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tres

Taehyung descendió de su vehículo y cerró la puerta con suavidad para evitar estremecerse por el ruido, sin embargo, el motor de una motocicleta, acercándose a velocidad, lo hizo cubrirse los oídos y encogerse poquito. Como lo suponía, debía de ser su vecino. Lo vio afuera del salón de clases, luego cuando se dirigía al parqueadero.

—¿Profesor Kim? —preguntó Jungkook, acercándose a la persona en cuestión mientras balanceaba dos bolsas en sus manos—. ¿Se encuentra bien? ¿Usted vive aquí?

El mayor inspiró hondo y enderezó su espalda, así como la tira del bolso sobre su hombro.

—Soy tu vecino.

Jungkook anchó los ojos, reprimiendo una sonrisa a causa de la impresión.

—¿Qué?

—Soy tu vecino, el del frente, a quien le diste de comer ayer. Espera, eso sonó... No... —se detuvo, mirando las bolsas del menor y pellizcándose la nariz con los dedos—. Olvidé hacer las compras otra vez.

El azabache miró sus propias compras y frunció los labios.

—¿Quiere que lo acompañe al mercado?

—No, está bien, pediré que lo traigan —dictaminó, comenzando a caminar en dirección al ascensor. Jungkook trastabilló al ir tras él, pero logró llegar antes de que las puertas se cerraran—. Por cierto, ¿cómo supo lo que me gusta y lo que no? ¿Siempre cocina así?

Jungkook parpadeó, todavía sin poder creer que la persona que estaba a su lado, era el profesor más famoso de la universidad y, además, su vecino.

Su. Vecino.

—Yo... —Frunció el ceño, no sabiendo si mentir o no para caer bien, pero en cuanto vio su casta mirada de su mayor, decidió no desilusionarlo—. Siempre cocino así.

—Me gusta como cocinas, lo haces bien —alabó—. ¿Hace mucho que vives solo?

El menor ladeó la cabeza, confundido por la actitud del profesor. Ayer por la tarde, cuando había querido ir a conocerlo, él se mostró cortante, y ahora parecía ser una persona distinta.

—Eh, no. Es decir, sí, más o menos.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó al tiempo que descendían del ascensor, caminando por el pasillo.

—Me crie prácticamente solo.

—Ah, lamento escuchar eso —dijo mientras abría la puerta—. En fin, que tengas buena tarde, Jungkook.

—¡Profesor Kim!

—Taehyung —corrigió, volviendo la cabeza.

—¿Qué?

—Soy Taehyung, no profesor. No aquí. A no ser que quieras clases particulares.

—¿Das clases particulares?

—No —respondió, sonriendo, pero Jungkook no pudo tomar el chiste, si es que lo era—. Olvídalo. Te compensaré por la cena de ayer después. Adiós.

Jungkook abrió la boca, queriendo decir más, pero la puerta se cerró en cuanto tuvo oportunidad.

Taehyung hizo su rutina diaria, y en esta ocasión, como no tenía exámenes que revisar y no se había retrasado en el tráfico como ayer, pudo hacer las cosas pendientes, por ejemplo, pedirle a la señora Wang que le enviara el mercado de siempre. Suspiró aliviado y se dejó caer en el sofá, estirando sus brazos para descomprimir los huesos que, al crujir, le hacían poner mala cara, pero le aliviaban.

Estos días había comenzado a tener un interés particular por el deporte, así que tomó el control y puso el canal mientras se acomodaba, llevando las piernas contra su pecho. El celular sonó de pronto en algún lugar de la sala y bajó el volumen del televisor mientras lo buscaba. Cuando lo halló en el bolsillo de su chaqueta, descolgó al instante.

—Papá.

—¿No encontrabas el teléfono? —preguntó con tono divertido.

—Lo siento, lo olvidé en mi chaqueta.

—No pasa nada. ¿Cómo has estado?

—Mm. Bien. Me ha ido bien.

—¿Hiciste el mercado?

—Lo hice hoy. Debía de haberlo hecho el martes, pero me quedé más tiempo en la universidad y lo olvidé después.

—¿Estás bien con eso?

—Eso creo ­—contestó, saliendo al balcón y cerrando sus ojos para relajarse—. Lo importante es que ya lo hice. Dime ¿qué tal el trabajo?

—Bueno, ayer hice un trasplante de corazón, por eso no pude hablar contigo antes.

—Lo entiendo. ¿Tu paciente está bien?

—Por el momento no ha rechazado el órgano, así que sí, está bien. ¿Vendrás a casa el fin de semana? Tu tía y yo queremos verte.

Taehyung enterró la uña del pulgar contra el lateral del dedo índice, presionando con fuerza.

—Tal vez.

—Ven el próximo domingo, siempre te quedas en casa. —Hizo una pausa, luego soltando aire de forma jovial—. Sé que no te gustan los cambios en tu rutina, y por eso deberías considerar venir a visitar a papá cada dos semanas, ¿no crees? Si comienzas a implementarlo, no te sentirás culpable por hacerlo eventualmente. —Taehyung sintió un ligero dolor en su dedo, más solo vio la marca de su uña allí, formando un hueco que desagradaba al tacto. El señor Kim suspiró tras la línea—. De acuerdo, no te quito más tiempo. Te quiero. Por favor recuerda cenar y tomar agua. Ah, e ir al baño.

—Papá.

—Ya, lo siento. Solo me preocupo. Adiós.

Taehyung alejó el celular en cuanto se cortó la llama, inspirando profundo. Una de las cosas que odiaba del autismo era no poder saber con exactitud cuando tenía hambre, dolor, o cuando debía de ir al baño. Cuando era pequeño había pescado algunas infecciones orinarías por lo mismo. Ahora si iba era porque consideraba que ya había pasado mucho tiempo y su cuerpo debía de descargarse.

Dejó el móvil sobre su pequeño y acogedor comedor y volvió al sofá, tomando la misma posición mientras subía el volumen del televisor. Miró las anotaciones y volvió la vista a los rostros de los jugadores, sonriendo después de recordar algunos de ellos. Indiana Pacers contra Detroit Pistons, jugadores de básquetbol.

Después de un cuarto de hora, su alarma sonó. Debía de preparar la cena, pero su nevera seguía vacía y el mercado aún no llegaba. Respiró fuerte por la nariz, haciendo puños sus manos. Se dijo a sí mismo que no pasaba nada, que era un retraso y estaba bien, más esos pequeños retrasos lo ponían de mal humor.

El timbre sonó después de diez minutos y los ojos de Taehyung se iluminaron. Si era el mercado, tendría veinte minutos extras para prepararse la cena; lo más ligera posible para mantener el orden. No obstante, en cuanto abrió, se encontró de cara con su vecino. El chico sonría y sostenía dos contenedores abrazados contra su pecho.

—Hola, hyung. Pensé en traerte comida. —Taehyung arrugó el entrecejo, pasando saliva—. ¿Ya cenaste?

—¿Por qué me alimentas como si fuera un perro callejero?

Jungkook anchó los ojos, sintiendo su cuerpo hervir de vergüenza.

—No, eso no. No pensé en eso. Yo solo... No lo sé, solamente quería dártelo.

—¿Qué es?

—Arroz y Japchae.

Taehyung jugó con la manija de la puerta mientras pensaba, mirando los dos contenedores con comida. Finalmente, dejó caer sus hombros y se hizo a un lado, permitiendo que el menor pasase a su casa. Se detuvo cerca de la cocina, observando al chico cerrar la puerta, quitarse los zapatos y caminar descalzo hacia él. De inmediato arrugó la nariz y Jungkook dejó la comida sobre la encimera, retrocediendo.

—¿Pasa algo? —preguntó cuando el mayor se cubrió la nariz con la mano.

—Tu olor.

—¿Qué? —Jungkook enrojeció, enseguida alzando el antebrazo para olerse a sí mismo—. ¿Mi olor?

—Tu perfume es demasiado fuerte.

Como si fuera por arte de magia, Jungkook sintió que el bochorno le daba paso a una piel fría y con un ritmo normal. Exhaló aliviado.

—Creí que olía a sudor.

—También hueles a sudor —dictaminó el mayor, con un gesto serio que hizo al menor sentirse diminuto—. Pero me gusta el olor natural del cuerpo. Lo lamento, es que no me gustan los olores fuertes.

Jungkook se mordisqueó el labio interno, asintiendo mientras intentaba no sonreír.

—¿Y te gusta el Japchae?

—No está mal.

El menor llevó su cabello hacia atrás, hinchando sus pulmones de aire.

—Bien, entonces te dejaré solo para que puedas comerlo —anunció, abriendo la puerta para salir de inmediato—. Espero te guste, hyung.

Y en cuanto la puerta se cerró, Taehyung fue al balcón para agarrar aire, sintiendo escalofríos porque algo del perfume se había quedado allí en su inconsciente. No obstante, sonrió y volvió por la comida, casi dispuesto a saltar después de probar el Japchae, que nunca le había gustado mucho, pero por alguna razón, esta receta le sabía bien al paladar. 

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