Una semana antes II
Capítulo dedicado a MariaOrtega2
El enfermero me llevó a los ascensores para pacientes y llegamos a las puertas dobles de la sala de partos, al llegar ahí me deja con cuatro mujeres que esperaban ser atendidas acompañadas con sus esposos o familiares y en todas se les reflejaba el dolor de sus contracciones.
Algunas me veían como bicho raro porque gemían y soltaban sollozos y yo... no. El hecho es que a la que pasan primero a revisión es a mí.
A la encargada le entregan los papeles que fueron enviados desde las oficinas del primer piso y me pasan a una camilla, les pregunto el porque de estos procedimientos a lo que me responden.
— Te encontraron alta la presión y has sido enviada aquí para controlar como estás, si sigues así te adelantaremos el parto o de lo contrario te enviaremos a casa. Todo depende de tu evolución.
Quedé tranquila, así que me pidieron quitarme la ropa hasta los interiores, los zapatos y que debía ponerme una bata de hospital.
Me pusieron los aparatos médicos de revisión de mi corazón y la de medición de la presión que seguía arrojando hipertensión.
La doctora me palpa y me sorprendió al decirme que yo tenía dos centímetros de dilatación, ¡¿Qué?!
No sentía contracciones, no tenía dolor. ¿Cómo así?
Lo único que me respondió era que me iban a inducir el parto.
Yo llamé a mi madre y ella llamó a Paola, para que me acompañara. ¡Muy bien! No iba a estar sola.
Pero Houston hay un problema, y ese era ¿Quién recogía a mi hija Dayanna del bus escolar?
Dayi tenía siete años como lo había descrito antes y me la entregaban en la esquina del bloque, así que me puse a llamar a la señora que la cuidaba en el poco tiempo que trabajé a mi hija, dominicana de nombre María.
Al principio me dijo que esperara un momento y que me devolvería la llamada, me preocupé porque no tenía a quien más recurrir, máxime que a parte de la señora María y mi persona no había a nadie más autorizado para que el chofer o la ayudante del bus escolar entregara a mi hija. Al fin de dos minutos que me parecieron eterno recibí su llamada.
— No se preocupe Karla, yo le recibo a la niña. Tuve que organizar todo porque estoy en Queens y ya me regreso al Bronx.
Respire tranquila y voltíe al sentir que llamaban mi nombre; mi hermana Paola había llegado. Ya estábamos al filo de las doces.
Mi hermana empezó a preguntarle una inquietud que le transmitió mi madre. ¿Por qué inducción y no cesárea?
— La cesárea se haría en caso de emergencia y no estamos frente a ese caso, estamos esperando a que se le estabilice la presión a su hermana para empezar la inducción ya que ella ha empezado la labor de parto, pero va muy lento y no queremos que la criatura sufra.
Dicho eso me pasan a otro sector donde están los cuartos privados y en ellos se dan los partos.
Voy caminando está vez hasta que llegó a mi habitación en la que está la camilla y al final los estribos donde pone uno los pies, monitores y lo principal la cunita donde limpiaran y auscultaran al bebé con todos los instrumentos de neonatos.
Habían dos mujeres conmigo una brasileña que estaba haciendo sus prácticas y la comadrona que estaría pendiente de mi evolución y Paola que por segunda vez estaba conmigo en el parto, la primera a la edad de doce me acompañó al parto de Dayanna, pero eso es otra historia que me gustaría plasmar en otro capitulo, porque ningún parto es igual y en ambos tengo anécdotas muy jocosas.
Me colocaron los monitores para vigilar el ritmo cardíaco de mi bebé y el mío, junto con suero (via intravenosa o terapia IV) para hidratar me, ya que esto era la verdadera causa de la hipertensión que presentaba.
La pase tranquila charlando con la joven brasileña y mi hermana en la que me fui relajando y por consiguiente mi presión se fue normalizado. Hable con mi madre y con mi hermana gemela tranquilizandolas y diciéndole que ellas podían terminar su jornada y después llegar hasta el hospital, luego averigüe por mi hija y ya estaba tranquila y sobretodo había comido en el apartamento de María que por cosas de la vida habitó ahí en el tiempo presente.
Luego de las cuatro de la tarde me hicieron un nuevo palpeamiento y descubrieron que había llegado a cuatro centímetros, por lo que decidieron romperme la fuente.
(Como en mi primer parto) tengo un patrón aquí ¡Eh!
En fin me cambiaron la línea intravenosa y se dispuso la doctora a romper la fuente; lean bien esto, litros y litros de líquido salió, mucho más que la primera vez es decir en mi primer parto, las enfermeras tuvieron que levantarme y cambiar las sábanas que había empapado.
Al cabo de unos minutos, la brasileña me pregunto por orden de la comadrona que si yo no tenía dolor.
— Yo no tengo dolor. ¿Por qué?
— No lo sé, pero déjame averiguar porque la pregunta —regresó y me dijo. — Porque te han puesto una medicina llamada pitocin.
Es la droga que acelera el parto y me fue puesta en el cambio de la intravenosa.
— Dígale que no siento dolor.
A decir verdad no sentía ningún dolor pero en el cabo de media hora, empecé a sentir las contracciones inducidas por la droga.
Llegó el doctor que iba a asistir en el parto a hacer el chequeo de rutina y si la droga estaba haciendo efecto. Satisfecho me preguntaba si quería droga para el dolor y yo le respondía que no.
— ¿Estás segura que no quieres al anestesiologo?
—Segura doctor, yo aguantó —haciéndome la fuerte.
—Bien, ¿Cuántos embarazos has tenido?
—Dos, con este.
—¿Y cómo lo sientes a este, más grande o más pequeño?
—Más grande doctor — a pesar de lo que dijo la técnica del sonograma yo sentía a mi hijo más grande que a Dayanna en el momento del parto.
— Bien regresare luego.
Las contracciones se hicieron más frecuentes y a la vez más dolorosas.
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