Capítulo final
Cuando Xie Yun elaboró la fórmula, que había aprendido de Tong Ming, para que el alma de Wang Li Bo reencarnara en el cuerpo de un recién nacido de la familia Wang, nunca imaginó lo mala que iba a resultar su idea: alma y cuerpo debían unirse y completar el proceso, pero por un error inesperado, Bo había llegado dieciocho años más tarde al cuerpo de Wang Jie, el destinado para recibirlo, pero que ya albergaba otra alma.
Wang Jie estaba en su casa, pasando sus vacaciones, aburrido y frustrado ya que había intentado convencer a su padre de que lo enviara a Inglaterra hasta que comenzara de nuevo la universidad, pero tenía notas tan malas, que el señor Wang lo había dejado castigado en China.
Lo único que el chico podía hacer era practicar con su patineta, y se cansó de hacer trucos cada vez más complicados con ella, aunque su madre le había advertido que se la iba a guardar bajo llave, después de verlo casi a punto de romperse una pierna.
Pero una tarde, en medio de un elaborado salto, el alma de su ancestro llegó para completar su reencarnación: Wang Li Bo ocupó el cuerpo que le correspondía, pero desplazó al alma de Wang Jie, y el chico cayó al suelo y se golpeó la cabeza.
Bo estaba confundido y lo único que deseaba era ir a la puerta del león, pero no sabía por qué. Cuando, unos días después, por fin se paró frente a su tumba, su mente se aclaró y recordó todo: el hechizo de Tong Ming había funcionado a la perfección, pero demasiado tarde.
En un principio no pudo calcular el mal que había hecho, pero después de que Wang Kai le preguntó por Wang Jie, se dio cuenta de que el chico tenía una vida que él no podía usurpar.
Wang Li Bo no sabía qué iba a pasar con él, pero había una realidad que no podía pasar por alto: él ya había vivido su vida; una vida corta, truncada por la fatalidad, pero la que le había tocado en suerte. Debía resignarse: ése era su destino.
***
-¡¿Pero qué rayos pasó?! -gritó Wang Jie, presa del pánico.
Wang Kai se apresuró a sujetarlo, tratando de que se calmara:
-¡Tranquilo, Wang Jie, tranquilo! Ya todo pasó, muchacho...
-¡Tío Wang Kai...! ¡Es todo muy raro...! ¿Por qué me llamaste Bo? ¿Y qué hago aquí, si yo estaba en Beijing...? -El chico no entendía nada, y cuando por fin el mayor le explicó lo sucedido, asustadizo como era, quedó peor-. Pero... pero... ¿Estuve muerto? -preguntó en un susurro.
-¡No, Wang Jie...! Nunca lo estuviste... -le respondió su tío, que tampoco sabía muy bien lo que había pasado, pero debía calmarlo.
Cuando comprobó que el chico estaba bien, ShiWei salió del garaje sin que los demás se dieran cuenta.
***
Los señores Yan no sabían la razón, pero su hija estaba triste, y hacía dos días que no salía de la casa a hacer sus habituales paseos por el jardín.
Sentada ante su escritorio, ShiWei observaba las fotos de Bo en su teléfono. Sabía que lo sucedido era lo justo: ella y su amado no podían sacrificar a Wang Jie para estar juntos. Pero el hecho de saber que habían hecho lo correcto, no logró hacer que le doliera menos. Lo más difícil de aceptar era que todo había sido tan rápido e inesperado, que no había tenido tiempo ni para despedirse de él.
Cuando la señora Yan golpeó a su puerta, la chica le dijo que pasara y apagó con rapidez la pantalla del aparato.
-Hija, ¿qué estás haciendo? -preguntó la mujer.
-Nada, mamá. Sólo conversaba con unos amigos...
-Deberías salir un rato, afuera el clima es ideal. ¿Por qué no vas a leer al estanque de los koi?
Todo era demasiado doloroso. ShiWei solo deseaba que su tiempo de vacaciones se terminara, para volver a Beijing. Estaba segura de que en el futuro le iba a pedir a sus padres que fueran a visitarla a la capital, porque ella no iba a tener el valor de pisar esa casa otra vez.
-Hoy no tengo ganas, mamá. Prefiero quedarme aquí...
Pasaron los días, y la chica nunca más visitó el jardín. Wang Kai fue a verla un par de veces, con la excusa de invitarla a ir a la ciudad, pero tampoco logró su cometido.
-¿No pudiste hacer que viniera, tío?
-No, Wang Jie. ShiWei está demasiado triste...
-¿Qué podemos hacer? -le preguntó el chico.
Su tío lo observó: a pesar de ser el mismo de antes, Wang Jie estaba genuinamente preocupado por ella.
-¿Y por qué no vas tú y tratas de convencerla? -le dijo. Como esperaba, el chico reaccionó con miedo:
-¡No, tío Wang Kai! ShiWei debe odiarme...
-No lo creo, Wang Jie. Ella fue la primera que buscó la forma de hacerte volver cuando se dio cuenta de lo que te había ocurrido. No creo que te odie; tú no tienes culpa de nada...
El chico recordó la vez en que se habían peleado delante de su dormitorio en la universidad, cuando ShiWei le reprochó ser el culpable de la muerte de Bo, y no creyó que las cosas fueran a ser diferentes. Pero sintió que debía hacer algo.
***
-Hija... tienes una visita -detrás de la señora Yan, que entró cuando ShiWei le dijo que pasara a su dormitorio, se podían ver los ojos llenos de temor de Wang Jie, que la observaba asomado por encima del hombro de la mujer.
A pesar de su tristeza, ShiWei sonrió un poco ante la cobarde actitud del chico:
-¿Qué quieres? -le preguntó, con brusquedad.
-Yo... yo quería... -balbuceó Wang Jie-. ¿Puedes acompañarme afuera...?
-No, no puedo. Será mejor que te vayas.
Pero el chico había juntado bastante coraje para ir hasta allí, y no quería rendirse tan fácilmente:
-Muy bien. Entonces me quedaré contigo... ¿Puedo, señora Yan...?
-Sí, claro -La mujer, que los había visto muy juntos los últimos días, calculó que habían tenido una discusión, y se decidió a brindarle una pequeña ayuda a Wang Jie-. Estaba por servir la merienda para ShiWei. ¿Quieres merendar con ella?
-Eso estaría perfecto, señora -le respondió el chico, con su mejor sonrisa.
ShiWei lo observó, sin poder creer en su descaro:
-¿Y a ti quién te dijo que podías quedarte conmigo? -le preguntó, molesta.
-Tu madre -El chico le dio la misma encantadora sonrisa que le había hecho a la señora Yan.
Después de ese día, se instaló todas las tardes en casa de ShiWei, sin que ella pudiera hacer nada para impedirlo, ya que su madre, encantada por lo caballeroso que se había vuelto, lo dejaba pasar cada vez que llegaba.
***
-¡Hay mucho sol afuera, ShiWei! -exclamó Wang Jie, mirando por la ventana-. Podríamos ir a sentarnos debajo de algún árbol. ¿Te gustaría...?
La chica estaba tan cansada de su insistente compañía, que terminó aceptando salir con tal de que la dejara en paz. El chico tuvo la precaución de no llevarla al estanque de los koi, desde donde iba a ver la tumba de Wang Li Bo, sino a otro sector del jardín que ShiWei no frecuentaba, en donde había un enorme y añoso nogal que en el verano se llenaba de hojas, y daba una espesa sombra a un antiguo banco de piedra. Ahí no había rosas pero, en cambio, el ambiente falto de otro color que no fuera el verde, se alegraba con el canto de los pájaros que habían transformado al nogal en su casa.
-¿Sabes, ShiWei? No sé por qué, pero éste es mi lugar preferido del jardín... -El chico observó a su alrededor, y luego suspiró-. Es como si algo me atara a este sitio...
Un insecto cayó del árbol, sobre el banco. ShiWei trató de ahuyentarlo para que el chico no se asustara, pero Wang Jie lo observó con tranquilidad:
-¡Qué lindo...! -El insecto era hermoso, con unas alas verdes tornasoladas que se abrieron un poco cuando lo tomó en sus manos y lo levantó, para que pudiera alzar el vuelo e irse. Lo observó mientras se alejaba, y después miró a ShiWei. Sus mejillas se tiñeron de un suave tono rosa y bajó la vista, sonriendo con timidez.
Los ojos de Wang Jie aún conservaban el fuego de su espíritu rebelde, pero también tenían esa expresión dulce y llena de cariño que ella había visto tantas veces en la mirada de Bo.
Una pequeña pero emocionada sonrisa se dibujó en el rostro de ShiWei: tal vez el alma de su amado no se había perdido del todo.
FIN
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