Capítulo 39- Felicidad
—Pero... ¿qué le pasó...?
—Wang Jie sufrió una caída, ShiWei... esa maldita patineta —se lamentó el señor Wang—. Sufrió un golpe en la cabeza. Le hicieron todos los estudios y no encontraron ningún problema, pero ya no es el mismo desde entonces...
El chico, que había vuelto a su casa por las vacaciones, intentó hacer un truco con su patineta y se cayó. Se golpeó, no muy fuerte, en la cabeza, y sus padres lo llevaron al hospital. Los estudios salieron bien y lo dieron de alta unas horas después. Pero según su padre, cuando lo llevaron a la casa lo vieron actuar extraño: estaba silencioso y distraído.
—Wang Jie... ¿te sientes bien?
El chico se quedó mirando a su padre de una forma extraña:
—Quiero ir a la puerta del león... —le dijo.
—¿Qué? —respondió el hombre, sin entender.
—Debo ir a la puerta del león...
Los señores Wang no pudieron hacer que su hijo desistiera de esa idea, y terminaron llevándolo a la casona familiar. Wang Jie llegó tan profundamente dormido, que su padre no tuvo más remedio que cargarlo en brazos porque no pudo despertarlo.
ShiWei se lamentó por el estado del chico, pero, a pesar de que el señor Wang la invitó a pasar para saludarlo, al recordar su terrible pelea, ella no se atrevió a hacerlo.
***
Los días pasaron, y ShiWei siguió yendo al estanque de los koi o a la tumba de Wang Li Bo a pasar sus tardes, leyendo algún libro, o sólo sumergida en sus pensamientos. Wang Jie nunca salía de la casa, y un par de veces la chica escuchó al personal de servicio cuchicheando acerca de que lo único que hacía era recorrer su interior, ajeno al mundo.
Pero un día Wang Jie salió de la residencia y se fue caminando hacia el muro del fondo. Cuando vio la puerta del león su rostro se iluminó por primera vez en mucho tiempo, y apuró el paso para llegar hasta ella, pero vio la roca que marcaba la tumba de Wang Li Bo y se quedó quieto, observando ese lugar con tristeza. Algo dentro de su cabeza se removió, y pudo por fin recordar quién era:
—Yo soy Bo... ¡La fórmula de Tong Ming dio resultado...!
Aunque no podía saber por qué era tan grande, si la idea era que debía aparecer en el cuerpo de un recién nacido, cuando entró a su antigua casa corriendo, asustando a su madre, a la que no hizo caso, y se miró en un espejo, se dió cuenta de que su cara era casi idéntica a la de su antiguo cuerpo.
—Volví... —dijo, emocionado—. ¡Ahora debo buscar a ShiWei…!
***
Wang Li Bo tuvo que habituarse a que esas personas, que después se enteró de que eran sus padres, lo llamaran Wang Jie. Pero de casualidad se enteró de que Li Bo también era el verdadero nombre de ese chico, y no dejó que lo llamaran de otra forma desde entonces.
—Papá, necesito encontrar a alguien.
—¿A quién, Li Bo? —preguntó el señor Wang, aliviado de que su hijo por fin había reaccionado, aunque ya no parecía tener la personalidad explosiva que lo caracterizaba.
—A una chica, hija de uno de los contadores de Wang Kai...
—¿De tu tío?
—Sí, sí... de mi tío... —Wang Li Bo se reprochó su olvido. Tenía que tener cuidado con esos detalles para no ponerse en evidencia, aunque era difícil porque, aparte de tener que tratar con sus familiares, a los que no conocía, tampoco sabía manejar muchas de las cosas de ese mundo moderno y tan extraño.
—¿Quién es, hijo?
—Se llama Yan ShiWei...
—Pero ShiWei está aquí... vino a pasar sus vacaciones con...
El hombre se sorprendió cuando el chico saltó de su asiento y se fue corriendo, sin dejar que terminara la frase.
Preguntando, casi a los gritos, a los jardineros, Wang Li Bo localizó la casa de los Yan y se lanzó dentro del pequeño jardín. Golpeó con desesperación a la puerta.
—Pero, ¿qué es ese escándalo? —exclamó la señora Yan. La cara ansiosa de Wang Jie la asombró más, cuando abrió la puerta.
—¿ShiWei está aquí? —preguntó el muchacho, casi sin aire.
—Sí... Está en su dormitorio... —La señora apenas pudo terminar su frase, cuando el chico se lanzó, sin pedir permiso, hacia la puerta que la mujer le señaló, y también sin pedir permiso entró a la habitación de la chica, que lo observó, sorprendida.
—¡Wang Jie...! —exclamó. Pero cuando lo observó a los ojos, notó esa mirada que tanto conocía, llena de emoción y cariño—. ¿Bo...?
Wang Li Bo no pudo hablarle, pero la abrazó, y ShiWei se dió cuenta de todo: su amado Bo había logrado llegar hasta ella. Se derrumbó dentro de ese abrazo, que pensó que nunca más iba a sentir, y se dejó llevar por la calidez de un beso, el primero que había recibido en su vida.
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