Querido diario:

La nieve no ha dejado de caer en todo el día, cubriendo todo el suelo de una capa blanquecina. Hoy el colegio estaba cerrado, así que me ha tocado preparar y corregir exámenes de mis alumnos. Últimamente me siento cada vez más débil, como si hubiese perdido la fuerza que tenía, y solo puedo gastarla en llorar.

Llorar es mi única forma de expresar mis recuerdos hacia los seres que más he querido. Lloro en el espejo, para ver así mis lágrimas caer, y compadecerme de lo que sufro yo misma. Lloro en la cama, para tapar las lágrimas del recuerdo una vez han caído.

No fui a verla, ni ayer, ni creo que vaya hoy. Estoy rompiendo mi promesa. Los resultados del análisis estarán pasado mañana, y me temo lo peor. La cara de los médicos lo decía todo. Ya me pasó con Jorge, y creo que también me pasará a mí.

Me como todos los días la cabeza con lo mismo. ¿Le deje morir en esa habitación a solas? ¿Fui la culpable de que él…?

Espero sepas perdonarme, las rosas que te debo irán por triplicado el día que vaya a verte. Un beso en la mejilla lo arregla todo siempre, bueno, casi siempre.

Los besos de Él en las mejillas eran fríos como el hielo, desgarradores. Cuando venía borracho intentaba agarrarme con fuerza y que le preparase la cena. Me negaba en rotundo, y siempre le mandaba a acostarse. Él no respondía, simplemente me daba un beso de Judas y se recostaba en el sofá. Durante 5 años siguió la misma rutina.

5 años, los mismos que tenía Jorge cuando... bueno, esta historia ya la sabes, querido diario.

Tengo que ir a un psicólogo, todavía no he superado lo del niño. Me veo cada vez con menos ganas de salir a caminar o andar, y la sangre parece estar subiéndoseme a la cabeza. Noto un cosquilleo en las palmas de las manos, me rasco continuamente para evitar el picor; pero parece que nada funciona.

El Sol parece estar poniéndose a esta hora, dando paso a la Luna.

La Luna, siempre he querido tener mi cachito de Luna en casa, recuerdo cuando mi hermana pequeña y yo jugábamos a que seríamos las reinas de la Luna, y ella y yo conquistaríamos a todos sus habitantes, los pondríamos a adorarnos y nos hartaríamos de atiborrarnos de su comida a base de queso.

Mi hermana falleció un mes después de haber planeado todo. Era mi única amiga, la única que había sabido comprender cómo me sentía, lo que me gustaba, lo que quería. Sabía decirme cuándo algo estaba bien, y cuando no. Porque fue la única que era capaz de escucharme. Pero ella se marchó, como los demás.

Soy un campo de lirios vacío de lirios. Echo las semillas todos los días, pero parece que nunca germinarán.

Buenas noches, querido diario.