25: A step towards distrust.
╭──────────╮
VOL. I | CURSED
E25T1: SPRING COURT
Un paso hacia la des-confianza
🧝🏻♀️🥀☠️⚔️🩸
╰──────────╯
━═━═━═━═━═━═━═━═━
━━━DUNCAN, CON QUE ASI ERA COMO SE LLAMABA.
Saber su nombre definitivamente derritió esa parte de nuestra relación que se mantenía tensa como la cuerda de un arco. Pude sentirlo. No obstante, no había sido suficiente como para que ninguno de los dos decidiera bajar la guardia con el otro.
El trato que habíamos hecho aún hormigueaba a fuego lento bajo mi piel, específicamente en mi muñeca, como un sutil recordatorio de que debía tener más cuidado con él de ahora en adelante. Lo que nos mantenía en esta situación no era más que un trato. Un simple acuerdo realizado con magia. Lo tenía presente, así como el pensamiento de que, una vez ambas partes se hubieran beneficiado del otro, quien sabría lo que podría suceder, lo que podría sucederme.
Las primeras cinco horas de viaje transcurrieron en silencio. Yo montaba sobre el lomo de Saeta, pensando en las mil y una formas en las que un inmortal podría torcer un trato para salirse con la suya y Duncan, por otro lado, solo caminaba a mi lado, a dos metros de distancia y sumergido en un inquietante silencio contemplativo. Era silencioso incluso con cada paso que daba, tanto como para que hubiera creído, en más de una ocasión, que me había dejado sola para que una manada de bestias salvajes me devorara. De ahí mis tortuosos pensamientos sobre traición.
Pese a ello, no pude evitar sentir cierta espina de culpabilidad por mi despiadado acto de insensibilidad al hacerlo recorrer todo el camino a pie... mientras yo iba cómodamente sobre mi yegua. Era un pensamiento recurrente que me hacía mirarlo por el rabillo del ojo más veces de las que hubiera querido a medida que el sol seguía su curso por encima de nuestras cabezas, solo para asegurarme de que no se encontraba cansado y así aliviar de cierto modo mi malestar.
No obstante, por muchas veces que lo hiciera, el condenado no presentaba ningún signo de fatiga, lo que me hacía preguntarme que tan fuerte podría ser la resistencia de un inmortal, considerando que no habíamos hecho paradas ni siquiera para hidratarnos. No podía seguir andando otras cinco horas de ese modo, ¿O tal vez sí?
Me atrapó mirándolo en mi decimo repaso, y tras sonreír con algo parecido a la diversión, inquirió:
—¿Algo está mal conmigo?
«Todo» está mal contigo.
Traté de que no se me notara el asombro en la cara mientras regresaba la mirada al frente, aparentando inocencia.
—No entiendo de que estas hablando.
—Llevas mirándome tanto tiempo como para preguntarme si en algún momento comenzaré a desgastarme, así que... solo pregunta.
—Preguntar, ¿Qué?
—Lo que sea que te esté pasando por la cabeza.
Oh, en serio no quería que respondiera a eso.
Desde que habíamos dejado la cabaña de Ritta atrás mi boca quería soltarle unas cincuenta preguntas por lo menos, comenzando por como conocía tan bien al que tenía a mi hermana cautiva, o quién demonios era el extraño vestido como la noche encarnada qué me había estrangulado de la nada.
En serio quería preguntar que era ese fuego plateado que no quemaba, pero si congelaba, o porque nunca lo había visto sin la capucha cubriendo su cara.
Quería preguntar tantas cosas, cosas que me habían cruzado por la cabeza desde el momento en el que desperté en estas tierras encantadas y que Ritta no había sido capaz de responder, ya sea por miedo, desconfianza o algo más que le impidiera ser totalmente abierta conmigo. No estaba muy segura, pero presentía que este inmortal en particular si sería capaz de responderlas. Su honestidad brutal había cortado como un cuchillo desde el día uno que nos habíamos encontrado en la taberna de Valle Calanthe, no dudaba que en esta ocasión fuera a ser diferente de todas las veces, pero, aun así, terminé preguntando:
—¿Falta mucho para que lleguemos a la mansión del alto lord de la corte Primavera? —o Tamlin, como Duncan se había referido antes.
—A este ritmo deberíamos llegar antes del anochecer. —Duncan mira hacia arriba, más allá de las ramas y las hojas, pensativo—. Por supuesto, podríamos probar una mejor alterna...
—Ya te dije que no pienso tramizarme contigo.
—Tamizarme —me corrige con una sonrisa ladeada.
Suelto un bufido.
—Es lo mismo.
—Sería mucho más rápido.
—Sí, eso dijiste —refunfuñé—. Pero me niego a pasar por tan desagradable experiencia otra vez. Así que, no.
El no dijo nada más al respecto, pero me pareció ver una pequeña sonrisita burlona en su rostro cubierto de sombras.
Media hora más tarde, ambos nos encontramos haciendo una rápida parada cerca de un rio cristalino. La corriente era constante, con una pequeña cascada que caía y golpeaba la superficie, haciéndola vibrar y resplandecer bajo los cálidos rayos de sol de la tarde. La hermosa visión me nublo la mente por segundos, y solo en medio de esa repentina calma me atreví a preguntar en un murmullo:
—¿Quién era ese sujeto de anoche?
Duncan estaba allí, arrodillado sobre la grama, a metros de distancia y con una cantimplora en la mano enguantada. No se me había escapado el hecho de que siempre permanecía a metros de distancia desde que nos habíamos vuelto aliados temporales, lo que en cierto modo facilitaba las cosas entre ambos. Aun así, pudo escucharme perfectamente. Una ventaja que solo los inmortales disfrutaban, supuse.
Durante los últimos quince minutos, y tras hidratarnos, no había parado de darle vueltas a las preguntas que se me asomaban por la mente desde que habíamos partido de la cabaña de Ritta. Y mientras lo miraba, sentada sobre una roca, disfrutando de la naturaleza con los tobillos cruzados, no pude evitar dejar escapar una que sobresalía por encima de las demás. Él, por otro lado, no pareció afectado por mis repentinas ganas de comenzar una conversación.
—¿Y bien? —insistí.
Esperé la respuesta, mirándolo, tratando de leer a través del obstáculo que me era la capucha negra.
—Es un viejo amigo. —Fue todo lo que dijo, llevándose la cantimplora a los labios para darle un largo trago.
—¿Y todos tus amigos tienen la costumbre de atacar a desconocidos de la nada y amenazarlos de muerte?
Esta vez, si sonrió.
—La mayoría, al menos.
Suspiré. Eso no me estaba diciendo mucho, la verdad. Y sabía que debía sentirme nerviosa por ello, pero, para mi sorpresa, era mucho mayor la curiosidad que el miedo.
—¿Debería de preocuparme que vuelva aparecer con la intención de llevarme al más allá? —pregunté, ladeando la cabeza un poco. El negó antes de que pudiera siquiera terminar de formular la pregunta.
—No —La seguridad en su tono me sorprendió—. El no volverá acercarse a ti. Tienes mi palabra.
—¿Y porque me atacó? —insistí, frunciendo el ceño—. Yo no le hice nada.
Nada, además de enfrentarlo por haberse acercado a mi hermana, pero él no tenía por qué saberlo. Además, había estado en mi derecho.
Duncan bajó la cantimplora con lentitud. Su atención puesta en el rio frente a nosotros, corriendo tranquilo y sin perturbaciones. No me miró ni una sola vez mientras respondía, pero eso tampoco lo había hecho desde que habíamos decidido comenzar juntos aquella travesía, por lo que no me pareció extraño.
—Te confundió con otra persona. —musitó al fin.
Parpadeé.
Bueno, eso sí que no lo había esperado.
—¿Con quién?
—Alguien muy preciada. —Muy bien. Estaba bien. No parecía tener intenciones de revelar nada más que eso, y me parecía bien. No era mi asunto, para variar.
Pero entonces me escuché lanzando una nueva pregunta:
—¿Era preciada para ti también?
No esperaba una respuesta, en absoluto. Era una pregunta algo invasiva, que no tenía lugar cuando, para empezar, no nos conocíamos de nada. No me hubiera molestado que guardara silencio. Estaba reprochándome por ser tan indiscreta cuando, de pronto, pareció murmurar en voz baja, pero clara:
—Lo era.
«Lo era» En tiempo pasado.
—Lo siento. —La disculpa se sintió como arena en mis labios. Incomodo de decir, pero necesario, cuando había sido la razón del que sus hombros se hubiera tensado bajo la capa de color ébano. Decidí, entonces, cambiar de tema—. ¿Y a que corte perteneces?
Duncan se giró levemente hacia mí, por primera vez en muchas horas. Parecía interesado.
—Veo que alguien te ha estado enseñando mucho sobre Prythian. —comentó con algo parecido a la curiosidad, lo que era mucho mejor que tratar con el inmortal melancólico de hace unos segundos.
Me encogí de hombros.
—Una humana tiene que hacer lo que tiene que hacer para sobrevivir, ¿No?
—En eso tienes parte de razón —Quise preguntar sobre que parte específicamente era la que no me daba la razón, cuando respondió rápidamente—. Pertenezco a la Corte Noche.
En serio, me habría gustado no haber reaccionado como lo había hecho, pero, para cuando las palabras habían salido de su boca, ya yo me encontraba tomando la empuñadora de la daga que había estado fundada en cuero sobre la cinturilla de mi vestido. Una alternativa de supervivencia que había optado en llevar solo por si acaso, por si resultaba siendo necesaria.
Como, por ejemplo: Ese momento.
Los ojos dorados de Duncan siguieron mis movimientos con un brillo de depredador y burlón, como si mi reacción fuera lo que había estado esperando y, al final, no lo había decepcionado.
—¿Ya te arrepentiste de hacer un trato conmigo?
No respondí, al menos no de inmediato. Mi atención estaba puesta en su postura relajada sobre la grama, en la distancia que había entre nuestros cuerpos y mi yegua, que estaba bebiendo agua del rio al otro lado. Me preguntaba qué tan rápido podría correr, llegar hasta Saeta y desaparecer entre los árboles. Eran ideas absurdas, por supuesto, que desechaba nada más darle la primera vuelta de consideración, porque su inmortalidad estaba puesta en la ecuación, lo que me llevaría a un resultado desastroso.
No obstante, no podía evitarlo. No pude evitar que mi cuerpo reaccionara ante la mención de esa tierra de la que tan poco se sabía y, por lo que me había dicho Ritta, podría ser considerado el infierno entre tantos otros territorios inmortales. La misteriosa Corte Noche, entonces... eso significaba...
—Tu viejo amigo, el que me atacó, también proviene de esa corte —Y entonces mi mente trajo un recuerdo más de esa fatídica noche. Una voz abrazada por las mismísimas estrellas que gruñía, furioso: Cuidado con el tono en el que te diriges a mí; soy tu Alto Lord—. Y es el Alto Lord, ni mucho menos.
Duncan no lo confirmó, pero tampoco lo negó, lo que era muchísimo peor. La respuesta que necesitaba estaba allí, escrita en sus ojos, que brillaron con esa magia tan inusual y desconocida, como el oro ante el reflejo del sol.
—Tú me engañaste. —acusé, levantándome de un salto. La daga fuera de su funda, empuñada en mi mano con fuerza. Y me podría estar jugando el pellejo, pero eso no evitó que mirara al inmortal de capucha con todo el peso de la ira y la traición que sentía por dentro. Irónico, cuando no había esperado otra cosa desde el primer momento—. Hiciste un trato conmigo y me engañaste.
Duncan entrecerró los ojos e inclino la cabeza un poco, sin quitarme la mirada de encima. La daga no pareció impresionarle en lo más mínimo.
—¿Lo hice?
—No me dijiste que provenías de la Corte Noche. —espeté.
—No preguntaste. —replicó a su vez, encogiéndose de hombros—. Y, de todas formas, ¿Hubiera hecho alguna diferencia?
—Oh, claro que sí —ladré, moviéndome cuidadosamente hacia donde Saeta estaba—. Para empezar, jamás habría aceptado hacer un trato contigo.
—¿Por qué? —La pregunta salió con fiereza de su voz. Yo, por otro lado, no podía creer que siquiera me lo estuviese preguntando.
—Eres de la Corte Noche.
—Sí, y eso, ¿Qué?
No se movió cuando tomé la montura de Saeta, ni cuando me subí en ella. Mis manos estrujaron con fuerza las riendas.
—Pues que, si Prythian ya de por si es peligrosa para los humanos, la Corte Noche está por encima de todo lo que yo deseo evitar a toda costa, sin importar que. —Me felicité por sonar tan segura, aun cuando podía sentir como esa mirada aleonada me quemaba un costado de la cara.
—¿Dices eso porque en verdad lo crees, o porque alguien más te lo dijo? —Mi cuerpo se tensó lo suficiente como para que mi yegua percibiera mi estado de ánimo y relinchara en modo de protesta, lo que le dio la suficiente confirmación a Duncan como para que continuara en un tono glacial—. Pensaba que no confiabas en los inmortales.
No deje que sus palabras me hicieran sentir culpable. En su lugar, decidí plantarle cara y cortar el asunto desde la raíz.
—Lo mejor será que nos separemos aquí. Dime en qué dirección se encuentra la mansión del Alto Lord de la Corte Primavera y haremos como que cumpliste con tu parte del trato.
—No funciona así, princesa. —La sonrisa que me regaló era de todo, menos amistosa. Incluso me pareció ver algo de ese fuego plateado en sus ojos, lo que me estremeció—. Puedes creerme cuando te digo que tampoco me siento muy contento con las circunstancias, pero un trato es un trato. Tal vez tu no valores tu vida en lo absoluto, pero yo sí que aprecio mi existencia. Por eso, te llevaré a la mansión aun si eso no es lo que tú quieres. No te lastimaré ni dañaré en el proceso, como prometí, pero una vez que haya cumplido con mi parte tú me deberás algo a cambio. Podrás evitarlo tanto como gustes, pero, al final, no podrás escapar de ello. Mientras más rápido lo asimiles mejor será para los dos.
Mi cuerpo se erizó en respuesta. No por el miedo, sino por la rabia que burbujeaba a fuego lento bajo mi piel.
—Te odio. —escupí, trasmitiendo el sentimiento como cientos de dagas filosas en su dirección.
Duncan, lejos de sentirse cohibido por mi mirada asesina, acentuó su sonrisa.
—Me extrañaría si no lo hicieras. Ahora, ¿Por qué mejor no nos enfocamos en llegar con luz de día a...?
De pronto, Duncan guardó silencio, interrumpiéndose abruptamente al mismo tiempo que endurecía sus facciones. No había sido el único, pude darme cuenta. Tan rápido que no lo había visto venir, sonidos tan comunes como el canto de los pájaros, el susurro del viento y el zumbido de los insectos... Todo se detuvo, como si el tiempo se hubiera congelado a nuestro alrededor, sumiendo el bosque en un inquietante silencio que helaba la sangre y tensaba los huesos. Incluso Saeta, bajo mi mando, se movió con nerviosismo, como si presintiera que el peligro nos acechaba de a poco y quisiera advertirnos.
—¿Qué...? —susurré.
—Espera. —Duncan se llevó un dedo enguantado a los labios, un gesto para que hiciera silencio, mientras observaba más allá del bosque con cautela. Y tratándose un inmortal que había sido capaz de hacerle frente a su Alto Lord, era capaz de quemar con un fuego helado e intimidaba hasta hacerte sufrir un paro cardiaco, aquello me preocupó. Mucho más aun cuando soltó en voz baja—. No estamos solos.
Mi corazón dio un vuelco, se detuvo por una fracción de segundos y comenzó a latir desbocadamente.
—¿Sabes usar eso? —inquirió Duncan, señalando con su cabeza el arco y el carcaj con las flechas que guindaban al costado de Saeta, a mi derecha.
Parpadeé.
—Pues, si, pero mi puntería no es tan perfecta. Yo...
—Bastará por ahora. —No se molestaba en darme una segunda mirada, no cuando su atención estaba puesta en el bosque desolado. Si había un potencial enemigo cerca yo no lo sabía, no podía verlo-. Solo trata de darles en la cabeza o a la altura del corazón.
Por todos los Dioses...
—¿Qué carajos son? —pregunté, casi sin aliento, mientras me pasaba el carcaj por la cabeza y tomaba el arco del color del ónix con manos temblorosas, pero firmes. Había temido hacer la pregunta, pero más miedo me daba permanecer en la ignorancia.
—Globlins. —Goblins. Otra especie de leyendas a la que debería de enfrentarme; acostumbrarme. Duncan continuó—. Inmortales inferiores de este territorio. No son tan temibles como para alarmarse, pero si son una molestia. Su forma de diversión se basa en matar o robar a todo aquel con el que se tropiecen. Usan la carne de sus víctimas para el sustento y sus pertenencias para hacerse de nuevos suministros de ropas o armas. Se mueven en numerosos grupos para emboscar a sus presas y...
Un espeluznante grito de guerra resonó de entre los árboles, haciendo que tanto Duncan como yo giráramos el rostro como un látigo haca la izquierda. El bosque nos devolvió la mirada de una manera que me causo terror por primera vez desde que me había familiarizado con esas tierras, y entonces sucedió lo imaginable.
Una docena de horrendas criaturas de piel verdosa, marrón y grisácea se abalanzaron hacia nosotros desde todos los ángulos visibles. Eran pequeñas, pero apenas pude reparar en su grotesca apariencia cuando lo único que enfocaba eran las cuchillas, las hachas y las lanzas que empuñan en lo alto, dispuestos a usarlas contra nosotros sin piedad.
—Prepárate. —Era la última orden de Duncan, antes de hacer aparecer dos espadas de estilo kopesh en sus manos con un fuego plateado que me dejó con la boca abierta. Sus hojas de media luna lucían tan hermosas como letales, tan filosas como los colmillos de una serpiente.
Y entonces comenzó el verdadero enfrentamiento.
En el corazón del bosque antiguo, donde los árboles susurran secretos y las sombras se alargan, Duncan y yo nos enfrentamos mano a mano a una horda de Goblins furiosos y de aspecto desaliñado. El aire se cargó de tensión, y el olor a sangre y tierra se mezclaron con la dulzura de las hojas en descomposición rápidamente.
Duncan se movió como un espectro entre los árboles. Su capucha ocultaba su rostro, pero sus ojos brillaban con una determinación feroz que nunca había visto hasta ese momento. En sus manos, las espadas parecían ser otra extremidad de su cuerpo cubierto de sombras. Cada movimiento era fluido, letal. Los Goblins se abalanzan sobre él, sus cuchillos oxidados chocando contra las espadas de Duncan, pero él era más rápido, más fuerte. Los cuerpos cayeron a su alrededor como moscas, y su respiración apenas se había agitado.
Yo, por otro lado, trataba de no perder los nervios mientras me obligaba a apuntar y no fallar, tensando el arco entre mis dedos con un temblor propio del miedo que me inundaba al ver como esas cosas de largas orejas y dientes puntiagudos se dirigían hacia mí. En contraste con Duncan, que luchaba a corta distancia de donde me encontraba, parecía vulnerable; una presa fácil sobre sobre una yegua nerviosa que parecía querer estar en cualquier otro lugar, a salvo.
Aun así, y sabiendo que nuestras vidas dependían de que hiciera un esfuerzo, trato de no fallar.
Tras varios intentos penosos, una flecha logra dar en el hombro de esos duendes del bosque. El Goblin suelta un alarido que sé que me dejará teniendo pesadillas por un largo tiempo, pero al menos le da el tiempo suficiente a Duncan para derribarlo, cortando su yugular en un movimiento perfecto que me deja anonadada.
La sangre sale a borbotones de su pequeño cuerpo, de un negro espeso como el petróleo y, por unos segundos, solo quiero vomitar.
De pronto, Duncan se da la vuelta hacia mí, grita mi nombre y tira una de sus espadas en mi dirección. Mis ojos se abren un milisegundo por la sorpresa, pero escucho el silbido cuando esta pasa a centímetros de mi rostro y se impacta en algo duro que se queja a mis espaldas.
Al darme la vuelta, veo el cuerpo de un Goblin en el suelo, a un metro de distancia de Saeta, que se mueva inquietamente bajo de mí.
¿Acaso esa cosa estuvo a punto de...?
—¡No te distraigas! —grita Duncan en mi dirección, antes de hacer que la espada desaparezca del cadáver de la criatura y vuelva a sus manos en lo que me parece el truco de magia más increíble de la historia— ¡Apunta y dispara!
Vuelve a sumergirse en su lucha, dejándome con al menos cinco Goblins que me rodean con un brillo de hambre en esos oscuros ojos que me recuerdan a un pozo vacío y profundo. Saeta presiente el peligro y da varios pasos hacia atrás, lo que me da el tiempo para cargar una nueva flecha al arco y disparar.
Tres de ellos caen, pero los dos restantes esquivan con agilidad los disparos y saltan hacia mí con sus armas en mano. No tengo tiempo de volver a cargar una flecha, cuando uno de ellos aterriza sobre el lomo de Saeta y extiende sus garras peligrosamente hacia mi cuello. Un movimiento rápido de mis manos y tengo la daga lista para defenderme, pero cuando intento atacarlo, este fácilmente se escurre y solo logro atravesar un pedazo de la tela mugrienta que lo cubre.
Suelto un grito de dolor cuando, en respuesta, el Goblin entierra su propio cuchillo de caza en mi hombro, riendo descolocadamente y mostrando su dentadura afilada, amarilla y podrida a pocos centímetros de mi cara. El olor putrefacto que emana su aliento me mareó por segundos, produciéndome arcadas. Pese al dolor que me nublaba los sentidos, volví a levantar la daga con esfuerzo y, en esa ocasión y sin una gota de arrepentimiento o duda, entierro la hoja en su cráneo.
Ignoré el sonido que produjo el choque del arma en el hueso, también la sangre que me empapó las manos, los brazos y el rostro. Me centro en empujar con todas mis fuerzas el cuerpo lejos de mí, y este termina cayendo en el suelo, bajo los pies de Saeta, que no deja de relinchar.
El quinto Goblin se aproxima, furioso, con arma en el aire e intenciones de vengar el alma de su amigo, cuando su cuerpo se enciende en llamas plateadas que calcinan su pequeña figura, carbonizando hasta las cenizas su grito lleno de agonía que me deja aturdida. El olor a carne quemada me llega a la nariz y es lo que logra sacarme de mi estupor.
Miro directamente hacia Duncan.
Aunque al principio me había parecido ver una docena, la realidad era mucho, mucho peor. Podría haber treinta cuerpos en la pila que se ha formado a su alrededor, pero la sangre y la conmoción del momento no me permitieron estar segura del todo. En lo único que podía estar consiente era en la manera en la que Duncan se defendía, en como luchaba, como un dios de la muerte, moviéndose a velocidades sobrehumanas y sin parecer ni de cerca cansado por el esfuerzo. Y aunque era terrible ver esa matanza, no pude evitar maravillarme un ante su destreza y habilidad. Algo de lo que yo obviamente carecía, considerando que la mayoría de mis flechas habían terminado perdidas en algún arbusto cercano... o en el rio.
No obstante, aunque parecía que habíamos acabado con la peor parte, los Goblins no dejaban de aparecer como una plaga que se reproducía y no parecía tener fin. Eran demasiados, tantos como para poder darme cuenta que sería difícil acabarlos solo nosotros dos. Una mano al carcaj que tenía en la espalda me confirmo lo que me temía: Solo me quedaban una flecha. Una sola.
¿Qué podía hacer una flecha contra docenas de ellos?
Mis ojos enfocaron a un Goblin de entre el montón que llamó mi atención, esto, por ser el único que portaba un sombrero rojo sangre; vibrante. Un color que sobresalía entre tanto verde y café. También era mucho más grande que los demás, tal vez el doble de tamaño. Si la mayoría de los Goblins a los que me había enfrentado llegaban fácilmente a una rodilla de altura, este podría sobrepasarme la cintura con facilidad. Sin mencionar que era cinco veces más corpulento y poseía una espada que dejaba en vergüenza las armas de sus clones más pequeños, este Goblin parecía ser el más peligroso de todos, por lo lejos.
Y se estaba dirigiendo hacia Duncan.
Miré hacia donde Duncan luchaba, absorto a la cercanía del Goblin de sombrero rojo que se aproximaba por detrás. Él no podía percatarse del peligro que lo acechaba por la espalda, no con todos esos Goblins obstruyéndole la visión. Para cuando se diera cuenta seguramente el Goblin de sombrero rojo ya habría atacado y Duncan...
No... no podía permitirlo.
Decido adelantarme en tomar la única flecha que me quedaba, ajustándola entre la cuerda y la mira del arco. No sabía que era lo que estaba haciendo, pero podía sentir como el sudor me corría por la frente, como mis dedos temblaban cuando tensé la cuerda hasta todo lo que podía mientras apuntaba hacia mi objetivo. Trato de borrar de un plumazo todo lo demás; los gritos, el sonido del choque de las armas, las protestas de Saeta y el olor intenso de la sangre que impregna en el aire. Bloqueo cualquier cosa que no sea el Goblin de sombrero rojo, todo menos su figura deslizándose hacia donde Duncan se encuentra.
No quiero fallar, no puedo fallar. Me repito esas palabras con intensidad una y otra vez, y otra vez, sintiendo cada musculo de mi cuerpo en tensión a punto de romperse por los nervios. Pero no me permito flaquear mientras tomo aire y lo retengo en mis pulmones mientras espero el momento ideal para dejar ir la flecha.
El Goblin se lanza hacia Duncan al mismo tiempo que yo suelto la flecha. Esta sale disparada, vuela en una línea perfecta a través del claro y, entonces, como si el tiempo se hubiera detenido, esta impacta en el ojo del monstruo, derribándolo al instante.
Lo mate.
No había fallado.
Había sido un tiro perfecto.
No dejo de repetirme esas frases hasta que finalmente puedo creérmelo, hasta que Duncan termina quemando todos los Goblins restantes con ese extraño fuego plateado de sus manos, hasta que el hermoso claro verde que alguna vez me había impresionado no es más que un campo de batalla lleno de cuerpos chamuscados, destrozados y lo único que queda es el silencio profundo tras una larga carnicería.
Mis dedos estrujan la crin de Saeta para estabilizar tanto mi cuerpo como mis pensamientos. La sangre bulle en mi cuerpo, late con furia y adrenalina acumulada, pero en lo único que puedo pensar es en que sobrevivimos. Habíamos sobrevivido.
Vamos, corazón, ya puedes latir con normalidad.
—Mataste a su líder.
Mis ojos bajan hacia Duncan, que está de pie a un lado de Saeta, mirándome fijamente. Las manos enguantadas ya no sostienen ninguna espada, lo que me hace preguntarme en que momento las hizo desaparecer con esa extraña magia que poseía.
—¿Qué? —susurro, perdida.
—El Goblin más grande y con sombrero rojo —explica, solemne, sin apartar su mirada de la mía—, era su líder y tú lo mataste.
—Iba a atacarte por detrás. —me defiendo, desviando la mirada hacia los cuerpos bajo nosotros con el fin de escapar de esos intensos ojos del color del oro fundido.
—Y tu puntería fue perfecta, gracias —Dejo de respirar por un segundo, hasta que continua—: ¿Estas bien?
Quiero responder positivamente, pero el dolor punzante en mi hombro derecho me delata antes de que pueda elaborar una mentira creíble. Hago una mueca de dolor y Duncan lo ve, baja sus ojos hacia mi hombro, de donde proviene la sangre que mancha mi capa y sin dudarlo se adelanta y toma mi mano.
Rápidamente quiero retirarla, pero sus dedos me aprisionan, haciéndome imposible la tarea. Medio segundo más tarde, un cosquilleo me sube por el antebrazo hasta el hombro, la herida me escuece por lo que me podría haber parecido diez segundos y, cuando Duncan finalmente me suelta, este desaparece por completo.
Por todos los Dioses...
Mis ojos se agrandan al darme cuenta que donde debería de haber una herida profunda y sangrienta solo hay piel pálida y lisa.
—Pero, ¿qué...?
—Un hechizo de curación —me explica Duncan, sin miramientos, encogiéndose de hombros—. ¿Cómo te sientes?
Trago saliva y asiento lentamente sin mirarlo.
—Bien, estoy...
—¡Cuidado!
Seguido del grito de Duncan, Saeta relincha bruscamente y se posa en sus dos patas traseras, llevándome con ella hacia atrás. Apenas si tengo oportunidad de sostenerme con fuerza cuando diviso a un único Goblin por encima de mi cabeza, saltando de una rama lejana hacia mí. Dos cuchillas de casa son blandidas hacia atrás, dispuestos a cortarme en pedazos una vez hubiera llegado hasta donde me encontraba.
No obstante, antes de que este siquiera pudiera tocarme, y con un movimiento de su mano, Duncan lo vuelve cenizas frente a mis ojos. Puedo sentir el hielo emanar de las brasas plateadas consumiendo lo que queda de su cuerpo, puedo olerlo y ver como este cae al suelo, siendo nada más que un montón de cenizas que se mezclan con la tierra y la grama quemada. El peligro pasa tan rápido que no puedo registrarlo, pese a ello, el miedo de Saeta permanece y eso la lleva a sacudirse con violencia.
Ahogo un grito mientras tomo las riendas y jalo hacia mí. Trato de llamar la atención de mi yegua, apaciguarla con su nombre y palabras que puedan transmitirle calma, pero Saeta esta fuera de sí. No me escucha, no me obedece, y lo que es peor: Comienza a dar saltos que ponen en peligro mi equilibrio. Como continúe así, seguro que termino en el suelo, dándome el coñazo de mi vida.
—¡Saeta, ya basta! —grito, desesperada, tensando mis muslos sobre la montura— ¡Tranquila!
Un segundo más tarde, mi cuerpo siente un peso que se cierne por detrás. Mis ojos enfocan un par de brazos rodeándome para tomar las riendas de Saeta con seguridad y hacer lo imposible: Calmarla. Por otro lado, yo solo puedo quedar estática, como una piedra, mientras observo como Duncan toma el control de la situación y Saeta, milagrosamente, se tranquiliza bajo su mando. El resultado me deja boquiabierta, tensa y con mil preguntas rondándome por la cabeza.
—Ya está —Duncan murmura cerca de mi oreja, estremeciéndome entera por sentir como el calor de su aliento me golpea en la nuca. Mi respiración incluso se corta ante la cercanía entre ambos—. Ya está —repite—, ya paso.
Intento tragar el nudo que tengo en la garganta y decir algo inteligente, pero fracasó estrepitosamente. Mi cabeza solo es capaz de procesar el hecho de que su cuerpo emana una calidez sorpresivamente reconfortante, de cómo sus manos cubren las mías con una delicadeza impropia de su naturaleza. Y a pesar de que debería de sentir miedo o incomodidad por el hecho de que estaba invadiendo mi espacio personal, mi cabeza solo puede pensar en lo increíblemente bien que se siente tenerlo cerca. No siento miedo, ni ese terror profundo que había sentido con Thomas, solo... seguridad.
Este último pensamiento lo deshecho inmediatamente.
—Gracias —digo por fin, cuando creo que la voz no se me va a romper por el susto o la conmoción. Jamás lo diría en voz alta, pero sí que me había aterrorizado estar sobre Saeta en ese estado. Su ayuda, aunque no había sido solicitada, sí que podía ser aceptada. Después de todo, me había salvado de romperme el cuello.
El no responde, pero puedo percibir como acepta mi agradecimiento con un asentimiento de cabeza. Sus manos enguantadas sueltan finalmente las mías, dejándome el control, y hace un amago de bajarse de mi yegua. Pero tan rápido que no lo había visto venir, mi boca suelta:
—Creo que deberíamos continuar así de ahora en adelante. —inmediatamente busco una excusa que pueda justificar mi repentina y desbocada idea. Si era para convencerlo a él a mi razón, no tenía la respuesta—. Llegaríamos antes a la mansión y podrías asegurarte de que ninguna de esas cosas nos sigue. Es nuestra mejor opción.
Puedo sentir como su cuerpo se tensa detrás de mí, pero no se aparta.
—Muy bien. —Sus brazos vuelven a rodearme, con algo más de cautela que la primera vez, para tomar nuevamente las riendas—. Como soy el único que conoce el camino, lo mejor será que yo dirija, ¿Te sientes cómoda con eso?
No respondo, pero asiento tímidamente y con eso le basta.
—A la mansión del Alto Lord de la Corte Primavera. —dice entonces, dando por finalizado ese momento tan íntimo y extraño que seguramente marcará un antes y un después en un futuro cercano.
═━═━═━═━═━═━═━
Publicado: 20/04/2024
Correcciones: NO
Dedicación especial para: Reinadecristall y Myselfisverybeauty12
💜💜💜
|Sus comentarios preciosos me hicieron regresar a esta historia antes de tiempo. De verdad, muchas gracias. Se aprecia todo el apoyo que le dan al fic.|
NA: ¡Hola de nuevo, querido lector!
━━━¡MUY BIEN, ESTO ESTUVO POTENTE! Y si me dicen que no voy y les estampo un sartén en la cabeza, para que se les reinicie el Window. En serio, yo no se lo que me fumé para traer tremendo capitulazo de casi 6000 palabras ¡6000! Y con mucha interacción entre nuestra pequeña Blair y Duncan, que era algo que estaba esperando desde que me decidí por escribir este fic. Es que este capitulo en particular esta pensado desde mucho antes de traer el fanfic a la plataforma, y POR FIN, por fin puedo publicarlo y no saben cuan feliz me hace haber llegado hasta aquí. De la emoción traje el capitulo mucho antes de que el anterior llegara a los votos solicitados, por lo que espero que les haya causado la misma felicidad y hayan disfrutado esta parte de la historia tanto como yo disfruté escribiéndolo. Tan solo faltaba que los personajes salieran del documento, pues ya de por si se manejaban solos haciéndome sentir como una espectadora más.
Y ahora algunos datos curiosos:
• LAS ESPADAS DE DUNCAN están inspiradas en el personaje del Lobo Feroz en la película de El Gato con Botas: El Ultimo Deseo. Así qué, si viste la película, seguro que sabrás como son. Me pareció una increíble idea, considerando otros elementos que no puedo decir por ahora, porque estaría revelando jugosos spoilers, pero tranquilos, que se revelarán al final del tercer acto de esta historia. Por otro lado, si no sabes como lucen estas espadas, aquí te dejo una foto:
• EL ARCO Y LAS FLECHAS DE BLAIR, sin embargo, son tan normalitas como deberían ser unas armas hechas por manos humanas. Pero aun así les dejo la foto de como me las imagino en mi cabeza:
• Y BUEEEEENO, porque me gusta fangilear con ustedes, quiero mostrarles este arte que encontré en Pinterest y que me da altas vibras de Duncan. Es la imagen que uso para inspirarme cuando tengo que escribir una escena con el, o simplemente para mirarla de vez en cuando y enamorarme así cada vez mas de el. ¿Interesada? Bueno, aquí te lo dejo:
¿Y bien? ¿Que tal? ¿Algo que decir? ¿O te ha dejado tan muda como a mi? Ah, no te culparía. Siento que Duncan es un personaje que tendrá mucho que ofrecer en este universo de Una Corte de Rosas y Espinas. Siento que nació de todo el amor que me produjo leerme la saga; el amor que sentí por Rhysand, Cassian y Azriel, tres personajes masculinos que me dejaron el listón a la altura del betún. No creo que vuelva a enamorarme mas nunca de un personaje masculino, no del mismo modo que con ellos, y creo que Duncan es una buena representación de estos tres Bat Boys juntos. Ya lo verán. Espero que les llegue a gustar tanto como a mi, en serio.
Y bueno, nada. En el siguiente capitulo ya estaremos en la mansión de Tamlin, pero OJO, que las sorpresas no acaban aquí. Tengo mucho material acumulado de lo que será de Blair en estos capítulos que están por venir antes de Bajo la Montaña que se que les dejara con la cabeza hecha un trompo. Se vienen cosas buenas a partir de ahora, y trataré de subir lo mas seguido ahora que no estaré solicitando votos para actualizar. Esto, porque siento que me ralentiza al subir capítulos. Aun así, espero que le sigan brindando su apoyo a la historia, independientemente de esto. Por favor, hazme saber de tu presencia con un voto y un comentario. No olviden que esto me motiva mucho para continuar con el fic, porque siento que a pesar de todo no estoy sola en esto. Les agradecería un montón el apoyo, mis pequeñas ilirianas.
────────────────────────
Y bueno, para no hacer esta nota taaan larga, ¡Hasta el próximo capitulo!
ATT: Lux. 💜🧡
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro