24.- Frenesí
El Rey Sean y su familia se marcharon esa misma noche con tranquilidad, Thion por otro lado cumplió su palabra al no dejar ir al Príncipe y lo mantendría cautivo hasta que "El hombre aprenda una lección"
Estaba exhausto, mi mente era un tornado de ideas, preocupaciones y sucesos que no me dejaban tranquilo. Mis aposentos estaban con las antorchas prendidas, asique fui por una vela y pague todas las demás. Debía escribir cartas a mi madre y me anime a cumplirlo sentándome en una pequeña mesa.
–Mi Señor– dijo Charlotte entrando con dos jarrones– pensé que estarías con el Rey.
– ¿Te sorprende que no?
–Deseaba atenderlo cuando llegara.
–Lamento arruinar tus planes– dije sin mirarla mientras untaba la pluma en la tinta.
–Le serviré Vino– dijo acercándose a mí.
–No, solo agua te aceptare esta vez.
–¿Qué tanto escribe? ¿Y por qué ha apagado todas las luces?
–Solo son Cartas y así me concentro mejor.
–Se ve bastante cansado General, desearía poder ayudarlo mejor.
–Sh...– dije con mi dedo en mi boca– así me ayudas.
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Me tocaba la vigilancia nocturna junto con Lucas y Marlen, con ellos siempre las noches pasaban bastante rápidas. Podía decir que me gustaban bastante desvelarme en las noches ya que todo estaba silencioso, y solo los sonidos de la naturaleza se podían apreciar. La luna era enorme la mayoría de las veces y las estrellas brillaban inundando todo el cielo como la arena del mar.
Esta noche fue distinta a las demás. Leo le dio el permiso a Eric para poder ir y venir como se le aplazca y lo vi varias veces pasar con un libro en la mano hacia los calabozos y me sentía tranquilo} ver que poco a poco iba retomando todo lo que él había perdido por sus heridas.
–Debes sentirte tranquilo, no es una tarea tan difícil que Leo le encomendó– dijo Marlen acercándose mientras veíamos a Eiric por tercera vez ir hacia los calabozos, caminando mientras leía– al parecer, no va a dormir esta noche.
–Lose, estoy orgulloso de el– dije sonriendo– a todo esto, ¿No le tocaba también a Lucas hacer la vigilancia?
–Si, pero le toco rotar por los alrededores del castillo, mando a pulir su maza asique estaba contento hoy.
–¿Pulir?, ¿Le volvió a sacar filo?
–Sí, el herrero lo dejo bien brillante.
–Debe estar como niño con juguete nuevo.
–Ni te imaginas– dijo riendo.
Mientras conversábamos seguimos observando a Eiric que casi se perdía en la entrada de los calabozos, pero antes de entrar se detuvo y quedo un momento ahí, solo le mirábamos la espalda que brillaba por la luz de la luna gracias a su armadura.
–¿Qué piensas de la Princesa?, ¿Crees que pueda desposar a nuestro Leo?
–Marlen.
–Creo que el Rey si lo permitiría, claro solo si el...
–Marlen– volví a repetir.
–¿Qué? – dijo mirándome y volteo a mirar a Eiric.
–Creo que lo descubrió– Eiric por un momento dejo de mirar el libro en sus manos y con un solo movimiento supe que nada estaría bien.
Dejo caer el libro sobre el pastizal y volteo hacia nosotros y comenzó a correr.
–¿Qué cosa?
–El frasco– susurré alzando la mano para hacerle una señal a Eiric. El sin dejar de correr hacia nosotros puso su mano en su boca y mirando a todos lados nos dijo que guardáramos silencio.
–¿Qué te ocurre? Pareces demente
–Mierda, cállense– dijo llegando a nuestro encuentro y escondiéndose en la entrada del portal donde estaba toda la maleza y haciéndonos una seña para que hiciéramos lo mismo.
–Eiric, ¿Qué sucede?
–Son dos– contestó– ¿Pueden ver a ese soldado de allí?
–Sí–dijimos, él se refería al soldado que cuidaba la entrada
–¿Hace cuando tiempo que está mirando el cielo?
–No entiendo.
–Cathal, no es un veneno, es una droga, y la distribuyeron. Llegue a los calabozos y el soldado que cuida ahí estaba mirando el cielo igual que el de aquí, están en una especie de trance ¿No me entiendes?
–Sí Eiric te entiendo.
–Pero ¿Qué es esta droga? – dijo Marlen mientras se volteaba a mirar otra vez al soldado– solo están mirando el cielo.
–Tengo dos opciones, una, la droga que ocupan en los burdeles y la dos es la droga esa que ocuparon en las islas que fuimos a saquear yendo a oriente
–¿La que volvió a los soldados extremadamente agresivos? –pregunté con gran miedo.
–Me temo que si– dijo bajando la cabeza mientras respiraba aun agitado– no me quise arriesgar, Cathal no puedo ocupar la espada.
–Pero Eiric.
–Probé la droga en un prisionero, entro en trance mirando el cielo, pero pensé que era por lo débil que estaba. Debí haber elegido a otro en mejor estado, me causó extrañeza que estos dos estuvieran haciendo lo mismo.
–Pero ¿Cuánto tiempo se demora en hacer efecto?
–Depende de cuánto ingirieron, una gota no debe hacer nada, pero un frasco completo. Imagínense lo que viene ahora, espero estar lo más equivocado posible.
–Eiric– dije tocándole el hombro y todos guardamos silencio.
Por el portal pudimos ver a tres soldados del Este corriendo hacia los edificios de los sirvientes con sus espadas desenvainadas y mientras nos seguíamos ocultando entre el pastizal otros dos soldados bajaron por la escalera que estaba a metros de nosotros.
–Ya sabemos de dónde viene todo esto.
–¿Irán por los prisioneros?
–No cualquier prisionero.
–Malditos, ¿Cómo no vimos venir esto?
–No hace falta lamentarnos– dije sacando con cuidado mi espada– Eiric.
–Si Cathal iré a ver al Rey– dijo besando sus dos cuchillas y se fue escondiéndose entre la oscuridad.
–Marlen ve a despertar a los demás, yo iré por Leo.
–Bien, encontrémonos en los establos– dijo mientras ponía su mano en mi hombro– Ten cuidado, si ocurre algo haz sonar el cuerno– dijo pasándomelo.
–Está bien.
En esto, un grito fuerte se escuchó por el lugar, pero no duro mucho como si alguien apagara de un momento a otro la voz de esta persona y un nerviosismo llego a inundar mi pecho. Estaba solo y esperaba que todos estuvieran bien.
Asentí con la cabeza dándome ánimos y me adentré en el pasillo. Muy al fondo se podía escuchar voces de hombres, pero no entendía sus palabras solo eran ecos que resonaban silenciosamente. Con cuidado me fui escondiendo entre la oscuridad y me hice paso por todo el segundo piso hasta llegar a los aposentos de Leo que se encontraban con la puerta abierta y sin señales de vida.
–Leo– susurré, pero no hubo respuesta, su cama estaba desordenada y había unos vasos en el suelo. Poco pude ver en la oscuridad.
Entre con cuidado buscando alguna señal de lucha o algo que me diera pistas de su paradero, ¿Qué estaba pasando? Estaba nervioso, y mi corazón se agitaba con cada paso que daba, no quería golpear nada ni hacer algún ruido, fue entonces que a los pocos pasos de la puerta sentí la presencia de alguien, no alcance a darme vuelta cuando este, agarro mi boca tapándola con fuerza y con la otra mano tomo mi cuerpo echándome hacia atrás y me hizo callar.
–Soy yo– susurró.
–Leo– balbuceé con su mano en mi boca y cerré mis ojos agradeciendo a los dioses de haberlo encontrado vivo.
–No hables– se puso detrás de la puerta y agarro de mi con firmeza. Mi espalda rápidamente estuvo en contacto con él y pude saber que no estaba con la armadura. Sentí su mano tocar mi muslo derecho y saco de allí una de mis dagas y aguardó.
A los pocos minutos la habitación se ilumino y la presencia de los soldados se presentó, eran tres que gracias a su sombra pudimos notar con exactitud.
–¿Buscaron las llaves aquí?
–Ya la buscamos y no hay señales de ellas.
–Vamos– dijo un soldado y la oscuridad volvió a la habitación.
Permanecimos en silencio hasta que estos marcharon, sentía el calor y el aroma de Leo. Su respirar agitado llegaba a mi oído y su corazón podía sentir latir con fuerza y rapidez a través de mi hombro. Me soltó, pero dejo su mano en mis hombros y apoyo su frente en mi espalda.
–¿Qué ocurre? – dije sin moverme– ¿Estás bien? – temí lo peor.
–No– dijo mientras soltaba el aire de sus pulmones.
–No entiendo nada– dije volteándome y lo vi en la oscuridad de la noche.
Se había apoyado en sus rodillas y miraba el suelo inquieto.
–¿Bebiste algo antes de irte a la cama? – dije y un escalofrío recorrió mi cuerpo.
–Solo un poco de agua.
–Leo– dije y lo apunté con mi espada– sabías la presencia de ese líquido y aun así bebiste ¿Eiric no te dijo nada?
–No, no me dijo nada. La morena me sirvió y solo tome un vaso.
–¿Dónde está ella?
–No lose, ¿Por qué me apuntas con la espada?
–Dime ¿Cómo te sientes?
–¿Es veneno?
–¡Dime ¿Cómo te sientes?!– dije apretando los dientes.
–Somnoliento, mareado, confundido– dijo tambaleándose un poco hasta su mesa y fue entonces que encendió una vela.
–Mírame– dijo acercándose a mí y puso la vela cerca de su rostro.
Comprendí rápidamente que él era uno de los soldados que había consumido aquella droga, pero ¿Cuál de ellas era realmente?, sus ojos estaban rojo y sus pupilas completamente dilatadas, sudaba y no dejaba de agitarse. Su mirada era extraña como si tuviera la totalidad de sus ojos negros por tal derrame.
–Estoy drogado entonces.
–Leo, mírame– No creía lo que veía, tome su rostro y lo observe.
–No me toques– dijo dando unos pasos hacia atrás y llevando su mano a su frente. Luego volvió en sí, dejo la vela en la mesa y me observó– ¿Qué droga es?
–No puedes salir así.
–¿Dónde está Eiric?
–Fue a ver al Rey –
–Cathal contéstame ¿Qué droga es?
–No lo sé Leo, con solo verte no puedo estar seguro. Eiric mencionó dos, la de los burdeles y la ¿Cómo le dicen? – dije cuestionándome– Esa que estuvo en el asalto de las islas cerca de oriente.
–Esa droga maldita– susurró tocándose la boca.
Leo sin duda estaba drogado, la droga Sepia, difuminaba los objetos, hacia los ruidos más fuerte y las profundidades de las cosas se perdían. También confundía con rapidez lo bueno y lo malo, pero más era un trance y se mantendría así por uno o dos días. Se ocupaba mucho en los burdeles para que la gente obedezca las ordenes de cualquiera, en cambio la otra era muy parecida, comenzaba con los mismos síntomas, pero a medida que la droga comenzaba a hacer efecto. Las personas se volvían violentas, sabían que podían estar frente a su madre, su hermano o su amada, pero, aun así, sentían el instinto y la necesidad de aniquilarlos. Era muy esencial que esas personas, debieran ser encerradas hasta que los efectos pasaran y eso me aterraba.
–Maldición.
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Mi mirada se enfocaba cada vez menos en las cosas que necesitaba ver, los ruidos de afuera los podía percibir con gran claridad, pero la incomodidad en mi cuerpo me desesperaba. Los escalofríos llegaban en cada roce y tenía miedo que esta droga resultara ser la de la ira. Despertaba estando consiente, todo era claridad y sabía lo que tenía que hacer, pero segundos después mi mente volvía a perderse en mis pensamientos y nuevamente volvía a despertar.
–Tienes que amarrarme. Cathal, tienes que dejarme aquí.
–No te dejare Leo, tienes que venir conmigo.
–Apenas puedo verte bien.
–Haz un esfuerzo, solo hasta que lleguemos arriba.
Cathal fue a un lado de mi cama y sacó mi espada, se acercó a mí, y la amarró en mi cintura. No podía no imaginar todo lo que podía hacerle si perdiera el control de mí mismo y pronto comencé a hablar tonterías.
Mierda, no podía soportar la idea de, Cathal estaba aquí debía ir por Helina, vino, debo beber vino ¿O esto es producto de la bebida?, ¿Cuánto habré bebido?, el sol se ocultó rápido por el horizonte. Helina debía protegerla, quería amarla ¿Debería cambiar mis gustos? Cathal estaba aquí. Mierda, despierta, ¿Quién soy?, ¿Dónde estoy?, mis aposentos, no, estamos en el pasillo, guarda silencio.
–Leo– dijo él, su rostro se veía extraño estaba más gordo ¿Se había hecho más pequeño? Espera ¿Y mi armadura? Miré mi mano– mi espada– susurré al verla en ella y me alegré.
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Leo me siguió como si se moviera sin pensar, la inercia de dar un paso tras el otro, sus ojos se perdían en el lugar, pero seguía actuando como el soldado que es, caminamos lentamente por el pasillo. Al llegar al final nos acorralamos apegados en el muro y vigilamos.
–No hay nadie.
–Vamos arriba– dijo caminando a la escalera mientras repetía palabras en silencio.
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Desperté.
Caminamos por la escalera lentamente y al mirar por el pasillo había uno que otro soldado en el suelo con sus cuellos quebrados, no eran de los míos.
–Eiric– susurré.
–Sí, él debe estar aquí.
–Bien– sigamos dije y volvimos a subir hasta pasar al edificio Real.
Al llegar arriba el ruido de cosas cayéndose se escucharon.
–Viene de arriba– le dije.
El silencio jugaba con nosotros, el eco del lugar nos dificultaba poder distinguir donde provenían los sonidos, pero algo teníamos claro, a pesar de nuestro estado o que estábamos solos, debíamos proteger a la familia Real.
Caminamos al fondo de un corredor cuando escuché los gritos y llantos de la Princesa.
–Helina– susurré.
–Leo, si vas a hacer algo repítelo en tu cabeza, concéntrate por favor y escucha– dijo este poniéndose al frente de mí.
–Sí, vamos– nos preparamos, a pesar de que no habíamos tenido tiempo de poner mi armadura, tenía el valor suficiente para enfrentar cualquier cosa.
Los gritos desgarradores de ella me inquietaban, sus llantos y suplicas, entraba como un sinfín de emociones negativas, quería protegerle. Lands y Marcus estaban en el suelo, Cathal se acercó con rapidez y tocó sus cuellos mientras me miraba.
–Están vivos.
Al llegar a su puerta, esta se encontraba entreabierta y sus aposentos estaban iluminados, eran 4 soldados que la tenían acostada en el suelo, su ropa la habían rasgado y la mantenían firmemente mientras uno de ellos se ubicaba entre sus piernas, al mismo tiempo que otro la agarraba del rostro mientras descubría su miembro.
–Hijos de puta– dijo Cathal y abrió la puerta.
–¡No! – gritaba ella.
La ira de mi floreció fuerte y sin control, no podía entrar en mi cabeza la imagen que presenciaban mis ojos y me preguntaba ¿Habré llegado tarde?
Cathal rápidamente cortó el cuello de uno de ellos y los demás agarraron espadas y comenzó el vals. Helina fue soltada y rápidamente ella se arrastró hasta la ventana cubriendo su cuerpo, su rostro rojo, mojado por sus lágrimas y con gran miedo apretaba los dientes mientras temblaba.
–Pagaran por esto– dije y choqué espada con uno por encima de nuestras cabezas. Con fuerza corrí su espada y le di un fuerte golpe en su rostro.
El hombre perdió estabilidad y corté su miembro. Un grito desgarrador salió de su boca, mientras llevaba sus manos a su entrepierna, sumido en dolor dejó su cuello descubierto para ser rebanado por mi espada. Mi conciencia pronto comenzó a decaer nuevamente.
Helina, maldición, concéntrate. Sentí que mi cuerpo rápidamente cayó al suelo y uno de los soldados alzó su espada sobre su cabeza y fueron escenas lentas como si mis ojos se demoraran en abrir.
–Cúbrete, cúbrete, cúbrete– me repetí subiendo mi espada arriba de mi rostro y escuché el choque de estas, zumbando fuertemente en mis oídos– su estómago, su estómago– me decía y le di una gran patada en su estómago al mismo tiempo que perdí mi espada
¿Habrá muerto?, Helina, voltee a verla y aún estaba en la ventana de... Me puse de pie, me sentía tan mareado, necesitaba una gran y fuerte cachetada como las de mi madre, ¿Qué?, mi cuerpo rápidamente cayo nuevamente al suelo y me golpee la cabeza, mi mejilla izquierda ardía, ¿Acaso mi cuerpo reacciono antes de pensar bien?
–¿Un hombre? – lo miré mientras este se sentó encima de mí y vi su puño, mierda, mierda
¿Quién muere por una patada? Pero si él había caído degollado, ¿Cuántos son?, ¿Por qué justo ahora estoy solo con ella? ¿Dónde está Cathal?, ¿Dónde están los de?, ¿Sangre?
–Es...es hermoso– reí y tomé su puño ensangrentado, eran mis propios fluidos.
Mi espada había vuelto a mí, la sentí en mi mano izquierda otra vez. Sangre, sangre, por los dioses que es hermoso ese color, tan brilloso, tan resplandeciente, tan adorable, su sangre tibia y fresca.
"Deseo más"
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Este tipo no era Leo, sus movimientos absurdos y poco coordinados con sus pies, haciendo evidente su nula concentración del espacio tiempo, me sentí nervioso y ansioso de terminar esto de una vez por todas, inmovilicé rápidamente a uno de los soldados y dejé que Leo se encargara del otro.
–Dime, ¡¿Quién los envió?!– dije entre dientes mientras la espada iba entrando por su costado
–Na...nadie.
–¡Dime! – le grité mientras miraba al frente observando a Leo.
Este rápidamente piso el brazo de un soldado que estaba en el suelo y cayó golpeándose la cabeza.
–¡Leo! – le grité asustado ya que el último soldado que quedaba alzo su espada sobre su cabeza, pero Leo pudo detenerlo y le dio una gran patada tirándolo unos metros atrás.
Su mirada aún seguía media perdida, se puso de pie observando su mano derecha y la miró a ella
–¿Qué mierda hace?, usa la espada maldición– le dije enojado, pero no reaccionó.
El soldado se había levantado y le dio un fuerte golpe en su rostro y volvió a caer golpeándose la cabeza con el suelo
–Mierda– dije y enterré la espada en el corazón del hombre que había caído bajo mi control.
De pronto mientras el soldado encima de Leo lo golpeaba una y otra vez en el rostro, este comenzó a sonreír y detuvo el brazo del enemigo mientras enterraba la espada que siempre estuvo en su mano izquierda y con lentitud subió arriba de él sin detenerse.
Los efectos de la droga, ya eran evidentes.
–Leo– susurró la Princesa mientras se ponía de pie.
–¿Está bien?, ¿Le hicieron algo? – susurré despacio– quédese detrás de mí– dije sin sacar los ojos de Leo que golpeaba y golpeaba el rostro del soldado.
–¿Qué está pasando? – dijo ella bajando la voz, pero enseguida puse un dedo en mi boca y la silencié.
Voltee a mirar a Leo, estaba sentado sobre el cuerpo del hombre y se había quedado completamente inmóvil mirando hacia abajo.
–Cathal– dijo su voz entre pegada sin darse vuelta.
Mi corazón se congeló un momento y un dolor de estómago me estrujó las entrañas, tenía que actuar sea cual sea la droga– por favor Leo, no me hagas hacerlo– pensé. Tenía miedo, mucho miedo.
Me acerqué lentamente con mis pasos sigilosos ¿Sería suficiente?
–Cathal– volvió a decir.
Estando a un paso de él, levanté mi espada con la empuñadura hacia afuera y permanecí ahí
–Solo di una palabra más que me de la seguridad de cual droga era– me dije.
–Cathal, sé que me escuchas– dijo subiendo su cabeza– tengo algo que decirte– dijo en un suspiro.
–Dilo ya mierda– pensé con mis dientes apretados.
Leo aún tenía su espada en su mano derecha, podía leer los movimientos siguientes y me armé de valor para contestarle.
–Habla ya– al oírme, pude ver como la mano que sostenía su espalda se apretó y puso su espalda derecha.
"Me atacará"
–¡Te voy a matar! – soltó y volteó con rapidez estirando la espada a mí. Lo esquivé por muy poco y golpeé fuertemente su cabeza cayendo inconsciente.
–¡Dioses, dioses, dioses! – repitió la Princesa– ¿Por qué?, ¿Qué está pasando?, ¿Por qué lo has golpeado y por qué te atacó?, ¿Qué está pasando? ¿Qué está pasando?
–Tranquila Helina, tranquila– dije mirándola y pude ver que tenía una mancha de sangre en sus vestiduras. Intenté ignorarlo y me agaché a ver a Leo– tráigame algo, una cuerda, una manta.
–Sí Cathal– dijo y fue enseguida por esas cosas y me las trajo guardando cierta distancia.
Con rapidez amarré las manos de Leo sobre su cabeza, con los cordeles de las cortinas y me aseguré que no podría quitársela solo. Con gran fuerza lo arrastré a la orilla de la cama y lo amarré a ella. Leo quedo sentado apoyando su espalda en la cama mientras que su cabeza se apoyaba en su pecho.
Voltee a ver a la Princesa que estaba en gran shock y vi nuevamente sus vestiduras con sangre.
–Princesa cámbiese la ropa– dije caminando y buscando una de sus telas– Nadie debe saber de esto, usted seguirá siempre siendo pura ante los ojos de los demás, por favor cámbiese ahora antes que alguien más llegué– le di la espalda mientras observaba atentamente la puerta.
–Cathal.
–Hágalo por favor.
–Es que Cathal, no puedo.
Volteé a verla y la vi desnuda, rápidamente volví a darle la espalda ruborizado.
–¿Qué no puede?
–Olvídalo, ya lo hice. Date vuelta y ayúdame aquí.
Caminé entonces a ella, se había vestido de celeste, pero faltaba amarrar la parte de la espalda y me apresuré a ayudarle.
–Pero, ¿Por qué esta cosa tiene tantos amarres?
–Lo siento, fue el que sacaste.
–Ya casi termino. Princesa– dije mientras terminaba mi tarea– talvez asumí mal, usted quizás este en sus días impuros y yo solo asumí.
–Cathal– volteo a mirarme y con gran seriedad, agarró mi cara entre sus manos y me habló– no es así, pero gracias.
Sus manos aún temblaban, espasmos que no podía controlar.
–Lamento escucharlo, si tan solo hubiera venido más rápido.
–No te lamentes y por favor no le digas a Leo.
–Claro, si tú me pides eso no me negare. Esto quedará entre usted y yo. Ahora vámonos– dije tomándola de la mano.
–¿De verdad dejaremos a Leo aquí?
–Claro que sí, te comentaré lo que está pasando cuando estemos a salvo, ahora guarda silencio y trata de seguir mis movimientos.
Llegué a la escalera y cerré mis ojos esperando escuchar algo, pero no sentí nada, el piso superior del Rey estaba vacío y los pasillos también, pero no podía decir lo mismo de afuera. Los gritos de las mujeres se escuchaban dentro de la torre de las sirvientas y un gran alboroto estaba por ese sector.
–¿Dónde están tus sirvientas?
–Habían salido a dejar la ropa.
–¿Cuánta probabilidad que estén allí?
–Poca, deben están cerca de los establos.
–Eso está bien, allí debe estar Marlen y quizás Lucas.
–Eso espero.
Mientras hablamos, bajamos al segundo piso. Mi intención era correr por él, para poder bajar al primero por la escalera del gran balcón y así dirigirme a los pastizales altos o a los establos donde seguramente encontraría a Eiric y Marlen.
Las paredes se habían teñido de rojo, y nos encontramos con muchos cuerpos sin vida, consejeros, sirvientes y soldados. Paso que daba, paso que me iba dando cuenta de la gravedad del asunto. Mierda, necesitaba a Leo.
–¡Ahí! – sentí la voz de un soldado y empujé con rapidez a la Princesa hacia una pared.
Vi un brillo destellando con rapidez hacia mí y sin dejar de mirarlo alce mi mano y en el aire agarré la daga que me habían lanzado hiriendo uno de los dedos.
–Cathal– la Princesa sorprendida gritó.
Le devolví la daga con bastante fuerza que me hizo quedar solo en un pie y con gran precisión cayó en la frente del soldado.
–Corra, ¡Corra!
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Solo escuchar la voz de Cathal comencé a correr sin mirar atrás, ya no podíamos avanzar y nos devolvimos al ala este, donde estaban mis escaleras. Cathal era tan ágil que de un momento a otro me volvió a empujar a la pared y apegó su cuerpo al mío esquivando una flecha que nos habían lanzado. Miré atrás y venían 6 soldados corriendo a nosotros. Cathal se protegía con sus brazales poniendo ambos brazos por delante de su rostro y así desvió varias dagas.
–¡Ven!, corra– dijo Cathal tomándome de la mano y bajamos las escaleras al primer piso.
Nos dirigimos hacia atrás del castillo por el portal, pero al salir, me detuvo con rapidez y tapo mi boca
– Silencio–me ordenó.
Lo miré mientras podía oler su mano, la expresión de su rostro me aterró, realmente no comprendía que estaba pasando. Me hizo agacharme y salimos del portal en cuclillas.
–¿Es Lucas? – dije al ver a su hombre que nos daba la espalda. Una enorme cadena rodeaba parte de su cintura, su hombro y su brazo derecho. El extremo final de esta estaba su maza con púas que relucían a la luz de la luna. Su poderosa y gran arma rompe cráneos
Su rostro miraba el cielo.
–Mierda– volvió a decir Cathal mientras seguíamos arrastrándonos de manos y rodilla por el borde exterior del castillo intentando llegar al otro extremo donde estaban los establos.
–¿Por qué nos escondemos de él? – susurré.
–Leo quiso matarme, si Lucas nos ve, también intentará asesinarnos y yo no sé cómo protegerla con esa arma, solo sabría escapar por poco de él.
–No entiendo, ¿Ellos nos han traicionado?
–No Helina, pusieron una droga, y esa droga ya fue distribuida. Hay que llegar con los demás, no podemos encontrarnos con más soldados drogados o más soldados enemigos.
–¿Enemigos?
–Sean es nuestro enemigo.
Pude sentir un miedo terrible al intentar comprender lo grave de la situación, ¿Cuántos más soldados estarían así?, ¿A esto se refería Leo con no beber ni comer nada? ¿Por qué entonces él estaba en esa condición?
Fue entonces que sentimos a los soldados que nos perseguían. Salieron con rapidez del portal, Cathal me hizo la seña de quedarme quieta y acostarnos prácticamente en el pastizal y así aguardamos un tiempo. Gracias a los dioses el pastizal que estaba en el borde del edificio, era bastante alto.
Lucas no paso por alto a estos hombres, lo miré ya que aún estaba a nuestro alcance y pude ver su rostro. Tenía unos ojos negros, completamente oscuros, su nariz había sangrado cayendo por sus labios, hacia su mentón y hacia su cuello. Su mirada fue la que más me perturbó
–Desháganse de él– ordenó uno de los soldados y caminaron hacia él.
Pudimos sentir como las cadenas de su brazo se fueron soltando y cayendo lentamente al suelo, entonces supimos que comenzaría la cacería, y con una sonrisa con dientes ensangrentados empezó.
–¡Morirás! – dijo un soldado corriendo a él con la espada arriba de su cabeza.
Lucas se agachó dando una vuelta y le proporcionó una gran patada, eso hizo que la maza, su arma, se levantara de suelo y diera una vuelta alrededor de él, llegando a impactar en la cabeza del soldado.
Solté el aire de mis pulmones al ver como el arma se había llevado parte del rostro del soldado y siguió dando vueltas por el aire buscando a su siguiente objetivo.
–Vamos, avance– dijo Cathal– no mire atrás, solo siga. Deprisa.
Obedecí mientras podía sentir a los hombres gritar ante la lucha, pero cada vez que la maza encontraba objetivo sonaba como un estruendo, y un pequeño temblor hacia mover la tierra. Las cadenas sonaban como látigos en el aire y eso más me aterraba.
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Agradecí a los dioses que Lucas solo estaba con una de sus mazas, eso hizo que la lucha fuera más lenta y nos dio unos minutos para avanzar.
Comencé a contar los sonidos de la maza al golpear a los hombres, sabía que un golpe de ellos los aniquilaría en segundos así qué debía saber cuánto tiempo Lucas estaría distraído con esos hombres.
–Son 6 hombres.
–¿Qué?
–Solo estoy contando. Van dos.
–Cuento contigo– dijo ella mientras gateábamos con rapidez. Podía ver sus nalgas a centímetro de mí, y aunque ella iba a la cabeza no miró ningún segundo atrás.
–¿Dónde están? – no veía a nadie– quizás detrás de esa pequeña colina.
–Cuatro.
Mis manos y mis rodillas estaban protegidas, pero no era el caso de la Princesa, podría imaginar el dolor que debería sentir, al pisar las piedras entre el pastizal, pero era una mujer muy valiente. Sin duda la protegería con mi vida.
–Cinco.
–Miré– le dije al ver que pasando la colina pude ver antorchas, caballos y armaduras– Allí están.
–¿Debemos llegar allí? ¿Corremos? Seis.
Podía sentir un poco de alivio al verlos, una parte de mi respiró profundamente pidiéndoles a los dioses que nos permitieran unos pasos más, solo unos pasos más.
–No es tan lejos, cuando le dé la orden...
–Siete.
–Corra con todas sus fuerzas.
–Bien.
–¿SIETE? – solo eran seis.
No sabía cuantos metros tenía la cadena de Lucas completamente suelta o si le había agregado más, por haberla envuelto en su cuerpo ¿Tal vez unos 3 metros o más?
El zumbido de ellas no había cesado, más bien se escuchaban más fuerte, eso indicaba solo una cosa. Él estaba cerca.
Voltee y pude verlo a unos pasos de nosotros y prácticamente me orine encima.
–¡CORRA, CORRAA!
La princesa se puso de pie y salió corriendo con gran rapidez, pero, la empujé y cayó golpeándose en el suelo. La maza paso por centímetros de mi cabeza, su fuerza y la del viento se sintió poderosa.
–¡LEVANTESE! – dije ayudándola. La maza no tarda en dar la vuelta. Debía saltar sin antes volver a empujarla y eso hice.
–¡Cathal! – escuché la voz de Eiric a lo lejos.
La maza volvió a golpear, pero esta vez más abajo en dirección a mis piernas, salté, pero tarde. El arma no me golpeó, pero si las cadenas me hicieron una gran zancadilla que me botó con rapidez al suelo.
–¡Te mataré! – gritó Lucas con una voz mucho más ronca.
–¡No me esperes solo corre! – le grite a la Princesa que se había puesto de pie.
Las espadas con Lucas no sirven de mucho, menos un cuchillo, que él mismo detendría con las cadenas, solo había dos personas que podían detenerlo sin matarlo, Marlen y Leo.
Vi la maza acercarse con una fuerza tan grande que no se puede explicar con palabras y me pregunté si este es mi fin. Si pusiera mis brazos arriba para protegerme los haría añicos, ya no tenía salida.
–¡Cathal! – dijo Eiric.
Vi una flecha traspasar las cadenas y llegar al hombro de Lucas, que lo hizo dar un paso atrás, un paso que me salvó la vida. Abrí mis piernas y la maza cayó entre ellas.
–Eiric.
–Vamos– dijo agarrándome del brazo y poniéndome de pie con gran rapidez.
–Nosotros nos encargamos– dijo Marlen acercándose mirando a Lucas.
Alce mi vista y sobre una gran roca estaba Thiao con su arco en mano y con otra flecha a punto de salir hacia su objetivo.
–Nos salvaste– le dije a Eiric mientras tomaba su mano.
–¿Estás herido?
–No, solo un dedo– dije echándome mi dedo a la boca.
–Eres asqueroso, Princesa– dijo él bajando su cabeza– Venga la subiré a un caballo e ira con su padre.
–Gracias Eiric– dijo ella mientras miraba a los caballos con los que estos soldados se habían acercado.
–¿Qué está pasando? – pregunté mientras me subía a uno.
–Sean.
–Lo sabía.
–La droga esta por todos lados, no sabemos si también con el pueblo. Mandamos unos hombres a los calabozos a ver al príncipe, pero no volvieron. Te vi cuando escuché a Luca matar a esos soldados. Thiao acababa de llegar, Fadila no aparece y los soldados de Sean estaban por todos lados ¿Cómo no vimos eso? No lose, si tan solo hubiera descubierto esto antes.
–No te culpes, todos pensamos que esto tardaría, incluso Leo.
–Leo, ¿Dónde está Leo? Te escuché subir con él a los aposentos de la Princesa– dijo y se subió detrás de ella para dirigir al caballo.
Me observó unos segundos con sus cejas levantadas y como no dije nada volvió a preguntar.
–Cathal ¿Dónde está?
–Amarrado.
–¿Amarrado?, ¿Qué quieres decir con que está amarrado?
–Lo golpeé en la cabeza y lo amarramos a la cama de la Princesa.
–No me digas, ¿Él está igual que Lucas? – Eric no tardó en escuchar respuesta cuando golpeó los costados del caballo y partió– Mierda.
Voltee a ver a Marlen y este ya casi había acabado con Lucas. Sostenía las cadenas con sus dos brazos firmemente, se podía ver sus músculos que se contraían y lo rojo de su cara al hacer fuerza. Thiao solo se mantuvo en su lugar y con rapidez Marlen boto a Lucas y golpeándolo en el rostro lo dio vuelta dejándolo inmóvil con las mismas cadenas.
–Lo llevaremos con los soldados hasta que despejen los calabozos– dijo Thiao gritándome– avísale al Rey.
–Sí Thiao, yo le diré.
Hice cabalgar a mi caballo con rapidez y este salió corriendo con tal fuerza que tuve que apretar mis muslos para no caerme. Momentos donde seguramente odiaba ser pequeño.
Mientras me acercaba, pude ver el abrazo fraterno que Thion le dio a su hija bajando con rapidez de su caballo y con su cara de preocupación me entregó el alivio que estaba buscando. La había salvado.
–Cathal– dijo el cuándo me vio bajar de mi caballo.
–Mi Rey– dije agitado mientras postraba mi cabeza a él.
–Gracias por traer a mi hija sana y salvo– sus palabras llegaron con una culpa enorme
Si bien pude traerla a salvo y con vida, no había podido llegar a tiempo para preservar la pureza de esta mujer. Mordí mi lengua como castigo
–Lejos de los agradecimientos, necesitamos saber cómo se propago esta droga. Eiric, ve al pueblo con algunos soldados, analiza la situación y contrólenla.
–Sí Señor.
–¿Dónde está nuestro General? – dijo el Rey mirando a todos lados.
–Mi Rey, Leo ha ingerido droga. En este momento él está en los aposentos de la Princesa, lo dejé amarrado allí.
–Cathal ve con tus hombres y llévenlo a los calabozos. Reuniremos a todos los que han estado en contacto con la droga allí. Luego analizaremos los pasos a seguir.
–Sí Señor, permítame ir con Thiao y Kurok– dije mirando a este último que se encontraba al fondo rodeado de otros soldados.
–Ve y vuelvan luego. Hagan correr la voz, estén alerta y mucho cuidado. Ya vimos que no se detendrán solo porque somos de su mismo bando y tráiganme al Príncipe.
En los ojos del Rey se podía ver su furia, y su lamento ¿Pudimos haber hecho algo para anticiparnos? Quizás, pero estoy seguro que nadie creyó que esto pasaría tan luego.
–Cathal, ¿Estás seguro de que podemos los tres con Leo? – preguntó Thiao.
–Él está amarrado, deberíamos poder controlarlo.
–Hablé con Marlen– dijo Kurok acercándose– luego de ir a dejar a Lucas, nos ira a ayudar.
–¿Podemos esperarlo? La fuerza de Kurok puede no ser suficiente, es mejor ir con Marlen también. Ustedes siempre han podido derribarlo.
–¿Tienes miedo Thiao? A un flacucho como tú es normal tener miedo– dijo Kurok riéndose mientras caminábamos a paso veloz hacia el Castillo.
Era cierto lo que decía Thiao, y la verdad era que yo también le tenía gran temor a Leo. Había podido ver a Lucas, sus ojos y su actitud tan hostil y despiadada, pero Luca era un hombre bastante sereno y tranquilo cuando estaba consciente, en cambio Leo, no lo era.
Subimos las escaleras con las espadas desenvainadas y atentos a cada sonido nos movimos con lentitud. En el primer piso y el segundo ya no había personas, solo cuerpos y sangre por todos lados, pero sin sacar de nuestras cabezas nuestro objetivo nos aproximamos al tercer piso, los aposentos de la princesa.
–Suéltame por favor– escuché la voz de Leo y supe con seguridad que no estaba solo.
–No... ¡NO! – grité corriendo seguido por los demás.
Sentí un sonido ahogado de un hombre que provenía de ahí mismo. El mismo sonido que hace una persona al perder el aire mientras siente dolor.
"Mierda"
Próximo Capitulo: 25.– La Droga Harag
"Feliz Navidad queridos lectores"
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