La lluvia ya se había ido junto con la noche, el césped lleno de rocío era iluminado por la delicia y calidez de los rayos del sol, como la hogaza de pan recién salida del horno.

El llano siempre era muy tranquilo, a su lado pasaba un riachuelo el cual silvaba por el sonido del agua corriendo, pequeñas flores se encontraban adornando de distintos colores por toda la planicie de esmeralda tonalidad. Era época de lluvia de abril y las gotas centellaban como pendientes de diamante a los pelatos de las vanidosas flores

En medio de todo el llano tan armonioso, había una casucha simple, incluso rudimentaria ya que hasta habían trepado las plantas cubriendo las paredes, pero daba un aspecto muy acogedor y cálido como un nido de una madre ruiseñor.

Ahí... En una de las ventanas, se podía ver desde afuera una recámara, bastante desornenada, aparentemente de una muchacha, ya que tenía un buro con un gran espejo redondo. Pomposos vestidos a montón regados por toda la habitación y una silla con una torre de platos y tazas de té, un desastre que no sabía uno por donde empezar.

En la pequeña cama, en medio de todo un montón de ropaje, sábanas y uno que otro libro, se podía ver sumergido algo que parecía moverse, crecía y se encogía dentro de los hedredones.

De la pila salió como un conejo de su madrigera, una chica ya en su temprana adultes , bastante adormilada se retorcía por salir de su nido de ropa, se estiró mientras se frotaba los ojos con los puños.

¿Quién será esta curiosa dama?