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06: Silver bells and unexpected warnings.

Maraton: 1/2

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VOL. I | CURSED
E6T1: DEADLY LANDS
Campanas de plata y avisos inesperados
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 ━━━ AL DIA SIGUIENTE, fue el sol el lo que me despertó bien temprano... Y un codazo de Elain en mi costilla derecha. Gruñí, sacudiéndome inquietamente entre dos cuerpos delgados femeninos.

  Compartir cama se habia vuelto una tarea muy difícil con el paso del tiempo, cuando habíamos mudado nuestros cuerpos de infantes y nos habíamos convertidos todas en jovencitas maduras, así que se podría imaginar el reto que sería cuatro chicas en una sola cama, único objeto decorativo que habíamos conservado de la finca, perteneciente a nuestra madre. A pesar de nuestros cuerpos esqueléticos, era una incomodidad muy grande el despertar de cada día. Quizás por eso era la primera en levantarme siempre.

  Finalmente, entre empujones y quejidos, pude salir de la masa de brazos y piernas. Solté un suspiro exhausto, fijándome en como Nesta abrazaba el cuerpo de Elain, de una manera tan protectora como si temiera que le arrebataran a su pequeña hermana entre sueños. Tuve que tragarme el mal sabor de boca que me habia provocado ver ese gesto. Feyre, por otro lado, permanecía tan quieta como una momia en su esquina, con el cuerpo tenso. Ni siquiera dormida parecia estar en paz.

  Sin preámbulos, me prepare para la mañana movidita que íbamos a tener.

  Combine las ultimas raciones de bayas azules con pequeños trozos de cierva para el desayuno, pues no habia mas remedio. Con un poco de suerte, el dinero que recolectáramos hoy nos serviría para llenar un poco nuestras despensas. Debía recordar buscar a Hazel para una nueva recolecta.

  Papá fue el primero en aparecer por la cocina, con esa barba tan larga y desaliñada y los ojos hundidos por el sueño.

  Lo mire. La apariencia del gran Príncipe de los Comerciantes —como alguna vez habia sido llamado— se habia esfumado tan rápido como nuestro dinero. Ya no quedaba nada de aquel hombre bien vestido, con un porte propio de un lord y ojos ambiciosos, no. Y era una pena. Una tristeza que el hombre que alguna vez habia admirado y me habia mimado con libros de ilustraciones, el mismo hombre que me decía que no tenía que esconderme y me empujaba para que siempre tuviera la frente en alto, aun con las miradas extrañas que recibía... ahora estuviera en aquellas condiciones.

—El sol sale y tú ya te encuentras despierta. —Murmuro, sin emoción. Se acercaba arrastrando su pierna herida. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no mirarlo. Solo pude asentir, mientras seguía con mi trabajo— Me pregunto cómo puedes moverte por la casa tan silenciosamente.

  Años y años de práctica, Padre, Pensé para mí misma, pero tú no estabas en tus cien sentidos para poder darte cuenta ¿Cierto?

  Seguí colocando las bayas azules en los platos de cerámica, con tanta lentitud y esmero que me pregunté si aquello no lo hacía más para evitar centrar toda mi atención en él.

—Deliciosas bayas —Prosiguió, como si nada, mirando los platos que yo preparaba— Tan deliciosas como las que alguna vez Feyre trajo de casa de los Hale.

  Demonios.

  La pequeña fruta azul que habia estado sosteniendo rodo fuera de mi mano, rebotando en la mesa sin hacer ruido. Rápidamente la volví a coger y poner en su sitio. Pero demasiado tarde, mi padre se habia dado cuenta.

  Para mi mala suerte, nunca le habia revelado de donde sacaba las frutas y verduras cuando nos quedábamos sin suministros para nuestra mera supervivencia. Solo Feyre era la única que lo sabía, pues, se me habia hecho imposible ocultárselo cuando, prácticamente, era del granero de los padres de Isaac donde conseguía las provisiones. Isaac Hale, su pequeña aventura.

  Claro que habia llevado un regaño de su parte cuando se enteró, como también ciertas prohibiciones que me impedían volver al lugar. No obstante, cuando se dio cuenta que aun seguía yendo al granero, como cubre espaldas de Hazel mientras dejaba que ella hiciera el trabajo, desistió. Sabía que no me detendría. Además, la familia Hale estaba lo suficientemente estable para estar preocupándose por algunas bayas. No era precisamente ricos, pero podían sobrevivir a los crudos inviernos de la temporada. Y eso Feyre lo sabía.

  Mi padre, por otro lado, lo ignoraba. Como todo en particular. Me sorprendía que ahora estuviera dándose cuenta.

—Blair. —Mi nombre en sus labios sonó raro. Casi nunca me llamaba. Pasaba invisible a través de mis hermanas— ¿Estas robando?

  Robar... que feo sonaba.

  Le dirigí una mirada de soslayo, suficiente para haber visto su entrecejo arrugado, totalmente molesto ante la idea de que su pequeña niña estuviera robando para sobrevivir. Aquello me irrito más de lo que me hubiera gustado y, por un miserable segundo, la idea de reprocharle en su cara sobre lo que pensaba me pareció tentadora, pero no lo hice. Como siempre que abría la boca para dejar en claro mis pensamientos, terminaba acobardándome y simplemente me hice la sorda..., además de muda.

  Por suerte, Feyre apareció en escena antes de que mi padre tuviera oportunidad de insistirme sobre el tema. Lo que realmente era un alivio. Las dos comimos en silencio, observando como nuestro padre volvía a sumergirse en sus lagunas y pasaba completamente de nuestra presencia.

—Hoy tratare de vender las pieles en el mercado. —Soltó Feyre en mi dirección, metiéndose el ultimo trozo de cierva en la boca. La escuche— Creo que puedo conseguir que me den una buena suma de dinero por ellas..., pero si no es así..., tendremos que estirar el dinero lo máximo que podamos.

  Asentí, estando de acuerdo.

—Y con lo que paso anoche... —Me tense al darme cuenta que tocaba el tema de la noche anterior. Feyre suspiro— No hagas caso a las palabras de Nesta. Es una gruñona que no está contenta con su vida y por eso amarga la de los demás.

  Mastique despacio mi comida, sospesando su respuesta. Si, Nesta era una bruja cuando se lo proponía, pero eso no quería decir que lo que saliera de su boca fuera mentiras. Nesta Archeron podía ser un ser despreciable, pero no era una mentirosa. Sus palabras siempre eran crudas, filosas y heladas..., pero nunca eran mentiras.

—Blair... —Mire a Feyre, que me devolvía la mirada con calidez. Poso una de sus manos en mi hombro y dio un ligero apretón reconfortante— Eres una supernova, no lo olvides.

  Trague saliva con dificultad, pero termine asintiendo.

  Cuando me estaba colocando el abrigo con Feyre en la entrada, aparecieron Elain y Nesta, luciendo tan impotentes en sus vestidos de segunda mano. Por supuesto —me dije mientras las miraba— podían llevar saco de papas encima y, aun así, lucir como damas de la corte. Era increíble. A su lado, Feyre y yo instantáneamente pasábamos como indigentes salvajes, con nuestras botas descocidas, abrigo con agujeros y cabello revuelto. Sea lo que sea que las dos primeras hermanas hacían para lucir como de la realeza, les funcionaba.

  Feyre reprimió el impulso de ladrarles que se quedaran, pues su presencia —más que una grata compañía— se convertiría en un amargo paseo cuando comenzaran a insistir sobre que baratija costosa comprar luego de conseguir el dinero de las pieles. Porque si, era lo único que les interesaba; Dinero para gastar en quien sabía que cosas innecesarias.

  No me moleste en mirar a Nesta, como ella seguramente no se molestó en reparar siquiera en mi existencia mientras las cuatro nos movíamos por los caminos helados en dirección a la aldea más cercana. Las cuatro íbamos cubiertas por abrigos pesados oscuros, capuchas hasta la coronilla y guantes que impedían la entrada del viento helado a nuestros cuerpos. Yo iba detrás, de ultima, con Feyre a tan solo unos pasos frente a mí, y dejamos que el dúo real se embarcara en cotilleos cinco pasos más adelante, sobre chismes de aldea y pueblerinos solteros.

—Sonríe un poco, copo de nieve. —Me susurro Feyre, dándome un codazo juguetón.

  Yo lo intente, fallando inútilmente.

  La aldea no quedaba muy lejos de nuestro hogar; Casi a unos cuarenta minutos a pie, los suficientes para que Elain se quejara y Nesta resoplara con reprobación al tener que caminar largas distancias. Espetaban algo sobre los tiempos en los que usábamos carruajes para no tener que ensuciar sus zapatos... Ridículo; Por suerte, no tuvimos que escuchar sus lamentaciones por mucho tiempo. Entre arboles torcidos y un camino de nieve manchado de barro por los caballos y los carruajes, pudimos presenciar los primeros edificios de la aldea. Una aldea de tantas que cubrían el lado sur del continente habitado por humanos.

  Finalmente, pensé.

  En silencio y escondida entre mi capucha, observe como la aldea comenzaba a tomar forma a medida que nos acercábamos, hasta que abandonamos los arboles esqueléticos por las casas de piedra gris, tan tristes y sin color. Un pequeño pueblo carente de originalidad, vida y sonrisas, como siempre habia pensado desde la primera vez que lo habia visitado. Allí, las personas no salían mucho en estas épocas de invierno, solo lo estrictamente necesario, por comida y cosas necesarias para su existir. También los locales abrían; Pocos, pero lo hacían y algunos, como los comerciantes a los que Feyre se enfrentaría hoy, permanecían entre los rincones, a la espera de pescar algún estúpido con sus canciones de propaganda.

  El bullicio de la gente nos invadió nada más poner un pie en el camino de piedra que se extendía entre las casas grises, decoradas con capas de nieve encima de sus tejados. El aire helado sacudía con fuerza algunos carteles que guindaban sobre los locales más cercanos; Panadería, Carnicería, Herrería... Eran uno de los más visibles que pude divisar entre los cuerpos de mis hermanas. Y no paso mucho tiempo antes de que el olor a pan recién horneado invadiera nuestras fosas nasales, sacándonos a más de una un suspiro de satisfacción, deseo y uno que otro gruñido en nuestros estómagos, incluyéndome.

—¡Ahg! ¡Comenzamos con las miraditas otra vez! —Se quejó Nesta de pronto, tomando el brazo de Elain para acercarla protectoramente a su cuerpo— Blair, ¿Harías el favor de ocultar mejor tu cabello?

  Feyre frunció el ceño, molesta por aquella orden, pero yo ya estaba apretando la capucha a mi alrededor cuando mis ojos, cubiertos por aquellas molestas lentillas que difuminaban un poco mi visión, se detuvieron en la pequeña masa de personas que habían detenido sus rutinarios que aceres para echar miradas furtivas en nuestra dirección.

  Y como siempre que sucedía cuando yo estaba cerca, las personas comenzaron a murmurarse entre sí, mirando cada tanto hacia donde nos encontrábamos. Donde yo me encontraba. La mayoría intentaba disimular, pero los sinvergüenzas, aquellos que no temían ante nada, tenían el descaro de señalar a mis hermanas, como si de algún modo pudieran atravesar los tres cuerpos femeninos que me rodeaban y pudieran ver a través de ellas..., verme a mí.

  Fruncí los labios, encogiéndome mientras seguía mi camino. Instintivamente giré mi rostro hacia la derecha, y pude observar a lo lejos como una mujer dejaba de mirar unas telas de colores para echarme un ojo. Reprobación..., repulsión..., fue lo que pude apreciar en su mirada antes de que saliera despavorida de allí, lejos, muy lejos de allí.

  Resople.

—Ya que estamos aquí, Blair—Comenzó a decir Nesta, desviando mi atención—, deberías conseguir ese tinte para cubrir tu rareza y así no llamar tanto la atención, ¿No te parece?

—Cierra la boca, Nesta. —Espeto Feyre en mi defensa.

—No estoy hablando contigo. —Replico mi hermana mayor, de igual manera, volviéndose para mirarme con una ceja alzada— Créeme, te hago un favor diciéndote esto: Pasarías desapercibida si volvieras...

—Que la Luz Inmortal brille sobre vosotras, hermanas.

  Las cuatro nos dimos la vuelta ante aquella tranquila y melódica voz femenina. Yo habia reconocido aquel timbre armonioso, casi dulce, mucho antes de darme la vuelta, y seguramente mis hermanas también, a juzgar por sus músculos tensos.

  De todas formas, no pudimos contener la sorpresa y el disgusto al enfrentarnos cara a cara con los Hijos de los Benditos; Tontos fanáticos vestidos de un impecable color blanco, con coronas de flores en sus largas cabelleras y accesorios de plata tintineando en sus muñecas.

  Los adoradores de los altos faes.

  Fantástico.

  Eran muy pocos en nuestro lado del continente, no más que un puñado de ellos por pueblo. Eran raros, desesperantes, vergonzosos y estúpidos. «Una vergüenza para nuestra civilización», decían algunos. «Seres irritantes que jamás debieron nacer», decían otros. Y es que la mayoría detestaban a los Hijos de los Benditos por sus absurdas oraciones y palabras de adoración que les enviaban a sus dioses, los altos faes. Pues, para ellos, no eran los monstruos que nos contaban en las leyendas e historias de terror, no. Ellos creían que los altos faes e inmortales eran héroes, mucho más que héroes; Santos que nos habían salvado de una inminente destrucción. Seres benevolentes que se interesaban y se esmeraban por los humanos tanto como ellos a la hora de dar una predicación sobre ellos. Y no podían estar más equivocados.

  Era como si la guerra contra los Inmortales, como si las historias de nuestra propia especie siendo esclavizada por ellos y las infinitas muertes nunca hubieran existido. Solo con pensarlo, se me revolvía el estómago.

  Tontos. Estúpidos. Locos.

  La acolita del centro, quien parecia liderar el grupo, abrió ambas manos en una cordial y dulce bienvenida para que nos acercáramos a oír su voz. Pude observar, entre las masas de cuerpo de mis hermanas, como las pulseras de plata resplandecían ante la débil luz del sol.

—¿Tenéis un momento para oír la palabra de los benditos? —Hablo; Fuerte y claro, con una sonrisa que brillaba tanto como su apariencia.

—No —Espetó Nesta con ferocidad, mientras empujaba el cuerpo de Elain hacia adelante, en un intento de escapar— No tenemos tiempo.

  Si a la joven de cabello oscuro le habían herido las palabras de mi hermana mayor, simplemente no lo demostró. Aunque, a juzgar por como su sonrisa se tensaba y sus ojos brillaban, me pregunte: ¿Cuántas veces habían sido rechazados para dominar aquella calma tan escalofriante? Yo hubiera salido despavorida solo con una mirada fría de Nesta.

  Feyre me saco de mi ensoñación al empujarme hacia adelante, con claras intenciones de seguir a Nesta y alejarnos de los acólitos que seguían mirándonos con genuino interés.

—Un momento solamente —dijo la misma joven, y volvió a ponerse en el camino de Nesta.

—Ve a recitar tus estupideces de fanática a los tontos. No vas a encontrar posibles conversos por aquí.

  Cerré los ojos por un momento, implorando internamente que mi hermana contuviera su temperamento. Pero, al abrirlos, habia dejado de ver el rostro helado de mi hermana, incluso también el de la joven de mata oscura que seguía en sus inútiles intentos de que la escucharan.

  El simple movimiento que mis hermanas habían dado hacia adelante habia abierto una apertura que me dejaba a la vista el grupo de acólitos que, silenciosos, esperaban pacientemente detrás de la que yo suponía, era su líder. Allí, escondida levemente entre los abrigos de Feyre y Elain, podía ver con claridad sus ropas lisas, limpias, tan blancas como la nieve del bosque. Eran cinco y todos iban vestidos de manera similar, con los mismos brazaletes de plata y adornos tontos en la cabeza. Matas de cabello largo, como si nunca se lo hubieran cortado, descansaban en sus hombros y todos parecían absortos por la pequeña discusión que estaban manteniendo las dos mujeres frente a nosotras.

  Todos..., excepto uno.

  Era moreno, de estatura media. Tan delgado como la mayoría de los habitantes de este pueblo. Como sus compañeros, iba vestido de blanco. Tan limpio, tan brillante con sus prendas de plata adornándole el cuello y las muñecas. Un hijo de los Bendito como cualquier otro.

  Y estaba mirándome.

  Y... tuve que admitirlo, eso me asusto.

  Aparte los ojos en seguida, como un polluelo ocultándose de la mirada depredadora de un animal. Y como si pudiera ocultarme de lo que, yo suponía, habia llamado su atención. Me encogí entre la capucha del abrigo, cubriendo mi cabello de su vista. Si es que se habia dado cuenta de él.

—...Yo también viví en esa ignorancia hasta que escuché la palabra de los benditos. Crecí en una aldea muy parecida a esta, tan amarga y tétrica como esta. —La voz de la joven de cabello oscuro se alzó unas cuantas octavas, llamando de nuevo mi atención, obligándome a olvidar al acolito de mirada azulada— Pero hace un mes, una amiga de mi primo fue a la frontera; era nuestra ofrenda a Prythian y ellos la aceptaron. Ahora vive en medio de riquezas y comodidad, es la novia de un alto fae, y también puede pasaros a vosotras si os tomáis un momento para...

—Seguramente se la comieron —dijo Nesta, interrumpiéndola secamente—. Por eso no volvió.

  Me estremecí ante aquella idea.

  Nunca había visto de cerca de un alto fae, aquellas criaturas inmortales con aspecto humano que mandaban sobre todas en Prythian. Si los inmortales de por si causaban terror con sus variadas formas, tamaños, dientes y garras, un alto fae era considerado como la peor de sus especies, con sus amos encabezando la lista: los altos Lores. Y que uno de ellos se interesara en una humana... era absurdo, completamente absurdo. Esa chica, de la que hablaba la acolita, debía estar muerta, eso era seguro. Si no, ¿Por qué no volvía? ¿Por qué cualquier humano que se atreviera a cruzar el muro no lo hacía jamás?

—Nuestros amos benevolentes no nos harían daño, eso nunca. —Replicó la joven acolita, con un brillo feroz en los ojos mientras pasaba su mirada de Nesta a Elain, y de Elain a Feyre. Yo seguía oculta detrás de sus cuerpos—Prythian es una tierra de paz y riqueza. Si alguna de vosotras tiene la bendición de recibir la atención de uno de ellos, será feliz cuando viva allí.

  Pude prevenir como la mayor de mis hermanas se erizaba, lista para sacar sus garras afiladas y dejar clara su idea sobre lo bonito que podía ser Prythian, cuando Feyre intervino, colocándose delante.

  Pero sean cual sea las palabras que habia dicho mi hermana, quedaron insonorizadas cuando mi mirada viajo, una vez más, al acolito de piel morena. Ahora que Feyre se habia deslizado frente a Nesta, mi pared de protección contra las miradas curiosas habia desaparecido y me encontraba libre bajo su campo de visión, así como él lo estaba del mío.

  Y si, seguía mirándome.

  Lo extraño era su forma de hacerlo. Tan, pero tan extraño. Mientras que los aldeanos y cualquiera me miraba con repulsión, reprobación y casi con temor, aquel chico lo hacía con curiosidad, interés... y un brillo que no pude descifrar.

—No, no es una causa justa.

  Mis hermanas avanzaron. Nesta empujando el cuerpo de Elain y Feyre yendo detrás. Yo, por otro lado, seguía como piedra estancada en mi lugar, como si mis pies de pronto se hubieran sentido de plomo, pesados..., sin poder apartar la mirada de aquel joven acolito.

  Por un momento, pude sentir como el tiempo transcurría de una manera lenta, casi como en cámara lenta. Las voces de los demás acólitos que se habían acercado a su líder descendieron de volumen, hasta volverse en un murmullo intangible. El frio del invierno amenazaba con colarse en cada parte de mi cuerpo, sin importarle las protecciones que yo llevaba encima. Y mi capucha... era como si no la llevara encima.

  Me sentía descubierta bajo esos ojos azules.

  Y la sensación no me gustaba en lo absoluto.

—Blair, vamos.

  Feyre habia regresado a sacarme de mi extraña transición. Rompió el contacto visual que tenía con aquel chico, tomándome por el brazo para llevarme con ella casi a rastras hasta donde yo suponía, estaban nuestras hermanas esperando. Y yo la seguí, casi corriendo. Desesperada por salir de su mirada. Salir de aquel brillo extraño.

  Pero tan rápido que no lo vi venir, una mano se enrosco sobre mi muñeca, obligándome a detenerme y darme la vuelta. Era él, incluso antes de que su penetrante mirada se encontrase con la mía, supe que se habia tratado de él.

  Y lo que salió de sus labios me estremeció hasta la medula:

—Ten cuidado, él te está buscando.   























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Publicado: 27/04/2022
Correcciones: NO
Capitulo dedicado a: Nerea1232,  por sus increíbles comentarios a lo largo de este fic. Gracias, hermosa. ❤️




NA: ¡Hola de nuevo, querido lector!

━━━Espero de todo corazón que hayas disfrutado del primer capitulo de este maratón. No puedo expresar la grata sorpresa que me lleve cuando en dos días, DOS, el capitulo anterior llego a los 10 votos de un sopetón. Lo que normalmente ha ocurrido en un mes, paso en DOS DIAS y ando super eufórica. Saber que aprecian la historia me llena el alma. Me hace sentir de una manera increíble. Y me hace saber que los esfuerzos que le dedique a cada capitulo, los insomnios que me pegaba en las madrugadas para escribir... No eran en vano. Esta historia, como fic de ACOTAR, tiene potencial. Pero su crecimiento en la plataforma siempre será GRACIAS A USTEDES. Y por eso con mucho cariño les traigo este mini maratón votado y aprobado únicamente por ustedes.

  Antes de que pases al siguiente capitulo, no te juzgaría si lo hicieras... ¿Qué te pareció la ultima linea de este cap? Quiero saber que se te vino a la mente al terminar este capitulo ¡Me intriga mucho! Y pueden dejarme teorías al respecto. Venga, me encanta leer sus comentarios. 

Bueno, bueno, me callo...





¡Disfruta el siguiente capitulo!
ATT: Lux. 🧡

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