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—¿Por qué no me dijiste? —preguntó Shawn.

Kendra no sabía que decir, tenía su cabeza mirando hacia abajo, sentía que si decía algo las lágrimas no tardaban en salir. Así era ella, sensible, sentimental, pero aún así se mantenía fuerte.

—No hace falta decir nada más, nada va a cambiar, tú seguirás con ella y yo estaré bien sola. Estoy teniendo más tiempo para mí misma, tiempo de mucha importancia, entré a un curso de cocina, medito todos los días e incluso estoy aprendiendo Alemán, no sé porqué, pero lo hago —dijo Kendra.

Shawn soltó una risita. —Eso no fue lo que pregunté, pero me alegro que estés bien y que hagas cosas productivas. Ahora, por favor, dime porqué no me dijiste nada.

—Sabía que no sentías lo mismo que yo, era obvio, me hablabas de esa chica cada vez que nos veíamos, cuando lo hice no planee que ella respondiera el teléfono. Lo siento, ella probablemente me odia ahora mismo, lo entiendo.

Shawn quería que ella guardara silencio, para él hablar. Varias veces llamó su nombre, pero no funcionó, hasta que su cuerpo lo traicionó y la besó.

—Shawn, no. —dijo Kendra poniendo sus manos en su pecho.

Sus rostros aún estaban centímetros cerca del otro, era como si fueran dos imanes.

Los dos querían, pero no podían, Shawn nunca había engañado a alguien en su vida. Pero ya era tarde.

—Déjame hablar a mí, no volverá a pasar. —dijo Shawn, parecía que intentaba convencerla a ella, pero parecía que él mismo se estaba convenciendo.

Kendra se fue alejando cada vez un poco más, hasta que Shawn no pudo más y volvió a pegar sus labios contra los de ella.

Lo que ella no sabía era que Shawn comenzó a salir con su novia sólo para olvidarse de Kendra.

La ropa iba desapareciendo cada vez más de sus cuerpos, Shawn sabía que estaba mal lo que hacía, pero aún así no podía detenerse. Ninguno de los dos, porque era lo que siempre había querido, no sólo él, sino los dos.