Capítulo 29
Capítulo 29. Complicaciones
Sasha Belova
11 de enero 2020
Mi espalda me odia.
Pero probablemente no voy a prestarle atención hasta que no baje de la nube y comience a doler, mientras tanto apenas puedo concentrarme en las mariposas arremolinándose en mi vientre bajo, el ardor y cosquilleo que se deslizan bajo mi piel erizándola por completo, el placer consumiéndome mientras jadeo contra su oreja.
—Belova...
—Por favor, por favor, por favor...—Mis pezones se tensan y me retuerzo envuelta en sus brazos alzándome lo suficiente como para que sus caderas encajen perfectamente entre mis piernas mientras me embiste.
Otra deuda cumplida: follarme mientras me sostiene contra la pared.
—No ruegues...
—Necesito...
—Voy a llevarte allí, voy a hacer que te corras, te bajaré al infierno si me lo pides, no tienes que rogarme—Mis paredes se tensan ante su admisión y suspiro con un gemido.
Lo sé, sé que puedo pedirle cualquier cosa y no va a decir que no, por alguna razón parece que esa palabra no existe en su vocabulario para mí y yo podría reír si no fuera por la manera en la que siento el ardor quemarme las venas, el sudor perlar nuestras pieles, el obsceno sonido de nuestros cuerpos chocando y él hundiéndose en mi humedad casi me hacen correrme.
—Jeremiah...—Rodeo su cuello con mis brazos y echo la cabeza hacia atrás jadeando cuando él gruñe contra mi pecho, cuando su ritmo se vuelve desesperado, clavo mis uñas en sus hombros recibiéndolo, gimiendo a la par de sus gruñidos.
—Preciosa, joder...—Gimo llevando una mano entre nosotros y trazando círculos en mi clítoris, se estremece cuando rozo su miembro a propósito cada vez que sale y luego estamos allí, explotando a la par, desmoronándonos uno contra el otro siendo consumidos por el éxtasis. Sus hombros se tensan bajo mis uñas y siento la calidez dentro de a mí a través del preservativo. Presiona una de sus manos en la pared a mi lado y yo suspiro extasiada recargando mi rostro en su hombro, sintiendo mis piernas temblar envueltas en sus caderas.
Nos hace girar hasta que es su espalda la que está contra la pared antes de arrastrarse por ella hasta sentarse en el suelo conmigo a horcajadas sobre él. Me desplomo contra su pecho suspirando, una de sus manos empuja mi cabeza hacia atrás hasta que su mirada se traba en la mía, le doy una sonrisa perezosa.
—Hola, preciosa—desliza sus dedos entre las hebras de mi cabello—. ¿Cómo estás?
—Bien, eso ha sido muy caliente, Greythorne—Ríe y yo me estremezco porque seguimos unidos. Recargo mi mejilla contra el lugar donde sus latidos se escuchan ligeramente acelerados bajo mi tacto.
—Debemos ir al bufete—dice, hago un simple sonido de afirmación sin moverme de mi lugar, sus dedos se deslizan por mi espalda desnuda, acariciando mi espina dorsal mi piel erizándose ante la estela tibia de su tacto—. Se hará tarde, Belova...
—No sería la primera vez que llegas tarde ¿O sí?
—Probablemente sí.
—Novato—Se ríe, suspirando me enderezo unos segundos después sobre él haciendo que salga y aprieto los párpados.
—No me digas que eres una experta en las tardanzas.
—En realidad no, tampoco puedo martirizarme mucho, el tráfico desde mi departamento es terrible, no importa qué tan temprano salgo, pero igual voy a llegar así que a veces hay que hacerse el relajado—Extiende una de sus manos deslizando sus nudillos por la piel entre mis pechos y bajo la vista a su caricia leve.
—Raro porque eres demasiado fanática del control.
—No siempre—Me encojo de hombros, nos toma unos minutos decidir finalmente ir a la ducha por separado porque entonces realmente se haría tarde, aprovecho para subirme a la cama mientras espero y probablemente termino quedándome dormida unos minutos antes de que regrese.
Su risa en mi oído me despierta, desliza una de sus manos por mi cintura y presiona un beso en mi sien.
—Arriba, Belova, se te hará tarde.
—¿Y a ti?
—Yo no tengo que pasar a cambiarme a ningún lado—resoplo sentándome en la cama para mirarlo, la camisa blanca todavía no está abotonada revelando parte de las líneas en su abdomen, alrededor de su cuello la corbata azul espera por ser anudada, el pantalón negro abraza sus piernas perfectamente y todavía va descalzo, muerdo mi labio inferior llevando una mano a mi cabello.
—Necesito un favor—digo aún sentada en la cama, hace un sonido de afirmación—. Una camisa...
—El armario...—Me pongo de pies sacudiendo la cabeza y acercándome hasta presionar mis labios en los suyos.
—Quiero esta—susurro deslizando mis dedos por los botones de la que lleva puesta.
—Ya es tuya—susurra contra mi boca y yo suelto una risita.
—¿Sí? —Asiente atrapando mi labio inferior entre los suyos y yo vuelvo a reír antes de alejarme—. Mentiras, usaré mi pijama no volveré a meterme allí—señalo el armario y una mínima sonrisa divertida se dibuja en sus labios.
—Que no hay ningún cadáver, Belova.
—Mejor prevenir—murmuro metiéndome al baño, no tomo mucho tiempo sobre todo porque tengo que volver a ducharme en mi casa para lavarme el cabello antes de irme al bufete.
Lavé mi ropa interior ayer mientras usaba su ropa porque terminé persuadida para quedarme aquí, digamos que el día no fue completamente aburrido, sobre todo porque pasé la tarde durmiendo, por extraño que parezca puedo dormir a esas horas sin tener pesadillas, sin embargo, estuve la mayor parte de la noche despierta y esa es la razón por la que no lo hago con frecuencia.
Jeremiah ya toma café cuando salgo completamente vestida a la cocina, tomo mi celular y mis llaves, creo que no traje nada más así que me acerco presionando un beso sobre sus labios, sus dedos se hunden en mi cabello sin dejarme escapar, su lengua se escabulle en mi boca provocando un gemido de mi parte. Presiono mis manos en sus hombros para estabilizarme antes de alejarme.
—Tengo que irme si no quiero llegar tarde—Hace un sonido por lo bajo presionando un beso en mi mejilla, cuando se aleja desliza uno de sus dedos por mi cuello observando el lugar curiosamente, luego alza sus ojos divertidos hasta trabar su mirada en la mía—. No me digas que...
—Lo siento, preciosa—Deslizo mi dedo por la pantalla de mi celular abriendo la cámara para ver el lugar, la marca rojiza comienza a oscurecerse, me quejo guardando el celular en el bolsillo de mi abrigo.
—Greythorne, joder...
—No fue a propósito.
—Una sola cosa te pido, maldita sea—Se ríe rodeando mi cintura con sus brazos cuando intento alejarme, cruzo mis brazos sobre mi pecho frunciendo el ceño—. Deja de reírte de mí.
—No me río de ti, lo siento, Belova.
—Vete a la mierda.
—Pero vienes conmigo, queda claro que no puedo vivir sin ti
—Amanecimos cursis—Me quejo deshaciéndome de su abrazo y él vuelve a reír deteniéndome—. Voy a llegar tarde, Greythorne.
—Mírame, Belova.
—¿Qué? —Su mirada se clava en la mía por unos segundos o tal vez minutos en los que le devuelvo la mirada esperando.
—Te quiero, preciosa y no estoy dejando que vayas a ningún lugar lejos de mi—Entreabro los labios para respirar. Eso pudo haber sonado algo acosador y casi quiero reír, pero el mariposeo en mi estómago se hace presente porque sé lo que quiso decir y mi pecho se calienta por esto.
—Gracias por eso—susurro ahuecando su mejilla en mi palma, presiono un beso sobre sus labios—. No estoy huyendo ¿Sí?
—Bien...
—Y sobre el bufete...—Aprieto los labios sin saber cómo pedirlo, siempre he sido honesta con él, pero queda claro que no soy la mejor en esto en algunos aspectos y no quiero volver a hacerlo lo mismo de hace unos días...
—No quieres que se sepa...
—Espera, no vayas a pensar que quiero convertirnos en un secreto sucio, Greythorne.
—No, sé a lo que te refieres, recuerda que cuando llegué todo mi trabajo se reducía a que era el hijo del socio mayoritario—Asiento apretando los labios con disgusto—. No te preocupes.
Sé dónde trabajamos, si bien el bufete suele ser bastante serio y profesional no quiere decir que no haya ciertas personas algo chismosas, no sería la primera vez que reducen a alguien a algún privilegio en los rumores y sé que si saben que Jeremiah y yo estamos juntos entonces mi trabajo va a reducirse a "la que se acuesta con el hijo del socio".
—Lo siento...—Su ceño se frunce y empuja un mechón de cabello detrás de mi oreja—. Sé que he estado volviendo esto más complicado de lo que debería.
—No, Belova, está bien, ciertamente necesitamos controlar ciertas cosas y créeme que yo no iba a pensar en eso—Sonrío levemente sacudiendo la cabeza—. De cualquier forma, hablaré con Carson, veré qué favor me debe para evitar que pueda hablar de esto porque si escucho algún rumor sobre ti me costará mi renuncia.
—¿Qué? No puedes...
—No puedo meterme en problemas legales con todo el bufete, Belova, sale más fácil renunciar y queda resuelto el hecho de que se supone que estarías saliendo con el hijo del socio si ya no estoy ahí—Suelto una risita entre dientes.
—Para eso renuncio yo y problema resuelto—Me encojo de hombros—. Ya tengo que irme.
—Si...
—Y para eso tienes que dejar de abrazarme, Greythorne—Palmeo su brazo rodeando mi cintura y él resopla—. No me digas que eras del tipo de novio pegajoso.
—Creo que había dicho que de hecho era desapegado—Hago un sonido en mi garganta finalmente acercándome a la puerta.
—Tal vez yo pueda diferir de ello—murmuro, viene detrás de mí, abriendo la puerta presiona un beso en mi frente.
—Tenemos tiempo para averiguarlo.
Cuando detengo el auto en mi lugar en el estacionamiento del edificio verifico mi celular notando el mensaje reciente, relamo mis labios antes de desbloquear el celular solo para notar que el mensaje ya no está, sin embargo, lo siguiente es una llamada entrante de Thais.
Mi ceño se frunce porque ella no suele estar despierta tan temprano a menos que haya estado en alguna fiesta y Thais normalmente no llama cuando ha estado de fiesta.
—¿Hola?
—Mmm, buenos días, Sasha ¿Cómo estás?
—Bien ¿Qué hiciste? Tu nunca llamas tan temprano—Ella hace un sonido vacilante y casi puedo adivinar que muerde su labio superior porque probablemente está en problemas.
—Yo no hice nada, pero...terminé en prisión—Me detengo antes de abrir la puerta del auto desviando la vista por todo el espacio solitario.
El estacionamiento subterráneo nunca me ha inspirado confianza, es por eso que de vez en cuando estaciono en el callejón contiguo al edificio, no soy la única de los que vivimos aquí que parece no confiar en lo solitario y algo aterrador que suele ser muy temprano en la mañana o muy tarde en la noche.
—¿Qué? ¿Cómo se supone que no hiciste nada y terminaste allí? ¿Te arrestaron por ser bonita? —Bajo del auto rápidamente activando la alarma, encaminándome a la entrada desvío la vista frunciendo el ceño al sentirme observada, solo encuentro a uno de mis vecinos llegando hacia su auto, pero este ni siquiera me mira, de cualquier forma, miro alrededor por unos segundos más antes de finalmente encaminarme al ascensor.
—Digamos que estaba en el lugar equivocado, las personas con la que andaba intentaron robar en un supermercado así que terminamos todos aquí, ya comprobaron que no soy culpable, pero necesito que alguien venga por mí por ser menor y no quiero alertar a mamá, sabes como se pondría—Casi puedo verla frunciendo sus labios en un puchero.
La madre de Thais suele darle bastante libertad, sin embargo, todo tiene un limite e ir a buscarla a prisión no creo que termine muy bien para ella, suelto un suspiro haciendo un sonido vacilante.
—Debería dejarte allí para que ella vaya y así aprendas a elegir mejores juntas.
—¡Sasha, no, por favor! —Ahogo una risa cuando el ascensor se detiene en mi departamento y cuelgo mis llaves en su lugar al lado de la puerta cuando estas se abren y salgo.
—Pásame la dirección, pero tienes que esperarte al menos media hora y por tu culpa estaré llegando tarde al bufete.
—Lo siento—murmura
—Espera ¿Dónde dejaste a Bleu?
—En casa, le dejé suficiente comida anoche—Hay un ruido viniendo de su lado y me detengo en mi camino a la cocina.
—¿Estarás bien mientras me esperas?
—Si, solo...no me dejes aquí.
—Estaré allí en media hora—respondo antes de que ella cuelgue, me muevo por el departamento sintiendo mi piel erizarse por alguna razón recordando sentirme observada en el estacionamiento.
No es raro que me sienta así, la verdad es que por alguna razón siempre que estoy fuera de mi departamento me siento alerta, sin embargo, esta vez no es la sensación habitual, lo cual me inquieta, no pienso mucho en ello porque he estado muy relajada desde navidad, he pensado en muchas cosas y he soltado el control demasiado para mi propia comodidad.
Me muevo con rapidez haciendo mi rutina habitual, acomodo el reloj de mi muñeca y decido saltarme el desayuno, recojo dos de mis carpetas de mi escritorio, mi bolso, mi laptop y entro al ascensor acomodando todo entre mis brazos, cuando la caja metálica se detiene en el estacionamiento no puedo evitar desviar la vista a todos lados.
Decido que solo he estado paranoica por mis pesadillas y la fecha reciente.
Veinte minutos después recojo a Thais decidiendo que puedo darle yo el sermón que va a evitar de parte de su madre.
El bufete está silencioso esta mañana cuando el ascensor se detiene en el piso diez del edificio donde se encuentra F&G, abarca dos pisos de uno de los edificios más altos de Saint Naldens y se encuentra prácticamente en el centro de la ciudad.
Se supone que debimos haber vuelto de las vacaciones decembrinas hace una semana, sin embargo, se aprovechó este tiempo para algunas remodelaciones. Las oficinas suelen estar divididas por cristales hasta mas de la mitad, elegí una con mas cristales que concreto porque los lugares muy cerrados me abruman y se me concedió la oficina porque había varias vacías cuando me contrataron.
Me digo que puedo ver la remodelación luego mientras me encamino rápidamente por el pasillo de las oficinas hacia la mía porque ya voy llegando casi una hora tarde, evito mirar hacia la oficina de Jeremiah cuando paso allí apretando mis labios ante el traqueteo de mis tacones contra el mármol blanco, dejo mi bolso sobre el escritorio sacando mi portátil y las carpetas antes de ocupar mi silla.
—¿Llegando tarde el primer día, Gnomo? —Doy un respingo alzando la vista para ver a Carson y llevo una mano a mi pecho—. Buenos días.
—Buenos días, Dietrich—Antes de que pueda evitarlo ingresa en mi oficina, apretando una carpeta marrón entre sus dedos. Por alguna razón cada uno de nosotros tiene un color predilecto para las carpetas y artículos, en mi caso por supuesto es el rojo.
—¿Qué tal terminaron las fiestas? Apenas apareciste por el grupo—Me encojo de hombros y relamo mis labios tomando un bolígrafo de mi portalápices. Carson sabe que no suelo interactuar en el grupo de la oficina, en ninguno en realidad, por alguna razón odio hablar allí.
—No me puedo quejar ¿Qué tal tu? —Me limito a responder bajando la vista a la lista de cargos e involucrados en el último caso que tengo. Eso definitivamente no será divertido.
—Mal no estuvo, pero hubiera estado mejor si tú y Jeremy me hubieran dado detalles de lo que sucedió, recuerden que soy el garante legal de ese trato—Aprieto mis labios en una delgada línea tensa y sacudo la cabeza acomodando la diadema que empuja mi cabello hacia atrás.
—¿No tienes nada que hacer por aquí? Tienes una oficina ¿no? —Hablo sin mirarlo, chasquea la lengua y creo que ríe por lo bajo cuando tomo un mechón de cabello entre mis dedos con inquietud.
—No, ahora cuéntame ¿Qué te inquieta?
—¿Qué? —Por instinto dejo ir mi cabello de entre mis dedos.
—No sé si lo olvidas, pero soy abogado también, por tanto, prestamos atención a todo el lenguaje corporal ¿Lo recuerdas? No eres la única que puede presumir de ello, Gnomo—Entrecierro los ojos hacia él—. ¿Entonces?
—¿Has hablado con alguien de aquí sobre Greythorne y yo?
—¿Por qué?
—¿Si o no? —reviro sosteniéndole la mirada, me observa de vuelta por varios segundos y alzo una de mis cejas presionándolo, Carson resopla rindiéndose unos segundos después.
—Mmm, ¿no? ¿Me debes algún favor?
—No quieres jugar este juego conmigo, Dietrich.
—¿Cuál juego? —Lo evalúo por unos segundos antes de juntar mis dedos bajo mi barbilla en una campanario enderezando la espalda, dejando mis codos sobre el escritorio.
—Sal de mi oficina—ordeno, alza las cejas confundido.
—Pero si estábamos conversando.
—No estábamos conversando nada porque tú no sabes nada de eso e intenta chantajearme para que me conozcas, Dietrich—Le doy mi sonrisa más tranquila mientras parpadeo—. Ahora fuera de aquí, tienes trabajo.
—Pero no me dijiste...
—Tienes trabajo—repito duramente y sus cejas se alzan antes de que se ponga de pies abandonando la oficina, pellizco el tabique de mi nariz entre mis dedos, volviendo a alzar la vista unos segundos después.
A través de la puerta de cristal puedo ver a Jeremiah salir de su oficina y simplemente no puedo evitar darme cuenta de lo complicado que será esto ahora.
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