15. Banzer...
Promediaban las 16 horas del 21 de julio del año 2001. En un edificio de Nueva York, Estados Unidos, se habían reunido los más importantes líderes políticos del mundo, presidentes de corporaciones y poderosos jefes de logias e iglesias para el Sexagésimo Segundo Congreso del Priorato y la Sinarquía.
Entre los presentes se hallaban los rabinos más importantes del Priorato de Sión; el Presidente del Estado de Israel, Ariel Sharon; el Presidente de los Estados Unidos de América, George W. Bush; el Primer Ministro Inglés, Tony Blair; la Reina Elizabeth II de Inglaterra; el Secretario General de la República Popular de China, Hu Jintao; etc. Y también se encontraban poderosos magnates y presidentes de los bancos y compañías más grandes del mundo, tales como George Soros, James de Rothschild, Li Ka-Shing, Lawrence "Larry" Page, Michael Bloomberg, Bernard Arnault, Samuel Robson, Stefan Persson, Liliane Bettencourt, Sheldon Adelson, David y Charles Koch, Larry Ellison, Warren Buffett, Amancio Ortega Gaona, Bill Gates, etc. Sin embargo, a pesar de todo el dinero y poder que aquellas personas representaban, ninguno de ellos significaba más que un grano de arena para el más importante de los presentes. Allí, junto a todos esos poderosísimos hombres y mujeres estaba aquel que les brindó los atributos y condiciones para amasar toda su fortuna e influencias. En la parte central de la sala del concejo estaba San Gabriel Arcángel.
Desde eras encomiables en el devenir del tiempo, Gabriel Arcángel había sido el escultor principal del destino de los seres humanos en el tercer planeta. Sus acciones siempre las guiaba la voluntad del Supremo Jehovah-Satanás, creador del universo, quien accionaba los hilos del destino usando la mano de Gabriel. Pero largos milenios atrás, el Arcángel blanco se había liberado de su amo y empezó a actuar por cuenta propia. Su misión era mantener a la humanidad dormida y engañada en el sueño de la vida. Retener a los hombres y mujeres ocupados con sus trabajos, sus familias, su subsistencia y sus anhelos más profundos. En los tiempos de modernidad, Gabriel había domado a la humanidad con la doctrina de la paz, del amor, de la democracia, el progreso y del bienestar común para que nadie en el planeta se dé cuenta que estaban siendo encadenados al perpetuo ciclo de la vida desde eones anteriores a la formación del Sol y de la Tierra. En tiempos de posmodernidad, el arcángel blanco había logrado sacarle todo el provecho a la tecnología para crear un mundo sumido en el super-individualismo, convirtiendo a casi cada habitante del mundo en un egomaníaco vanidoso y nihilista.
Sin embargo, siempre hubieron algunos hombres que lograban ver más allá del velo de la política, la economía o el consumo. A éstos, Gabriel Arcángel les daba el poder de mover los hilos del mundo. Los llenó de oportunidades para sumirlos en la riqueza, y de armas acordes a su tiempo para manejar a la humanidad de acuerdo al plan del Tetragrámaton. Incluso, usando al Bafometh de los demonios como base, se aprovechó de las bipolares pasiones humanas para generar más karma y sufrimiento con el cual alimentar al durmiente Jehovah-Satanás pues sabido es que Él se alimenta del dolor de los Espíritus encadenados a la vida y a la materia.
Aquella junta era muy especial pues era la primera del siglo XXI. Nuevos actores del poder mundial habían sido posesionados en su sitial de privilegio. La agenda que se discutía giraba alrededor de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, las estrategias para estimular el consumo en un nuevo mundo gobernado ya no por los productos, sino por ideas sesgadas fáciles de consumir. Se planificaban guerras en Medio Oriente y la excusa para generarlas: habría un supuesto atentado suicida a las Torres Gemelas de New York que el propio George W. Bush tenía que realizar como sacrificio al Altísimo, responsabilizando a un sector del Priorato que ya había pactado todos los detalles para el desarrollo del conflicto. Las comitivas de los califatos árabes accedieron llevar al Islam al escenario bipolar global cambio de riquezas.
Los planes de la Sinarquía y el Priorato establecieron la agenda de poderes hasta el 2020, fecha en que se celebraría un nuevo concilio para definir la colonización de Marte y otros aspectos de la entelequia humana. Pero ese día también debían definir sus acciones ante la nueva amenaza que estaba surgiendo en el Reino.
El tema en cuestión se tocó al caer la noche. El problema había surgido en un diminuto país de América Latina cuya importancia en el mapa de operaciones políticas era mínima, pero que en la estrategia cósmica tenía tal trascendental importancia que la existencia del multiverso entero podía depender de lo que ocurra en ese país.
El presidente de aquella Nación ingresó a la sala de congreso a las 23 horas. El portavoz oficial de la junta hizo el anuncio:
—Acude a esta audiencia el Presidente de la República de Bolivia: Hubo Banzer Suárez. Grado 18 de la Gran Orden de Arquitectos y diacono apostolado de la Orden Rosacruz, acomodada de la Sinarquía al final de las Cruzadas Albigenses.
Las miradas de todos los presentes se volcaron hacia el pequeño y avejentado hombre que ingresaba por la puerta principal. Había perdido gran parte del cabello y lo poco que le quedaba estaba totalmente canoso. Un bigote blanco enmarcaba su boca sobre la cual se desplegaba su pellejo como una tela vieja y seca. Sus ojos adormilados estaban rodeados de ojeras y con bolsas colgándose de sus párpados. A pesar de su costoso traje, era notorio que aquel cuerpo costaba menos que su corbata; no había nada que rescatar en aquel hombre, ni siquiera para los traficantes de órganos.
—Banzer —farfulló San Gabriel con las voces de los presentes vociferando a coro cosas ininteligibles.
—Señor Hugo Banzer Suárez —dijo el portavoz oficial, hablándole en inglés—. ¿Sabe la razón por la que ha sido llamado aquí?
Banzer respondió en español.
—Estoy a punto de terminar mi mandato constitucional. Tengo muchos problemas que atender en mi país y el Concejo que me puso en ese cargo debe querer oír mi reporte de gestión.
—Se equivoca, Banzer —respondió el portavoz—. Usted ha sido colocado en el cargo de Presidente de la República de Bolivia para contener las emergencias que se han suscitado en su país, pero ha fallado.
—La situación económica es difícil en Bolivia. Necesito otro préstamo y un poco de tiempo para pagar los créditos, la tasa de desempleo ha...
—¡No me interesa su estúpida tasa de desempleo! —bramó Gabriel, poniéndose de pie. Las voces de todos quedaron en silencio—. Sus trabajos, sus familias, sus patéticas vidas no son más que un insubstancial suspiro en los planes de Dios. ¿Me va decir que acudió a este Sagrado Concejo para hablarnos de la economía de su país?
—Mi señor, yo...
—¡Estúpido humano! —interrumpió el iracundo arcángel—. Se te dio dos oportunidades, Banzer. La primera vez dejaste escapar al enemigo de tus manos como si existiera algo más importante que la misión de Dios para este universo. Te engañaron, perdiste el Arco de Artemisa y con él la oportunidad de acabar con esta Guerra Esencial. Se te perdonó y se te inició en los herméticos conocimientos cabalísticos para que la próxima vez no desestimes lo que tienes entre tus manos, pero descuidaste tu deber y ellos han escapado de nuevo.
—Pero yo...
—¡Silencio! Has abordado la economía de tu país, su situación social y política como si esas tonterías de mortales fuesen reales. ¿¡Que no se te dijo mil veces que todo eso es un invento para la masa de imbéciles!? Todos ustedes no son más que ganado, humanos mortales sin mayor importancia que servir a Dios. Pero no, volviste a creer, a caer en el sueño de los orates, de los casi siete billones de simios lampiños que sirven de contenedores del Espíritu. ¿Nadie te dijo, Banzer, que vas a morir? ¿Nadie te dijo que tu patético país va desaparecer un día al igual que la Tierra y el Sol al que orbita? ¿No notaste que la galaxia y el universo entero tendrán un final? Y en ese gran plan, tu vida y la de todos los humanos no es más que una insignificante mota. Solo importan los Espíritus que llevan consigo, no sus vidas. Pero olvidaste todo lo que se te enseñó y por eso fallaste por segunda vez.
—Los hemos rastreado, mi señor —respondió Banzer, pálido del miedo—. Sabemos que cruzaron el Camino de los Dioses y estamos seguros que...
—¡Silencio! —interrumpió Gabriel—. El enemigo ha conspirado en tus narices.
—Es que, mi señor —dijo Banzer, sacando unos documentos de un sobre manila—, aquí tenemos los datos de la conspiración y todo fue planificado al margen del control de Inteligencia de Estado. Los datos de los conspiradores fueron borrados de las actas nacionales, incluso la gente que los conoció ha empezado a olvidarlos. Ellos usaron alguna clase de artilugio para ser borrados de nuestro aparato de identificación nacional. Es más, debieron usar drogas, quizá un artefacto, para causar la conveniente y selectiva amnesia entre sus conocidos. Casi nadie recuerda haber conocido a los conspiradores. Incluso familiares cercanos han olvidado su existencia. Es como si ellos jamás hubieran nacido. Por eso se hizo difícil seguirles la pista.
—Pero nacieron —replicó Gabriel—, existieron y vivieron en la ciudad de La Paz, en Bolivia; un lugar que, supuestamente, debías controlar. ¿Tienes idea de la importancia que tiene la posición estratégica de Bolivia en este ahora? ¡Tiwanaku está en tu país, imbécil! Aunque, al igual que tu ridícula gente, has demostrado que no eres capaz de controlar algo tan grande, Banzer.
—Solo necesito un poco de...
—¡Silencio! Por causa de tu descuido no solo los doce Centinelas se han reunido, sino que además podrían haber obtenido el Arco de Artemisa y ahora todos corremos un riesgo que tu pequeña mente no será capaz de comprender nunca. Desde ahora yo me haré cargo del Caso de Bolivia. Quedas destituido, Banzer. Entregarás tu cargo antes que finalice el invierno austral y delegarás a alguien que no llame la atención de tu país como tu sucesor.
Banzer no tenía nada más que decir.
—Retírese —finalizó el portavoz.
El ex-presidente volteó y empezó a alejarse, pero antes que cruzara la puerta principal, Gabriel Arcángel dictaminó su sentencia.
—Por tu fallo sin nombre —dijo San Gabriel—, te condeno, Hugo Banzer Suárez, a sufrir una lenta, terrible y horrorosa muerte. Y tu dolor no se acabará con la muerte, pues una vez muerto irás directo al Círculo del Fuego para ser atormentado hasta la Batalla Final. Me encargaré que el propio Belsebuh se dedique a atormentarte con privilegio de exclusividad.
Los ojos de Banzer se llenaron de horror y regresó corriendo a la sala, poniéndose de rodillas y llorando lleno de espanto.
—¡Se lo ruego, mi señor, perdóneme!
Gabriel miró al afligido hombre que temblaba sin control, y sonrió.
—¿Sientes miedo?
Hubo un silencio breve, Gabriel continuó:
—¡Vean, almas perfectas de la Fraternidad, el costo del fracaso!
Todos los presentes tenían el rostro empalidecido y congelado con una expresión de miedo sin nombre.
—¡Esto le pasará a cualquiera que falle!
Banzer aún de rodillas, empezó a gemir profundamente. Dos guardias, vestidos con traje militar, lo tomaron por los codos y lo cargaron hasta las afueras del edificio donde fue arrojado con violencia.
Ese mismo año, el 6 de agosto de 2001, Hugo Banzer Suárez dimitió del poder, dejando a su vicepresidente, Jorge Quiroga Ramírez, al mando de la nación. Banzer falleció entre dolores monstruosos el 5 de mayo del 2002 debido a un cáncer de pulmón. Nadie oyó sus gritos de clemencia mientras suplicaba, entre delirios, la piedad de San Gabriel Arcángel quien lo había maldecido para el resto de la eternidad.
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