Capítulo 7
Capítulo 7
Futuro abuelo
Toco cuatro veces la puerta. No tengo paciencia y vuelvo a tocar con rapidez. Entonces escucho pasos cercanos. Al otro lado le quitan el seguro a la puerta y esta se abre. El rostro contento y nervioso de Julio me regala una sonrisa llena de alivio.
—¿De verdad, ya están naciendo? —pregunto emocionada.
—No estoy bromeando —responde.
Entonces me tomo el atrevimiento de pasar a su casa. Los últimos días me la paso metida aquí como si fuera mi propia casa. A ver, todo tiene una explicación. Bigotes apareció afortunadamente se encuentra sano, pero no volvió solo a casa, trajo a su novia. Si, resulta que si tiene novia como tanto sospechaba Julio. La verdadera sorpresa esta en que la novia tampoco vino sola, lleva en su panza varios gatitos, que al parecer ya están naciendo.
—Están en el lavandero —me dice.
Conozco esta casa, así que llego con rapidez hasta donde se encuentra la gata en labor de parto.
—Estoy temblando —confieso.
—Ni me digas, me estoy convirtiendo en abuelo, me muero de miedo —Julio admite— Llame a la doctora, esta fuera de la ciudad, pero me asegura que todo saldrá bien. El problema es que la gata esta reacia a dejarme entrar. De hecho, le pegó a Bigotes cuando intentó entrar.
Julio se interpone entre la puerta y yo. Advirtiéndome la actitud de la gata.
—Bueno, es entendible, seguro es doloroso para ella y ver al responsable de esta situación —miro a Bigotes— tampoco es que le alegre mucho.
—No lo pensé de esa manera hasta ahora que lo mencionas. Tienes razón. Bigotes, no me mires así.
Bigotes se levanta y pasa por el espacio de mis pies, acariciándome con gusto. Se estira un poco y aprovecha para clavarle las garras a su dueño.
—¡Bigotes! ¡Eres un insolente, te aviso! —reniega.
A Bigotes le da exactamente igual lo que dice su dueño y sube las escaleras desapareciendo de nuestra vista.
—Lo viste, está insoportable. Deja embarazada a la noviecita, la trae a casa y me deja con toda la responsabilidad a mí.
—No discutiré eso, déjame pasar para ver la gravedad de la situación.
—Esta bien, espero que tengas más suerte que yo.
El lavandero es un cuarto pequeño, pero lo suficientemente cómodo y tranquilo para el parto de la gata. El ruido de la calle no se escucha en lo absoluto y eso la tranquiliza. La gata no tiene dueño y llego un poco sucia al igual que Bigotes, pero Julio y con un poco de mi ayuda hemos logrado bañar a ambos. Admito que fue difícil y que nos ganamos varios rasguños profundos, pero a pesar de ello he logrado ganarme un poco de la confianza de la gata. Es muy linda, blanca, pero con manchas de otros colores en su pelaje, en su mayoría de color negro, mientras que su carita es muy parecida a los gatos romanos con delineado perfecto que me recuerda mucho a Cleopatra, sin olvidar su nariz perfecta y rosada. Es una gata preciosa ante mis ojos.
—Lu, ¿Estás bien? ¿Sigues con vida? —pregunta a Julio desde afuera.
—No grites que la alteras —pido.
—Esta bien, me callo —entiende.
Me acerco lentamente a la gata.
—Hola, gatita, hermosa —saludo con cariño— ¿Estas bien? Te ves bien.
Ella me permite acariciar su rostro.
No se como es que pude tenerle miedo a los gatos toda mi vida, si en realidad son seres preciosos e independientes, la mayoría de veces.
—Ella está bien —digo abriendo un poco la puerta.
—Oh, mira que linda, está en el nido horrible que le hiciste —dice mirando por encima de mi.
—Si, bueno, ese nido es mejor opción que lo que tú querías hacer —defiendo mi nido.
—Esta bien, no discutamos por el horrible nido, mejor déjame entrar.
Salgo y cierro la puerta detrás de mi.
—Hay que darle privacidad, aún no ha nacido ni uno. Ella sabe lo que hace, créeme. Incluso Bigotes lo sabe y por eso no está aquí molestando y perturbando la paz de su amada.
—Ustedes se han convertido en mis haters número uno —Julio se ríe.
Son las ocho de la noche y la espera se hace eterna. Recibo un mensaje de mi madre.
Mami: Luciana, ¿dónde estás?
Yo: Estoy en la casa de Julio, su gata está en labor de parto. Aún no ha nacido ni un gatito, ¿es normal que demore tanto?
Mami: ¡No sé, nunca tuvimos gatos por ti, ahora resulta que estás de partera en casa de un chico! Ah, nunca creí que renegaría de ti por estar con un chico a estas horas de la noche.
Yo: Que cosas se te ocurren, ma, estoy ayudando a una gata embarazada y sales con esas cosas.
Mami: Estoy molestándote. Se que eres tan miedosa que te piensas las cosas diez veces antes de hacerlas. Bueno, revisé el perfil del chico del que tantos hablas.
Yo: ¿Por qué stalkeas a mi amigo? Eres una acosadora, puedes ir a la cárcel por acosar a menores.
Mami: No exageres, tiene veintidós, ya es un hombre. ¿Te gusta? Es muuuuuy simpático.
—Ah, eres insoportable, madre —se me escapa un quejido.
—Hijo de culebra fina, no sale sapo, ni rana —me ataca Julio.
Levanto mi mirada y lo encuentro muerto de risa en el mueble.
—¿Que estás tratando de decir? —pregunto levantándome del piso.
Julio junta las manos en una acción de súplica en cuanto agarro el cojín.
—Lo siento, se me escapó el comentario. Luciana, vamos, eres una persona pacífica, tu cara siempre dice "No a la violencia" —comenta divertido y asustado.
Julio aparenta ser una presa en frente de su depredador, pero en cuanto llego a él me quita del poder el cojín. Trato de agarrar el cojín, pero termino acostada en el mueble, en una lucha injusta. Bien, yo misma me lo busqué.
—Abuso de poder —me quejo— suéltame.
—Pero ¿dónde está la valentía de hace un momento? ¿Dónde esta esa chica ruda con un cojín en manos dispuesta a intimidar a un león?
No puedo aguantar la risa por las cosquillas.
—¿Escuchas eso? Los gatitos están naciendo —miento.
Julio se detiene y hace silencio para escuchar si es verdad, pero aprovecho la oportunidad y lo tumbo, levantándome con rapidez agarro el cojín y retrocedo.
—Eres lista —se ríe.
Evidentemente Julio está picado y yo amenazo con lanzarle el cojín en la cara.
—Hagamos las paces, está bien —pido tregua.
Extiendo mi mano, esperando a que Julio extienda la suya. Se lo está pensando.
—Presiento que es una trampa —dice.
—No es una trampa.
Julio se acerca y le tiro el cojín. Pretendo correr, pero quedo atrapada en la pared y él.
—Eres tramposa —asegura.
—Tu empezaste y es evidente que no podía quedarme con la pica —digo la verdad, muy divertida.
El espacio se ha entrecortado tanto, que ni siquiera me fijo en eso hasta que siento su cálida respiración chocar con la mía. Julio está mirando mis labios y no dice nada en absoluto. Mi celular suena e inmediatamente Julio se aleja de mí. Me sacudo mentalmente. ¿Qué acaba de pasar?
Mi celular sigue sonando, Julio lo coge y me lo pasa. Me obligo a reaccionar y agarrar la llamada.
—Luciana, estoy embarazada —suelta Keilyn.
—¿Que? —pregunto desorientada
—¿Puedo ir a tu casa?
Keilyn esta en un mar de llantos, la escucho por la llamada, no dice nada a mi respuesta.
—Si, claro. Estoy desocupada.
Corto la llamada, asustada. Si, asustada y nerviosa.
—¿Pasó algo malo?
—Todo está bien —digo con inseguridad— Tengo que irme, me avisas cuando nazcan los gatitos.
—Si, claro.
Vuelvo a casa de mi tío corriendo, mientras recibo otra llamada. Esta vez es mi padre.
—Cariño, tu mamá y yo firmaremos los papeles del divorcio este viernes.
—Entonces, ¿si se divorciaran?
—Si, tú madre dice que soy imposible de soportar —dice algo afligido, pero decidido— así que el divorcio la alegrará.
No entiendo ni un poco a mis padres, en serio, a este punto estoy por terminar de enloquecer.
—Bien, haré un pastel para celebrar su divorcio. Buenas noches, padre.
Cierro la llamada y entro a casa de mi tío, quien parece tener un importante y ofuscada discusión.
—Claro que no, no la miré así como dices... ¿Puedes escuchar lo que estás diciendo? No, por lo que veo no. Ahora yo soy el culpable... Dios, es mi compañera de trabajo —dice molesto— Esta bien, piensa lo que quieras.
Al notar mi presencia se despide y cierra la llamada.
—Lu, cuéntame, ¿ya nacieron los gatitos? —pregunta calmando su tono.
—No, la gatita estaba en eso.
—Por un momento creí que no volverías a esta casa hasta que los gatitos nacieran.
—Si, en eso estaba... Tío, una amiga tiene problemas... ya sabes, cosas de jóvenes, llegará en unos minutos, así que saldré un momento. No te preocupes, nos quedaremos afuera conversando.
Mi tío levanta las cejas, analizándome de pies a cabeza.
—Bien, no demores —advierte.
Mi celular se ilumina con un nuevo mensaje.
Amorcito: Estoy afuera.
Trato de recordar en qué momento Keilyn se cambió de nombre en mi celular, pero la verdad hay cosas más importantes.
Salgo de casa y cruzo el jardín. No logro ver a mi amiga por los vidrios polarizados que cumplen exitosamente con su objetivo. Abro la puerta y entro a la camioneta. Cualquiera puede malinterpretar la situación, lo tengo claro, pero recuerdo que este barrio no es entrometido como los de mi casa.
Lo primero que hace Keilyn es abrazarme y llorar.
—Estoy asustada —solloza— No puedo, no puedo hacer esto.
Le devuelvo el abrazo. Su llanto me destrozaba el corazón.
—No se que decisión tomarás, pero estaré aquí para apoyarte, en todo momento.
Keilyn no para de llorar y en serio quiero decir algo que la anime, pero en esta situación no existen palabras para calmar a alguien. Un embarazo es algo sumamente complicado, necesitas tener tanto salud mental, madurez e independencia económica y creo que es algo que en estos momentos Keilyn no tiene. No me atrevo en decirle nada de lo que pienso porque incluso ella sigue en shock.
—Luciana, eres mi única amiga, se que hace poco nos conocimos, pero de verdad gracias por tu apoyo y te pido disculpas por venir a estas horas de la noche a la casa de tu tío, no quiero ocasionarte problemas.
—También eres mi única amiga y obviamente me gusta apoyar a las personas que me rodean. Y créeme, problemas peores he tenido así que salir de casa a esta hora ni se considera un problema, no aplica.
Keilyn se calma con rapidez al hablar otros temas.
—Tienes razón, he visto muchas críticas constructivas de esa marca, pero con ese hilo de Twitter, dudo ya de su reputación. Oye, deberíamos ir de compras, me animaría mucho salir y distraerme... Olvídalo, tengo un problema serio y se me ocurren estas estupideces.
—Y yo ya iba a aceptar la salida —respondo haciendo una mueca de pena—. Bueno, me ha pasado algo raro esta noche.
Keilyn se emociona al saber que hay un chisme por delante. Es obvio que quiere olvidar por un momento su realidad.
—No te alegres, no es algo importante, es más creo que me lo he imaginado todo.
—Eso lo dudo. Si crees que sucedió algo es porque obviamente sucedió algo. Suelta la sopa.
—¿Recuerdas al vecino? —pregunto
Ella levanta las cejas.
—Como no lo voy a recordar si las últimas dos semanas te la pasas metida en su casa con la excusa de cuidar a los gatos.
—No es una excusa —me permito aclarar— Es mi amigo.
—Continúa...
—Esta noche la gata empezó labor de parto, así que fui a su casa a ayudarlo, te he dicho que el tiempo con él pasa demasiado rápido, es muy divertido y a su lado me siento cómoda.
—Así empiezan las cosas buenas.
—Estábamos riéndonos y todo, de un momento a otro creí que iba a besarme. No se si lo imaginé, pero estaba así de cerca...
—¿Y que pasó? ¿Por qué no se besaron? No me digas que... de razón, ahora todo tiene sentido. Los interrumpí, ¿cierto?
—No interrumpiste nada, creo que todo está en mi cabeza. Sabes que, olvida lo que te acabo de decir.
—No lo voy a olvidar, pero si no quieres hablar de eso, no te obligaré, aunque no parezca respeto las decisiones de los demás. Aunque, si te voy a decir lo que pienso... creo que hay atracción entre ustedes dos.
—No la hay. Es amistad.
—Discúlpame. Entre nosotras también hay amistad y yo no me la paso dedicándote canciones de amor.
—No me ha dedicado nada, simplemente me comparte sus gustos musicales, así como yo le paso los míos.
—Tal vez él lo hace con la intención de coquetear y tú no te das cuenta.
—Ya no se que decir o pensar.
—Bueno, tengo una idea para descubrir las verdaderas intenciones de tu vecino, pero ya es muy tarde.
—Tienes razón, vete antes de que se haga peligroso —aconsejo.
Me despido con un abrazo.
—Piensa con calma lo que vas a hacer y aquí estoy yo, te apoyaré en todo lo que quieras. Cuídate y descansa.
—Gracias, Lu. Te aprecio mucho.
Salgo de la camioneta y casi me río de lo exagerada que es. En realidad, este no es un carro que suelen cargar las damas, pareciera que dentro de esa camioneta maneja un hombre, un hombre con negocios turbios. En unas de las tantas conversaciones salió el tema, incluso Keilyn tiene más de una anécdota porque todos creen que ese carro lo conduce un hombre, pero en realidad es del papá y este le sirve por su negocio, el taller de autos.
—Luciana, ¿tu amiga de verdad conduce esa camioneta? —cuestiona mi tío.
—Que si, tío.
—Respóndeme bien, oye grosera.
—Lo siento —me disculpo— Me voy a dormir.
—Si, vete, justo estaba por enviarte a dormir... niña rebelde.
Mi tío se queda con la satisfacción de haberme regañado, al menos lo intentó. Así que subo inmediatamente a mi habitación. ¿Los gatitos habrán nacido ya? Estoy por escribirle un mensaje a Julio, pero me detengo, ya es muy tarde. Entro a la habitación de mi tío, su ventana es la única que da a la casa de Julio, pero mi intento es en vano, la ventana tiene llave. Me regreso a mi habitación totalmente agotada por todo. Reviso mis niveles de glucosa y los encuentro normales, así que me permito irme a dormir.
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