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Capítulo 10

Alice fue a la primera paciente que atendió en la clínica cuando esta abrió a las nueve y media de la mañana. Para su sorpresa, la mujer había ido sola, así que lamentó un poco no ver a David. Luego de la noche que compartieron juntos, no había dejado de pensar en él, y aquello era algo peligroso para su corazón.

—Buenos días —saludó Anne con una sonrisa—. Por favor, siéntese, señora Preston.

—Puedes llamarme Alice —le dijo la mujer, un tanto nerviosa. Había decidido ir sola para lograr un poco de más intimidad con su hija, pero los nervios le estaban jugando una mala pasada.

—¿Se siente bien?

—Sí, aunque a veces tengo mareos.

—Puede ser por estar en un barco, sucede mucho —respondió ella—. ¿Ha tomado la medicación que se ofrece en la cubierta 3? Es gratis.

—Sí, la he tomado, pero quería checar mi tensión.

—¿Es hipertensa? —preguntó Anne, mientras le colocaba el esfigmomanómetro.

—No, aunque alguna vez he tenido la tensión un poco alta.

—Veamos cómo está —Anne realizó el procedimiento—. Está bien: 130/80, puede estar tranquila, y la frecuencia cardíaca también está normal.

—Muchas gracias, me has dado tranquilidad.

—Me alegra haberla podido ayudar —sonrió Anne de nuevo.

—David no miente cuando habla maravillas de ti, como persona y como médico.

—Muchas gracias, pero David exagera…

Alice negó con la cabeza.

—¿Sabes que nos habló de ti el mismo día en que te conoció? Nos dijo que estarías trabajando por cuatro meses fuera de casa, pero que cuando regresaras, iría a verte y también te invitaría a nuestro viñedo.

Anne estaba ruborizada, por el rumbo que había tomado la conversación.

—Se los agradezco mucho, pero…

—Sí, también estoy al tanto de lo que sucedió después —repuso Alice—, pero David es un buen chico y te aseguro que no ha faltado a la verdad en nada de lo que te ha dicho. Ya sé que no me corresponde hablar de esto —prosiguió—, pero es algo que deberías saber, si al menos te deja más tranquila.

Anne asintió, no podía hablar.

—A David lo quiero como si fuese mi hijo —comentó Alice un poco afectada—. Cuando conocí a su padre, me alegré de que ya tuviera un hijo, pues yo afirmaba que no tendría ningún otro. En cierta forma, David suplió las necesidades que yo tenía de mi maternidad truncada, hasta que llegó Annabelle, que fue una sorpresa para todos.

Anne no sabía por qué Alice hablaba de maternidad truncada, tal vez había perdido un hijo antes de que Annabelle naciera.

—Me alegra que haya tenido una hija tan linda como Annabelle…

Alice estuvo tentada de confesarle que tenía dos bellas hijas, pero aquello hubiese sido demasiado, así que se mordió la lengua.

—¿Trabajas mañana, Anne? —le preguntó en su lugar.

—No, mañana es mi día de descanso —afirmó.

—Como sabes, mañana llegamos a Santorini, y me preguntaba si te gustaría encontrarte con nosotros en tierra y dar un paseo.

Anne estaba muy sorprendida, era la primera vez que le hacían una propuesta como aquella y no sabía qué decir.

—Por favor, acepta —insistió Alice—. A Annabelle le has caído muy bien, y ella y David me han pedido que te invite. Yo también tengo muchos deseos de que nos acompañes…

Anne finalmente dijo que sí, pues no se sentiría bien que rechazara tamaña muestra de amabilidad por parte de la familia.

—Está bien, acepto. Les agradezco a todos por pensar en mí —concluyó con una sonrisa.

Alice también sonrió, estaba ansiosa por pasar el día con su hija, y no podía aguardar a que arribaran a la isla griega.

David pensaba ir a ver a Anne, temprano en la mañana, pero Julie le pidió que se quedara con ella y él aceptó, pues en ocasiones se sentía apenado por cómo las vacaciones estaban resultando para ella. Se quedaron sentados en la terraza privada de la suite, viendo el mar. El silencio inundó la estancia, hasta que David hizo un comentario para romperlo:

—Mañana bajaremos a tierra, cuando arribemos a Santorini.

—Que la pasen bien —repuso ella.

—Lamento que no puedas acompañarnos, Julie.

—¡Por favor, David! Ambos sabemos que no lamentas nada —le espetó con voz baja, pero cortante—, pero no te preocupes, mañana me pasaré el día en el spa. Tomaré varios tratamientos faciales, me daré un masaje… En fin, pasaré un excelente día.

—Aunque no lo creas, me alegra que tengas planes para nuestra ausencia. Sé que no están siendo unas buenas vacaciones para ti, pero al menos me tranquiliza un poco que puedas hacer algo que te guste —le dijo de corazón.

—Gracias.

David decidió retirarse, pues Julie no estaba de humor. Annabelle se hallaba en el Kids Club, con sus nuevos amigos, y su padre había ido al gimnasio para mantenerse en forma. Cuando entró a la suite, Alice acababa de regresar del consultorio de ver a Anne.

—¿Cómo te fue? —le preguntó.

El rostro de Alice lo decía todo: estaba muy emocionada, pero también radiante, como no la había visto en mucho tiempo.

—Ha aceptado encontrarse con nosotros en Santorini mañana.

—¡Eso es excelente, Alice! —exclamó él.

—¿Crees que puedas marcar un punto de encuentro con ella más tarde? —le pidió ansiosa.

—Por supuesto, después iré a verla.

—Ven conmigo, quiero mostrarte algo —le dijo Alice.

David la siguió hasta su habitación, y de uno de los cajones de su armario, Anne tomó un álbum de fotos, con carátula de flores. Se notaba algo antiguo, pero nada más verlo David comprendió de qué se trataba.

—¿Son las fotos de Anne? —preguntó.

—Sí, desde que nació —afirmó la mujer, dejándolo en sus manos.

David observó con una sonrisa cada una de las instantáneas. Anne era una bebé delgadita pero hermosa. En otras fotos se podía apreciar su crecimiento; generalmente la madre adoptiva de Anne enviaba retratos de sus cumpleaños, y de algunas actividades del colegio en el que participaba. Las fotos más recientes eran de su graduación como médico, y de un trabajo anterior en los cruceros Disney.

—Es hermosa —comentó.

—Lo es, y también tiene un buen corazón —respondió Alice orgullosa—. Los pocos momentos en los que he podido hablar con ella así lo he notado.

—Debe ser difícil para ti…

—Lo es —suspiró.

—¿Cuándo se lo contaste a mi padre? —quiso saber.

—Hace muchos años, cuando nos conocimos; Anne es parte de mi vida, de mi historia, y no quería ocultarlo. También estaba cerrada a la oportunidad de tener más hijos, porque creía que estaría siendo injusta con la que di en adopción, si criaba un hijo en otro momento de mi vida…

—Estabas siendo muy injusta contigo, Alice —repuso él.

—Puede ser. Lo cierto es que tu padre siempre ha sido un hombre maravilloso, y no se asustó con mi pasado ni con mis errores. Cuando supe que estaba embarazada de Annabelle, años después, comprendí que la vida me estaba haciendo un regalo invaluable.

—No solo a ti, a todos.

—Espero que todo mañana salga bien.

—Así será —David le dio un beso a su madrastra en la cabeza antes de salir de la habitación.

En el horario de almuerzo, Anne se encontró a Nick y a Wendy comiendo juntos, así que se unió a la pareja. El ingeniero era muy amable, y se notaba que estaba muy enamorado de su mejor amiga.

—¿Qué tal de día? —le preguntó Wendy.

—He estado trabajando en la clínica —respondió—. ¿Mañana podrán bajar en algún momento a Santorini?

—Yo no puedo —contestó la pelirroja apenada—, tengo que quedarme a ensayar para el show: Disney Dreams.

—¡Qué pena! —exclamó Anne.

—Yo tampoco pienso bajar —respondió Nick, antes de llevarse una cucharada de sopa a la boca—. Si Wendy no puede, ¿qué sentido tiene?

La aludida le sonrió, y le acarició el brazo, por encima del uniforme blanco inmaculado.

—Puedes ir, mi amor —respondió ella.

—Prefiero quedarme e intentar almorzar juntos, como hicimos hoy.

Anne sonrió, hacían una linda pareja.

—¿Y tú, Anne? ¿Qué piensas hacer? —inquirió Wendy.

—La familia Preston me ha invitado a dar un paseo por Santorini… —confesó, un tanto ruborizada.

—¡Cielos! ¡Esas sí son buenas noticias! —exclamó la amiga.

—¿Hablaste con David después de anoche?

—Fue con su madrastra, quien fue a verme a la clínica esta mañana. Todos son muy amables conmigo.

—¿Están hablando del chico de Roma y su familia? —preguntó Nick interesado, pues algo sabía del tema.

Anne asintió, todavía ruborizada.

—Sí, de él.

—¿Y crees que la ex vaya también? —preguntó Wendy preocupada.

—No lo creo; por la herida en el pie debe reposar algunos días.

—¡Espero que pasen un lindo día amiga! —le deseó.

—Gracias —sonrió la doctora.

—Solo te recomiendo que tengas cuidado y seas discreta —le alertó Nick—; ya sabes las políticas de confraternización con pasajeros que tiene la compañía, y no quisiera que te vieras perjudicada.

Anne sabía que tenía razón, pero no creía que pudiese existir algún riesgo por relacionarse con la familia Preston.

—No te preocupes, Nick. Seré discreta —afirmó.

En la tarde, cuando volvió al consultorio, la estaba esperando David, quien al parecer era su único paciente.

—¡Hola! —le saludó el joven con una amplia sonrisa.

—¡Hola! —Anne no podía comprender por qué se ponía tan nerviosa a su lado.

—Ya sé que estás trabajando, pero quería verte tan solo un instante.

—Pasa, por favor, la tarde hasta ahora augura ser tranquila.

David estaba feliz porque ella mostrara interés por estar con él. Las cosas no podían estar mejor. Anne lo hizo pasar a su consulta, no sin antes advertirle a la enfermera que le avisara si llegaba otro paciente.

Anne se recostó a su escritorio, mientras David le sostenía la mirada.

—¿Sabes que te queda de maravillas la bata blanca? —le dijo zalamero.

—Pues claro —rio ella—, fue precisamente por el glamour de una bata médica por lo que me hice doctora.

David se echó a reír también, le encantaba su sentido del humor. Se acercó a ella y le colocó un mechón de cabello por detrás de la oreja.

—¿A qué has venido? —Anne estaba casi temblando.

—A verte —le dijo él, mientras observaba cada centímetro de su rostro—. Estoy feliz de que hayas aceptado reunirte con nosotros en Santorini.

—Precisamente de eso quería hablarte…

—No pensarás echarte para atrás —le comentó asustado.

—No, pero debemos ser discretos por la política de confraternización.

—Está bien, lo entiendo —David le acarició por un instante la mejilla.

—Además, me preocupa tu… En fin, ya sabes —Anne no quería hablar de ella.

—Julie se pasará el día en el spa, y si prefieres que no sepa nada de ti y de que estarás con nosotros, no diremos ni una palabra —le tranquilizó.

—¿Y Annabelle? —dudó.

—Annie sabrá guardar el secreto —le prometió.

David se inclinó y le dio un beso en la mejilla, estaba tentado a llegar a sus labios cuando el interphone le indicó a Anne que había llegado un paciente. Ella lo apartó, colocando sus manos en el pecho del joven.

—Tienes que irte —le dijo ruborizada.

—Hasta mañana, Anne —le lanzó un beso al aire, antes de abrir la puerta y desaparecer.

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