22: Clash of fraternal ideas.
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VOL. I | CURSED
E22T1: SPRING COURT
Choque de ideas fraternales
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—Aléjate de mi hermana. —repetí; la voz fría a pesar de las altas temperaturas que desprendían las hogueras a nuestro alrededor.
Con una lentitud escalofriante el alto fae me devolvió la mirada.
Sorpresa, incredulidad, estupor y muchas emociones similares; todo eso y más pude encontrar en aquel hermoso rostro letal, en un par de ojos inmortales que me recorrieron no una, ni dos, sino tres veces; como si no pudiera creerse del todo mi presencia, mi aparición, en un lugar como ese. Ojos encendidos con el reflejo de las llamas que, por un momento, y bajo los efectos secundarios del terror, me parecieron familiares entre tantos otros que habia visto en la Noche de los Fuegos. Era tal el desconcierto que mostró el alto fae que, incluso, dio un paso hacia atrás como si hubiera sido realmente golpeado por la daga.
No obstante, la impresión del momento solo perduro unos miseros segundos, pues tan pronto como cuando se apaga una vela, dichas emociones fueron barridas de su rostro para ser remplazadas por una típica y astuta expresión inmortal. La sonrisa más sensual y resplandeciente que pudiera haber visto jamás se curvó en unos perezosos labios, dejando entre ver una perfecta hilera de dientes que destacaban entre su piel lechosa y ropa negra. Y pese a que mostraba una actitud aparentemente inofensiva y cálida, sus ojos me transmitieron algo completamente distinto, asemejándose al más helado de los árticos.
En medio de mi inspección no pude evitar pensar que, si tales ojos pudieran convertirse en armas, podría apostar lo que fuera a que sería mucho más afilada que la daga que yo sostenía entre las manos y apuntaba directamente a su corazón. Y lo que era aún más inquietante: Yo era el objetivo de esa intensa mirada.
Me repetí a mí misma que no debía dejarme almendrar por eso mientras mantenía una expresión impasible en el rostro; y pareció funcionar, al menos hasta que el inmortal decidió abrir la boca.
—Dulzura, ¿No te han dicho tus padres que es de mala educación llevar armas filosas a una cálida y pacifica celebración?
Esa voz; su voz. Una voz masculina, profunda, que deleitaba al sentido auditivo y estremecía cada nervio de tu cuerpo hasta hacerte olvidar por completo el hilo de la conversación. Claro, de haber sido el primer macho inmortal con el que me topaba hubiera tenido su efecto deseado. Sin embargo, yo estaba pensando en otro tipo de inmortal que también acariciaba huesos con solo palabras y...
Sacudí la cabeza, centrándome en el que tenía en frente.
—¿Y supongo que importunar a una dama, cuando evidentemente no te quiere cerca, es un buen ejemplo de buena educación?
¿Habia sido demasiado arriesgado? Tal vez ¿El inmortal se enojaría lo suficiente como para arrebatarme la daga y enterrarla en mi garganta por la osadía de mis palabras? Era un escenario probable, pero ya lo habia dicho. Me habia preparado mentalmente para enfrentarme a él y pedir que se alejara pacíficamente, pero allí estaba de nuevo, arriesgando no solo mi vida con mi estúpido acto de provocación innecesario, sino también la de mi hermana Feyre, que estaba tan inmóvil como una estatua a mis espaldas.
Dudaba que fuera a salir ilesa si las cosas llegaran a descontrolarse entre el inmortal y yo, después de todo era solo una humana, una ramita seca a su lado que podía pisotear si le venía en gana.
Sin embargo, en medio de mis preocupaciones, el alto fae hizo algo que no habia esperado ni por asomo: Sonrió. Una sonrisa cruel que se ensanchaba a medida que volvía a dar un paso hacia mí, volviendo acercarse tanto como en un principio hasta que la punta de la daga estuvo rosando peligrosamente las solapas de su túnica oscura. Un centímetro más y sabía que podría perforar la exquisita tela que lo envolvía como un manto de eterna oscuridad. Los colmillos quedaron expuestos, en una sutil amenaza, mientras decía:
—Eres demasiado atrevida para tu propio bien. Mi importuna aparición salvo a tu hermana de terminar en una situación comprometedora con algunos invitados no deseados. —hubo algo en la forma que dijo hermana que no me gusto en lo absoluto, pero no tuve tiempo de pensarlo cuando agregó de pronto, agudizando su mirada— Pero habéis picado mi curiosidad. ¿Quién eres tú?
Una pregunta sencilla, pero viniendo de su boca tal parecia que me estuviera condenando a muerte. No obstante, antes de que pudiera siquiera abrir la boca, mi hermana Feyre, que parecia haberse recobrado de algún sueño, reaccionó a la defensiva.
—¡Nadie! ¡No es nadie! —respondió con apuro mientras trataba de separarme del alto fae, tomándome por los brazos para que retrocediera y me escondiera detrás de ella.
Un gesto que habia hecho mucho en los tiempos de antaño, en nuestra aldea; con Nesta. Pero a diferencia de todas esas veces que habia dejado que me protegiera, yo no me moví ni un centímetro.
—Para no ser nadie tiene mucha influencia en el reino de los inmortales —El alto fae le dirigió una mirada socarrona a mi hermana, antes de volverse de nuevo hacia mí. Sus ojos brillaron de un modo que me hizo estremecer— ¿Por qué si no estarías usando un hechizo para ocultar tu verdadera identidad?
Mis ojos se abrieron de par en par.
Mierda.
La poción... el habia sentido la magia de la poción sobre mí; esa que me hacía parecer una más de los suyos y camuflaba mi verdadera esencia humana de los demás.
«Un alto fae de mayor rango puede sentir la magia de camuflaje a pequeñas distancias. Deberás mantenerte alejada de ellos si no quieres ser descubierta».
Eso era lo que habia dicho Evette como segunda advertencia antes de que bebiera el contenido de ese diminuto frasco. Lo que significaba que el alto fae frente a mí no era uno común, ni mucho menos corriente. ¿Cómo si no podría haberse dado cuenta del engaño?
La simple revelación logró que el agarre de la daga tambaleara. El inmortal lo vio, por supuesto, y no pudo evitar soltar una risa baja por ello.
—Y yo que pensaba que ya lo habia visto todo —se dijo más para sí mismo mientras daba un nuevo paso hacia adelante. La punta de la daga tocó para aquel entonces su estómago, pero no pareció percatarse de ello por estar mirándonos a mi hermana y a mí con algo que solo podía ser genuina curiosidad—. Dos mortales en una sola noche. ¿Debería considerarlo una especie de milagro por la Noche de los Fuegos?
Mis alarmas volvieron a dispararse, obligándome a retomar mi postura y a llevar la daga hacia arriba, posándolo debajo de su mentón y a casi nada de su tráquea. Un paso en falso y el brillante filo plateado estaría manchado de su sangre. ¿Cómo me sentiría si aquello realmente sucediera?
—El único milagro que podrás conocer en tu existencia será el de aquella noche que una simple mortal te dejó ir con vida —espeté antes de que pudiera arrepentirme, empujando tan solo un poquito el arma para hacer presión en su piel y demostrar de esa forma que iba en serio, por muy impulsivas que fueran mis acciones.
El inmortal vestido como una noche sin estrellas entrecerró los ojos. Ojos que se iban oscureciendo a medida que los segundos, casi eternos, pesaban sobre nosotros.
—Yo no sería tan arrogante si fuera tú, humana.
—Y yo, si fuera tú, ya me habría ido —repliqué—. Tengo entendido que los de tu corte no son muy apegados a las costumbres de la Corte Primavera y las fiestas no son algo que disfruten en su totalidad. Por eso te pido muy amablemente que nos hagas un favor a ambas y te vayas ahora —Una pausa, mis labios dudaron antes de murmurar un débil—: Por favor.
A mis espaldas, Feyre contuvo la respiración. Una mirada por encima de mi hombro y pude divisar su pálido rostro; El terror pintando cada una de sus facciones mientras miraba del inmortal hacia mí y en viceversa. Ante aquello no pude evitar sentirme avergonzada por dentro, por permitirle a mi hermana ver este nuevo lado de mí. ¿Seguiría pensado que era la misma Blair después de todo?
Pero, claro, ella no sabía por qué habia dicho aquello. No podía explicarle en ese momento lo que significaba que el macho frente a nosotras vistiera de negro.
El alto fae, por otro lado, sí que pareció sorprenderse.
—Mis respetos por haber estudiado las costumbres de nuestro territorio —reconoció con algo de admiración, pero una voz en mi interior me decía que lo que decía no lo sentía en verdad—, pero mucho me temo que un par de conocimientos básicos no sean suficientes para mantenerte con vida cuando llegue el momento. Las tierras de Prythian son mucho más engañosas de lo que te podrías llegar a imaginar jamás —Levantó un brazo y automáticamente me tensé, pero solo lo habia hecho para apartar el filo de la daga de su cuello, con un movimiento elegante de muñeca y apenas esforzándose siquiera—. Aun así, tienes razón en una cosa, dulzura: El Calanmai no es el tipo de fiesta en el que me gustaría estar. Solo estaba de paso. Entonces, disfruten del rito, mis damas. Y traten de no meterse en problemas.
Una exquisita reverencia y se dio la vuelta para desaparecer entre las hogueras y la muchedumbre que, hasta ese momento, no se habían percatado de nada. No obstante, antes de que pudiera siquiera soltar un suspiro de alivio, Feyre ya lo estaba llamando de nuevo:
—Así que no eres de la Corte Primavera, ¿Verdad?
Miré a mi hermana con una incógnita en el rostro. ¿Por qué se esforzaba en entablar una conversación con ese sujeto? ¡El inmortal debía irse! ¿Por qué no era capaz de comprenderlo?
El inmortal se detuvo, claro que sí, y cuando se giró sobre sus pies toda su atención fue tomada por Feyre, que yacía a mi lado hombro con hombro y no habia apartado tampoco lo ojos de él. Un segundo de silencio, y entonces el inmortal volvió a sonreír con pereza.
—¿Parezco alguien de la Corte Primavera? —inquirió con arrogancia, riéndose entre dientes—. No, no soy parte de la noble Corte Primavera. Y me alegro mucho de eso.
Se señaló el rostro, libre de mascara y por unos breves segundos me miró como si estuviera enviando un mensaje. El problema es que no fui capaz de interpretar ese brillo malicioso que destelló en la frialdad de sus ojos.
—Entonces, ¿por qué estáis aquí? —preguntó Feyre, cortando el contacto visual de ambos como quien corta el hilo con un afilado cuchillo. No volvió a dirigirme una mirada después de eso.
—Porque todos los monstruos están fuera de sus jaulas esta noche, no importa a qué corte pertenezcan. Por lo que tengo permiso para vagar por donde quiera hasta que salga el sol. —respondió, tan enigmático y misterioso como aquel inmortal envuelto en sombras que habia conocido en la taberna de Valle Calanthe. Lo que me hizo preguntarme, ¿Estará también en Calanmai?
El pensamiento y la promesa que habia hecho, y por ende también habia roto, me asustaron lo suficiente como para intervenir en la extraña conversación que estaban manteniendo, tomara el brazo de mi hermana, mirara al alto fae con una expresión impasible e inclinara mi cabeza ligeramente al decir:
—Disfrutad del rito.
No tuve intenciones de esperar a que respondiera. Apenas habia soltado la despedida y arrastré a mi hermana lejos de allí, tan rápido como nos permitieran nuestros pies y la masa de inmortales que se amontonaban a nuestro alrededor.
Y no supe si eran imaginaciones mías, pero, al momento de darle la espalda, algo helado se deslizó por mi columna vertebral, acariciando mis huesos hasta hacerlos estremecer de una forma que me aterrorizó e hizo que los vellos de los brazos se me pudieran de punta. No obstante, cuando quise voltear a ver si el al alto fae seguía allí y habia tirado alguna especie de conjuro hacia nosotras, este habia desaparecido misteriosamente entre los cuerpos de los inmortales que danzaban a los compas de los tambores. Una imagen que fue igual o doblemente espeluznante para mí.
Solo nos detuvimos cuando ninguna de las dos pudo avanzar un paso más. Ya sea por el sofocante calor, los cuerpos sudorosos que se movían a nuestro alrededor amenazando con asfixiarnos o por el hecho de que habíamos perdido al alto fae vestido negro, pero de cualquier forma fue gratificante dejar de correr por un segundo. Tiempo suficiente para que Feyre se girara hacia mí con los ojos desorbitados. Se habia soltado de mi agarre y ahora estábamos a un metro de distancia. Yo sin decir nada; Ella mirándome como si fuera la encarnación de un fantasma. Y mientras las vibraciones de los tambores retumbaban contra la tierra que pisábamos y las canciones inmortales eran cantadas con mucho mas vigor, no pude evitar sentir cierto temor por lo que mi hermana diría a continuación.
Pero entonces un sollozo escapó de sus labios. Sus ojos se achicaron con el brillo de las lágrimas y antes de que pudiera siquiera parpadear, ya estaba abalanzándose sobre mí, rodeando mi cuerpo con un gran abrazo que reflejaba las emociones reprimidas de los últimos dos meses... y mucho más.
—¡Blair, santo cielo! —exclamó mientras empapaba mi cuello con sus lágrimas. Solo entonces me percaté de que no le estaba devolviendo el abrazo y reaccioné de inmediato, repitiendo el gesto con la misma o el doble de fuerza. Feyre tembló entre el llanto— ¿Cómo...? ¿Cómo es posible? ¿Cómo es que estas aquí?
Me permití disfrutar de la placentera sensación por un poco más antes de responderle. Habia pasado dos meses desde la última vez que habia visto a Feyre que, por tonto que pudiera parecer, se sentía como un sueño, un sueño del que temía despertar tarde o temprano. El peso de los últimos días, de todo lo que habia tenido que pasar para poder llegar hasta ella se asentó con el peso de mil toneladas sobre mi corazón, que martillaba ya con la fuerza de una estampida salvaje. Y para cuando me di cuenta, para cuando los recuerdos de mi larga travesía hubieran pasado como un torbellino de imágenes en mi cabeza, ya me encontraba llorando también.
—Te he echado muchísimo de menos, Feyre. —fue lo que dije, cerrando con fuerza los ojos por el mar de emociones que me ahogaban y me arrastraban hacia el abismo. De pronto ya no quise aparentar ser la chica fuerte de los últimos días. Esa valentía, ese muro que me habia obligado a construir y llevar como un escudo protector durante todo ese tiempo finalmente se fragmentó, dejando entre ver a una chica que, durante todo ese tiempo que no habia tenido a su hermana, se habia sentido muy asustada. Esa chica, la real, lloró desconsoladamente sobre el hombro de su hermana perdida— Pensé que no volvería a verte nunca más.
Ambas lloramos, abrazándonos con el miedo de que la una o la otra desapareciera con el viento. No se dijo mucho después de eso, y tampoco fue necesario. Las palabras eran transmitidas en silencio a través de nuestras lágrimas, a través de la emoción del rencuentro. Los inmortales a nuestro alrededor eran tan ajenos a nuestro emotivo momento como nosotras a su festiva celebración. No habia nada que pudiera perjudicar o romper la conexión de hermanas que alguna vez habíamos perdido a causa de ese fatídico accidente. Y por una vez desde que habia despertado en la cabaña de Ritta, con esa sensación de perdida en el cuerpo, la desorientación y el vacío, pude sentirme plena; casi feliz, como si hubiera encontrado aquello que tanto me habia faltado para poder continuar.
Feyre fue quien se apartó primero para mirarme, secando mis mejillas con la calidez de sus manos. Podía apostar lo que fuera a que su rostro era un equivalente del mío: Brillante por el rastro de las viejas lágrimas, pero ella no parecia reparar en aquello.
—Has cambiado mucho, hermana. —murmuró, con sus ojos tan parecidos a los de nuestra madre perforándome hasta el alma, como si aquella fuera la primera vez que me veía de verdad.
—Tú también.
Lo decía en serio. Antes, con el inmortal, apenas si le habia echado un vistazo a Feyre para asegurarme de que se encontraba bien. Pero no habia sido hasta ahora que habia profundizado la inspección a su nueva imagen. Esa que la hacía parecer una versión más agraciada de lo que habia sido en la aldea mortal, en nuestra pequeña choza de madera. Siempre habia creído que Feyre era un diamante en bruto que escondía una belleza innegable bajo el abrigo de cazador de segunda mano, el cabello desaliñado y la piel agrietada por las altas temperaturas de invierno. Pero solo allí, bajo el resplandor que emitían las hogueras, cuyo brillo cálido se amoldaba en ese nuevo y lleno rostro, pude verlo de verdad.
Ya no quedaba ni una sombra de lo que habia sido Feyre en el pasado, de esa mujer que se levantaba todas las mañanas solo con un arco para salir de cacería al alba y regresar a altas horas de la noche. Esa mujer que parecia estar más vacía por dentro que cualquier otra cosa, sin una expresión cálida o una sonrisa que regalar.
No. Esta era una nueva y renovada Feyre; una Feyre con un brillo distinto en la mirada, con la piel más limpia, los pómulos más llenos y definidos. Pese a que iba vestida con un grueso abrigo que ocultaba su cuerpo, era evidente que habia cogido peso en los últimos meses; algo que me impresionó y desconcertó en partes iguales. Aunque no me desagradaba el hecho de que mi hermana hubiera estado gozando de una excelente salud, sí que era inesperado. No era lo que me habia esperado cuando la imagine allí, sufriendo una condena peor que la muerte en la tierra de los seres que más temíamos al otro lado del muro.
Feyre parpadeó, he hizo la pregunta que seguro habia estado rondando en su cabeza desde el principio.
—¿Cómo?
Hice un resumen de los dos últimos meses, saltándome aquellos momentos desagradables donde habia tenido que congeniar con nuestra hermana mayor, Nesta. Le conté lo que habia pasado en casa, en como nuestro padre habia recuperado su fortuna y como, después de eso, nos habíamos mudado a esa inmensa y casi intimidante mansión de la que apenas si poseía recuerdos de mi niñez. Le conté de como nuestra familia ahora creía que estaba en casa de un presunto familiar inventado y como durante todo ese tiempo habia sido la única que habia creído lo contrario, dejando para el final mi decisión de buscarla en contra de todas las advertencias que me habia hecho Hazel por lo peligroso que era.
Por supuesto, también me salté experiencias espantosas como el encuentro que habia tenido con Tomas, el hermano mayor de Hazel; el accidente que habia causado al cruzar los límites del muro invisible y me habia tenido un par de días en cama. No era necesario resaltar ese tipo de cosas, no cuando la herida en mi cabeza habia sanado bien y solo habia conseguido una pequeña cicatriz que se ocultaba bajo gruesas capas de cabello oscuro.
Para cuando terminé mi relato, los ojos de Feyre no podían estar más abiertos. Ya sea por el asombro, la impresión o el miedo de que su pequeña hermana hubiera tenido que pasar por tanto para encontrarla, no lo sabía. No era capaz de leer sus pensamientos, por lo que esperé pacientemente, ante su silencio, cualquier tipo de reprimenda, cualquier cosa, con tal de no tener que soportar aquel pesado silencio que me ponía lo nervios de punta.
No obstante, de todas las cosas que habia esperado que me dijera, estaba segura que no habia sido:
—Tienes que volver a casa, Blair.
Mi cuerpo se tensó automáticamente. El tiempo y el espacio parecieron detenerse mientras trataba de procesar aquello que habia oído venir de mi hermana. Lo más seguro es que tuviera una expresión cómica en el rostro. Debí de haber oído mal.
—¿Qué?
—Tienes que volver —repitió Feyre, con algo parecido a la incertidumbre, pero no era posible. ¿Porque me estaba pidiendo tal cosa? Por mucho que me esforzara, no le encontraba sentido. Feyre notó mi confusión, y agregó—. Lo sé, lo entiendo. Todo es muy confuso ahora para ti, pero debes saber que me encuentro bien. Estoy bien. No tienes que preocuparte más por mí. Debes regresar a la aldea con padre y nuestras hermanas.
—No. —replique casi de inmediato, negando con la cabeza al mismo tiempo que fruncia el ceño—. Pero, ¿Qué estás diciendo? No pienso irme de aquí sin ti.
—No tienes por qué quedarte —insistió mi hermana, mirando a su alrededor como si temiera que fuera oída por la docena de inmortales que bailaban y cantaban al ritmo de los instrumentos y los aullidos eufóricos—. Prythian no es un lugar seguro para ti.
—¿Pero si lo es para ti?
No habia querido sonar brusca ni algo parecido, pero me habia molestado que mi hermana dijera exactamente lo mismo que habían insinuado el inmortal de hace unos momentos y el inmortal de la taberna de Valle Calanthe. Como si Prythian fuera una tierra de exclusividad y de poco acceso. Lo entendía viniendo de los inmortales, después de todo se trataba del hogar en el que habían nacido, pero ¿Qué tenía que ver Feyre con ese sitio? ¿Por qué hablaba como si ella ahora formara parte de este lugar como ellos?
Feyre no contestó. Pude sentir como el sudor helado se deslizaba por mi espalda al comprender algo a media cierta que no me estaba gustando en lo absoluto.
—¿Qué no me estás diciendo, Feyre? —Al no recibir una respuesta inmediata, presioné con seriedad. El momento emotivo entre ambas se habia evaporado en el aire— ¿Dónde está esa horrible bestia?
Ante la mención de su captor, el rostro de Feyre cambió. Pude leer el miedo en esa expresión tan familiar. Pero no era miedo por la bestia, pude darme cuenta. Era miedo por lo que yo podría hacer si me enteraba de ella.
No... no comprendía.
—Feyre. —Su nombre salió con un deje de advertencia. Nunca antes le habia hablado a mi hermana mayor de esa forma. Que lo hiciera ahora, allí, era aún más inquietante, más espeluznante.
Y Feyre debió de intuirlo, por el modo en el que se estremeció al escucharme. Sus hombros parecían estar más tenso que la cuerda de un arco, y sea lo que sea que estuviera tratando de ocultarme ya no podía hacerlo. Ella lo sabía, sabía que no podría mantenerme en la ignorancia por mucho más tiempo, porque finalmente dijo:
—No deseo irme de aquí.
No.
Habia oído mal.
Definitivamente habia oído mal.
—¿Qué? —La pregunta salió como un débil susurro de mis labios, siendo incapaz de hablar en un volumen adecuado ante la conmoción que me habia dejado su confesión.
Feyre cuadro los hombros, me sostuvo la mirada por unos míseros segundos antes de repetir:
—No quiero irme, Blair.
—Pero, ¡¿Qué mierda, Feyre?! —Exclamé, importándome poco el lugar como para levantar un alboroto. Mi frustración, mi enojo, estaban centrados en mi hermana, a la que no estaba entiendo a pesar de que sus palabras habían sido tan claras como una copa de cristal. Ni siquiera Nesta, con sus obstinadas palabras hirientes y sus constantes miradas de desprecio, habia hecho que enfureciera tanto. Pero era inaudito, algo irreal que no se le podía encontrar ni pies ni cabeza. Un sueño, o una especie de pesadilla, de la que me gustaría despertar enseguida— ¡¿Cómo puedes decir tal cosa?! Después de todo lo que he hecho para encontrarte, después de todo el miedo que he pasado pensando que te habían asesinado, que eras comida de inmortales y...
—Blair, escúchame. —Feyre me interrumpió, tomando mis manos y entrelazándolas con las de ella para que me anclara en tierra y evitar así que perdiera los nervios. Dudaba que algo así pudiera funcionar ahora, pero hice lo que me pidió y guarde silencio, ignorando los alocados latidos de mi propio corazón—. Aprecio que hayas arriesgado tu vida para venir a buscarme. Claro que sí. Pero debes saber que no todo lo que nos han contado sobre los inmortales es cierto. No todos son malos, ni crueles, ni desean asesinarnos. En realidad, he conocido a altos faes buenos, compasivos, amables y...
—¿Qué estás diciendo? —repetí, no pudiendo escuchar como el tono tan afectuoso con el que estaba diciendo aquello ultimo—. Feyre, los inmortales son la raza enemiga de los humanos, ¿Lo recuerdas? ¡Ellos nos detestan! ¡Solo desean que el muro caiga para extinguirnos y apropiarse de todo el continente! ¿Cómo puedes siquiera pensar que son criaturas de bien? ¡Tu más que nadie conoce de lo que está hecha su verdadera naturaleza!
—No estoy diciendo que todos sean buenos, Blair. Solo te digo que he conocido a algunos...
—¿Quiénes? —espeté muy de malos modos— ¿Qué inmortal ha podido convencerte de su presunta buena voluntad?
Feyre dudó por unos segundos, pude verlo en sus ojos, antes de responder con la cabeza gacha.
—El mismo quien me trajo aquí.
Como si de pronto su piel ardiera en lava, me solté de su agarre. Un rastro de dolor cubrió el semblante de mi hermana por mi rechazo, pero en lugar de sentir pena por ello y disculparme —como hubiera ocurrido en el pasado— me encontré casi gritándole:
—¡¿Te has vuelto loca?! —No encontraba otra razón para explicar ese momento que para mí sobrepasaba los límites de todo lo irracional— ¡¿Me estás diciendo que la misma bestia, esa bestia que hizo trizas nuestro hogar, amenazó y aterrorizó a nuestra familia, casi hiere a papá y te llevó bajo una amenaza de muerte si no cumplías con aquel estúpido tratado, es el mismo inmortal bueno y compasivo del que tanto dices que simpatizas?!
Cada palabra que salió de mi boca lo hizo con una combinación entre la incredulidad y el espanto. Con una voz que no sonaba como mía, sino como el de una chica que detestaba a muerte a una raza que solo habia hecho daño a quienes más amaba. Una voz que no podía evitar sonar con desprecio por las criaturas que consideraba demonios terrenales. Pero también había cierta traición que molestaba en mi corazón como una pequeña espina venenosa. Una traición cometida por aquella que alguna vez pensé que compartiría el mismo sentimiento de odio, de complicidad, por aquellas bestias desalmadas.
Después de todo, yo habia crecido escuchando horrores de los inmortales por parte de Nesta, por parte de los aldeanos, pero siempre habia sido Feyre, principalmente porque cazaba todas las mañanas dentro de ese peligroso bosque cerca de casa, la que me habia advertido que ellos eran lo peor de lo peor para los humanos y nunca debía bajar la guardia ante la posibilidad de encontrarme con alguno.
¡Habia matado a un inmortal, por el amor de todos los dioses! ¿Cómo era posible que ese odio en su corazón pudiera haberse transformado en algo parecido al afecto, a la comodidad incluso?
No. Era imposible. Una pesadilla.
—Es una broma, ¿Cierto? —pregunté en un susurro, sintiéndome consternada por lo increíble que estaba resultando aquello. Mis ojos no se despegaron de una avergonzada Feyre, que miraba a cualquier lugar con tal de no tener que enfrentar mi mirada. Ella, mi hermana mayor, temía enfrentarme en ese momento— Estas bromeando, Feyre, porque tu nunca... Tu nunca dirías algo así. Tu, por encima de todas las personas que conozco, nunca simpatizarías con un inmortal..., ¿No es así? Por favor, dime que no es cierto y solo estas bromeando conmigo.
Feyre tragó saliva; cerró sus ojos y, un latido después, murmuró:
—Lo siento, Blair.
Y fue en ese momento cuando todo mi mundo de desmoronó. Mis esperanzas terminaron rompiéndose en cientos de fragmentos pequeños que me hicieron perder el aliento, como si no hubiera soportado tanto en tan poco tiempo. Y no habia sido lo único. Todo aquello que hubiera planeado, el futuro que habia formado en mi cabeza, un futuro donde Feyre regresaba sana y salva a casa, conmigo, con papa y mis hermanas, ahora yacía añicos junto a los trozos de mi maltrecho corazón.
—¡Es tu captor, Feyre! —estallé entre un mar de lágrimas, fuera de mí. Creo que no habia llorando tanto desde esa vez que la habia visto desaparecer en el bosque— ¡Ese inmortal te llevó en contra de tu voluntad!
Al mismo tiempo que hablaba, Feyre estaba negando con la cabeza.
—No lo conoces como yo, Blair. El es bueno y me trata muy bien. No tengo porque tenerle miedo, en serio, ya no.
—¡¿Y has pensado alguna vez en nuestro padre?! —sollocé, limpiando mis lagrimas con furia, pero no importaba cuantas veces lo hiciera, estas no dejaban de seguir apareciendo— ¿Y en nuestras hermanas? ¡¿Te has puesto pensar en nuestra familia?! ¡¿En como te necesitamos y te echamos de menos en casa?!
Feyre tensó los labios en una fina línea. Sus ojos, que por un momento me estremecieron por los parecidos que estos eran con los de mama, se volvieron fríos y distantes. Una mirada que me recordó mucho a la que me diría en la aldea cuando algo no le gustaba.
—Me temo que ya no pertenezco a ese lugar.
—¿Qué estas...?
—Están mucho mejor sin mí..., y eso te incluye a ti —me interrumpió, solemne; tan firme como una roca. La mirada que me dirigió fue abrumadora. Mi corazón agonizaba ante sus palabras—. Escucha, Blair. Debes volver a casa, donde estas a salvo. Ahora que sabes que me encuentro perfectamente no hay razón para que te quedes ni un minuto más en Prythian. Debes regresar, y debes hacerlo ahora. —Una pausa, y luego—: Dime, ¿Te estas quedando en algún lado o...?
Antes de que pudiera continuar, un sujeto intervino como una indomable tormenta de color escarlata, tomó a mi hermana Feyre por el brazo y le ladró como un perro rabioso a punto de morder a la yugular.
—¡¿Has perdido la cabeza?! —gritó, dirigiendo todo el peso de su ira en su dirección. Una mascara dorada con forma de zorro adornaba su rostro varonil y bronceado. A juzgar por las orejas puntiagudas era, sin lugar a dudas, un alto fae—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Feyre enmudeció, mirando al extraño con sorpresa y algo parecido al temor. Pero no un temor que te congelaba y te carcomía hasta los huesos, si no un temor inofensivo que se siente cuando te atrapaban haciendo algo que no debías desde un principio. Y yo estaba allí, pensando en donde mi hermana conocía a ese grosero inmortal que no habia siquiera reparado en mi presencia.
—Quería... —empezó a decir Feyre, pero el alto fae pelirrojo soltó una violenta maldición.
—¡Estúpida! —aulló. Después echó una mirada tras él, hacia el lugar al que miraban los otros inmortales—. Humana estúpida. Inútil. Tu...
Y entonces sus ojos se posaron en mí.
Bueno, era un solo ojo común y corriente el que me miraba. El otro ojo, oculto detrás de la máscara de zorro, era metálico y de un dorado brillante. Zumbaba al mismo tiempo que me barría con la mirada, y podrían haber sido imaginaciones mías, pero el inmortal pareció atragantarse con lo que sea que hubiera estado a punto de decirle a mi hermana. Parecia que incluso habia palidecido aún más, como si hubiera visto una especie de fantasma. Era terror lo que me trasmitía esa mirada. Terror absoluto y genuino.
—Tu eres...
—Es mi hermana, Lucien —Intervino Feyre apresuradamente, mirando alternativamente entre el inmortal y yo—. Viene de las tierras mortales —Luego me dirigió una mirada severa, como de advertencia—. Blair, este es Lucien, un... amigo.
—Imposible. —balbuceó el alto fae de cabello rojo hasta los hombros, mirándome aun con el desconcierto en el rostro inmortal. Yo, por otro lado, solo pude fulminarlo con la mía en silencio—. No es posible que ella este aquí. Si Tamlin la ve, el...
Silencio. Sea lo que sea que hubiera querido decir el tal Lucien murió en su garganta. Sin embargo, la impresión siguió allí, latiendo en sus ojos en un brillo que no tenia intenciones de desaparecer por el momento. En otra vida seguramente hubiera querido saber el significado de esa mirada, pero en lo único que podía pensar en ese momento era que se trataba de uno de los captores de Feyre, y ella estaba allí, a su lado, como si no fuera un monstruo peligroso el cual temer. No sabia como sentirme con eso, o si, si lo sabía, pero no podía encontrar las palabras exactas para describirlo. No era agradable, eso era seguro.
A nuestro alrededor el retumbar de los tambores aumentó a un ritmo considerable, casi imitando el batir de un colibrí. Y lo que llamó aun mas nuestra atención fue el modo en el que todos los altos fae que nos rodeaban dejaban de hacer lo que estuvieran haciendo para concentrar su mirada en un punto lejano hacia el norte, donde provenían el mayor número de inmortales y gritos de éxtasis. Sea lo que sea aquello por lo que se emocionaban, debía ser el corazón del Calanmai, el momento que todos los de su especie esperaban con un anhelo casi hambriento en los ojos brillosos.
Lucien, al ver lo mismo, palideció aun más.
—Tenemos que irnos. —musitó.
Se volvió hacia mi hermana, listo para tomarla entre sus brazos cuando de pronto su mirada volvió a chocar con la mía. Mi hermana también estaba mirándome. Luego se dirigieron una mirada cómplice entre ellos, silenciosa, pero que podría apostar lo que fuera a que se trataba de una conversación muda que solo podían entender entre dos. Eso me molestó lo suficiente como para apretar los dientes del disgusto, pero seguí sin emitir sonido alguno. Feyre, sin embargo, hablo:
—Blair, puedes venir con nosotros. Estoy segura que podremos encontrar la forma de hacer que regreses a casa y...
—No.
Feyre retrocedió medio paso, impresionada por el tono tan afilado y helado con el que me habia dirigido a ella. Si la habia herido o no con un monosílabo, no lo sabía. Mi mirada estaba puesta en el despreciable inmortal que la acompañaba.
—Blair...
No dejé que continuara.
—Hermana, si es tu deseo ser el títere, juguete o la mascota de un miserable inmortal, pues adelante, no te detendré —El rostro de Feyre palideció varios tonos, no esperándose ni de lejos mis palabras. Tampoco lo mezquina que habia sonado al pronunciarlas. No me importó. Para aquel entonces, mi yo interno habia sido dominado por la rabia. Una pura y muy peligrosa rabia. El alto fae de cabello como el fuego guardó silencio, no dispuesto a intervenir. Me pareció muy inteligente de su parte, tal cual zorro astuto—. Pero no pienses que deseo seguir el camino que tu misma has trazado. Yo jamás simpatizare con basura inmortal como tú. No pienso rebajarme de tal manera con los de su especie. A diferencia de ti, Feyre, conozco mi lugar.
Feyre negó frenéticamente con la cabeza. El brillo de las lágrimas asomándose por entre sus ojos. El dolor era palpable en su rostro, pero aun con lo mal que la imagen me hizo sentir, me mantuve impasible.
—Blair, eso no es...
—¿Quieres quedarte? —Inquirí con frialdad, asintiendo una sola vez mientras me tragaba mis propias lagrimas con esfuerzo— Esta bien. Es tu decisión. Después de todo, es tu vida. Tu decides que hacer con ella y como deseas acabarla, no puedo interferir en tus decisiones. Pero no esperes que me quede y vea como esa decisión termina destruyéndote. No vine para ver el cadáver de mi hermana.
Feyre dio un paso hacia mí, yo automáticamente retrocedí. Los tambores a nuestras espaldas seguían aumentando de ritmo hasta el punto de que podía sentir cada golpeteo en mi estómago, en mis pies, en mi pecho, latiendo con fuerza e intensidad hasta hacerme vibrar. La magia, como un hedor metálico casi dulzón, se expandió en el aire hasta quemarme la nariz, pero lo ignoré y me di la vuelta, dispuesta alejarme de allí.
—¡Blair! —Gritó Feyre, a mis espaldas— ¡Blair, espera!
No hice caso. Me obligué a no mirar mientras me alejaba entre la muchedumbre a empujones. Cada paso dado se sentía como pisar vidrio roto; doloroso e insoportable, pero me dije que aquello era lo mejor para todos; para mí. Quería creer que lo que habia hecho era lo correcto porque, de ser lo contrario, no sabría lo que seria capaz de hacer.
Y me sentía tan rota, tan desolada y exhausta. Lo único que me apetecía en ese momento era acurrucarme en la cama de paja de Ritta y llorar hasta quedarme sin lágrimas, como alguna vez lo habia hecho aquella Ninfa del lago para aligerar el dolor de haber perdido a su persona amada. No podía evitar pensar que me encontraba en una situación similar, pues, aunque hubiera hecho sacrificios enormes para encontrar a mi hermana, llegado a su momento, sentía como si hubiera encontrado a una extraña en su lugar.
Con el pensamiento martillando hasta lo mas profundo de mi mente, seguí moviéndome hasta que los gritos de Feyre no fueron mas que viento y humo bajo el sonido de los tambores y los gritos eufóricos de los inmortales. No dejé de avanzar a pesar de los empujones que recibía, los codazos que me propinaban por la cantidad de altos faes que se amontonaban en un mismo lugar y parecían esforzarse por ser los primeros en mirar algo que estaba más allá de mi comprensión o interés. Mis intenciones estaban enfocadas solamente en volver al claro de donde habia venido, regresar al sauce torcido en donde habia dejado a Evette con mi yegua y largarme de allí de una maldita vez, pero no habia contado con lo intensa y sofocante que se volvería la Noche de los Fuegos para aquel entonces. Parecia que algo, y no sabia que, estaba causando tan conmoción entre los presentes, tal excitación que los incitaba a actuar como locos y mirar hacia un punto lejano por encima de sus cabezas.
La curiosidad y el hecho de que me sentía lo suficiente miserable como para no importarme siquiera el hecho del riesgo que estaba cometiendo al quedarme y mirar, hicieron que mis ojos también fueran a parar en aquello que estaba llamando la atención y parecia ser el centro de toda la celebración. En una cueva a la lejanía, rodeado de antorchas, decoraciones florales, comida, pieles y muchas otras ofrendas raras provenientes de aquellas tierras encantadas.
—Ya va a comenzar. —dijo un inmortal a mi lado, mas para si mismo, mientras miraba hacia la cueva con ojos brillantes y refulgentes de anhelo. No habia mascará en su rostro; de otra corte entonces— El Alto Lord de la Corte Primavera escogerá a la doncella y llevará a cabo el Gran rito.
—¿Quién será la afortunada este año? —inquirió otra voz a mi izquierda, proveniente de una alta fae femenina. Por el modo en el que un brillo desdeñoso destellaba en el ámbar de sus ojos, parecia estar muriéndose de envidia por no estar en primera fila como los demás, Una máscara de color bronce con forma de conejo cubría la mayor parte de su rostro lechoso— ¿Quién será escogida por el Alto Lord?
Fruncí el ceño, molesta por encontrarme entre ambos e hice un amago de dar media vuelta y alejarme, pero entonces observé con desconcierto como una fila de mujeres hermosas —alta faes, sin duda—, caminaban con gracia hacia el interior de la cueva en paso lento, silencioso y obediente. Y lo que era aun mas sorprendente: Todas iban desnudas, con nada más que algunas asesorías florales decorando sus cabellos en modo de coronas silvestres, su cuello o sus muñecas. Tenían la misma apariencia que la comida, las pieles y los tesoros que posaban como ofrendas en la entrada de la cueva, como si ese montón de hembras fueran tan solo otro montón de regalos para un dios divino.
Solo que yo sabia perfectamente que no serían entregadas a ningún dios. Mucho menos serian el sacrificio de algún acto inhumano. Esas mujeres, altas faes, eran las elegidas para llevar a cabo el Gran Rito, el momento estelar de la Noche de los Fuegos que todos estaban esperando. El momento en el que los machos presentes se aparearían con todas y cada una de ellas, incluyendo su Alto Lord.
El momento que Evette me habia ordenado que evitara a toda costa.
Pero, ¿Por qué no podía moverme? Aunque el impulso de salir corriendo de allí estaba presente y latente en mi cuerpo, mis extremidades inferiores no parecían querer obedecerme, como si de pronto se hubieran anclado en la tierra vibrante. El pensamiento me asusto lo suficiente como para tensarme.
¿Qué demonios estaba pasando? Intente dar un paso hacia atrás, pero mi cuerpo se negó obstinadamente a reaccionar. Y lo que era aún más escalofriante, estaba sintiendo un extraño hormigueo en el estómago que me empujaba hacia el corazón de la celebración como una cuerda que se enroscaba en las entrañas y me jalaba hacía adelante, hacia la cueva que parecia mirarme y ordenarme «ven acércate» como una acaricia soñolienta en mi cabeza.
No..., no quiero ir hacia allí, pensé entre el pánico mientras reprimía el impulso de dar un paso hacia el frente, pero mi cuerpo hizo otra cosa.
Como si de pronto alguien mas hubiera tomado el control de mis piernas y me hubiera dejado fuera, estas comenzaron avanzar hacia la cueva, hacia los altos faes que esperaban de pie y en primera fila contemplando el montón de tesoros que resguardaban a los pies de la entrada hecha de roca; hacia el montón de alta faes femeninas que esperaban, expectantes, a que alguien más se les uniera a ellas. Un camino hecho de pétalos florales salía de entre la boca de la cueva y se extendía entre el mar de inmortales que no se atrevían a estropear la decoración y se mantenían al margen, a los límites del camino multicolor.
Mayor fue mi sorpresa cuando al otro lado de ese camino apareció una muscula figura de macho. El pecho descubierto y brillante bajo la luz de las hogueras; el cabello rubio despeinado sobre los hombros. Tan solo cargaba con una bandana de cuero y unos sencillos pantalones manchados de sangre. A sus pies yacía el cuerpo de una cierva muerta. Dos flechas atravesaban su cuerpo inerte como un mensaje de que habia sido cazado por quien ahora se posaba encima de ella como un guerrero victorioso. Ante la visión, todos los inmortales presentes vitorearon y aplaudieron con devoción, pero yo solo estaba tratando de salir de allí, estaba luchando contra la fuerza invisible que me estaba cercando cada vez mas hacia el centro de toda la celebración.
Solo hacían falta unos pocos metros, y entonces nada me separaría de la cueva, las mujeres y el macho que avanzaba como un lobo hambriento hacia ellas. Y ya no sabia que iba mas rápido, si los latidos de mi corazón que eran un reflejo mismo de mi propio terror..., el tamborileo de los tambores que se dejaban oír con más fuerza a medida que iba acercándome en contra de mis propios deseos..., o que yo no pudiera hacer nada para evitarlo.
Pero, entonces, algo mucho más sorprendente sucedió. Una nube de absoluta oscuridad emergió de las sombras de los presentes frente a mí, bloqueándome el paso como una pared hecha de noche y polvo de estrellas que tomaba forma y se mantenía firme como el concreto a pesar de estar hecho de tinieblas, e inmediatamente aquello que me hubiera estado obligando avanzar me soltó, como si hubiera temido del poder casi demoledor que esa cosa transmitía a niveles casi devastadores.
Mis ojos se abrieron de par en par al contemplar el fenómeno frente a mí. Aquellos que me rodeaban, los altos faes que habían estado sumergidos en el espectáculo frente a si, también dejaron salir exclamaciones de asombro y la mayoría se apartó de lo que fuera que habia aparecido silenciosamente entre ellos. Pese a que seguramente estábamos sintiendo la misma inquietud y confusión, no me permití mirarlos o buscar algún tipo de apoyo.
Ni siquiera cuando de las sombras apareció una figura masculina y bien vestida de elegante caminar que sin pedir permiso se habia estirado hasta tomarme con fuerza por el brazo y atraerme a su cuerpo. Una mirada a ese hermoso rostro letal y lo reconocí como el inmortal que momentos antes habia estado con mi hermana, el que pertenecía a la Corte Noche y habia mostrado fingida cordialidad.
Nuestros ojos chocaron por medio segundo mientras las sombras que conformaban la pared comenzaban a cerrarse a nuestro alrededor. Lo que pude encontrar en esos iris peligrosos me estremecieron hasta medula, pero fue su voz, la voz de un amante que prometía todo tipo de pesadillas y muerte en un tono casi hipnótico, lo que me hicieron lamentar no haberme quedado con mi hermana cuando habia tenido la oportunidad.
—Tu y yo tenemos una conversación pendiente, dulzura.
Y entonces la oscuridad termino tragándonos en su totalidad.
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Publicado: 15/12/2023
Correcciones: NO
Dedicación especial para: debbie_cavill
|Porque a pesar del tiempo, siempre ha estado allí, queriendo a Blair como una segunda hija. Debbie, gracias por escuchar las ideas locas de esta chica hasta altas horas de la madrugada, por leer todas esas biblias, descargar todas las fotos de inspiración, por esos preciosos soundtrack's y por siempre estar alli, mana. 💜✨🙈 |
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NA: Siento que ha pasado toda una eternidad desde la ultima vez que actualice esto. 🙈 Y de verdad pido una disculpa a los lectores que durante todo este tiempo han estado en la espera de un nuevo capitulo. No tengo excusa para tan falta de responsabilidad, pero es que desde la ultima actualización he tenido tantos problemas personales que simplemente no me vi siendo capaz de volver a escribir sobre Blair, al menos no por aquel entonces, donde mi estado de animo era pésimo, muy bajo y mediocre. 😪💔 CURSED es una historia que tiene un gran trozo de mi, uno de los buenos, y sentía que no podía volver a sumergirme en su mundo si antes no lidiaba con aquello que me hacia sentir desmotivación. 😥
Sinceramente el 2023 no ha sido del todo mi año. Espero que el siguiente sea mejor, pero quisiera que supieran que sin importar lo que pase, o el tiempo que tarde en actualizar, planeo terminar esta historia. 🙈💜✨ CURSED es esa historia que me ayudo a salir del bloqueo de escritor, el antídoto que necesite en el pasado para liberarme de la pesada carga de la depresión y por lo que le he dedicado días y noches para tener un principio, un desarrollo y un desenlace épico y fuera de todo lo que he escrito antes. 😭✨🔥 No quería estropearlo escribiendo sus capítulos porque si, porque luego no estaría transmitiendo la misma emoción que la de un inicio, y se notaria, por supuesto que se notaria. Y quiero demasiado a esta historia, los aprecio tanto a ustedes los lectores, como para hacerles eso. 😥💜✨
No se alarmen, CURSED tendrá un final y yo misma me encargare de que sea el mejor para ustedes. No pienso abandonar la historia, mucho menos pausarla. Blair se quedará por mucho tiempo porque, bueno, deberá conocer Velaris en algún momento ¿Cierto? 😉💜✨
No olviden comentar su opinión con respecto a este capitulo que ha estado MÁS QUE POTENTE 👀🔥✨ eso es seguro. Ahora que hemos llegado hasta aquí me gustaría saber que fue lo que les pasó por la cabeza durante todo el capitulo 22. Que sintieron con ese rencuentro, con ese enfrentamiento, con la aparición de Lucien y ESE FINAL!!! 🙈🔥✨ Desde los primeros capítulos he anhelado llegar a este momento, y ahora que estamos aquí, ¡COMENTEN! Me muero por leer sus comentarios. Celebremos a lo grande que la historia finalmente resucito! 🔥🔥🔥
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Y bueno, para no hacer esta nota taaan larga, porque siento que les aburre... ¡Hasta el próximo capitulo!
ATT: Lux. 💜🧡
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