17: immortal... and not so immortal.
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VOL. I | CURSED
E17T1: SPRING COURT
Inmortales... y no tan inmortales
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Las indicaciones de Ritta habían sido claras: Recorrer todo el camino de árboles, desde la cabaña hasta el pueblo que antes habia mencionado, podría llevarnos aproximadamente una hora y media a pie. Tiempo que creí suficiente para convencerme a mí misma, y a mi cerebro, que estaba haciendo lo correcto... y no llevándome a una muerte segura.
La cabaña, el rio y el hermoso jardín pronto se convirtieron en apenas una mancha imperceptible en medio de una docena de árboles. Ritta apenas si habia dicho una palabra, tras entregarme solo una canasta con frascos de contenido medicinal que pesaban una barbaridad. La tarea, por supuesto, era sencilla; entregar dichos frascos y ungüentos al templo de las sacerdotisas de la aldea, quienes se encargarían de repartirlo a todo aquel que lo necesitara. Luego, tendríamos que atender a un presunto herido que, tras una pelea de bar, habia quedado con el rostro irreconocible. Yo no habia dicho nada, pero aquello me pareció un gesto muy noble que admire de la inmortal de ojos color ocre que caminaba a mi lado, en silencio.
Primero cruzamos un sendero terroso, cubierto por muchas tonalidades de verde, hasta terminar en un campo de lilas; sitio en el que nos detuvimos solo por un instante, para recoger algunas que, según habia comentado una Ritta entusiasmada, serian el obsequio ideal para una buena amiga. Luego de eso, seguimos hasta toparnos con un arco formado por árboles torcidos, con un camino de pétalos coloridos que no parecían marchitarse por mucho que pareciera que hubieran caído de sus ramas desde hacía mucho tiempo. Un fenómeno sobrenatural causado por la magia conservadora de la Corte Primavera, o eso me habia dicho Ritta muy amablemente cuando se lo pregunté.
Con las lentillas ahora en su lugar, mire alucinada como mis botas se perdían dentro del mar de pétalos con cada paso. Ni siquiera en la aldea de los mortales, cuando llegaba la primavera, ocurrían eventos como los que estaba presenciando. Allí en Prythian, la naturaleza tenía un brillo distinto a causa de la magia; un aspecto más vivido, más intenso. Y no sabía cómo... pero podía sentirla; En cada pétalo, cada rama, cada hoja que danzaba con el viento y cada partícula de oxigeno que respiraba. Todo estaba bañado en una fragancia metálica que sin duda alguna, era la magia de los inmortales.
Eso hizo que me preguntara por un segundo, casi fugaz, mientras admiraba mí alrededor con nuevos ojos: Si los seres humanos supieran de la verdadera naturaleza detrás de estos muros, de la riqueza y la belleza que poseían los inmortales... ¿Lo aprovecharían o lo destruirían?
Me habia colocado mi abrigo antes de salir, con la capucha levantada como siempre la habia usado en casa. Pero ni siquiera aquello habia sido suficiente escudo como para sentirme protegida de las miradas que, de vez en cuando, la inmortal Ritta me lanzaba por el rabillo del ojo. Un peso constante que sentía mientras caminábamos juntas por los interminables campos florales y los arbustos tropicales, bajo el cálido sol de la tarde.
Por supuesto —habia pensado, mientras miraba con fingido interés unos hongos de un fuerte color cereza, a los pies de un gigantesco tronco hueco—Ella no te preguntó sobre tus ojos.
No, no lo habia hecho.
Aunque habia creído que la peculiaridad del color mis ojos no sería algo por lo que impresionarse tanto en este lado del muro, no... cuando se tenían dos gigantescos cuernos de carnero saliendo desde el nacimiento del cabello, tal parecia que, incluso en Prythian, aquella podría ser también una rareza inusual para los de su especie. Pero si Ritta realmente se habia percatado de lo inquieta que me hacían sentir sus miradas, simplemente lo ignoró y seguimos caminando. Era una suerte que mi cabello siguiera siendo tan negro como el carbón. De lo contrario, seguro que las miradas hubiesen sido tan intensas como incomodas.
Los primeros cuarenta minutos de recorrido transcurrieron en silencio. Un silencio que ninguna de las dos se habia atrevido a romper, por miedo de herir los sentimientos de la otra con algún comentario inadecuado. La extraña tregua que habíamos forjado pendía de un hilo, donde cualquier cosa que sucediera, cualquier choque de ideas, podría desencadenar un evento catastrófico que me llevaría a la huida... o algo peor, supuse. Ritta desprendía tanta luz, tanta alegría y positividad que temía estropearlo con mi pésimo humor y desconfianza.
No obstante, supongo que al final la inmortal de vestido inmaculado se rindió pues, para el resto del camino, decidió ponerme al tanto de todo lo que podría encontrarme una vez llegásemos a nuestro destino... y mucho más.
— ¿Siete Cortes? —Mis cejas se juntaron. La observe por lo que me pareció una eternidad, incrédula— ¿Prythian no es solo esta corte?
Recordé lo poco que habia visto de Prythian en aquel mapa que Hazel habia conseguido para mí; dicho mapa que se habia perdido en la persecución de Tomas y sus amigos. Recordaba lo gigantesco que era, en comparación a las tierras mortales. Un continente secreto de infinitas posibilidades. Y ante el desconocimiento de lo que verdaderamente ocultaban sus muros, habíamos creído que Prythian era solo un lugar. Al menos, eso era lo que yo habia supuesto, después de lo poco que Ritta me habia revelado al despertar. Habia creído que la Corte Primavera era Prythian pero... al ver como la inmortal a mi lado soltaba una risa divertida, negando con la cabeza, ya no estuve tan segura.
—Oh, no, florecita. La Corte Primavera es solo una pequeña extensión de lo que es Prythian realmente. —Dijo; aun riendo. Mientras hablaba, hurgaba la canasta de gran tamaño que llevaba encima, asegurándose de tener todos sus equipos medicinales dentro y, por el contrario, no hubiera dejado nada importante en su cabaña— Existen otras seis cortes como esta. Cada una con un concepto y aspecto diferente; todas bajo el mandato de su propio Alto Lord. —Ni siquiera tuve tiempo de preguntar algo al respecto, cuando Ritta comenzó a soltar de golpe—: La Corte Invierno, por ejemplo; no encontraras un lugar más frio que ese, ¡Por poco no pierdo los dedos cuando fui de visita la última vez! El clima no es algo de lo que llegue verdaderamente a acostumbrarme... Pero si lo que buscas es un sitio cálido con vista al mar, te recomiendo la Corte Verano. Si, en definitiva es el mejor lugar para unas vacaciones... ¡Ah! ¡Pero nunca pruebes las estrellas de mar fritas! Esas cosas no deberían ser consumidas por ningún ser vivo en este mundo, ¡Bah! Pero ¿Quién soy yo para opinar sobre el estilo culinario de las Selkies...?
—Disculpe... —Tuve que interrumpirla. Solo habia necesitado unas pocas horas, pero supe enseguida que Ritta, además de ser una excelente curandera y relatadora de buenas historias, también era muy propensa a distraerse con facilidad. Cambiar el curso de sus propias historias y perderse en otras sin darse cuenta siquiera. Sonreí un poco al ver el ceño fruncido en su rostro, sumergida en los recuerdos de dicho lugar; Las hebras rizadas de su cabello color caoba moviéndose libremente por encima de sus hombros a causa de la ligera brisa que nos acompañaba. Ella dejo de hurgar en la cesta y me miro con curiosidad. Yo enseguida deje de sonreír y carraspeé— Las demás Cortes... ¿Cuáles son?
Para aquel entonces, llevar la canasta habia pasado de ser una tarea sencilla, a una exasperante faena. Probablemente habia estado jadeando la última media hora sin descanso. Pero aunque me habia ofrecido a llevar a Saeta para hacer más llevadero el viaje, tuve que desistir ante la negativa de la inmortal que, con mucha terquedad, alego que mi compañera de viaje necesitaría al menos un día más de descanso antes de poder llevar tanto peso encima como antes. Ritta, además, no parecia necesitarla; como si llevar una canasta pesada de un extremo a otro fuera algo tan habitual de su día a día. Y probablemente así fuera.
—Ah, las Cortes, si... —Ritta asintió, retomando su explicación por donde la habia dejado—: Bueno, también está la Corte Otoño. —Pude fijarme en la mueca que formó su rostro ante las últimas palabras, además del filo en el tono al pronunciarlas. Un tono que no habia escuchado antes salir de su boca. ¿Acaso era recelo?— Pero créeme, es el último lugar al que quisieras visitar.
— ¿Por qué? —Pregunté, confundida.
—Tu solo hazme caso, florecita. Te estarías haciendo un favor si evitases a toda costa ese territorio. —Su mueca se acentuó, dejándome ver, por primera vez, desagrado en esa hermosa cara inmortal. Su mirada se volvió filosa; su voz, mas helada— Antes preferirías ser la marioneta de algún cortesano de la Corte Noche, que quedarte por más de cinco minutos en territorio otoño, créeme. No es sitio para los forasteros.
Fruncí el ceño, para nada contenta con la poca información que me aportaba sobre el tema. Pero, no queriendo llevarla a un camino que pusiera en riesgo su buena disposición a compartirme los secretos de estas tierras desconocidas, dirigí mi curiosidad a otra dirección.
—Entonces, también hay una Corte Noche. —Que estuviera haciendo esa confirmación, como si fuera lo más normal del mundo, aún era surrealista para mí; Pero debía acostumbrarme a todo lo extraño de ahora en adelante, si realmente quería encontrar a mi hermana.
Ritta, por suerte, no se opuso a responder:
—Sí; Es una de las tres cortes solares y, como otoño, no es precisamente un lugar agradable. O al menos, es lo que se dice de ese lugar. —Me lanzó una mirada significativa, como si estuviera considerando que tan peligrosa era mí impulsividad y deseos de terminar despedazada por mi propia imprudencia. Si encontró un brillo travieso en mis ojos, no hizo un comentario al respecto. Siguió hablando tras soltar un suspiro resignado— La Corte Noche es el único sitio del que no se sabe nada más que su nombre. Como es, o quienes habitan en él, permanecen al margen de todo conocimiento Fae e inmortal. Así lo decidió su Alto Lord. Algunos dicen que es el infierno de Prythian. Otros, que es un laberinto de tortura del que se entra, pero nunca se sale.
— ¿Y qué piensas tú? —Tutearla seguía siendo extraño, pero en definitiva era mucho mejor que seguir fingiendo que era una extraña y que no me habia salvado la vida.
—Que no puede haber lugar más despreciable que la Corte Otoño. —Lo dijo con tal convicción y resentimiento que, en definitiva, no me quedó dudas de que algo terrible debió de ocurrirle allí. Algo muy, muy malo. Pero enseguida, con una velocidad envidiable, esa rabia se enfrió. Su sonrisa de siempre volvió como si nada y me guiño un ojo— Pero bueno, no todo es siempre tan malo, florecita. La Corte Día y Amanecer lo compensan.
— ¿Y quiénes son los Altos Lores? —La curiosidad era palpable en mi voz. No pude evitarlo.
—Los gobernantes de cada corte. —Respondió, con algo parecido a la vehemencia... o quizás para darle un toque más dramático a sus palabras, no lo sabía— En el reino humano serían considerados los Reyes de Prythian, por el inmenso poder que corren por sus venas, pero aquí no existe un rey o reina en sí. Bueno, al menos no lo existía hasta que ella... Oh, ¡Mira! Ya casi hemos llegado. —La atención de Ritta se vio interrumpida de pronto, como siempre sucedía cuando profundizaba un tema en cuestión. Pude darme cuenta, por el modo en el que fruncía los labios y tensaba los músculos de sus hombros, que sea lo que sea que hubiera querido decir antes de cambiar de tema, no era de su agrado— Estoy segura que te gustará Valle Calanthe. Es el pueblo principal de este territorio, el centro de reuniones y fiestas turísticas de toda la corte.
Asentí, devolviendo mi atención a los arboles de vividos colores que iban desde el verde más brillante, hasta el amarillo más chillón. Todos combinándose con el naranja y el rosado, formando una paleta de colores muy primaveral. Entre susurros bajos comencé a repetir al menos cinco veces: Corte Primavera, Corte Invierno, Corte Verano, Corte Otoño, Corte Día, Corte Amanecer y Corte Noche. Un mantra creado con el único fin de memorizar y nunca olvidar dichos nombres. Tal vez, en un futuro, podrían servirme de algo.
(.......)
Supe que habíamos llegado al dichoso pueblo, mucho antes de que el camino de árboles se abriera paso a un claro despejado de edificios particulares. Cuando la harmonía del medio ambiente, y el canto de las aves, se vieron opacados por el sonido de varias flautas e instrumentos de cuerda, combinados de una manera muy placentera con algo que me pareció un tambor. Enseguida el mantra que habia estado repitiendo en mi cabeza se acallo, sumiendo mis pensamientos en un silencio incrédulo. Lo que vi a continuación me dejó petrificada, tan quieta como una estatua. La pesada cesta que llevaba amenazo con resbalarse de entre mis dedos entumecidos.
Oh, por todos los dioses.
Estructuras de piedra color crema resplandeciente, puestos de mercados y tiendas de colores alegres; rebosantes de comida, ropa y objetos extravagantes; también vislumbre casitas pintorescas y banderitas multicolores guindando del extremo de un gran farol a otro, dándole un toque festivo al ambiente. Y todo se mezclaba con la bella naturaleza, como si los edificios hubieran nacido de la misma tierra verde.
—Esto es...
—Valle Calanthe. —Me interrumpió Ritta, sonriendo— El pueblo del renacimiento de primavera.
Maravillada, observe como dichas construcciones se alzaban ante el brillante sol de mediodía; como las enredaderas con capullos del color de la primavera se deslizaban por las paredes hasta el rincón más oscuro del pueblo, donde los rayos de sol no llegaban; en los árboles que crecían incluso por encima de los tejados de ladrillo y muchas, muchas macetas con diferentes tipos de plantas exóticas que adornaban cada ventana, cada casita o puesto de comercio. Un pueblo salido de cuentos de hadas.
Por primera vez en mi vida, y no de manera intencional, habia quedado sin palabras. Valle Calanthe era todo lo que yo hubiera esperado de un pueblo inmortal... y mucho más.
Entonces me fije en ellos; los inmortales. Docenas y docenas de inmortales que caminaban por entre las calles de Valle Calanthe, riendo y bailando al ritmo de los tambores. Felices; no despedazando carne humana o destruyendo todo a su paso.
—Vamos —Me apremió Ritta, avanzando. Me dio un leve empujón con su sesta. Un gesto de ánimo—, tenemos mucho trabajo que hacer antes de que se ponga el sol.
Yo la seguí, titubeante; con pasos un poco torpes y precavidos. Aunque la verdadera apariencia de Ritta era algo con lo que habia tenido que aprender a vivir durante los últimos dos días a su lado, nada me habia preparado lo suficiente como para presenciar algo similar y al mismo tiempo... tan diferente. No obstante, allí estaban, a tan solo unos metros de distancia: Inmortales de todos los tamaños, de todas las formas y colores caminando tranquilamente por entre los adoquines de la plaza principal, como si no fueran las bestias devoradoras de hombres a las que tanto miedo les habíamos tenido durante años.
Con el corazón desbocado y unas terribles ganas de vomitar, me obligue a permanecer en calma mientras seguía a Ritta por entre las calles de Valle Calanthe. A pesar de que mi instinto de supervivencia me rogaba a gritos que diera media vuelta, que renunciara a la absurda idea de buscar alguna pista que me llevase a mi hermana Feyre y huyera antes de que pudiera lamentarlo, seguí caminando con la sesta bien sujeta entre mis manos. Tranquila, como si por dentro no me estuviese ahogando en mi propio miedo.
Pero que estuviese asustada no me impidió mirar... Mirar a la pareja de inmortales con piel de rayas y ojos felinos, que reían a carcajadas a la mano de una versión diminuta de ellos; un niño, probablemente su hijo. Mirar las hojas, ramas y pétalos que remplazaban el cabello de una inmortal pequeña y sonriente, que bailaba descalza y hacia mover de un lado a otro sus faldas hecha por más pétalos gigantes, mientras hacía sonar una pandereta; o las alas traslucidas de un inmortal de piel azulada y ojos tan amarillos como luciérnagas, que la admiraba y le aplaudía, totalmente maravillado por sus movimientos. O quizás a la pequeña mujer con piel de corteza y mascara de pájaro que salía de un puesto con un bonito ramo de flores en sus brazos.
No. Mi miedo no era impedimento para mirar cada característica, cada peculiaridad y rasgo distintivo de los inmortales, buscando alguna que pudiera revelarme su verdadera naturaleza, la naturaleza horrorosa y sangrienta de la que tanto me habían hablado. Pero por más que mirara, por más que buscara y me esforzara, no la encontraba. Estos inmortales... bien podrían parecerse a nosotros, en un día como cualquier otro.
No.
Sacudí mi cabeza, deshaciéndome del pensamiento de un plumazo. Los inmortales eran la pesadilla de los seres humanos. No eran buenos. Ellos mataban y esclavizaban a los de mi especie; por eso se habían llevado a mi hermana Feyre. No debía olvidarlo. Por mucho que este lugar no pareciera el mismísimo infierno creado por mis antepasados, no debía olvidarlo.
(.......)
El templo de las sacerdotisas quedaba al otro extremo del pueblo, apartado de la civilización y de todo ruido festivo o rural. En medio de un puñado de árboles lluvia de oro. Para aquel entonces, ya habia visto tantos rostros extraños que un respiro de lo sobrenatural me vino de maravilla. Ritta, por otro lado, no habia parado de saludar a todo aquel que se le hubiera puesto en frente, siempre con una sonrisa y una actitud agradable a todo aquel que le dirigiera la palabra. En más de una ocasión me plantee apartarme de su camino; no ser un impedimento para que ella pudiera relacionarse como en algún momento debió de hacerlo antes de que yo llegara, pero Ritta, presintiendo mi incomodidad, nunca dejaba que las conversaciones con sus amigos se alargara más de la cuenta. Y eso, en el fondo, se lo agradecí con el alma.
De pronto, en medio del camino, Ritta me detuvo.
—hasta aquí llega nuestro recorrido, Florecita. —Dijo. Enseguida la mire con el ceño fruncido, confusa. Habíamos parado en medio de un claro vacío, sin rastro de algún alma viviente a nuestro alrededor. Pero Ritta, que casi nunca la habia visto sin aquella sonrisa contagiosa, explico—: Las sacerdotisas no dejan que ningún inmortal o alto Fae fuera de su círculo, a excepción del Alto Lord y la familia real, pisen el suelo sagrado de su templo. Está prohibido. Por eso las esperaremos aquí.
Asentí sin objetar nada, por mucho que por dentro me estuviera ahogando entre un mar de preguntas que buscaban desesperadamente una respuesta. Supuse que más tarde, en la cabaña, podría tener el valor de hacerle todas las que quisiera. Pero no ahora, no allí, donde podía sentir, por muy extraño que pudiera parecerme, las miradas curiosas de un ente invisible a mis espaldas. Una sensación desagradable que lo relacionaba con la magia de aquel pueblo extraordinario.
Y entonces, en medio de una pequeña espera, aparecieron: Tres figuras femeninas cubiertas con túnicas de un espléndido verde agua. Las capuchas levantadas hasta la coronilla, ocultando así la mayor parte de su rostro. Y mientras más se acercaban, deslizándose por la hierba de manera silenciosa, como la brisa, pude notar la ausencia de los rasgos más habituales de los inmortales. Mientras que en el pueblo habia visto cuernos, garras, alas, colas, zarpas y todo tipo de cosas, aquellas mujeres parecían tan normales como cualquier humano. Oh, bueno, tan comunes como se podía esperar de una joven con belleza inmortal.
—Altas Faes. —Susurro Ritta en mi oído, sobresaltándome, como si hubiera leído mi mente. Probablemente debió de haber visto mi ceño fruncido— Las sacerdotisas son Altas Faes.
Abrí muchos los ojos.
Los Altos Faes eran la raza gobernante de todas las especies de Prythian. La raza de los Altos Lores; Una raza parecida a los humanos, pero con una belleza excepcional y sentidos muy desarrollados. Se caracterizaban por su gran altura, sus rasgos bien esculpidos, como si los mismísimos dioses se hubieran tomado el trabajo personalmente de crearlos uno por uno, y las orejas alargadas y puntiagudas. La personificación de los creadores, decían los acólitos en mi aldea, o la personificación del diablo encarnado, como acostumbraba a oír de los aldeanos que los aborrecían.
Sea como sea, en una cosa coincidían: Los Altos Faes eran hermosos. De esa belleza de la que no se puede dejar de mirar. Y eso mismo me sucedió con aquellas sacerdotisas. No podía dejar de mirar sus gláciles movimientos, la forma en la que caminaban, como si fuesen una... o la única piedra que adornaba su vestimenta: Una roca ovalada, brillante, ajustada a una especie de tiara que sostenía la capucha por encima de sus cabezas.
—Muchas gracias por haberos tomado el tiempo de recibirnos, Sacerdotisas. —Ritta fue quien habló, inclinándose en una reverencia ante ellas, quienes se habían detenido a tan solo unos metros de distancia— Apreciamos de todo corazón el interés y la devoción que han demostrado para ayudar a los menos afortunados en estos tiempos tan difíciles.
Yo seguía mirando a las sacerdotisas, sin moverme. Pero solo cuando las tres altas faes dirigieron su mirada de Ritta hacia mí, y luego sentí como esta me tomaba del brazo para que imitara su reverencia, reaccioné. Enseguida me incline hacia adelante, con torpeza, bajando mi cabeza en dirección al suelo. La pesada sesta en mis brazos se sacudió con el repentino en movimiento pero, aun así, no me moví. No hasta que la mayor de las sacerdotisas, la del medio, respondió con una voz casi celestial:
—Somos nosotras quienes deberíamos daros las gracias, Ritta. Por vuestro compromiso y arduo trabajo en estos tiempos de crisis. —Extendió sus brazos, señalando el bosque a nuestro alrededor antes de continuar— La Corte Primavera está en deuda con vos.
Ritta se irguió. Yo la imite. En silencio, observe como la inmortal a mi lado dejaba su sesta en frente de las sacerdotisas, sobre la hierba verde. Yo hice lo mismo con la que sostenía. El alivio ante el vacío liviano en mis manos fue instantáneo.
—No hay nada que agradecer, sacerdotisas. —Replicó Ritta, ahora con más seriedad. El rostro se le oscureció por unos pocos segundos, con algo parecido a la calma furiosa— Ahora más que nunca el pueblo de primavera debe estar unido contra las adversidades que están por venir. Y me complace mucho ayudar de alguna forma a la causa.
—Y mis hermanas y yo estamos encantadas con tu buena disposición, Ritta. —La expresión de la sacerdotisa mayor se volvió mucho más intensa, mirando a la inmortal a mi lado con algo parecido a la advertencia— Pero debéis saber que las consecuencias de que ella se enterara de esto podrían ser, en extremo, devastadoras. Una posible rebelión en su contra supondría un costo enorme para vuestra vida.
—Lo sé. —Ritta asintió, con firmeza, sin doblegarse ante el posible peligro—Aun así, sacerdotisas, no pienso quedarme de brazos cruzados mientras miro como la gente inocente de este territorio muere por su codicia y ambición.
Traté de no revelar mi confusión con alguna expresión que pudiera despertar sospechas, pero creo que falle. Por mucho que lo intentara, no lograba encontrar el sentido a la conversación, no cuando recién habia visto un pueblo alegre y lleno de tanto color. Entonces... ¿De qué adversidades se refería Ritta? ¿Por qué las expresiones de las sacerdotisas eran de terrible pesar? ¿Por qué tanta preocupación? ¿Cuál era la crisis que estaba enfrentando la Corte Primavera, para tener a estas inmortales con aquellas expresiones tan fúnebres en sus hermosas caras? Algo serio y muy oscuro parecia estar ocurriendo en el territorio, pero ¿Qué?
—Descuida, Ritta. —Esta vez, quien hablo fue la sacerdotisa de la derecha, mostrando una sonrisa radiante, aun en medio de la tensión. Esta, a diferencia de las otras dos, parecia más joven, más llena de vida. Y cuando hablo, lo hizo con tal convicción, que le creí— Presiento que muy pronto la luz volverá a brillar en Corte Primavera. —Una pausa. Y entonces sus ojos, tan parecidos a dos aguamarinas brillantes, se posaron en mi— Solo es cuestión de tiempo.
(.......)
De regreso al pueblo, yo no podía dejar de pensar en lo que habia escuchado. En aquella extraña conversación que parecia ocultar un montón de secretos. Ritta, que en un principio habia sido muchas palabras y sonrisas, ahora parecia estar sumida en sus propios pensamientos, y yo no me creía con el valor suficiente para preguntarle algo al respecto. Y, de todas formas, ¿Qué caso tenia saberlo? Pronto me iría de aquellas tierras. Estaba allí por una razón y solo una única razón: Encontrar a mi hermana Feyre y regresar a casa. No podía perder el tiempo interesándome en asuntos ajenos de inmortales. Aquella no era mi lucha, no era para lo que me habia preparado.
Por eso mismo, olvidándome por completo del tema, proseguí a hacer algo que de verdad me llevara en la dirección correcta, hacia Feyre.
— ¿Ritta?
A mi lado, la inmortal pareció despertar de un sueño. Enseguida la característica sonrisa amable de siempre volvió.
— ¿Si, florecita?
Para aquel entonces, ya estábamos adentrándonos a las bonitas construcciones de Valle Calanthe. La alegre música de los inmortales volvió a resonar hasta por los más pequeños rincones, avivando el ambiente con sus tambores e instrumentos alegres. Ahora, sin la pesada sesta, podía moverme con total libertad por ahí donde caminara. Y aunque habia lamentado dejarla con las sacerdotisas, pues, de algún modo la habia considerado como un escudo ante lo desconocido de aquel pueblo, debía admitir que era mucho mejor así. Por eso, con más seguridad que antes, mientras miraba como un puñado de niños corrían de un local a otro, con varas de madera que hacían la ilusión de espadas, pregunte:
— ¿Muchos humanos cruzan el muro?
La pregunta no fue la que habia esperado, eso pude notarlo. Ritta se sobresaltó un poco y me miro dos veces, como si se estuviera asegurando que era yo, y no otra persona, la que le habia hecho semejante pregunta. Incluso frunció el ceño, algo confundida. Por un momento creí que no me respondería, lo que supondría un duro golpe a mi investigación, ya que solo así podría saber si mi hermana Feyre realmente habia pisado esas tierras o, de lo contrario, aquel inmortal con forma de bestia habia mentido y faltado a su palabra.
—No, en realidad no muchos. —Respondió Ritta, finalmente, mientras inspeccionaba con profundo interés una exhibición de telas multicolores de un puesto de accesorios artesanales. Yo la mire— Por lo general los humanos evitan a toda costa visitarnos. Y los que son tan tontos como para hacerlo, terminan desapareciendo a los pocos días.
— ¿De-desaparecen? —No pude evitar tartamudear, con algo de preocupación y los ojos bien abiertos ante la posibilidad que Ritta habia pintando en mi cabeza, de manera espantosa. Feyre desaparecida... en aquel territorio tan enorme...
De pronto sentí la bilis ascendiendo por mi garganta.
—Sí, ya sabes, desaparecen. Por norma, cuando un mortal entra a Prythian, nunca más son vistos. –Ritta no se estaba dando cuenta, al juzgar por como parecia totalmente sumergida en un turbante nuevo de colores pasteles que le habia robado por completo la atención. No habia visto mi expresión enferma, pero continuo diciendo de forma distraída—Creo que ya sabes a lo que me refiero.
— ¿Los...? —Cuando me di cuenta de que mi tono de voz no era el adecuado para aquella pregunta, carraspee y lo intenté otra vez, en un tono más bajo; casi como un susurro— ¿Los matan?
—O son llevados a ella. —Una vez más, ese «Ella» misterioso del que todos parecían estremecerse. Era la tercera vez en el día que la escuchaba y la curiosidad por saber solo iba en aumento. Pero, una vez más, antes de que pudiera preguntar algo al respecto, Ritta volvió a adelantarse— Los mortales no son bien recibidos en estas tierras, florecita, por razones que supongo conocerás. Por naturaleza, la misma magia de Prythian los repele.
Fruncí el ceño.
—Pero yo estoy aquí.
—Sí, ¿Y eso que, florecita? —Ritta seguía admirando el turbante. Decidió entonces llevárselo, entregándole unas monedas de oro brillante a una inmortal diminuta, de piel purpura y ojos saltones. Enseguida se quitó el turbante que llevaba encima, para remplazarlo por el nuevo.
Ante la visión de los cuernos de carnero, tropecé. No obstante, pregunte de todas formas:
— ¿No debería una manada de inmortales hacer todo lo posible para capturarme? Después de todo, soy una humana, una intrusa. —Como una demostración de lo dicho, señalo a los inmortales a mí alrededor. Todos ríen, van de un lado a otro, cargando flores, lo que me parecen muchas antorchas, objetos decorativos e ignorando por completo mi presencia— Sin embargo, parecen no notarme en lo absoluto.
—Seguramente por tu olor.
Incrédula, me giro hacia Ritta. Pero esta ya no estaba en el puesto artesanal, no. Se alejaba, de manera despreocupada, por entre las calles de la plaza de Valle Calanthe, perdiéndose entre el cuerpos de inmortales que iban y venían, ajetreados y con prisa, como si estuvieran preparando algo, una festividad.
En seguida corro hacia ella.
— ¿Mi olor? —La pregunta suena tan extraña en mi lengua, que me arrepiento al instante de siquiera pronunciarla. Pero algo en el tono de Ritta, y su seriedad, me dio lo suficiente como para entender que aquella insinuación era de todo, menos tonta— ¿Qué quieres decir?
Ritta sigue caminando, buscando algo, o a alguien, por encima de las cabezas de los inmortales. Pero, aun así, me responde.
—Quiero decir, florecita, que no hueles a humano. Por eso te ignoran.
Enseguida tropiezo con mis propios pies. Y la miro, incrédula.
—Y si no huelo a humano, ¿Qué fragancia desprendo para ellos?
Ritta abre la boca para responder, pero enseguida es interrumpida por una voz más chillona y diez veces más escandalosa que la de Hazel en sus mejores días.
— ¡Ritta! ¡Ritta! —Grita la voz femenina, desconocida— ¡Por aquí, Ritta!
La inmortal a mi lado la localiza antes que yo, mostrando una sonrisa radiante antes de alejarse, recorriendo de manera apresurada el camino hasta quien me parece una inmortal alta y de cabello oscuro. Alta Fae, por lo que pude ver, ante la ausencia de cualquier otra característica extravagante además de las orejas puntiagudas. Y aun en mi sitio, rodeada de puestos de mercados e inmortales extraños, observo como Ritta llega hasta quien parece ser su amiga. Ambas comparten un fuerte abrazo entre risas y luego observo como Ritta le entrega el ramo de lilas que habia recogido antes, en su camino hasta aquí, lo que me confirma el origen de su relación y familiaridad. La alta fae debía ser esa amiga que antes habia mencionado.
Por un momento, sin poder evitarlo, mis pensamientos volaron hacia Hazel. Me imagine su reacción, de haber dejado que me acompañara cuando me lo propuso. A diferencia de mi reticencia ante lo desconocido de Prythian, Hazel se hubiera mostrado más confiada, más dispuesta a explorarlo todo y a todos. Ella era el tipo de persona que se aburría de lo común y se emocionaba por lo extraño, aun si esto le supondría el mayor de los riesgos. Estaba segura que, de haber estado conmigo, todo habría sido más fácil.
— ¡Blair!
Me despoje de mis pensamientos melancólicos y mire a Ritta, que me llamaba desde el otro lado de la plaza, con su amiga a su lado. Me hacía señales para que me uniera a ellas y estuve a punto de seguirlas... Hasta que por el rabillo del ojo, la vi.
Me gire a verla.
Ella me devolvió la mirada.
Y luego... huyo.
Enseguida, ignorando los llamados de Ritta, corrí en su búsqueda, empujando a un montón de inmortales en mí camino, desesperada por no perder su pista. Pero se movía demasiado rápido... zigzagueando los cuerpos de los inmortales, los puestos y edificios con una impresionante habilidad, como si conociera Valle Calanthe como la palma de su mano. Y en mi persecución, con el corazón desbocado por la incredulidad, la emoción y el deseo de encontrarla, me pregunte: ¿Cómo podría ser posible? ¿Cómo era posible que ella estuviera allí? ¿Y por qué... por qué huía de mí?
Las incógnitas sobre a donde se dirigía se respondieron solas cuando vislumbre su figura deslizarse al interior de lo que me pareció una taberna. Hecha en su mayoría de madera, con ventanitas diminutas polvorientas y el cartel guindando en la puerta que lo bautizaba como El Sombrero del Jabalí.
Me detuve a tan solo una calle de distancia, detrás de un puesto de frutas y hortalizas, sospechando mis opciones ante las oportunidades que se me presentaban en frente. Lo más sencillo hubiera sido olvidarlo, hacer como si nunca hubiera visto su rostro y dar media vuelta. Seguramente Ritta, a estas alturas, debería de estar buscándome entre el gentío, preocupada. Pero si lo hacía, si lo ignoraba, me arriesgaba a perder una pista importante. Podría perder las respuestas que podrían llevarme a eso que tanto habia anhelado por más de dos meses.
Por eso, sin pensar en lo que pudiera encontrar dentro de esa cabaña, ni en las consecuencias, cruce la calle, subí las pequeñas escaleras del pórtico, empuje la puerta y entre.
El interior olía a tabaco, alcohol, sudor y algo que me pareció rancio. La taberna por dentro era como cualquier otra que hubiera visto en mi aldea; Interior de madera y ladrillo; pisos de piedra gris; Candelabros de hierro guindando en lugares estratégicos y con las velas apagadas, grandes barriles de vino amontonados en los rincones, cuernos de algún animal salvaje decorando las paredes como trofeos de caza, una chimenea, muchas mesas y sitios para que los clientes pudieran disfrutar de una excelente cerveza o cualquier otro aperitivo. Unas escaleras viejas al otro lado que, seguramente, llevaban al segundo piso y una gran barra, con decenas de botellas detrás, exhibidas de tal modo para que se pudiera escoger al gusto de cada inmortal.
Un repaso, dos repasos... y la ubiqué de inmediato.
Me moví, casi de manera violenta, por entre las mesas de la taberna, con el corazón a punto de salírseme por la garganta. Los ojos me ardían con el deseo de echarme a llorar allí mismo, solo de la pura emoción al encontrar, finalmente, una cara conocida después de todo ese tiempo, después de todo lo que habia tenido que pasar. Algo familiar después de tantas cosas desconocidas e irreales.
Ella estaba al otro lado de la barra, escondida de tal modo que pudiera pasar desapercibida ante los inmortales, de mí. Pero yo ya la habia visto. Ella no lo sabía, pero yo sí que la habia visto. Por eso, cuando estuve a tan solo unos centímetros de ella, la tome del brazo. Me habia estado dando la espalda todo ese tiempo, pero hice que se diera la vuelta, que me mirara. La obligue a mirarme.
—Tu... —Solté, a punto de romperme por la incredulidad. Parpadee una vez, mirándola con asombro— Eres tú.
La acolita de cabello oscuro, la misma que alguna vez se habia acercado a mí y a mis hermanas; la misma que, en un deseo de contagiarnos su adoración por los inmortales, con sus tontas alabanzas y predicaciones, habia hecho enojar a Nesta hasta el punto de casi enloquecerla de rabia. La misma acolita humana...
...También estaba allí, en Prythian.
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Publicado: 18/02/2023
Correcciones: NO
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NA: ¡Hola de nuevo, mis queridas Ilyrianas!
━━━¡FELIZ DIA DE SAN VALENTIN ATRASADO! Lo se, lo se. Lo he vuelto hacer; he actualizado despues de lo acordado. ¡NO ES MI INTENSION! ¡LO JURO! Les juro que me siento frente a este ordenador para tener listos los capitulos a tiempo, pero siempre ocurre algo que me retrasa: El trabajo, los planes de mi vida diaria, el trabajo, los deberess, el trabajo... Y si, mas que todo el trabajo. Por mas que me esfuerce, siempre termino teniendo mas trabajo y bueno. Solo cuando termino con el puedo concentrarme al 100% en esta historia. De verdad lo siento mucho...
PEROOOOO, PARA COMPENSARLO: ¡CAPITULO DE CASI 6000 PALABRAS! Estoy en shock. Aunque no lo crean, lo ando procesando. Jamas de los jamases pense que publicaria un capitulo tan largo. Siempre trato de no sobreasar los 3000 (Max 4000) para no hacerlos tan aburridos o con demasiado contenido pero ¡¿5900?! Me he pasado. No. Es que me he pasado de loca. INCLUSO PENSE EN DIVIDIR EL CAPITULO EN DOS PARTES, pero decisti al final. Todo lo que leyeron en este capitulo era escensial para la trama, y supongo que lo notaron. Si llegaste hasta aqui, entenderas porque la cosa se puso tan larga... y tan intensa.
¡PORQUE SI, MI GENTE! Aqui nos despedimos de los capitulos de relleno e informacion. De ahora en adelante tendremos pura accion, descubrimientos e intrigas. ¿Estan preparad@s?
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PD#1: ¿Sabian que el 14 de febrero fue el aniversario anual de CURSED en la plataforma? ¡SI! ¡OFICIALMENTE BLAIR Y SU HISTORIA TIENE UN AÑO CON NOSOTROS EN WATTPAD!
PD#2: Este capítulo quiero dedicárselo a mis dos DOS VALKIRIAS PREFERIDAS: debbie_cavill y Ale_Hielo. 👩🏻🦰💜👩🏽 Por su apoyo incondicional a la historia. Ellas aman a Blair tanto como yo, siguen la historia desde sus inicios y siempre están allí cuando necesito algún consejo, o solo para desahogarme de tantas cosas que tengo planeadas para el fic. 👊🏻🔥 Siempre estan alli. Y por eso quiero agradecerles con este capitulo. 🥺💜💫 Este va por ellas, mis valkirias. Muchas gracias, chicas. 💜🙏🏻
PD#3: Por si desean leer algo mas de ACOTAR, mientras esperan la siguiente actualización de CURSED, les recomiendo la historia de mi valkiria Ale (aka Ale_Hielo) se llama A COURT OF SHADOWS AND FLOWERS (Una Corte de Sombras y Flores) ⚔️👩🏻🦰🥀👦🏻🌌 y es un fic Gwynriel que estoy 100% que les gustará. Esta ambientado después de los acontecimientos de ACOSF y nos responde muchas dudas e incógnitas de los libros originales, ademas de que tiene su propia trama independiente, con un plot 100% original. Nuevos villanos, nuevas aventuras, nuevos peligros para la Corte Noche, antiguos peligros del pasado que regresan con intenciones de una revancha y mucho, mucho Gwynriel. 🥵🔥💜💫 Asi que, ¿Que estas esperando para pasarte por ella? Estoy segura que no se arrepentirán.
AHORAAAAA, ¡YO DESEO SABER SUS REACCIONES! Cuentenmeeeee:
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1. ¿Que les ha parecido el capitulo? ¿Creen que estuvo muy largo? ¿Les gustaria mas capitulos asi, o los prefieren mas cortitos?
2. De todas las cosas que descubrimos aqui, de todas las escenas que vimos en este capitulo, ¿Cual fue tu parte favorita?
3. ¿Habrias hecho algo diferente a Blair, encontrandose en su situacion? ¿Que seria?
4. ¿Enconstraste referencias de los libros originales en este capitulo? ¿Cuales? (He dejado varias pistas a lo largo de este)
5. ¿Que tal ese final? ¿Algura teoria?
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¡ATENTA A SUS COMENTARIOS! Me gusta leerlos.
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Y bueno, para no hacer esta nota taaan larga... ¡Hasta el próximo capitulo!
ATT: Lux. 💜🧡
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