrayéndola un poco hacia ella. —Anda, dame un beso. Uno de esos que me dejen pensando en ti toda la noche.
Ale negó con la cabeza, aunque su sonrisa delataba que estaba disfrutando del momento. —Estamos en casa de mis padres, ¿recuerdas? Podrían entrar en cualquier momento.
—Y qué. —Belén se encogió de hombros, acercando sus labios al oído de Ale. —Además, después de lo de esta mañana, ya tienen claro que no somos precisamente unas santas.
Alejandra rió de nuevo, tapándose la boca para no hacer mucho ruido. Se giró ligeramente, quedando cara a cara con Belén. —Gracias, por cierto, por lo de Isabella en el almuerzo. Fue muy lindo cómo la animaste a comer.
Belén ladeó la cabeza, fingiendo modestia. —Bueno, alguien tiene que ser el encanto de esta relación, ¿no?
—Ah, ¿el encanto? —Ale levantó una ceja, divertida. —¿Y yo qué soy entonces?
—Tú eres la razón por la que tengo ganas de ser mejor cada día. —Belén la miró con una sonrisa sincera, rompiendo momentáneamente su tono juguetón. —Y la razón por la que quiero quedarme aquí, en México, contigo.
El comentario tomó a Alejandra por sorpresa, y por un momento, su sonrisa se volvió más suave, más auténtica. —Belén...
Pero antes de que pudiera decir algo más, Belén volvió a sonreír con picardía y retomó su tono coquetón. —Así que venga, ¿qué me dices? ¿Me das un beso o tengo que ganármelo de otra manera?
Ale sacudió la cabeza, riendo, y finalmente cedió, inclinándose para besarla suavemente en los labios. —Eres insoportable, pero te adoro.
—Y yo a ti, guapa. —Belén la rodeó con ambos brazos, abrazándola mientras la besaba de nuevo, esta vez con más profundidad.
La voz de Luis desde la sala las interrumpió. —¡Chicas, no me digan que están empezando la fiesta sin nosotros!
Ambas rieron, separándose rápidamente pero sin dejar de mirarse con complicidad.
—Vamos, encanto, que hay que prepararse para recibir el Año Nuevo. —Belén le guiñó un ojo, tomando su mano mientras salían juntas de la cocina.
La casa comenzó a llenarse de voces, risas y el bullicio típico de una reunión familiar. Los padres de Alejandra, Moni y Luis, estaban en la sala recibiendo a los primeros en llegar. Ale y Belén, mientras tanto, estaban apartadas en una esquina de la cocina, fingiendo revisar algo en sus teléfonos pero realmente en su propio mundo.
Belén, como siempre, no podía resistir la tentación de coquetear con descaro. Apoyada contra la barra, observaba a Ale con una sonrisa traviesa mientras hablaba con su acento español marcado.
—Mira que estás guapa hoy, cariño. —Belén deslizó una mano por el brazo de Ale de manera sutil. —Esa faldita que llevas... joder, me está costando un mundo no levantártela aquí mismo y comerte entera.
Alejandra, que estaba tomando un sorbo de agua, casi se atraganta al escucharla. Tosió un poco mientras miraba a Belén, intentando mantener la compostura. —¿Es en serio, Belén? Estamos en casa de mis padres.
—¿Y qué? —Belén se encogió de hombros con una sonrisa pícaramente inocente. —No digo que lo haga ahora... aunque ganas no me faltan. Pero esta noche, cuando estemos solitas, te juro que voy a devorarte. —Se inclinó un poco más cerca, bajando la voz para susurrar al oído de Ale. —Voy a besarte cada centímetro de esa piel perfecta, empezando por tu cuello, bajando por tus tetas, y luego... bueno, ya sabes dónde.
Ale se llevó una mano a la frente, tratando de no reírse demasiado fuerte. —Eres imposible, ¿lo sabías?
—¿Imposible? —Belén levantó una ceja, fingiendo indignación. —Anda, dilo como es: soy irresistible.
Ale negó con la cabeza, mordiéndose el labio para no soltar una carcajada. Justo cuando iba a responder, escucharon un alboroto en la entrada.
—¡Ya están aquí! —gritó la voz entusiasta de Moni.
Ambas se callaron de inmediato, enderezándose como si nada hubiera pasado. A los pocos segundos, entraron Paulina y Daniela. Paulina llevaba de la mano a su esposa, Hanna, quien intentaba mantener el control de su hija Olivia, que saltaba de emoción. Daniela, por su parte, estaba acompañada de Valentín, su esposo, con quien iba de la mano.
—¡Tías! —Olivia gritó emocionada al ver a Ale y Belén. Pero antes de que pudiera correr hacia ellas, vio a Isabella, quien acababa de bajar las escaleras, y cambió de objetivo. —¡Isabella!
Olivia corrió hacia la pequeña y se lanzó a abrazarla con fuerza, casi haciéndola perder el equilibrio. Isabella rió, aunque un poco tímida, mientras correspondía el abrazo.
—Cuidado, Oli, que la vas a tirar. —Hanna intentó apartar a su hija suavemente, aunque no parecía muy convencida de que lo lograría.
—Está bien, tía Hanna. —Isabella sonrió, acariciando el cabello de Olivia. —Me alegra verte.
Mientras tanto, Paulina se acercó a Ale y Belén con una sonrisa cómplice. —¿Y ustedes qué? ¿Ya listas para despedir el año?
—Más que listas. —Belén respondió con su habitual tono confiado, aunque sus ojos brillaban con travesura al mirar a Ale.
Daniela también se acercó, dándole un abrazo a su hermana antes de mirar a Belén. —¿Cómo te trata mi hermana?
Belén se echó a reír, pasando un brazo por los hombros de Ale. —Tu hermana me trata como una reina, Dany. Y no voy a quejarme porque esta reina sabe cómo reinar.
Ale se sonrojó ligeramente mientras negaba con la cabeza. —No le hagán caso. Siempre está exagerando.
—Exagerando nada. —Belén la miró con un guiño.
Hanna se unió a la conversación, dejando a Olivia entretenida con Isabella. —Bueno, bueno, ¿y cómo van los planes para el nuevo año?
—Con muchas ganas. —Ale respondió, mirando a Belén.
—Más ganas tengo yo de comerme a esta. —Belén murmuró solo para Ale, aunque Paulina alcanzó a escucharla y se echó a reír.
—¡Belén! —Ale la golpeó suavemente en el brazo, intentando mantener la compostura.
—No puedo con vosotras. —Paulina negó con la cabeza entre risas.
—Venga, basta de bromas. —Daniela las interrumpió, aunque también estaba sonriendo. —Vamos al salón. Papá está preparando algo para brindar más tarde.
Todas asintieron, y el grupo se dirigió hacia la sala, dejando atrás el ambiente pícaro pero cálido de la cocina. La noche apenas comenzaba, y prometía estar llena de momentos memorables para la familia.
La charla animada continuaba en la sala mientras Alejandra conversaba con sus hermanas, Paulina y Daniela. Belén estaba abrazada a Ale, como siempre, con los brazos alrededor de su cintura y el mentón apoyado en su hombro. De vez en cuando, Belén añadía un comentario a la conversación, pero en general, estaba más interesada en acariciar el brazo de Ale y escuchar su voz.
De repente, Hanna y Valentín se acercaron con sonrisas cómplices y miradas pícaras.
—Belén, ven acá un momento. —dijo Valentín, haciendo un gesto para que los siguiera.
—Sí, charlas de cuñados. —añadió Hanna, con una sonrisa traviesa.
Belén levantó la cabeza, desconcertada, y miró a Ale como si le pidiera ayuda. —¿Qué quieren?
—Nada malo, mujer. —Hanna rio. —Solo queremos hablar contigo.
Ale sonrió, acariciándole la espalda a Belén para tranquilizarla. —Ve, no te preocupes. Te prometo que no te van a vender ni nada.
Belén bufó suavemente pero asintió. Se separó de Ale a regañadientes y siguió a Hanna y Valentín hacia el patio trasero. Una vez allí, los tres se sentaron en unas sillas alrededor de una mesa. La brisa fresca de la tarde ayudaba a calmar el nerviosismo evidente de Belén.
—Vale, ¿qué pasa? —preguntó Belén, cruzándose de brazos. —Si esto es una intervención, estoy nerviosa.
—No es una intervención, tranquila. —dijo Valentín con una sonrisa. —Queríamos hablar contigo porque... bueno, porque eres parte de la familia ahora.
—Exacto. —añadió Hanna, mirándola con calidez. —Y porque queremos asegurarnos de que sabes cuánto te queremos, y cuánto queremos a Ale.
Belén relajó un poco los hombros, aunque todavía estaba algo cautelosa. —¿Esto es una charla seria o me están asustando por diversión?
—Un poco de ambas. —bromeó Valentín, provocando una risa de Hanna.
Hanna se inclinó un poco hacia Belén. —Mira, sabemos que estás loca por Ale. Se nota en cómo la miras y cómo hablas de ella.
Belén sonrió, bajando la mirada por un momento. —Es que... estoy completamente enamorada de ella. —su voz se suavizó. —Sé que a Ale le cuesta mucho amar, pero con ella es diferente. Nunca había sentido algo así por nadie.
Hanna y Valentín intercambiaron una mirada cómplice antes de sonreírle.
—Te entendemos perfectamente. —dijo Valentín. —Cuando conocí a Dany, éramos igualitos que tú y Ale. Hormonas a mil, pasión a tope... hasta nos pescaban en cualquier lado.
—¡Es verdad! —Hanna estalló en risas. —¿Te acuerdas cuando los encontraron en el baño de esa gasolinera?
Belén abrió los ojos con incredulidad. —¿En serio?
—Sí. —admitió Valentín, riendo. —Nos cazaron dos veces, de hecho. Una en la gasolinera y otra... bueno, en el vestidor de un centro comercial.
Belén se llevó las manos a la cara, riendo. —¡Eso sí es no tener vergüenza!
—No te creas que Pau y yo éramos tan diferentes. —dijo Hanna, divertida. —Aunque Pau es pequeña de altura, es una fiera. Cuando empezamos a salir, era imposible mantener las manos quietas.
—¿Y también los atraparon? —preguntó Belén, aún riendo.
—Oh, sí. —Hanna suspiró teatralmente. —Una vez, antes de un show de la banda, Pau y yo estábamos... digamos, ocupadas en el camerino. Y justo en el momento menos oportuno, ¿quién crees que entró?
—¿Ale? —Belén adivinó.
—Exacto. —Hanna rio. —La pobre se quedó congelada. No sabía si irse, cerrar la puerta o qué. Yo solo le dije: "Cinco minutos y salimos".
Belén se dobló de la risa, imaginándose la escena. —¡Pobre Ale! Debió querer arrancarse los ojos.
—Totalmente. —asintió Valentín, aún riendo.
Después de unos segundos, Hanna recuperó la compostura y miró a Belén con seriedad, aunque con calidez. —Mira, Belén, más allá de las bromas, queremos decirte algo importante.
—Sí. —añadió Valentín. —Sabemos que Ale es nuestra cuñada y la hermana de nuestras esposas, pero para nosotros también es como nuestra hermanita pequeña. La queremos mucho, y queremos asegurarnos de que esté bien contigo.
—No te estamos diciendo esto para presionarte ni nada. —continuó Hanna. —Solo queremos que sepas que confiamos en ti para cuidarla. Y, por favor, no hagas lo que Sofía le hizo.
Belén asintió con firmeza, su expresión ahora seria. —Nunca le haría algo así. Ale es... es todo para mí. Siempre voy a cuidarla.
Hanna sonrió, poniéndole una mano en el hombro. —Sabíamos que dirías eso.
—Eres parte de la familia, Belén. —dijo Valentín con una sonrisa cálida. —Y estamos felices de que estés con Ale.
Belén sonrió, sintiéndose más cómoda y aceptada que nunca. —Gracias. Eso significa mucho para mí.
Después de un rato más de bromas y risas, los tres volvieron a la sala, donde Ale los miró con curiosidad.
—¿De qué hablaban? —preguntó, alzando una ceja.
—Nada, cosas de cuñados. —respondió Belén con una sonrisa, acercándose para besarle la mejilla.
Ale no insistió, pero no pudo evitar sonreír al ver la conexión que Belén había formado con su familia.
La noche ya estaba en marcha, y la sala estaba llena de risas y abrazos. Paulina no soltaba a su esposa, rodeándola con sus brazos mientras le susurraba algo al oído. Daniela hacía lo mismo con Valentín, inclinándose hacia él con una sonrisa radiante. En un rincón, Belén tenía a Alejandra entre sus brazos, apretándola suavemente mientras ambas conversaban con calma.
De repente, el timbre de la puerta sonó, y todos voltearon a mirar. Moni fue a abrir, pero antes de que pudiera decir algo, Ángela entró. Estaba de la mano de su novia, May, quien parecía preocupada.
Alejandra tardó solo un instante en reconocer a su hija. Apenas la vio, su corazón dio un vuelco al notar su rostro magullado y su postura cansada. Sin pensarlo dos veces, Ale corrió hacia ella, soltándose del abrazo de Belén.
—¡Ángela! —exclamó, llegando hasta su hija y rodeándola con fuerza en un abrazo. —¿Qué te pasó, mi amor? ¿Por qué estás así?
Ángela titubeó un poco antes de responder, evitando la mirada de su madre. —Estoy bien, ma. No es tan grave como parece.
Pero Ale no se lo creyó ni por un segundo. Se apartó un poco para mirarla mejor, pasando las manos suavemente por los hematomas en su rostro y los cortes en sus brazos. —¿Quién te hizo esto? —preguntó, su voz temblando entre la preocupación y la rabia.
Belén se acercó rápidamente, mirando también a Ángela con el ceño fruncido. —¿Qué pasó, cariño? ¿Alguien te atacó?
May dio un paso adelante, tomando la palabra. —No fue exactamente un ataque...
—¿Entonces qué fue? —interrumpió Ale, sin quitarle los ojos de encima a su hija.
Ángela respiró hondo, sabiendo que no podía evitar la conversación. —Peleé con Sofía... hace unos días.
El silencio que siguió fue abrumador. Todos en la sala quedaron inmóviles, procesando lo que acababan de escuchar.
—¿Qué? —preguntó Ale, su voz ahora cargada de incredulidad y rabia. —¿Sofía te hizo esto?
Ángela asintió con la cabeza, mordiéndose el labio. —Sí.
—¡Maldita sea! —exclamó Belén, llevando una mano a su frente, claramente enfadada.
Ale cerró los ojos un momento, tratando de controlar la furia que empezaba a hervir en su interior. —¿Qué pasó exactamente? —preguntó, manteniendo su voz lo más calmada posible por Ángela.
Ángela suspiró y comenzó a explicar. —Fue hace tres días. Estábamos discutiendo porque le dije que no estaba cuidando bien a Isabella... y las cosas se salieron de control. Empezó a gritarme, y cuando intenté calmarla, me empujó.
Ale apretó los puños, claramente conteniéndose para no gritar. —¿Y después?
—Intenté defenderme, pero... ella perdió el control. Me golpeó varias veces, y yo... yo no quería pelear con ella, así que me fui.
May intervino, tomando la mano de Ángela. —Desde entonces ha estado conmigo. No quería preocuparlos, pero...
—¿No querías preocuparnos? —interrumpió Ale, ahora con lágrimas en los ojos. —Ángela, eres mi hija. ¿Cómo no me ibas a preocupar?
Belén puso una mano en el hombro de Ale, tratando de calmarla. —Ale, respira. Tenemos que resolver esto con cabeza fría.
—¿Cabeza fría? —Ale se giró hacia Belén, su voz cargada de emociones. —¡Mi hija está llena de golpes porque esa mujer perdió el control otra vez!
Isabella, que había salido de su habitación al escuchar el alboroto, se acercó lentamente. —¿Ángela también peleó con Sofía?
Ale se volvió hacia su hija menor, asintiendo con tristeza. —Sí, mi amor.
Isabella frunció el ceño, claramente molesta. —Sofía siempre golpea a Ángela... y también me grita a mí.
La confesión dejó a todos sin palabras. Ale miró a Isabella con el corazón roto, acercándose para abrazarla. —Mi niña... ¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Porque no quería causar problemas. —respondió Isabella, con lágrimas en los ojos.
Ale cerró los ojos, abrazando a sus dos hijas mientras murmuraba. —Esto se acabó. No voy a permitir que Sofía las lastime más.
Belén, firme junto a ellas, asintió. —Estamos contigo, Ale. No vamos a dejar que eso siga ocurriendo.
May miró a Ángela con ternura, sosteniéndole la mano. —Tienes una familia que te quiere. No estás sola.
La familia entera se reunió alrededor, mostrando su apoyo. Lo que debía ser una celebración de Año Nuevo ahora se convertía en un momento de unión y fortaleza familiar, con Alejandra decidida a proteger a sus hijas a toda costa.
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Holaaaa.
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