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Capítulo 13

La tarde transcurrió con conversaciones simples sobre la universidad, bebidas gaseosas y partidas de Scrabble en la arena. Por fortuna para Gina, dada su naturaleza silenciosa, no hubo mucha oportunidad para hablar y nadie lo tomó como raro, y cuando tuvo que hacerlo, solo secundó los comentarios de los demás. Era mejor decir sí a todo que improvisar alguna historia. Así continuó la reunión entre risas y cotilleos, hasta que Free tuvo una gran idea.

—¡Vamos a surfear!

—Está muy cara la renta de tablas —dijo Laura, sin tener siquiera la certeza.

—No es cierto —apuntó Free—. Cuando Gina y yo fuimos a comprar nuestros trajes de baño, vi que estaban muy baratas.

—No sé... —Laura denotó inseguridad—. Vayan ustedes y yo los espero.

—Yo no sé surfear siquiera, Free —confesó McKenzie.

—¡Te enseñaré!

—Está bien, mate, pero si me ahogo, tú me sacas.

Ella se carcajeó, y luego miró a las demás.

—Buena suerte queriendo moverme de aquí. —Laura se limitó a broncearse bajo la sombrilla. Su carácter de mula disuadía a cualquiera de insistirle.

—¡Ay, bueno! —Hizo su puchero—. Ya sé, primero te enseño a ti, Emile, y luego a Gina.

—Me parece perfecto —dijo Gina, sin habérselo pensado.

«¿Qué demonios acabo de decir? ¡Ni sé nadar!»

—¡Genial! Ven, Emile.

Los jóvenes se alejaron, persiguiéndose, y tanto Laura como Gina se quedaron en un silencio profundo. La otra, allí acostada con un espejo tríptico bajo su mentón, no hizo por querer charlar, mientras que Gina, que estaba sentada en la arena, jugó con el polvo.

—Hacen buena pareja, ¿verdad? —preguntó Gina, tratando de romper el hielo.

—¿Quién?

—Emile y Liberty.

—¿Pareja?

—Sí, que podrían estar juntos, qué se yo.

—¡Ja! Pareja ellos. A Emile no le interesan las chicas.

—Oh...

—Oye, por cierto —Laura se bajó los lentes oscuros y la miró—, ¿por qué nunca te había visto? Apareciste como de la nada.

Georgina solo movió los hombros, antes de responder.

—No soy muy popular.

—Ya me he dado cuenta —respondió con un tono muy sobrado—. Me refiero a que no te he visto por ningún lado, y digo, literalmente. Aunque seas muy callada, creo que podría haberte encontrado en alguna ceremonia de la universidad.

—No asisto a ellas.

—¿Entonces cómo has aprobado las materias que requieren asistencia a los coloquios?

—He hecho algunos arreglos.

Laura continuó viéndola con recelo, sobre la montura de sus anteojos.

—Ya veo...

—Oye, no creo que conozcas a cada alumno de la escuela —contestó, algo ofendida, y después se le ocurrió pensar en su personaje—. Se me da muy fácil escurrirme. No voy a fiestas ni nada de esas cosas. No me interesan. Prefiero estudiar. No hay un mejor lugar para mí que las bibliotecas. Te aseguro que si vas allí más seguido, me encontrarás.

«Ojalá no haya ido a una nunca.»

—¡Me atrapaste, Thompson! —se rio—. Tienes razón, nunca voy allí. Ya, perdóname ¿sí?, es solo que se me hace extraño no haberte visto antes. De verdad eres un ratón de biblioteca. Eso explica por qué le tienes tanta devoción a tus jefes del Berkeley Barb. Ahora sé también por qué le gustas tanto.

—¿A quién?

—A Free, ¿a quién más? A ella le fascinan las personas así. Tú muestras su tipo a gritos.

No quiso responder, ya que pensar al respecto se le hizo más atractivo.

—Como ya te diste cuenta, ella es un poco idealista.

—Demasiado, diría yo.

—Sí, demasiado... —Laura se acercó y dijo—: Y de verdad te tiene mucha fe. Free Speech People necesita ser tomado en serio. Más vale que tu artículo sea la gran cosa. —Y siguió con su bronceado.

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Cuando Liberty regresó, Gina sintió un golpe en el corazón; primero por su escaso apetito de enfrentarse al salvaje mar abierto, y segundo porque ya tenía bien grabada en la mente que le gustaba a Liberty. Aunque, claro, Laura se lo había dicho de manera ambigua. No significaba que lo hiciera en aquel sentido.

—¿Lista? —le dijo Free, sacándola de sus pensamientos con una patadita.

—Sí, vamos.

—Te encargo mis cosas, Emile —le pidió Gina al británico.

—¡Claro! ¡Diviértanse, niñas!

Ambas caminaron lado a lado en silencio, hasta la playa. Gina se moría de miedo y Free iba sonriente, como si preparase un plan malvado, o eso se imaginó al verla de reojo.

Después, una idea incómoda le cruzó por la mente y quiso expresarla.

—Creo que no le agrado mucho a tu amiga.

—¿A Laura? ¡Ay, no! Ella es así.

—¿Cómo?

—Un poco sobreprotectora. De hecho es como nuestra mamá, de mí y de Emile. Nos ve como a sus hijos. Es normal que te vea con un poco de desconfianza, pero después verás que a ti también te va a adoptar. ¿Te dijo algo grosero?

—No necesariamente.

—No te preocupes por ella, Gina, así fue con Joe al principio.

—Entiendo...

Al verla meditabunda, quizá preocupada, Free se giró hacia ella y le dijo, con saltitos:

—¿Por qué no vienes con nosotros a Sacramento? Es para la siguiente semana. ¡Di que sí!

—¿Qué hay en Sacramento?

—Va a venir The Animals. Además, estaremos el fin de semana en una comuna a las afueras de la ciudad. Habrá mucha música y diversión.

—Suena bien. Me gusta The Animals.

—Incluso podrás hablar de la filosofía de nuestras comunas en tu reportaje. Son buena gente. Podrías meter entrevistas cortas.

Gina asintió a esto último; creyó de verdad que era una buena idea.

Se dirigían hacia la base del Golden Gate, donde las olas eran más dóciles. Allí había menos practicantes de surf, lo que comenzó a tranquilizar a la periodista. La tabla era amarilla, y de esta pendía un anillo con una correa, de las que se usan para atarse a un talón. Liberty le ofreció más tarde tal protección, pues quería que su acompañante se sintiera segura.

—Aquí ya no hay mucho que temer. Por la bahía, el oleaje disminuye.

—Qué bien...

—Vas a ver que es divertido. Con Emile solo estuve dos minutos. Ya al final él lo intentó por sí mismo. Claro que se cayó como cinco veces, porque se resbalaba —su carcajada ayudó a que la tarea sonase menos aterradora—, pero aprendió. No es la gran cosa. Es como andar en bicicleta.

«Nunca he montado una bicicleta.»

—Oye, Free, tengo algo que confesarte.

—¿Qué es?

Gina se mordió el labio y tamborileó los dedos.

—No sé nadar.

—Bromeas, ¿cierto?

—No.

—Vives en San Francisco y no sabes nadar.

—Así es.

—Has tenido por años un mar al lado de tu casa y nunca te has metido en él.

—Sí.

Ella se torció de la risa un segundo después, además de que se tomaba el estómago.

—¡Lo siento, lo siento, lo siento!

—No es gracioso. Soy... vivo en los libros, ¿qué esperabas? Prefiero leer novelas de... de Silvia Plath, que estar afuera.

En realidad prefería los libros de ensayos periodísticos.

—Lo sé, Gina, me lo dice tu cara.

—No te burles.

—¡No me burlo! Perdóname. Es que soy muy risueña, ya sabes. En ese caso, tendrás que venir conmigo. Iremos como en un bote, ¿qué te parece? Confía en mí. No permitiré que nada malo te vaya a pasar.

Asintió.

Entraron hasta donde el agua les llegaba a las rodillas y pusieron a flotar la tabla. Liberty se sentó adelante y ella detrás, como en una moto.

—Sujétate de mí. —Amalia no dudó en cruzar sus manos sobre el vientre de Liberty con mucha fuerza—. ¡Guau! ¡Ja, ja, ja! Sí, a eso me refería. No te vas a caer, te lo prometo. Solo confía en mí.

«Confío en ti.»

La joven remó con sus piernas y se alejaron hasta donde se formaban los bultos de agua. Pronto comenzaron a subir y a bajar. En realidad resultó ser un paseo más agradable de lo esperado. Amalia se sentía muy cómoda sujetándose de Liberty, aunque, por otro lado, le aterraba la idea de caerse de la tabla, o que apareciera un tiburón y devorara su pierna. Y como era más alta que ella, reposó su frente en la cabeza de su guardiana. Percibió el aroma de su cabello. Mientras tanto, Free recitaba frases tranquilizadoras, explicaciones e instrucciones, las cuales ignoró para solo disfrutar del dulce de su voz.

Vino el silencio, y después la calma.

Ahí donde navegaban, el mar había dejado de ser agresivo. Solo eran ellas dos y el agua. No había necesidad de sujetarse de nadie; sin embargo, Amalia no quiso soltarse, y por la forma en la que sentía el cuerpo de Liberty junto al suyo, advirtió que la otra tampoco quería hacerlo.

—¿Verdad que no estuvo tan mal? —le preguntó Free.

Por un momento se miraron. El rostro de Liberty, que siempre estaba lleno solo de júbilo, ahora pasó a mezclarse con un poco de preocupación y curiosidad. Acercaron sus labios, la una a la otra, de manera equitativa, y comenzaron a besarse con auténtico gusto. Era Liberty quien sostenía a su pareja con mayor energía, pero pronto la otra también igualó la fuerza, liberándose de todos sus miedos. Ambas se querían, ambas se deseaban. Gina incluso acariciaba el cabello de la chica, y se lo guardaba detrás de su oreja, como para recordar después cada sensación en su tacto. No obstante, esta espabiló primero; había regresado a ser Amalia. Empujó a la joven de manera brusca para quitársela de encima.

—Lo siento, yo, no debí... —dijo Free, que solo echó la mirada hacia delante.

—Volvamos, ¿sí?

Free asintió rápido.

Navegaron hasta la costa. Durante el trayecto, no se volvió a tocar el tema.

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¡Holi!

Ya pasó. Acabó mal. Espero que no me estén odiando jajaja

¿Qué opinan de lo que hizo Amalia?

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