Capítulo 10
El bullicio constante de la base resonaba en los pasillos. La general Armstrong, con su porte firme y mirada afilada, recorría las instalaciones con la mente absorta en los asuntos militares, pero, en el fondo, un pensamiento constante lo perseguía: Freen Sarocha. No era habitual que su enfoque se viera comprometido, pero esa semana había sido especialmente dura. Las llamadas a la base se habían multiplicado y los días de trabajo se alargaban, robándole la oportunidad de pasar tiempo con la persona que ahora ocupaba su corazón.
Inclusive Gemini le había llamado la atención, divertido al verla distraído en sus ratos libres, tan absorta en sus pensamientos que había provocado leves sustos al llamarle y acercarse a ella. Rebecca solo se limitaba a bufar en su contra, excusándose que estaba pensando en sus próximos movimientos para la base, en lugar de pensar en la linda profesora de ballet.
—Está bien si piensas en tu chica, no tiene nada de malo.—La voz de su amigo retumbó en sus oídos, provocándole un gruñido.
—Como sea, debemos de estar enfocados en esto.
Haciéndose a un lado, se dispuso a volver al interior de la sala de reuniones, enfrentando todo el revoloteo que el lugar desprendía tan pronto como las puertas eran abiertas.
Mientras tanto, en su estudio de ballet, Freen guiaba con elegancia a sus alumnos a través de una coreografía fluida. Sus movimientos eran suaves, precisos, y su voz dulce se escuchaba claramente, corrigiendo con paciencia los errores. Sin embargo, tras cada corrección y sonrisa, había un leve rastro de preocupación en su mirada.
Sentía cómo, poco a poco, la distancia con Rebecca se hacía más evidente. Las promesas de verse se postergaban, y aunque ambas sabían que el trabajo de la general era demandante, la incertidumbre comenzaba a pesar sobre los hombros de Sarocha.
Trataba de pensar con claridad y no dejarse llevar por los momentos en que sobre pensaba la situación, pero cuando se encontraba completamente sola y sin ningún límite para imaginar escenarios falsos, sus miedos hablaban por sí solos.
Los mensajes eran más frecuentes conforme el tiempo pasaba. Rebecca solía enviar pequeños textos a lo largo del día: un "¿Cómo va tu jornada?" o un "Espero que estés sonriendo".
Para muchos, estos detalles podrían parecer triviales, pero para Freen eran la cuerda que mantenía su conexión viva. A pesar de la distancia, sentía que la general estaba a su lado en cada paso.
Una tarde, mientras terminaba de dar su clase, recibió un mensaje que la tomó por sorpresa: "Hoy tuve un breve descanso y me acordé de ti. Es curioso cómo hasta en los momentos más caóticos, una parte de mí siempre regresa a pensar en ti." Freen sonrió, sintiendo una calidez en el pecho. Sabía que, aunque no podían estar juntas físicamente, Rebecca estaba haciendo un esfuerzo genuino por mantener su relación en pie.
Días después, Becky tuvo la oportunidad de terminar su jornada más temprano. En lugar de regresar a casa para descansar, tomó su teléfono y llamó a Sarocha. Era una llamada corta, pero suficiente para que ambas escucharan la voz de la otra y sintieran que, a pesar de todo, estaban conectadas.
Freen se mantuvo ocupada con la planeación de su siguiente evento, coordinando los siguientes ensayos y tratando de buscar los trajes que estarían utilizando. Aunque pudiera llegar cansada a su hogar y querer tirar todo al suelo, su motivación era el intercambio de palabras con la general que se había hecho una costumbre y era lo que más ansiaba en el día.
El zumbido de un mensaje en su teléfono sacó a la castaña de sus pensamientos. "Espero que tu día esté yendo bien. No puedo esperar para verte de nuevo." Era un mensaje breve, como muchos la castaña solía enviar, pero suficiente para que una sonrisa se dibujara en los labios de Sarocha.
—"Tú también me haces falta..."—Murmuró para sí misma, mientras respondía al mensaje con un pequeño.—"¡Ánimo con el día! No olvides comer."
Aunque sus interacciones se limitaban a mensajes y alguna que otra llamada cuando la ocasión lo permitía, había una sensación reconfortante en saber que, a pesar de la distancia, seguían presentes. Sin embargo, tanto Freen como Rebecca sabían que tarde o temprano tendrían que enfrentarse a la realidad de la situación: las demandas de la vida de la general estaban interfiriendo cada vez más en su relación. No querían pensar en lo malo que podría sobrellevarse, teniendo la esperanza que el distanciamiento terminara y pudieran volver a verse, volviendo a su rutina.
Habían pasado varias noches cuando la castaña tuvo la oportunidad de escapar de la rutina y llamó a Freen. El sonido de su voz trajo un destello de alegría en medio de un día agotador para ambas. Aunque la conversación fue breve, fue un respiro para las dos.
—Lamento no haber tenido tiempo para vernos últimamente.
Se disculpó la general, con un tono de disculpa en su voz. Freen, siempre comprensiva, respondió con la calidez habitual:
—Lo sé. No tienes que disculparte, Rebecca. Estoy orgullosa de lo que haces, pero solo recuerda que tienes un lugar aquí cuando todo termine. Te estaré esperando.
Las palabras de Sarocha hicieron que Rebecca se detuviera un momento. Había estado tan enfocada en su deber que no se había dado cuenta de cuán importante era para ella escuchar eso. Era reconfortante saber que la pelinegra estaba dispuesta a esperar, pero también sentía una creciente presión interna. ¿Cómo podría mantener ese equilibrio entre su responsabilidad y lo que sentía por Freen?
Enfocándose mejor en la calidez que sus palabras habían provocado en su pecho, trató de disimular la sonrisa que escapaba de sus labios. Aclarando su garganta, intentó contestar lo mejor que pudo, como si sus palabras no hubieran afectado su sistema completo.
—Prometo que mi siguiente llamada será para volver a vernos, las cosas comienzan a calmarse poco a poco, solo dame un par de días.
Asintiendo a pesar de que no pudiera verla, sonrió.
—Está bien, estaré esperando tu llamada.
Finalmente, un domingo por la tarde, lograron coordinar un pequeño encuentro para un café. Rebecca llegó directamente de la base, sin tiempo de cambiarse, con su uniforme impecable, mientras que Freen vestía de forma sencilla pero elegante. Se saludaron con una sonrisa contenida, sabiendo que habían deseado este momento más de lo que estaban dispuestas a admitir.
La conversación fluyó entre temas cotidianos y anécdotas ligeras tan pronto como tomaron asiento y tuvieron sus bebidas frente suyo. La castaña habló sobre los desafíos recientes en la base, mientras que la profesora le relataba las novedades en el estudio de ballet. Sin embargo, había una tensión latente en el aire, un tema que ambas evitaban tocar.
—¿Has estado bien con todo este ajetreo?—Cuestionó Freen, manteniendo un tono bajo en su voz.
La general la miró con seriedad, percibiendo el peso detrás de la pregunta. Sabía que Freen se estaba refiriendo a algo más que simplemente los días ocupados.
—Lo estoy intentando.—Admitió Rebecca, tomando un sorbo de café para ganar tiempo antes de continuar.—No quiero que sientas que no eres importante para mí. Estoy acostumbrada a lidiar con las cosas por mi cuenta, pero estoy aprendiendo. Solo dame tiempo.
Freen sonrió con ternura, asintiendo.
—Lo sé, y no estoy esperando que cambies quién eres. Solo quiero que sepas que puedes confiar en mí. Estoy aquí.
Las palabras de Freen cayeron como un bálsamo para Becky. Por un momento, el peso de sus responsabilidades desapareció y su expresión se suavizó. A pesar de la tensión que ambas sentían por la incertidumbre, había un mutuo acuerdo en seguir adelante, enfrentando los desafíos como vinieran.
La conversación siguió fluyendo hasta que tuvieron que despedirse, donde Rebecca tenía que regresar a la base y Freen volvería a su departamento con la satisfacción de haberlo visto por un rato. Con una despedida prometedora de un próximo encuentro, compartieron un pequeño ademán antes de que la pelinegra subiera a un taxi, mientras que Rebecca se aseguraba desde la calzada que partiera en orden.
Esa noche, mientras Freen terminaba de revisar las coreografías para su clase y Rebecca analizaba informes en su oficina, ambas pensaban lo mismo: ¿Qué tan lejos estaban dispuestas a llegar para mantener su relación? Freen sabía que había entrado en la vida de alguien cuyo mundo estaba lleno de responsabilidades, y Rebecca era consciente de que el ritmo de su vida podría alejar a cualquiera. Pero a pesar de todo, ambas estaban decididas a continuar.
—Supongo que nada que valga la pena es fácil.
Murmuró la pelinegra para sí misma antes de dejar su bloc de notas a un lado, lista para dormir. Rebecca, en su propia oficina, dejó escapar un suspiro antes de enviarle un último mensaje a Freen por la noche:
"Gracias por entenderme. Eres increíble. Descansa, buenas noches."
Ambas se fueron a la cama con la certeza de que, aunque el camino no sería sencillo, estaban dispuestas a seguir caminando juntas.
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