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12_Michelle.
Ella no se protegía por amor propio, por ejercer sus derechos, por no creer merecer o por el bien común; sino, más bien, tan solo le obedecía a su instinto de supervivencia. Objetivamente, es duro que tu principal motivo para vivir sean tus instintos; pero era el único con el que ella tenía cercanía y se aferraba a él involuntariamente, tras cada instante de su día a día.
No se necesita exagerar para tener constantemente la sensación de que corres peligro, porque alcanza con que dependa/s de las personas equivocadas y tu entorno lo favorezca. Ella se sentía amenazada permanentemente, sin importar el lugar en el que se encontrara, porque su presencia no traspasaba su zona de confort y dentro de esa zona, se familiarizaba cada día más con la inconsciencia misma.
No hay una manera precisa para describir el desarrollo mental de Michelle, así como tampoco hay acontecimientos puntuales y en consecuencia, pensar en qué tan culpable puede ser Michelle por ser como es, quizás te tome un tiempo.
Michelle convivía con un grupo de personas violentas, a las cuales no reconocía como su familia y el pensamiento terminó por ser mutuo. La manera que ella tenía de ver a estas personas que en un comienzo intentaron convencerla de ser su familia, no se debía al hecho de que haya llegado a ese lugar por haber sido abandonada cuando era bebé, ya que de eso tuvo conocimiento mucho tiempo después; sino que más bien, ella las veía de esa forma por no sentirse identificada, comprendida, segura, reconocida, sana o libre. De todas formas, ese bienestar que nunca experimentó, tampoco era algo que ella había deseado alguna vez y eso se debió al simple hecho de, no solo nunca haberlo sentido, sino también el de no tener conocimiento sobre la existencia del mismo.
Ella atravesó un largo período de su vida en el que se vio forzada a convivir con golpes que reprimían cualquier tipo de característica fuera de una idealización primitiva, con la indiferencia colectiva preestablecida que se hacía lucir en las calles, con una "familia" capaz hasta de vender el cuerpo de las supuestas subordinadas de la casa con tal de cubrir el suelo de las habitaciones con restos de estupefacientes, y sin siquiera tener la idea de considerar la posibilidad de poder hacer algo al respecto, porque todo era "lo normal" y no había algo dentro de Michelle que se molestara en entender si era necesario diferenciar el bien del mal.
No habían intereses en su interior, tampoco motivación o propósitos, ni aprecio, ni satisfacción, ni valoración, ni afecto o respeto, solo deseos permanentes de querer llegar a la cama para dar por finalizado un día que sabía que repetiría al despertar. Michelle tampoco conservaba la memoria de lo que podría utilizar como impulso para su vida, por lo que no podía usar su dolor a su favor, aprender de sus errores o recordar buscando algún momento feliz por el cual pudiera darle color a su vida durante unos minutos. Estaba tan concentrada en odiar todo el tiempo y esquivar la respuesta, que sus ojos no podían ver más allá.
El mundo es enorme comparado con nuestra capacidad de conocerlo, y aun así, Michelle se encontraba encerrada en ese lugar, con esas personas y con esos sentimientos, a los cuales ni siquiera comprendía estando ahí y así se mantuvo por años; hasta que sin deliberarlo, logró salir, evitando inconscientemente la condena de vivir así durante todo su trayecto, siempre y cuando evitara la futura tentación de terminarlo antes de lo previsto.
A causa de que la ley no se ejercía sobre un sector tan hostil, la realidad se veía infestada de asesinatos, violaciones, peleas, robos, desahuciados, y demás, lo cual era utilizado para mantener a Michelle dentro de casa, ya que la amenazaban tratando de introducirle miedo y demonizando sus tenues intenciones de escapar; pero a pesar de lo convincentes que pudieron ser durante años, con el paso del tiempo esas personas subieron escalones en los niveles de inmoralidad, y Michelle terminó por decidir que la idea de escapar sin un plan era lo mejor.
No sería correcto decir que había perdido su deseo de vivir, porque nunca lo tuvo; pero cuando decidió escapar, ni siquiera sus instintos le permitían ser cautelosa. Habían pasado años, ya tenía una complexión física considerable y a pesar de que ni siquiera pasó por su cabeza que eso le ayudaría, fue útil.
Una noche como cualquier otra, con los espasmos nerviosos habituales presentes, Michelle decide huir y el primer paso para lograrlo, fue moverse según su odio lo dictara. Caminó recorriendo silenciosa el complejo, viendo personas dopadas esparcidas por el suelo y escuchando a otras en habitaciones ajenas a esta, y se detuvo para recoger una jeringa. Luego, terminó de complementar el arma contundente con su respectiva munición, PCP, la cual ella diluyó en agua para poder inyectarla. Pasó de habitación en habitación, corriendo de una persona a la otra, inyectando a cada uno de ellos y huyendo de aquellos pocos que la descubrieron, mientras que apuñaló a los que se encontraron de frente con ella; y todo para que al final no pudiera llegar hasta la salida que se apreciaba dando al exterior, porque mientras bajaban las escaleras, lograron alcanzarla. Intentó defenderse como pudo, no hizo demasiado. Tenían intenciones de devolverla al piso más alto del deplorable edificio y torturarla; pero al cabo de pocos minutos, todos y cada uno de ellos, cayeron. No pudieron levantarse los que estaban de pie, ni aquellos que no; por lo que su huida estaba asegurada y, a pesar de que a algunos los haya asesinado por sobredosis en lugar de tan solo dejarlos bajo los efectos de la droga, no se percató de ello y no fue una preocupación cuando ya estaba plantando sus pasos en la calle.
Era una noche muy fría, en un lugar relativamente peligroso; y en consecuencia la joven no lo dudó, se introdujo sigilosamente en una casa con la incertidumbre de si estaba vacía o no, y al notar que lo estaba, decidió adueñarse de ella.
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