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21. Un reto cumplido

Y sigo confirmando que Enzo es el mismo idiota de hace tres años. Durante toda la sesión no hace más que lo que se le da la gana. Va en contra de todas mis indicaciones; cuando voy a tomar una foto, se mueve, no deja de hacer chistes racistas, machistas, clasistas y hasta fascistas, de los que solo se ríe él.

Laura llega casi una hora después de la llegada de Enzo. Viene empapada y maldiciendo con palabras nunca antes escuchadas por el hombre -y muy elegantes- el tráfico de Bogotá.

¡Hola, hola! Ay, qué pena llegar tan tarde, Scar, pero la séptima era una masa inexplicable de carros y el bus en el que venía parecía conducido por la tortuga de Kung fu Panda... Todos la volteamos a mirar, luego se acerca a mí para decirme algo que solo yo pueda escuchar-: ¿Cómo va todo? ¿Ya tienes ganas de matar a Menzo? Recuerda que el bate sigue en el baúl de tu carro. ¿O ha cambiado y ya no es tan patán?

Estoy que lo mato desde que lo vi. Es el mismo idiota y patán de siempre, creo que hasta más que antes respondo susurrando también.

Mucho gusto, soy Héctor. ¿Tú eres la mejor amiga de Scarlett? Es muy raro que no nos hayamos conocido antes; yo soy su mejor amigo nos interrumpe Héctor.

¿Mejor amigo? Ya quisieras. Lo molesto para que deje de alardear con eso. Aunque sí es mi mejor amigo, y si antes no los había presentado fue porque increíblemente no se había dado la oportunidad. Si invitaba a los dos a algo, uno de ellos no podía ir.

Y yo soy el mejor amante que ha tenido... dice Enzo, siendo el Menzo de siempre.

Ja, ja, ja. Mejor ni toquemos ese tema respondo con mucha ironía y odio.

Porque sabes que es así. La suficiencia en su rostro es muy molesta.

¿Quieres que sea sincera? ¿Quieres que tu hermano y mi amiga sepan lo chiquito que lo tienes? No puede evitar usar la carta de "menciono el tamaño para que te duela, pendejo".

Uuuuhhhh responden al unísono los aludidos.

Prefiero que lo vean. Y así, tan campante, va desabotonando sus pantalones. Gracias a Dios Héctor es lo bastante rápido como para pararse frente a él e impedir que veamos sus desgracias antes de que, con un solo movimiento, se baje los jeans y el bóxer.

¡Por Dios, Enzo! Póngase esos pantalones ya exclama con molestia su hermano.

Héctor, estoy tratando de demostrar algo... Permiso. En un movimiento que mi amigo no puede anticipar, Enzo se mueve y deja al descubierto todo. Laura y yo nos giramos para darle la espalda, sin saber qué más hacer.

¡Esto es acoso, imbécil! He visto a Héctor enojado muy pocas veces. Por eso estoy segura de que en este momento quiere matar a su hermano. Y lo entiendo muy bien, yo estoy fúrica, pero no soy capaz de decirle nada hasta no estar segura de que ya no ande por ahí enseñando su pedacito.

Al parecer, la palabra "acoso" produce algo en Enzo, porque se sube los pantalones de inmediato, sin siquiera quejarse o hacer algún comentario estúpido.

Ya se pueden girar nos avisa Héctor.

¡¿Eres imbécil o qué?! ¿Qué te hace pensar que puedes ponernos en una situación tan incómoda? ¡Pervertido! Ahora que ya tiene sus pantalones arriba y sus partecitas cubiertas, puedo descargar en él toda mi ira.

Me molesta muchísimo que incomode de esa manera a Laura. En su rostro, rojo de vergüenza, se nota una expresión que iba mucho más allá del pudor o la incomodidad.

No me disculparé porque logré justo lo que quería; que vieran lo bien dotado que estoy.

¡JA! ¿Bien dotado? Te digo una cosa, he visto muchos penes en mi vida, y te aseguro que el tuyo es el más pequeño de todos. Estoy tan molesta que ni siquiera me importa sonar tan idiota con ese argumento tan insignificante.

Cálmate, Scar... Escucho la voz de mi amiga pero es como un susurro distante. Siento que me agarra el brazo, pero la ignoro por completo cuando Enzo deja salir su siguiente frase venenosa.

Sí, ya sé todos los penes que has visto, porque eres una zorra.

Basta con escuchar esa palabra para dejar de prestar atención a Laura calmándome y a Héctor exigiéndole a su hermano que me respete. Me lanzo sobre él a ahorcarlo, tal como en los dibujos animados. Nunca he peleado físicamente con nadie, y no se me ocurre que una cachetada puede ser mucho más dramática y madura. No. Yo voy directo a su cuello, que está muy arriba y es difícil de apretar, pues mide al menos unos veinte centímetros más que yo.

Él pone su mano en mi cara, y como sus brazos son bastante largos, logra retirarme únicamente con ese movimiento. No puedo hacer nada más que seguir gritándole.

¡Suéltame, imbécil!

Cálmate, enana.

¡No me digas enana! Mido 1,68.

Igual que Tontín.

Arrgghhhh De la frustración, aprieto tan fuerte los dientes que temo partirlos.

Nunca supiste pelear.

Y tú nunca supiste follar.

En su rostro noto lo mucho que le molesta esta última afirmación. Me suelta al ver que ya no intento regresar a su cuello, y va a tomar la mochila que trajo. Volteo a ver a mi alrededor, buscando a Héctor y a Laura, porque caigo en cuenta de que se dieron por vencidos muy pronto para detener la pelea. Ambos se miran embelesados y Laura juega con su cabello coquetamente mientras Héctor le hace preguntas para conocerla mejor.

Vuelvo mi vista a Enzo quien ya se marcha. Por un momento se detiene, se mantiene en su lugar por unos cortos segundos y luego regresa frente a mí.

Tal vez no supe follar, pero aún así supe hacerte sufrir.

Luego de soltar semejante frase, sigue su camino hasta la salida. Por suerte, las fotos que ya le he tomado son suficientes para el calendario.

Comienzo a recoger y empacar todos los equipos, muerta de ira, temblando por tantos sentimientos que se agolpan en mí y llegan hasta mis manos para hacerlas torpes. Todo se me cae y estoy a punto de irme de bruces contra el suelo al enredarme con un cable.

Al parecer, tanto ruido llama la atención de Laura y Héctor, como si les hubiera estallado la burbujita de amor en la que andan. Ambos miran en mi dirección y se acercan a mí para ayudarme.

¿Estás bien, amiga? pregunta Laura, preocupada.

Deja eso, yo recojo propone Héctor, quitándome un lente de la mano. Bueno, mejor recoges tú ahora que estés más calmada, porque no tengo ni idea dónde va cada cosa.

¿Cómo pudo salir semejante patán de la misma vagina de la que saliste tú? Cuando ya empiezo yo a decir incoherencias, es porque he perdido totalmente el control de mis emociones. Héctor ríe un poco antes de contestarme.

En realidad, él nació por cesárea.

Ahí está, por eso es tan mal parido.

Los tres reímos un poco, hasta que la risa va convirtiéndose en carcajadas. Eso me ayuda a calmarme y a poder terminar de empacar mis cosas. Laura propone que vayamos a tomar algo y así lo hacemos. Estamos el resto de la tarde charlando y divirtiéndonos. Me ayuda a relajarme bastante, y a darme cuenta de la gran química que hay entre Héctor y Laura.

Finalmente lo logro. Frente a mí, en mi computador, tengo el resultado de tres semanas largas de sentimientos encontrados, rabias, risas, frustraciones, recuerdos, nostalgia y otro montón de cosas tan extrañas que ni siquiera las puedo nombrar. No fue fácil, para nada, pero me siento feliz y satisfecha con las fotos y el diseño en general del calendario. Eso es lo que tienen los retos y por eso nos encanta aceptarlos: que cuando se logran llevar a buen término, nos hacen sentir capaces de cosas imposibles.

Faltan dos días para la clase de Suárez y lo único que me falta es imprimir mi trabajo. Estoy tan feliz; será el mejor calendario de la clase, seguro. Cerca de mi apartamento, hay una imprenta digital en la que produzco casi todos mis trabajos. Me asomo por la ventana de mi sala y aprecio unas cuantas nubes negras en el cielo. Pensar en la posibilidad de que llueva, me hace dudar sobre ir caminando hasta la imprenta, o no arriesgarme a mojarme e ir en mi carro. Al final, veo un rayo de sol colarse por algún lado del cielo y me dan ganas de ir caminando, tengo todo el ánimo para eso. Meto la memoria USB en un bolsillo interno de la chaqueta y solo llevo mis llaves y billetera para devolverme en un taxi, en caso de que el cielo cumpla sus promesas y empiece a llover.

El barrio donde vivo es más bien tranquilo, por lo general solo se escucha el canto de los pajaritos, y uno que otro carro que pita de vez en cuando. Sin embargo hoy algo me llama la atención. A lo lejos, escucho una canción que hace tiempo no escuchaba e inmediatamente empiezo a cantarla.

I don't know why I cry
But I think it's 'cause I remembered for the first time
Since I hated you
That I used to love you...

Recuerdo que cuando escuché esa canción por primera vez, sentí que Gwen Stefani me había compuesto esa canción a mí. Acababa de terminar mi relación de cinco meses con Alejandro, después de estar cuatro meses con Daniel, y un año y medio con Sebastián. Sentía que todas mis relaciones fracasaban, que todos me mentían, que los hombres no valían la pena; pero seguía buscando el amor, abriéndole las puertas de mi corazón al primer aparecido con una carita bonita y buenas actitudes hacia mí. Guardé la canción en mi lista de reproducción de Youtube y la escuchaba una y otra vez, hasta que conocí a Axel y empecé a ser feliz nuevamente. No volví a escuchar la canción hasta que, nueve meses después, volví a sentir un par de cuernos sobre mi cabeza. La canción volvió a la lista de reproducción.

Llego a la imprenta, tarareando la canción una y otra vez, y tomo un turno para ser atendida. Siento que muchos pares de ojos me observan mientras esperan su turno; tal vez estoy cantando demasiado fuerte. Solo hay una persona que está tan concentrada en su celular que no me presta atención, aunque yo sí que le presto atención a él. Incluso logra que deje de tararear la estúpida canción.

Es un hombre joven, alto, que usa una camiseta ceñida al cuerpo y que, al parecer, es térmica pues no lleva chaqueta a pesar del frío que hace. Se nota que ha estado corriendo, y que lo hace con frecuencia.

Me quedo un rato mirándolo, sin temor a ser descubierta, él está demasiado concentrado en su celular. Su cara llama mi atención. Me parece haberlo visto antes, pero no puedo recordar de dónde. Tiene el cabello muy negro y una barba no muy tupida, que enmarca sus facciones. Definitivamente la barba es el maquillaje de los hombres.

Es tan atractivo, que todas las mujeres que esperan su turno, lo miran más embelesadas que yo. Y aunque yo lo miro por otras razones -fantaseando con tomarle unas cuantas fotos, además de tratando de recordar de dónde lo conozco- a mí me tiene igual.

El indicador de turnos cambia y el hombre musculoso se levanta. «¿Será modelo? ¿O entrenador? ¿O uno de esos riquillos engreídos y buenos para nada que gastan todo su tiempo en un gimnasio? ¿Me dará su número si se lo pido?» pienso mientras mis ojos inevitablemente van hacia su trasero. El cual también me parece muy familiar. De hecho, se parece mucho al que me hizo caer el otro día en el parque.

Luego de unos minutos, el indicador de turnos vuelve a cambiar y el hombre se dirige a la salida de la imprenta, nuevamente concentrado en su celular. Cuando llega a la puerta de vidrio, levanta su mirada y antes de salir, ve en mi dirección y me dedica una sonrisa o algo que lo parece lo que me pone inesperadamente nerviosa.

Yo no suelo sentirme intimidada por los hombres, no soy tímida ni la típica Mary Sue que piensa que nadie tan increíblemente guapo puede fijarse en ella. Pero él logró que me sonrojara con solo sonreír.

El aparato siguió cambiando hasta que llega mi turno. Solicito la impresión de un ejemplar en tamaño medio pliego de mi calendario, en un papel brillante y de buen gramaje, con argollado y plastificado en la portada. Pago, y me dicen que por la cantidad de trabajo que tienen, regrese en dos horas a recoger la impresión.

Esas dos horas me dan el tiempo perfecto para regresar a mi casa en taxi, pues empezó a llover, bañarme, cambiarme, comer algo y salir a recoger la impresión.

Al llegar ya no veo tantas personas esperando turno, eso me permite acercarme de inmediato al mostrador para reclamar mi trabajo. La chica que atiende no se demora mucho en encontrarlo y entregármelo. ¡Se ve tan hermoso! Siguiendo mi sentido de la perfección, lo abro para revisar que todo esté bien.

¿Son modelos? ¿Dónde venden ese calendario? ¿Te lo bajaste por internet? pregunta la chica que me entrega la impresión.

Eh... no son modelos profesionales. Este es un trabajo para la universidad contesto con una amable sonrisa.

Wow, ¿es tu trabajo? Deberías venderlo. Te harías millonaria. Solo le falta dejar caer una baba, así que alejo mi trabajo de ella; no quiero que me lo babosée todo.

Je, je. Muchas gracias por la impresión.

La chica tiene razón, es un excelente trabajo. Escucho una voz grave y masculina detrás mío-. ¿Puedo verlo?

Casi me da un patatús al girar y ver al hombre que no soltaba el celular hace dos horas. Lleva la misma ropa, pero ahora su cara no está pegada a ningún aparato tecnológico. Sin esperar a que yo le dé permiso, toma mi calendario y revisa todas las hojas con mucha concentración, viendo tanto los detalles de las fotos como los de la producción del calendario.

¿Diseñadora o fotógrafa?

«Por ti, baby, sería Batman» pienso, con el tono del Gato con botas y todo.

¿Eh? Es lo único que sale de mi boca. ¡Qué tonta!

Que si eres diseñadora o fotógrafa. Me imagino que trabajas en una agencia publicitaria y esta es la maqueta de alguna marca de ropa. Al parecer no escuchó cuando dije que era un trabajo universitario.

Fotógrafa en progreso. Es mi trabajo final para la universidad.

No dejo de preguntarme en dónde lo he visto antes. ¿La universidad? No, sería más fácil reconocerlo. ¿Alguna discoteca? No, por lo general estoy tan borracha en las discotecas que no me acuerdo ni de mi nombre...

Felicitaciones. Te graduarás con honores por esto. Sonríe seductoramente y me saca de mis cavilaciones internas.

—Gra - gracias —tartamudeo ante la sonrisa tan hermosa que me dedica.

—No hay por qué, Scarlett —responde y empieza a caminar hacia la salida.

La chica del mostrador me da el recibo, lo tomo junto con el calendario y salgo a toda prisa del local, a buscar al desconocido que me conoce.

—Espera... —le digo cuando lo veo esperando a que el semáforo cambie para poder atravesar la calle—. ¿Me conoces?

Lo cierto es que no tiene pinta de acosador, pero en estos tiempos, uno nunca sabe.

—¿Quieres que te cuente de dónde te conozco, mientras nos tomamos algo? Prometo que no tengo antecedentes penales.

Y aunque sé que tal vez no debería hacerlo, le digo que sí.

Bueno bueno... Scarlett ya terminó de tomar las fotos... ¿¿¿Quién quiere ver el calendario???

Espero hayan disfrutado el capítulo. Las quiero.

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