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21: Reunion in Calanmai.

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VOL. I | CURSED
E21T1: SPRING COURT
Reencuentro en Calanmai
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Maratón 3/3
Votos necesarios para actualizar: 30













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Mucho tiempo después, cuando la silueta de Manami se perdió en medio del camino de arboles que habia dejado atrás con Saeta bajo mi mando, no pude dejar de pensar en otra cosa. Incluso cuando el rio y los campos florales del hermoso jardín de Ritta se convirtieron en apenas una sombra borrosa a la distancia, o cuando el sendero a mis espaldas, hecho de piedra en un principio, se cerró en medio de ramas esqueléticas y arbustos gigantescos, no habia dejado de escucharla. Una oscuridad infinita me rodeaba, tranquila; pacifica, donde ni los más débiles rayos de luz de luna eran capaces de penetrar el escudo de hojas que guindaban sobe mi capucha. Pero ni siquiera pude sentir miedo ante la soledad que me transmitía estar en tan desolado escenario. No... cuando aquella última advertencia seguía resonando tan fuerte en mi cabeza, tan parecido al retumbar de una campanada que marca el comienzo y el final de un nuevo día. O en mi caso: un antes y un después en mi expedición por las tierras secretas de Prythian.

«—La reina de Prythian. No dejes que ella te encuentre, o de lo contrario te matará

Inquietante. Sus palabras habían congelado mi cuerpo de una manera que me resultó espeluznante, como si gruesas capas de hielo hubieran surgido del suelo con intenciones de enterrarme con vida. Una sensación desagradable que me siguió incluso mucho tiempo después, cuando obligue a Saeta correr hacia el norte, hacia donde se suponía se estaría llevando a cabo el tan famosísimo Calanmai entre los inmortales.

—La reina de Prythian. No dejes que ella te encuentre, o de lo contrario te matará

Solo en medio de la oscuridad del bosque y la solitaria noche pude permitirme pensar e intentar encontrarle algo de sentido a aquello por lo que Manami debió de sentirse tan desesperada como para revelar. Una reina cruel que seria capaz de asesinarme si me encontraba vagando en su territorio; Una reina de la que parecían temer aquellos con el que «Ella» se referían.

Hasta ese momento, sentada en la montura de Saeta y concentrada en no perderme en medio de aquel laberinto hecho de árboles y raíces, no habia podido considerar que la extensa tierra de los inmortales pudiera ser liderada por alguien, mucho menos por una reina. En los antiguos escritos que me habia llevado de la biblioteca de mi aldea no habia encontrado nada sobre un presunto monarca reinando sobre toda Prythian. La única mención sobre algún liderazgo absoluto sobre las tierras inmortales que habia podido encontrar — y en un pequeño trozo de papel chamuscado de un ejemplar tan viejo como dañado— solo señalaban a siete Altos Lores con un poder semejante al tamaño de su territorio asignado, y esa información si habia podido confirmarla con Ritta.

Entonces, ¿De donde habia salido esa reina? y, por último, pero no menos importante ¿Por qué Ritta, Manami y las sacerdotisas parecían temerle cuando apenas se le mencionaba? ¿Era así en toda la Corte Primavera? ¿La misma corte que habia visto tan llena de color, vida y canciones ese mismo día?

No podía imaginármelo; o tal vez sí... considerando la verdadera naturaleza de los inmortales.

Solté todo el aire de golpe al darme cuenta que lo habia estado reteniendo por voluntad. El solo esfuerzo de querer descifrar algo tan complejo como existencias jerárquicas inmortales me producía migraña, pero sabía que era algo esencial para saber cómo enfrentarme a lo incierto en un futuro cercano. Después de todo, y luego de la advertencia de Manami, era mi vida la que corría peligro con solo mi mera existencia. Por alguna razón que desconocía —pero entendía— la reina de Prythian detestaba a los humanos tanto como yo a los de su raza. Pero allí estaba: jugándome el cuello mientras vagaba por un bosque desconocido hacia lo que era una celebración única y exclusivamente para inmortales.

Estaba loca, demente, ida, fuera de toda razonabilidad humana. Justo ahora podía escuchar a Hazel riñéndome por querer meterme de lleno en la boca del lobo; y a su vez, también podía adivinar lo que diría Feyre si me viera allí, montando una yegua, sola, en medio de un bosque repleto de quien sabe que criaturas desconocidas que a la más mínima oportunidad podrían derribarme y convertirme en su siguiente aperitivo. Podría imaginármela furiosa, tan furiosa como aquella mañana de invierno en la que habia decidido seguirla para entregarle una flecha de fresno.

Sin embargo, y aun con todo eso, no pensé en retirarme. No hice amago alguno de dar la vuelta, como probablemente lo hubiera hecho en el pasado si me hubieran dicho que estaría recorriendo el bosque de Prythian. En ningún momento vacile con las riendas de Saeta —aun sujetas con firmeza— en las manos. Por el contrario, cada paso hacia al frente era dado con una fuerte convicción que me impresionó y asustó al mismo tiempo. A estas alturas, no podría prever lo que haría una vez estuviera en las colinas de la Corte Primavera.

Antes de que pudiera darme cuenta, el camino de árboles finalmente llego a su fin, abriendo paso a un claro despejado e iluminado por la luna mas grande y brillante que habría podido apreciar en toda mi vida. Una visión extraordinaria que no tenía que envidiarle a ninguna del otro lado del muro. No sabía si el fenómeno se debía a la magia de Prythian, pero era un alivio haber dejado atrás el oscuro bosque. Ahora, desde donde me encontraba, podía ver con mayor claridad lo que me rodeaba.

Y entonces, como un faro que muestra el camino a los barcos perdidos, lo vi: A una distancia considerable, más allá de los campos bañados en luz plateada, con gigantescas nubes de humo ascendiendo hacia lo más alto del cielo y encendido en fuego con hogueras y antorchas, estaba el corazón del Calanmai.

La música inmortal y los tambores apenas si podían escucharse a esa distancia, pero podía sentir que aquel era la tan esperada celebración que habia tenido ansiosa a toda la corte primavera. Solo era mirarlo desde aquella colina y se podía sentir cierta atracción que te empujaba hacia ella, como si todo aquel que estuviera cerca se convirtiera de pronto en metal y la ceremonia fuera su punto de encuentro; el imán. Justo ahora, mientras intentaba controlar los alocados latidos de mi corazón, podía sentir la magia que desprendía hacia allí. Tan cálida, abrasadora y deliciosa. Incluso Saeta, que hasta ese momento se habia mantenido tranquila, se sacudió con deseos de avanzar.

Sin embargo, yo tenía otros planes antes de sumergirme en aquella celebración. Por eso, y casi a regañadientes, obligué a Saeta moverse hacia una dirección diferente, donde un gigantesco sauce estaba situado a fuera de los límites de las colinas que flanqueaban la ceremonia. Apartado del calor, los gritos y la música. Un sitio donde ni siquiera la luz del fuego podía tocar; un sitio bañado solo en oscuridad. 

Solo entonces, cuando me vi envuelta entre sus fibrosas ramas, raíces y sombras, desmonté a Saeta.

—Tardaste demasiado.

Al otro lado del sauce, oculta detrás del tronco como si quisiera fusionarse con la naturaleza y cubierta con gruesas capas de color canela, se encontraba Evette; la acolita. Las uñas, sucias, enterradas en el árbol y con una pálida expresión en el rostro demacrado. No pude evitar dar un respingo al escucharla. De no haberla escuchado habría jurado que hasta ese momento me encontraba sola. 

—Lo siento —Dije, acercándome con pasos cautelosos sobre la grama, dejando cerca a Saeta— Tuve que ocuparme de algo.

Ella no pregunto sobre aquello que pudiera haberme mantenido ocupada, lo que me produjo cierto alivio. No me parecia sensato contarle que habia estado en compañía de inmortales. No cuando la acolita, con solo pronunciar su especie, temblaba de pies a cabeza. Por eso, y centrándome en aquello por lo que nos habíamos reunido, inquirí:

—¿Y bien? ¿Lo trajiste?

La acolita, tras pensarlo por unos segundos, asintió. No obstante, mientras sacaba el pequeño envoltorio de cuero de su capa, se mostró renitente.

—¿Estáis segura de querer entrar allí? —Preguntó.

—Es una buena oportunidad.

—Una oportunidad remota. No sabes si tu hermana realmente esté con ellos.

—Para saberlo deberé averiguarlo, ¿No? —Repliqué, con paciencia, sin sorprenderme un poco por sus palabras. De hecho, lo habia esperado— Tu misma lo dijiste; a esta celebración llevan mujeres humanas.

—Solo algunas —Aclaró, jugando con los bordes del envoltorio de manera distraída—. Aun así, te será difícil encontrarla. Por lo que escuche, al Calanmai asisten muchos altos faes de diferentes cortes. Habrá cientos de ellos por todos lados, ¿Estas preparada para algo así, Blair Archeron?

No me gustaba como pronunciaba mi nombre, como si me estuviera poniendo en una especie de prueba. Seguro a ella le parecia intrigante —o divertido— que la menor de las hermanas Archeron fuera precisamente la que estuviera metida en aquel lio. Seguramente se preguntaba qué tan estúpida podía ser para meterme en un panal de inmortales donde, por lo que recordaba, también estaría su abeja reina. ¿Tal vez pensaba que me acobardaría en el último segundo? Si, era lo más probable; la opción más lógica, una opción que podría mantenerme con vida. Después de todo, la promesa a aquel inmortal seguía pendiendo en un hilo por encima de mi cabeza.

Lastimosamente, ella no me conocía.

—Estoy preparada.

Los ojos de Evette brillaron con algo que no pude descifrar en medio de la oscuridad, antes de tenderme el envoltorio de cuero con ambas manos. Manos descuidadas por trabajos forzosos qué quién sabría la hubieran obligado a realizar. Sin poder contener un poco la curiosidad, pregunté:

—¿Y tu amo? ¿Espera que también vayas a la ceremonia?

Evette negó con la cabeza, ida en sus propios pensamientos mientras respondía:

—Es más cauteloso que eso. El no desea que se sepa que ha esclavizado a un número pequeño de humanos en esta corte, no al menos los altos faes extranjeros. Por eso en festividades como esta nos deja en alguna de sus tierras hasta que la mayoría haya vuelto a casa.

—En pocas palabras, los encierra como mascotas hasta que sea seguro dejarlos sueltos otra vez. —Espeté, con desagrado en la voz.

Evette se encogió de hombros, para nada impresionada por su nuevo estilo de vida. Al contrario, parecia que se hubiera resignado a ella. Eso, una vez mas, llegó a enfurecerme. La injusticia estaba allí, frente a mis ojos, pero no habia algo que pudiera hacer para cambiarlo. Sabía que si podía encontrar alguna forma de liberar a Evette de las garras de su captor lo haría sin dudar. No tenía el corazón como para dejarla a su merced, sufrimiento un día más bajo las órdenes de aquel despiadado inmortal. Pero no sabia que hacer para ayudarla. Y eso me hizo preguntarme, ¿Qué haría si Feyre se encontraba en la misma situación? ¿Qué podría hacer una simple humana como yo? Por eso, y solo por eso, no vacilé al abrir la pequeña envoltura de cuero y sacar de su interior aquello por lo que habia pedido a Evette reunirnos en primer lugar:

Un frasquito cayó en la palma de mi mano, sintiéndose frio y ligero al tacto. Era tan diminuto como mi dedo meñique, y en su interior resguardaba un liquido espeso y del color del ónix. El cristal brillo ante la débil luz que se colaba por entre las largas ramas del sauce.

Miré a Evette, levantando el objeto entre los dedos.

—¿Segura que esto me volverá invisible ante los altos faes?

La acolita miró el frasco y asintió suavemente.

—Es lo que nuestro amo nos da para pasar inadvertidos entre los inmortales. Camufla tu imagen para hacerte ver como una de ellos; mas alta, mas delgada, con las facciones mas definidas y... —Señalo ambos lados de mi cabeza con un ademan de manos— las orejas puntiagudas.

Traté de no parecer sorprendida por la información, pero supongo que fracasé. Ahora, el frasquito entre mis dedos se sintió de forma diferente, mucho más pesado que antes, como si el mismo quisiera hacerme entender que. aunque pareciera inofensivo a simple vista, resguardaba en su interior algo poderoso.

—¿Y cuánto dura el efecto? —Pregunté.

—Medio día, mas o menos.

—¿Mas o menos? —Repetí, entrecerrando los ojos en su dirección.

Ella volvió a encogerse de hombros.

—Mientras no bebas ni comas nada de lo que te sirvan, el efecto prevalecerá doce horas. Por lo general, lo que comen los inmorales está hecho con magia, así que combinar ambas crea una reacción que hace que los efectos de la poción desaparezcan —Una pausa, y como para que pudiera entenderla mejor, agregó—. Solo asegúrate de no tocar la comida. Estarás bien así.

—¿Pero? —Porque presentía que habia uno en medio de toda su explicación.

Al principio, ella pareció reacia a decírmelo. Lo note por el modo en el que se hacia trizas el labio inferior hasta hacerlo sangrar. Pero al final, tras soltar un suspiro, dijo:

—Un alto fae de mayor rango puede sentir la magia de camuflaje a pequeñas distancias. Deberás mantenerte alejada de ellos si no quieres ser descubierta.

—No sé si lo has olvidado, pero me dirijo a una fiesta llena de altos faes —Repliqué, tratando de no sonar muy dura al respecto. Pero el nerviosismo que me causaron sus palabras me hizo sonar diferente a lo deseado—. Estaré rodeada de ellos, ¿Cómo podré mantenerme alejada de alguno con esa débil descripción?

Evette no supo como responder a eso, lo que me produjo cierto malestar y, si, también miedo. No obstante, traté de no pensar en nada que pudiera hacerme cambiar de idea y, de un tragó, me bebí todo el contenido de la pequeña botella. Tan desagradable como se habia visto por fuera, su interior no era mucho mejor. La consistencia era pegajosa en la lengua y su sabor amargo solo dificulto la tarea de tragarlo, al menos, no sin sentir arcadas en el proceso.

Evette, a su vez, se mostró impasible. Por supuesto, tratándose de una persona que debía de haberlo probado varias veces como para desarrollar cierta inmunidad a la poción, aquello no me sorprendió en lo más mínimo.

—¿Algo mas que deba saber? —Pregunté, tosiendo, tirando el frasco en la grama entre muecas de asco y repugnancia.

Evette estiró el cuello para echarle un vistazo a la ceremonia a nuestras espaldas, tan lejana y al mismo tiempo tan cerca como para hacernos saber que allí estaba, presente y reluciendo entre el fuego y la música alegre. Unos minutos que me parecieron eternos después, la acolita volvió a mirarme y con seriedad soltó:

—Debes saber diferenciar a los de nuestra corte de las demás —No me gustó el termino que habia usado para referirse a la corte primavera, «nuestro», como si se considerara parte de un lugar así, mucho más siendo una esclava en contra de su voluntad. No obstante, me tragué mis opiniones y seguí escuchando con atención—. Los de la corte primavera siempre llevaran en sus rostros mascaras con algún tipo de animal. No importa cual sea, si la llevan, pertenecen a la Corte Primavera.

—¿Por qué llevarían...?

—Los demás podrás diferenciarlos según el estilo y color de ropa que estén llevando. —Me interrumpió, endureciendo un poco su expresión— Rojo para Otoño; blanco para Invierno; dorado para Día; aguamarina para Verano; naranja para Amanecer y negro para Noche. Aunque estos últimos, por lo que he oído, no suelen asistir a festividades de ninguna corte, a excepción de la suya.

Asentí, absorbiendo hasta la ultima gota de información que me proporcionaba. Repetí cada color en mi cabeza en un mantra silencioso, en un intento desesperado de no olvidar nada en el ultimo segundo.

—Tienes hasta la media noche para buscar a tu hermana.

Miré a Evette con confusión.

—¿Por qué?

—Porque es cuando se lleva a cabo el Gran Rito. —El tono de Evette se volvió mucho más serio y, tuve que admitirlo, hasta cierto punto me inquietó— Créeme, no querrás estar allí cuando la verdadera diversión de los inmortales comience.





































(.......)






































Dejar a Saeta era seguramente una de las cosas mas difíciles que habia tenido que hacer desde mi llegada a Prythian. Principalmente porque habíamos llegado juntas a estas tierras desconocidas y desde entonces no nos habíamos separado ni una sola vez, a excepción de la vez que tuve que acompañar a Ritta a Valle Calanthe. No obstante, y para mi propio pesar, también sabia que, a donde iba, sería más un obstáculo que un apoyo. Llevar una yegua a una celebración de inmortales podría, o no, llamar un poco la atención y, por eso, me aseguré de dejarla bien escondida bajo las protecciones del sauce. Evette, quien se habia quedado incluso cuando comencé alejarme, dijo que, si no regresaba para entonces, la llevaría con Ritta, o la sanadora de la alea, como se habia referido a ella.

Mientras me dirigía hacia las colinas, mis dedos —casi de manera inconsciente— abrazaron la empuñadura de la daga que permanecía escondida bajo mi capa. Único consuelo del que podía aferrarme por ahora. En circunstancias diferentes, hubiera optado por el arco para defenderme, pero este no era el sitio al que se podía llevar un arma de esa magnitud. Además, algo me decía que la poción que habia bebido tampoco hacia milagros. Por eso, sin mas remedio, los cuchillos y las dagas fueron mi segunda opción. Lo suficientemente pequeñas como para ocultarse; lo suficientemente ligera como para llevarse y lo suficientemente letal como para provocar una herida mortal si se hacia la incisión en el lugar correcto.

Solo esperaba, de todo corazón, no tener que recurrir a ninguna de ellas esa noche.

El sonido de la música se acercaba conforme avanzaba, al mismo tiempo que el retumbar de los tambores ascendían hasta fusionarse con los desenfrenados latidos de mi corazón. Lo que me habia parecido una simple llama a la distancia se convirtieron en decenas y lo que antes me hubiera parecido una pequeña fogata se convirtió en una gigantesca hoguera que desprendía tanto calor como abrumadoras nubes de humo. El fuego parecia tener vida propia y danzaba al compás de los instrumentos. Y no eran las únicas, había muchas de ellas, repartidas por los limites de la colina. Y en el centro, agrupados en números que se me harían imposibles descifrar, estaban ellos:

Los altos faes.

Eran demasiados como para poder fijarse solo en uno. Tantos colores, tantas formas y tamaños; mis ojos no podían dejar de mirarlos. Si en Valle Calanthe me habia angustiado la idea de estar rodeada de decenas de inmortales, estar allí y de pie, frente a un número incalculable de altos faes, era la gota que seguramente habia derramado el vaso de mi tolerancia. Los inmortales de aquella pequeña aldea me habían intimidado por sus diversas características que estaban lejos de parecerse a algo que cualquier humano hubiera visto. Pero era mucho mas intimidante ver una multitud abrumadora de altos faes. Seres que en su mayor parte parecían humanos, pero al mismo tiempo eran algo distinto y peligroso. Y mucho me temía que aquello solo era la superficie de un iceberg.

No me di tiempo a pensarlo un poco más. Tras ajustar la capucha en su sitio, yo también me volví uno con el gentío.

—¡Por un nuevo año de prosperidad para la corte primavera!

—¡Que el Calanmai traiga dicha y abundancia a nuestro territorio!

—¿Un brindis por la noche de los fuegos?

—Espero que el alto lord de primavera elija con sabiduría a la próxima doncella este año. El anterior fue todo un desastre.

—Este podría ser el ultimo Calanmai de Tamlin. Si fuera el, lo disfrutaría hasta el amanecer.

—¿Crees que me escojan este año?

—¡Lo dudo!

Nunca habia asistido a una de las fiestas que mi madre habia organizado en la mansión Archeron. Pero supuse que, de haberlo hecho, la situación no podría haberse diferenciado a esta.

Mientras me adentraba hasta el corazón de la celebración, no pude evitar escuchar parte las conversaciones que los altos faes tenían entre ellos mismos. Ninguno habia reparado en mi presencia, pero yo si en la suya, como una sombra que se desliza por el suelo silenciosamente. Observé y escuché cada palabra que salía de sus arrogantes bocas, desde buenos deseos por la festividad, hasta preguntas que se escapaban de toda mi compresión. Los observé comer, beber, reír y aullar de éxtasis, mientras que yo solo pasaba como la brisa por su lado. La sensación podría a parecerse a caminar sobre vidrio roto, con cientos de escenarios distintos a cada lado. No podía escucharlos a todos, no sin detenerme y llamar así la atención de alguno. Por eso, y a regañadientes, seguí caminando, sintiendo el retumbar de los tambores, cada vez mas rápido, temblar bajo mi vientre.

—¡Oh, pero que tenemos aquí!

—¡Un regalo por la noche de los fuegos, mi querido amigo!

—¡Por el caldero! ¡No debiste haberte molestado!

Esa conversación en particular llamó ligeramente mi atención, logrando que me detuviera y girara el rostro a la derecha. Pude observar entonces, a través de cuerpos que danzaban y bailaban al ritmo de la música, como dos machos altos faes reían a carcajadas por algo que desconocía como un regalo. Solo entonces, cuando mi vista enfoco una silueta delgada, curvilínea y femenina entre ellos, mis alarmas de dispararon.

Esa mujer no tenia las orejas puntiagudas.

Era una mujer humana, como yo.

Y estaba siendo obsequiada por aquel alto fae.

Por una fracción de segundos, los ojos de la chica se encontraron con los míos, como si de alguna forma hubiera sentido mi presencia entre el montón. Sus ojos, de un azul grisáceo, me recordaron demasiado a los de mi hermana mayor Nesta, y no pude evitar estremecerme por ello. Un pánico, nacido del terror del momento, brotó de entre mis entrañas cuando uno de los inmortales la sujetó con rudeza por el cuello, obligándola así a mirarlo.

—Tu serás mi trofeo de Calanmai. —Espetó, antes de besarla con rudeza.

No soportando ni un minuto mas ver algo así, me fui de allí.

Desde un principio habia sabido que me toparía con alguna chica humana en el camino; era lo que habia esperado para confirmar mis sospechas sobre la presencia de Feyre en ese lugar. Pero no habia previsto lo que me haría sentir al presenciar un espectáculo tan desagradable como ese. Ver el terror pintado en el rostro de la chica, el asco al ser tomada sin su consentimiento... Era una imagen que deseaba borrar de mi cabeza. Casi sin darme cuenta, las manos me temblaron por debajo de la capa y gotas de sudor helado resbalaron por mi frente. Un claro indicio de que estaba comenzando a perder los nervios en medio del mar de cuerpos que seguían danzando a mi alrededor.

De un momento a otro, el aire se sintió espeso, tan espeso que hasta me resultó difícil respirar. Observé el humo que desprendían las hogueras, pero estas seguían su lento camino hacia el cielo, transformando el azul oscuro en densas nubes grises.

Giré sobre mis dos pies, buscando una fisura en medio la muchedumbre que me llevara a un claro abierto, pero solo me encontré con más rostros hermosos, ropas extravagantes de colores, máscaras de pájaros y sonrisas que, aunque sabia que no iban dirigidas a mí, se sentían como una especie de burla macabra. No comprendía como habia pasado de estar tranquila, a un manojo de nervios que buscaba desesperadamente un poco de aire. Pero allí estaba: empujando los cuerpos de los altos faes para abrirme paso hacia lo que yo creía era la libertad.

Fue entonces cuando lo sentí; un tirón desde lo más profundo de mi pecho, una especie de inquietud que me llamaba a lo lejos, ordenando casi a gritos que siquiera arrastrándome por entre la masa de cuerpos sudorosos y que siquiera avanzando hasta el final. No sabia que era lo que me habia empujado a hacerlo, pero me moví con más rapidez, llevándome a un grupo de altas faes femeninas que casi no llevaban nada encima y se mostraron furiosas ante mi arrebato. Pero ni siquiera una disculpa pude murmurar cuando ya me encontraba corriendo otra vez. Los tambores iban al compás de mis pisadas, resonando tan fuerte que, por un momento, creí que la tierra podría partirse en dos, pero aun con eso y las piernas temblando, no me detuve.

No lo hice hasta que me vi librada de toda la efusividad del momento, cuando el aire más puro y helado de la naturaleza entró de lleno en mis pulmones. Solo entonces caí en la cuenta de que la capucha se habia movido de su sitio. Sin embargo, aquello no pudo importarme menos cuando la deliciosa brisa primaveral me abrazo hasta hacerme sentir yo misma de nuevo. El corazón me latía con fuerza, amenazando con salirse de mi pecho, pero al menos la sensación de pánico habia pasado. Los altos faes, sin enterarse de nada, seguían festejando y cantando a mis espaldas, ajenos a mi presencia.

Dispuesta a seguir con lo que habia planeado, me erguí entre mis dos pies. Me aparté el cabello sudoroso de la frente que estorbaba mi visión y fue justo en ese preciso momento cuando la vi.

—Feyre. —El nombre salió como un sollozo de entre mis labios.

Era ella.

Realmente era ella.

Podía reconocer ese rostro en cualquier lugar. Aunque hubiera estado rodeada por cien inmortales, podría haberla visto por encima de todo lo demás.

Mi hermana, mi hermana de carne y hueso, estaba al otro lado del claro, apartada de los demás inmortales y a pocos pasos de una de las tantas hogueras que tenía el Calanmai. No un espejismo o algún engaño producido por mi cabeza, realmente era ella.

Pero no estaba sola.

Feyre estaba hablando con un sujeto que se camuflaba con las sombras. Aunque a simple vista parecia que estuvieran teniendo una conversación común, yo conocía a mi hermana lo suficiente como para saber que habia incomodidad ante su cercanía. Solo era ver la expresión recelosa de su rostro, el modo en el que habia dado un paso para retroceder y miraba de vez en cuando hacia atrás, como si quisiera asegurarse de que tuviera una vía de escape, para saber que no quería estar alli. El sujeto, por otro lado, se mostraba lo suficientemente confiado como para sonreírle y mirarla con un gesto burlón que no me gusto en lo absoluto.

No..., no podía quedarme de brazos cruzados. Mis pies se movieron como si tuvieran vida propia y, para cuando me percate de lo que realmente estaba haciendo, ya tenia una daga en la mano.

—Es raro que una mortal sea amiga de dos inmortales —Decía el macho alto fae, dando vueltas a su alrededor como un predador que caza a su presa, analizándola de pies a cabeza con una sonrisita cruel—. ¿No sentían terror los humanos cuando nos veían? Y en realidad, ¿no se supone que ustedes deberían quedarse al otro lado del muro?

Feyre abrió la boca para responder, pero de ella no salió sonido alguno. No pudo; no le di la oportunidad. En lo mismo que tardaba un rayo en caer del cielo para impactar sobre la tierra, ya yo estaba allí, bloqueando el paso al alto fae e interponiéndome en medio de ambos con una calma letal. Una sorpresa para los tres, eso era seguro. Pero antes de que pudiera arrepentirme, antes de que pudiera dejarme vencer por el miedo por la estupidez que estaba cometiendo, levanté la daga a la altura de su corazón, apenas rosando el filo con su finísima camisa negra.

Las siguientes palabras que brotaron de mi boca no parecían que venían de mi. El tono con el que las habia pronunciado jamás me habían parecido tan frio, duro y amenazador. Por primera vez en mi vida, era yo quien transmitía miedo y no al revés:

—Aléjate de mi hermana. 































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Publicado: 24/07/2023
Correcciones: NO
Dedicación especial para: lamparitaverde
Por ser una de mis lectoras mas veteranas en esta historia. Mi mas sincero agradecimiento por siempre estar alli, alegrandome el día con tus comentarios. 🙈💜




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NA: Luego de ese final no tengo mucho que decir mas que ¡GRACIAS POR HABER LLEGADO HASTA AQUI! 🥰💜 Los maratones han sido un éxito y todo el crédito se lo llevan ustedes, por votar a la velocidad de la luz. 🤯🌠 Por primera vez desde que se publico este fic he actualizado 3 capítulos en una misma semana ¡BRUTAL! 👊🏻🔥 Solo espero que lo hayan disfrutado tanto como yo y bueno... nada, me retiro antes de que me lancen piedras por haberlo cortado en la mejor parte. 🤭💜 MUAJAJAJAJAJA Okno, yo las quiero mucho. Entonces, ¿Les ha gustado? 👀💫

Espero sus lindos comentarios. Vengan, pueden insultarme todo lo que quieran. Pero no se olviden de dejarme su amor al final y muchas muchas teorías sobre el siguiente capitulo. ✌🏻💜

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Y bueno, para no hacer esta nota taaan larga, porque siento que les aburre... ¡Hasta el próximo capitulo!
ATT: Lux. 💜🧡

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