Capítulo 24
Aiacos le pidió a Camus que se cubriera los ojos, los dos se encontraban a escasos cinco minutos para llegar a su destino.
La emoción por saber como era la casa de Aiacos mantenía a Camus con un poco de nervios, porqué finalmente sería el sitio donde los dos compartirían su vida juntos.
— Ya llegamos Camus, no te vayas a bajar por favor... Yo te llevo.
Las palabras de Aiacos eran reconfortantes para él y sobre todo le brindaba seguridad porqué era evidente que su pareja no lo dejaría bajar por su cuenta sin poder tener su sentido de la vista.
En el momento que Aiacos abrió la puerta del auto, Camus estaba por poner su pie en el suelo pero solo pudo sentir la calidez que emana de Aiacos rodear su cuerpo y llevarlo entre sus brazos con mucho cuidado.
— Esto es incómodo — Se quejó Camus dejando escapar una sonrisa esperando que Aiacos no se molestara.
— No pienso dejar que hagas esfuerzo y lo sabes. La primera orden que te dieron fue esa mi vida.
Eso era cierto, después de haber salido de aquella operación y tomando en cuenta en el estado de gestación que se encontraba fue su médico quien le pidió cuidarse un poco más ya que su embarazo estaba catalogado de alto riesgo.
Es por ello que Aiacos procuraba estar al pendiente de él.
Camus solo pudo sentir como Aiacos lo bajaba lentamente, escuchó el sonido de las llaves, en pocos segundos la puerta se abrió y su pareja lo fue guiando con mucho cuidado para evitar que se tropezara con algún objeto.
Aiacos al darse cuenta que su casa estaba totalmente recogida no pudo evitar sorprenderse porqué juraba que su amigo Radamanthys le dejara un total desastre.
En la pequeña mesa de centro que se encontraba en la sala, le pasó a dejar la sorpresa que guardaba para Camus, tal y como lo había pedido.
— Te voy a quitar con cuidado la venda que cubre tus hermosos ojos.
Ante esto Camus no pudo evitar dejar escapar una risa tierna, qué más podía pedir, si tenía a la persona más maravillosa del mundo a su lado.
En el momento que le retiraron aquella venda, no pudo evitar llevarse sus manos a su boca por la sorpresa que le esperaba en la sala.
— Bienvenido a nuestra casa mi amor — Susurro Aiacos tomando a Camus de la cintura por detrás, colocando su barbilla en el hombro de su pareja.
El joven galo se quedó totalmente sorprendido porqué en esa mesa los esperaba un pastel en forma de corazón adornado con fresas y además dos copas de cristal junto con un jugo espumoso de manzana.
— Aiacos tu casa es bonita.
— Nuestra cariño — Le respondió mientras lo guiaba hasta la sala.
Los dos tomaron asiento en el sofá grande, Aiacos tomó una rosa de las que adornaban la mesa y con cuidado la colocó en el cabello sedoso de Camus.
— Con rosa o sin rosa, tu sigues siendo una maravilla para mi.
El galo se sonrojó al instante por sus halagos de su pareja y se recargó en su hombro entrelazando sus dedos con los de su pareja.
— Entonces aquí será el lugar donde viviremos juntos tu y yo...
— En este lugar siempre me sentí solo, por eso buscaba llegar tarde del trabajo para no ver la misma rutina en la casa. Sin embargo ahora todo cambió — En ese momento Aiacos colocó su mano sobre el vientre de su pareja.
— Aiacos... — Le respondió en un tono dulce.
— Antes de que algo más suceda, te mostraré lo que tengo preparado para ti.
Aiacos se levantó del sillón y se colocó frente a Camus, una rodilla tocando el suelo y la otra flexionada mientras sacaba de su bolsillo una pequeña cajita de terciopelo negro.
En el momento que lo abrió, Camus se llevó una mano a su rostro sorprendido al ver un anillo con un pequeño diamantito incrustado en el centro, sus ojos comenzaron a cubrirse con un ligero brillo de las lágrimas que se asomaban por la felicidad y la dicha que sentía en esos momentos.
— Eres el ser más maravilloso que he conocido. Gracias a ti pude darme cuenta que puedo volver amar y que eres tan importante para mi que no me importaría dar la vida, cualquier sacrificio vale la pena porqué verte sonreír día a día es mi satisfacción. En tus brazos me siento totalmente seguro de lo que deseo en esta vida, quiero que estemos juntos para siempre... Camus ¿Quieres casarte conmigo? Prometo amarte hasta mi último día, hasta mi último suspiro y por siempre llevarte en mis recuerdos.
— Yo... Claro que acepto — En ese momento Camus se abalanzó sobre su pareja para poder abrazarlo.
El movimiento fue tan repentino que ni siquiera Aiacos pudo logra sostenerlo y ambos cayeron sobre la alfombra, Camus quedo sobre él.
Por fortuna el anillo aún estaba dentro de su estuche.
— Lo siento.
— No tienes porqué disculparte Camus — Tomó uno de sus mechones esmeraldas y lo colocó detrás de su oreja sin dejar de mirar el rostro de su amado galo.
El contrario le regaló una cálida sonrisa y ambos se fundieron en un un suave beso mientras Aiacos colocaba sus manos sobre la cintura de su pareja.
Conforme pasaban los segundos aquellos dedos comenzaron a recorrer la espalda de Camus hasta llegar a su cabeza para acercarlo aún más y profundizar ese ansiado beso.
— Aiacos — Se le escapó entre aquel beso su nombre cuando sintió como aquellos labios húmedos comenzaban a recorrer sus mejillas y después hasta su cuello.
Los dos querían lo mismo, sin embargo el sonido del timbre los interrumpió.
— ¿Visitas ahorita?
Los dos se quedaron sin decir algo, les cortaron el mejor momento.
Aiacos tomó la cajita de terciopelo del suelo y se incorporó primero para ayudar a su hermoso francés a levantarse del suelo.
Se arregló un poco su cabello alborotado y le dijo a Camus que lo esperara en el sillón mientras él recibía a la visita.
Se acomodó sus prendas y tomó la manija de la puerta para poder abrir con mucho cuidado.
Grande fue su sorpresa al ver de quien se trataba.
— Hola hermano, siento llegar así.
— ¿Milo?
Aiacos se quedó perplejo, no sabía como tomaría esto su hermano cuando entre y vea a Camus adentro.
Muchas dudas comenzaron a inundar su mente pero después se dio cuenta que Milo no venía solo, un chico de cabellos rubios un poco más joven que él, lo acompañaba.
— Kardia fue el que me dijo que aquí estabas con Camus, solo quiero pasar a ver como está Camus y como van las cosas entre ustedes.
Aiacos estaba por responderle pero en ese momento el joven de cabellos esmeralda se acercó a la puerta también.
— Aiacos, amor... Porqué demoras tan... — en ese preciso momento Camus se quedó sin poder terminar su frase cuando se dio cuenta de aquella visita.
— ¿Milo?
— Camus...
Respondió Milo en un tono muy seco, intentaba no dejarse llevar por sus sentimientos.
Sin embargo, él estaba ahí por un propósito y ese era terminar ese ciclo que lo unía aún con Camus.
Porqué quería darse una oportunidad en el amor pero Hyoga le insistió en todo este tiempo que necesitaba liberar todos sus sentimientos para poder darse una oportunidad con él.
— Sólo quiero hablar con Camus y después contigo Aiacos.
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