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03: Prey and Hunter.

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VOL. I | CURSED
E3T1: DEADLY LANDS
Presa y Cazador
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━━━QUE EXTRAÑO...

  Estuve cinco minutos más, mirando el lugar exacto en el que la bestia se habia perdido, así, sin más; Entre la blancura del bosque y sin mostrar algún indicio de amenaza contra mí, como si yo hubiera sido un árbol común en lugar de un apetitoso bocadillo. Mis ojos permanecían bien abiertos, atónitos, sin salir de mi estupefacción allí mismo.

  Pero mi corazón... mi corazón habia comenzado a latir de nuevo. Mis pulmones parecían haber aflojado el agarre y recibían el aire con facilidad. Mis músculos instantáneamente se habían relajado, sabiendo que el peligro habia pasado, pero ¿Qué habia sido eso exactamente?

  ¿El lobo... Sera posible que me hubiera dejado...?

  No.

  Negué con la cabeza en seguida, para mí misma. No. Imposible. No me permití pensarlo por un minuto más, ni siquiera en considerar una respuesta, pues aquello jamás podría tener sentido. No sabía si eran los restos del pánico en mi interior lo que hacía que actuara con tanta racionalidad de repente, pero me hice olvidarlo y simplemente seguí con mi camino. Sería lo mejor, al menos por el momento, mientras salía de aquel crudo invierno. Para aquel entonces, mi único deseo era encontrar a Feyre con vida, arrastrarla lo más pronto posible a casa y rezar toda la noche junto a mi cama, agradeciendo a los antiguos dioses por el obsequio de seguir respirando. Y mientras seguía caminando, con pies de plomo sobre la nieve, me prometí que nada más llegar, eso sería lo que haría.

  Cerré los ojos, levantando la vista al cielo e inhalé profundamente el aire helado del bosque. Como si fuera la primera vez. Y entonces fui empujada hacia la nieve. Todo el aire habia salido de golpe de entre mis labios y una mano, enguantada pero firme, me tapo la boca.

  Instantáneamente entre en pánico.

—¿Qué demonios, Blair? —Murmuraron en mi oído, con furia. Me detuve en seco. Feyre. Era Feyre. Juraría que mis ojos se habían comenzado a llenar de lágrimas. Pero, al apartarme del cuerpo de mi hermana y echarle un vistazo, supe que lo menos apropiado para la situación seria entrar en llanto— ¿Estas demente? ¿Qué estás haciendo aquí?

  Me encogí ante su tono. Feyre me miraba con ambas cejas fruncidas. Una expresión dura en el rostro pálido. La misma que mostraba cuando algo no le gustaba. Incluso allí, incluso ahora, cuando sus ojos se posaron en el arma que llevaba en la mano izquierda, pude sentir como estos destellaron con entendimiento y frialdad. Estaba totalmente disgustada; Enfadada, y con mucha razón. Aquella era la primera vez que me adentraba en el bosque... sin supervisión.

  Nunca entres al bosque —Me habia dicho ella alguna vez, en el patio de nuestra casa, los primeros días cuando habia querido cazar con ella y se habia negado— Jamás, sin importar el motivo, Blair. Nunca entres al bosque. Mucho menos sola.

  La expresión dura de Feyre se oscureció. Quizás también habia recordado esa orden. Una orden que yo deliberadamente habia desobedecido. Pero tenía que saber... Tenía que enterarse del motivo, de las razones que me habían llevado a ignorar sus antiguas palabras. Tenía que saber que lo habia hecho por ella, porque estaba preocupada por ella.

  Levante la flecha de fresno y se la mostré. Ella la miro sin cambiar el gesto y yo simplemente se la tendí, pero ella, por supuesto, no la cogió.

—La flecha de fresno. —Murmuro, con una tranquilidad que me horrorizo— Te metiste al bosque sin conocimiento alguno por las criaturas que podrían encontrarte, peor aún: Matarte, despedazarte y dejar la nieve con tus restos bañados en sangre... —Cada palabra fue filosa, tan filosa como la hoja de uno de sus cuchillos de caza— ¿Y todo eso por una flecha de fresno?

  Me encogí de hombros, alzando las manos en un gesto de resignación. Sabía que aquello era una respuesta insólita para todo lo que habia hecho, para el error que habia cometido, pero no sabía que más hacer. Hiciera lo que hiciera, el error se habia cometido. Nada me devolvería en el tiempo al instante en el que mis ojos habían captado la flecha de fresno en nuestra cocina, para poder reparar mis impulsivas acciones. Y parecia ser que Feyre lo sabía, por el modo que habia soltado un suspiro, como si no tuviera más remedio que seguir adelante con la torpeza de su pequeña hermana.

  Se levantó del suelo, soltando pequeños pedazos de nieve al sacudirse los pantalones. Cuando termino, me tendió una mano y me hizo una señal con la barbilla, en dirección al bosque.

—Vamos. Tenemos que buscar la cena de esta noche.

  Me impresionaron sus palabras. Tanto, que cuando estuve incorporándome, resbalé y por poco Feyre cae sobre mí. Ella me miro con ojos entrecerrados y yo inmediatamente pinte una cara impasible en mi cara, como si el hecho de que me hubiera invitado a cazar con ella, por primera vez en mis diecisiete años, no me hubiera impactado en lo absoluto. Aunque por dentro chillaba de la emoción.

  ¿Debía contarle del lobo?

—He estado revisando las trampas en el oeste... —Hablo ella, desviando mi atención hacia sus palabras. Ambas nos habíamos puesto en marcha y caminábamos juntas por entre el espeso bosque cubierto por hielo y escarcha— Pero no he logrado atrapar nada. Estamos en pleno invierno, así que la mayoría de las presas se esconden hasta la primavera. No obstante, habia esperado cazar algunos conejos. Te encontré cuando estaba a punto de revisar la tercera trampa. Lamento decírtelo hermana, pero haces demasiado ruido al caminar.

  Aunque sabía que lo decía en serio, sobre mi poca capacidad para pasar inadvertida cuando debía, sentía que detrás de sus palabras se escondía una decepción enorme.

  Habían sido dos semanas muy duras para ella, llenas de trampas que no lograban atrapar ni siquiera un canario. Que me dijera lo de los conejos no hacía más que encogerla aún más en la frustración del fracaso que estaba teniendo en la cacería. Y podía entenderla, siempre habia sido así en estas épocas invernales, donde hasta los mismos comercios de la aldea tenían problemas para abastecer sus locales. Pero, aunque faltaba poco para que el invierno llegara a su fin, la necesidad de sobrevivir no disminuía. Y eso era lo que más le preocupaba a Feyre. Era demasiada responsabilidad para una joven de diecinueve años. Lo sabía. Mi familia lo sabía y aun así...

—¿Alguien sabe que estas aquí? —Pregunto Feyre de pronto, caminando tan solo un paso frente a mí y con el arco desgastado en la mano. En su carcaj solo había dos flechas comunes, pues yo seguía sosteniendo la de fresno. Asentí con la cabeza, señalando algunas flores cerradas, cubiertas por toneladas de nieve, casi enterradas en ella, de color violeta. Alguna vez debieron ser hermosas, antes de que les cayera el invierno encima—¿Elain?

  Volví asentir. Por supuesto, porque nada mejor caracterizaba a Elain, que unas flores, su adoración desde que era una niña y habia arreglado el invernadero de la familia con sus propias manos.

—¿Alguien más?

  Negué con la cabeza.

—Bueno, conociéndola, seguro se lo dirá a Papa y a Nesta.

  Hice un gesto con las manos, como quien le quita importancia a algo. El mensaje perfecto para que pudiera entender que aquello era lo menos que me preocupaba, pues sabía que ninguno de los miembros de nuestra cariñosa familia se dignaría a pisar el bosque... Ni siquiera por nosotras. Y Feyre lo sabía, por el modo en el que me mostro una irónica sonrisa. Levanto ambas cejas y asintió.

—Lo que hiciste fue peligroso y estúpido. —Dijo, con menos seriedad, pero sin perder la firmeza en cada una de sus palabras— Lo sabes ¿No?

  Asentí. Observe como mis pies se perdían en la nieve con cada paso que daba, como si fuera lo más interesante que veía en mucho tiempo, solo para no encontrar su reprochante mirada.

—Podrías haberte encontrado con algún oso. Alguna bestia salvaje... Incluso con un inmortal.

  Me estremecí, recordando el gran lobo de pelaje gris y ojos dorados.

  ¿Cómo le decía que ya me habia encontrado con la muerte y habia salido viva sin que recibiera un regaño por ello? Era la primera vez que me permitía estar con ella en la cacería, por mucho que no tuviera alguna otra opción, y no quería que se preocupara más de lo necesario. Porque si, Feyre era tan sobreprotectora como yo cuando se trataba de nuestra familia. Si le decía lo de la bestia, quizás se acobardaría y me llevaría de regreso a casa. Entonces, ¿Cuándo le demostraría que era totalmente capaz de hacer lo que ella hacia?

  No, no podía decírselo. No ahora.

  Volví a encogerme de hombros como respuesta. Y ella no volvió a insistir con el tema. Menos mal.

—Tampoco te has puesto guantes.

  Observe mis manos, pálidas y resecas por la baja temperatura. Fruncí el ceño mientras observaba como unas pequeñas ronchas habían comenzado a sobresalir por entre los dedos y los nudillos, como cuando están mucho al tiempo al sol y estas comienzan a pelarse. En mi situación, era el frio lo que las habia puesto así. Ni siquiera habia sentido como estas comenzaban a adormecerse por el frio. Así de distraída me habia encontrado todo ese tiempo. Solo cuando moví los dedos que seguían sosteniendo la flecha y sentí el hormigueo, pude darme cuenta de lo grave que habia sido salir de casa sin la protección necesaria.

  Suspire.

  Feyre solo soltó una carcajada.

  Y entonces la carcajada se cortó, siendo remplazada por un silencio absoluto. Un silencio total que ni siquiera el viento era capaz de romper. Un silencio que te revolvía las tripas por lo exasperante y lo pesado que se volvía el ambiente.

  Feyre habia dejado de moverse, causando que chocara con su cuerpo por no haber prestado atención a sus movimientos. Y cuando quise ver por encima de su hombro lo que habia captado su atención tan bruscamente, me empujo una vez más a la nieve, a los pies de un árbol lleno de arbustos.

  Aquello me habia tomado tan desprevenida, que no equilibre mis movimientos y termine resbalando entre nieve y hojas. Incluso algunas se habían colado en mi boca cuando ahogue un grito de sorpresa. Me sacudí con fuerza, tratando de quitar el cuerpo de mi hermana de encima y tosiendo nieve, y quien sabe que otra suciedad del bosque.

  Pero mi hermana me tapo la boca, logrando así que me detuviera. Le lance una mirada envenenada y esta fue respondida por una más fría. Feyre me hizo un gesto con las manos, para que guardara silencio y me señalo con la barbilla algún punto lejano, por encima de mi hombro. A regañadientes me volteé y entre árboles, arbustos grandes, rocas y nieve, no muy lejos desde nuestra posición, pude apreciar lo que habia captado su atención desde un principio. La causa de nuestra barrida al suelo.

  Una cierva.

  Mi estómago rugió. Mis ojos se abrieron de par en par.

  Mire de nuevo a mi hermana, que me lanzaba una mirada de advertencia y me hacia una señal con su dedo para que no causara ni el más mínimo ruido, o de lo contrario nuestra presa se esfumaría.

  Pero yo no podría emitir sonido alguno, ni, aunque hubiera querido. Era increíble. La primera cierva que veía en todo un año. Feyre solo cazaba conejos y algunas ardillas, lo que nos habia servido para no irnos a la cama con los estómagos vacíos, pero... El sabor no podría comparársele con el de esos extraordinarios animales. Empezando con el tamaño. Una de ese tamaño nos duraría al menos dos semanas, si teníamos cuidado. Podríamos comer hasta saciarnos y luego podríamos vender partes de las pieles para conseguir algo de dinero, y así comprar algo de pan de la aldea. Quizás hasta un poco de queso. Si, podíamos hacer tantas cosas con una cierva así en casa. Sería como llevar diez conejos.

  Solo con pensarlo se me hacía agua la boca.

  Escuche el sonido de una flecha siendo despojada de su carcaj, cuando el cuerpo de mi hermana se tensó. Y ni siquiera tuve que mirarla para saber que habia empalidecido. No por la cierva. No por la nieve. Otra cosa se habia movido por entre los árboles, algo enorme y oscuro que se acercaba también hacia la cierva, tan sigiloso que ni la nieve parecia resonar ante su paso. Y entonces algo dorado resplandeció entre la blancura del bosque.

  Que me lleve el diablo.

  Era el lobo grande de pelaje gris.

  Sentí la mano de Feyre tomarme con fuerza el hombro, como si con eso pudiera asegurarse de que seguía con ella, viva. Y juntas contemplamos como la gran bestia de colmillos gigantes se agazapaba por entre la nieve, a unos pocos metros de distancia, con la pequeña cierva como único objetivo. Ni siquiera el hecho de saber que no nos habia visto era suficiente para calmar mis alocados ritmos cardiacos, que al percatarse de la situación se habían disparados de una manera casi anormal. Podía apostar que Feyre estaba en la misma situación. Pero ella ocultaba mejor sus expresiones, porque cuando la mire por encima de mi hombro, una máscara impasible adornaba su rostro.

  Le hice un gesto de manos.

  ¿Y ahora qué?

  Ella entendió mis señales, pero no hizo ningún amago en responderme. Volvió a fijar sus ojos en el poderoso animal, calculando tal vez la posibilidad de huida. Tal vez se preguntaba qué tan rápido podíamos correr antes de que la bestia nos interceptara. Tal vez se lamentaba por el hecho de que habíamos perdido una buena presa por culpa de aquel lobo, pues era un hecho que ya no era nuestro, no con semejante cazador a nuestro lado. Yo lo estaba haciendo, pues dudaba que la suerte milagrosa de los antiguos dioses había tenido conmigo antes, se repitiera.

  Pero Feyre me sorprendió, arrebatándome la flecha de fresno de la mano.

  La mire como si le hubiera salido una tercera cabeza. Pero ella me ignoro, ajustando la flecha en el arco, preparándose para lanzarla en dirección al animal que, con cada segundo que pasaba, se iba acercando más a la cierva, que seguía sin percatarse de sus dos posibles cazadores y seguía masticando la corteza de un árbol. Supe lo que estaba intentando hacer antes de que disparara la flecha, lo supe por el modo en el que sus ojos se incendiaban en llamas, con un odio infinito como si lo que viera en ese claro no fuera un lobo común. Y es que quien viera el semejante tamaño del animal dudaría que fuera alguna criatura corriente. Por lo que era entendible si pensaba que mi hermana, Feyre, veía a la bestia más como un inmortal que como un lobo común. Yo misma también lo habia dudado.

  Y entonces la flecha salió disparada del arco, justo cuando el lobo habia saltado hacia la cierva y la hacía pedazos con sus dientes.

  Un alarido resonó por todo el bosque, cuando la flecha de fresno se hundió en el flanco del lobo, arrebatándole desgarradores ladridos de dolor que por un momento me hicieron estremecer, y no por el miedo. No obstante, Feyre habia cumplido con su cometido y el lobo, ante el ataque, habia soltado el cuello de la cierva, posiblemente muerta a juzgar por el charco de sangre que habia adornado la nieve bajo sus cuerpos, además del ángulo antinatural que esta poseía al momento de caer.

  ¡Duele, duele, duele, duele!

  Me tense en mi posición cuando escuche esas palabras, resonando con fuerza dentro de mi cabeza.

  ¡Ahg! ¡Por el amor al Caldero, como duele!

  Y allí estaba de nuevo. Me erguí entre la nieve, con los ojos como platos ante el inesperado descubrimiento. Era una voz. Una voz que no era la mía la que gritaba con dolor en mi cabeza, con un sufrimiento que me llego hasta el alma, haciéndome temblar de pies a cabezas.

  Y podría jurar, con certeza, que provenía del gran lobo gris.

  Por la madre tierra...

  Lance una mirada a Feyre, con el pánico carcomiendo cada miembro de mi cuerpo, pero ella no me miraba. No lo hacía. Parecia no haber escuchado lo que yo escuche, o de lo contrario no estaría tan tranquila, mirando el lobo herido sin alguna expresión en el rostro, pero ¿Por qué entonces yo si lo habia oído?

  ¡Duele, duele, duele! ¡Como duele!

  Como un resorte, dirigí mi vista hacia el lobo que, para aquel entonces, se encontraba levemente arrodillado en la nieve, aullando de dolor con la flecha de fresno aun enterrada en su cuerpo. Aullaba, ladraba y se sacudía. Movía sus patas delanteras como si quisiera quitarse la flecha de encima, pero no podía. Y ver esa agonía... Ese sufrimiento... No sabía cómo explicarlo, pero no podía sentirme bien con ello. Por mucho que fuera una bestia salvaje, hecha para cazar animales como la cierva o bocadillos más extraordinarios como el ser humano, no evitar sentir algo de empatía por su situación. Sabía que estaba loca, Feyre me lo diría, pero no podía seguir mirando a aquel animal muriéndose... Simplemente no podía.

  Y entonces el lobo miro a Feyre.

  Oh, bueno, eso me habia parecido al principio, porque al detallar muy bien la dirección en la que iban dirigidos sus ojos dorados, pude percatarme que en ningún momento habia mirado a mi hermana. No miraba el arco, no miraba el arma que habia lanzado la flecha que ahora lo estaba matando. No. Él no estaba centrado en eso.

  El solo me miraba a mí. Y mi corazón dio un vuelco cuando unas palabras, llenas de dolor, desesperación tristeza, pero con un poco de algo parecido al alivio, llenaban cada rincón de mi cabeza, como si se hubiera tratado de unos de mis pensamientos. Pero estos pertenecían a un macho.

  Quítame este dolor, Blair.

  Me estremecí. Realmente pude sentir como la sangre abandonaba mis mejillas, mientras veía como el lobo agachaba su cabeza, sin quitar su mirada penetrante de la mía. Y tal vez serian imaginaciones mías, causadas por esa voz en mi cabeza, pero una mueca de dolor adorno cada una de sus facciones lobunas.

  Escuche el sonido de una flecha nueva, siendo puesta con firmeza en un arco y se sintió como si despertara de un sueño. Aparte la mirada de aquellos ojos dorados y centre mi atención en Feyre que, por todos los cielos, seguía sin mostrar indicios de algún sentimiento ante la visión que tenia de frente y se preparaba para lanzar una de sus flechas comunes, quizás para darle fin a la vida del gran lobo.

  Al darme cuenta de lo que hacía, me gire en redondo, logrando que la flecha saliera disparada hacia la cima de uno de los arboles cercanos a la bestia herida. El corazón me palpitaba a toda prisa y yo no sabía lo que estaba haciendo o porque habia reaccionado de aquella manera, pero me habia movido con intenciones de hacerle fallar ese tiro.

  Y ella lo supo, por la manera en la que me lanzo una mirada de muerte.

—¿Qué demonios estás haciendo, Blair? —Me susurro con los dientes apretados, irguiéndose del suelo y preparándose para lanzar la última flecha que le quedaba.

  Yo lance una breve mirada a su objetivo, el lobo, antes de lanzarme hacia ella, arrojándola al suelo. Ella soltó una palabrota, sacudiéndome de encima, pero aun con la flecha en la mano. No habia logrado dispararla, y no sabía porque aquello me producía cierto alivio.

  Estaba loca.

—¡¿Estás loca?! —Rugió ella en mi dirección, como si estuviera leyendo mis pensamientos, sin molestarse en moderar su tono de voz mientras me daba un empujón y volvía a sostener el arco, que por el impacto se habia caído al suelo— ¡¿Qué crees que estás haciendo?! ¡Vas a causar que esa cosa nos mate si no lo matamos primero!

  Mire el lobo una vez y luego la mire en ella, respirando frenéticamente. Tal vez tenía razón y lo que estaba haciendo era una estupidez. Tal vez era una locura que quisiera evitar la muerte de uno de los depredadores más peligrosos del bosque. Y si no era un lobo común, cosa que ya habia comenzado a dudar con lo que habia escuchado segundos antes, talvez estaba evitando la muerte de un Inmortal. Criaturas que por siglos habían sometido a los humanos como esclavos y se habían divertido matándonos, cazándonos, convirtiéndonos en su entrenamiento y quien sabe que otro tipo de horrores. Aquello habia sucedido hace más de quinientos años, antes de que se firmara el tratado que nos mantenía separados por medio de un muro encantado. Pero, aun así... Algo dentro de mí no quería que aquella bestia muriera. No así, no de aquella manera tan sangrienta y cruel. No tenía corazón para ver como aquellas flechas se enterraban en su piel, robándole el último suspiro de vida. No cuando me habia mirado de esa manera, como si suplicara que lo hiciera.

  No.

  ¡Duele, duele, duele! ¡Quítame este dolor, Blair!

  No.

  Mire a mi hermana y con una decisión que nos sorprendió a ambas, le arrebate el arco de las manos. Pero ella habia sido más rápida que yo, además de que contaba con una habilidad y destreza que se remontaba con los años de práctica en aquel bosque. Volvió a tirarme a la nieve con un empujón y, tan rápido como habia obtenido el arco, así de rápido esta habia desaparecido para volver a las manos de Feyre.

  Preparo la flecha.

  ¡No!

  Me levante rápidamente y le corte la visión, interponiéndome entre el lobo herido, que seguía dando ladrillos de dolor, y la flecha. Feyre me miro con ambos ojos abiertos, con una frustración que siempre habia visto con mis hermanas, pero nunca en mi. La estaba sacando de quicio, de eso no tenía duda. Pero tenía que proteger al animal, algo me empujaba ayudarlo. No sabía que era lo que me incitaba actuar de esa manera, pero de lo que si estaba segura era en mantenerlo con vida.

   Pero mi hermana no compartía ese pensamiento.

—Blair, muévete. —Ordeno, en un tono que me decía lo mucho que se estaba conteniendo para no lanzarme alguna maldición.

  Yo simplemente negué con la cabeza.

—Muévete, Blair. No pienso repetirlo.

  Volví a negar.

  Ella me miro, por un largo minuto que me pareció una eternidad. Seguro estaba buscando alguna explicación de mi extraño comportamiento a través de mi mirada, tal vez se preguntaba del porqué de mi repentina acción benevolente hacia el animal. Ella sabía lo mucho que habia querido cazar con ella, matar presas con ella, ayudarla en esa tarea. Supongo que ahora le confundía que quisiera proteger la vida de una. Y era irónico, incluso para mí, porque hasta hace unos segundos yo también me habia preguntado lo mismo, ¿Por qué? ¿Por qué ahora? ¿Por qué el lobo? Había tantas preguntas en ese momento y tan pocas respuestas para alegrarme que sentía que, en cualquier momento, tocaría fondo y me haría un ovillo en la nieve, solo para despejar mi mente de tanta acción en un día.

—Lo siento, Blair.

  Feyre no me dio tiempo a replicar. Ni me dejo articular algún gesto con las manos cuando me lanzo a la nieve, por tercera vez en lo que iba de la tarde y me mantenía presa allí con su bota, puesta encima de mi espalda para que no pudiera moverme.

  Y entonces la flecha fue disparada. Y pude sentir, por un segundo, como mi corazón habia dejado de latir. Incluso los sonidos del bosque, la nieve y el viento habían hecho una pausa cuando el gran lobo gris emitía su ultimo aullido de dolor, ante algo que se le habia desgarrado por causa de la flecha. Ni siquiera en mi posición podía ver en qué lugar exacto habia sido el impacto, pero seguramente habría dolido, por semejante sonido. No pude contener las lágrimas, ni, aunque hubiera querido. Estas comenzaron a salir sin permiso y se derramaban por mis mejillas. Heladas y en silencio, como el bosque.

  Me levante de suelo, quitándome con brusquedad la bota de Feyre de encima. Solo entonces pude ver lo que habia hecho, el lugar exacto en el que habia dado la flecha. Solo entonces me permití llorar con libertad, ante la triste y muy desgarradora visión que tenía en frente.

  La cierva yacía muerta, como habia sospechado desde un principio. Pero encima de ella, se encontraba el gran lobo de pelaje gris que en algún momento me habia dejado vivir. Una bestia que, de haber querido, me hubiera desgarrado con sus dientes y hubiera dejado todos mis miembros repartidos por la nieve, pero que por alguna extraña razón que aun desconocía, habia preferido ignorarme, como hubiera ignorado a uno de los suyos. Como quien le perdona la vida y le da una segunda oportunidad. Y yo no pude devolverle el favor. No pude protegerlo cuando debía. Justo allí, justo ahora, mi corazón desvaneció entre mis pies, al verlo allí, tirado en un charco de sangre con dos flechas incrustadas en su cuerpo.

  Una en su flanco.

  La otra en su ojo.

  Fue en ese preciso momento que sentí como algo se rompía en mi pecho y una decepción enorme ocupaba su lugar.

—Vamos.

  Ignore la orden de mi hermana. Pero vi como ella se acercaba a ambos cuerpos con decisión, sin inmutarse ante la sangre. Ella reviso el cuerpo del lobo y saco las dos flechas sin compasión, sin cambiar un poco la expresión de su rostro. Solo para entonces, con su cuchillo, rebanar una parte de la su piel peluda, como si se tratara de un simple trozo de carne de res.

  Inmediatamente me dieron ganas de vomitar.

  Me di la vuelta, no queriendo ver como seguía mutilando aquella bestia. Solo entonces me permití ver el estado real en el que me encontraba; con ambas manos temblando, las piernas como gelatina y el rostro bañado en lágrimas que no cesaban ni porque me obligara. Era un milagro que aun siguiera de pie, con aquella sensación de estar en arena movediza. Detrás de mi pude escuchar sonidos, sonidos perturbadores que con todas mis fuerzas tuve que ignorar, borrar de mi memoria, aunque sabía que sería una tarea complicada. Claro que lo sabía.

—¿Blair?

  Gire el rostro un poco, para poder ver a mi hermana por encima de mi hombro, no queriendo ver más allá, al cuerpo inerte del lobo gris. Sin embargo, pude ver a Feyre con un bolso enorme colgando de su hombro, chorreando pequeñas gotas de sangre que pintaban el suelo nevado. La cierva, supuse.

—Blair, era una bestia salvaje. —Murmuro Feyre, como si con eso quisiera explicarme las razonables razones por la que habia hecho aquella cacería, como si con eso pudiera aliviar un poco la tristeza que cargaba encima, como toneladas de ladrillos encima de mi espalda. Simplemente me quede en silencio— Tarde o temprano, si no lo mataba, podría habernos matado a nosotras. Te hubiera atacado de haber tenido la oportunidad, no lo olvides. Está en sus instintos ser asesinos por naturaleza.

  Asentí, tragándome las lágrimas saladas que seguían corriendo sin detenerse. Recordé la mirada del lobo antes de morir, como me habia mirado con algo parecido a la simpatía. Recordé como me habia mirado en ese claro, con una curiosidad brillantes en sus ojos dorados. Recordé entonces como se habia ido, dándome la oportunidad de vivir un día más.

  Si tan solo supieras, Feyre...
























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Publicado: 16/03/2022
Correcciones: NO
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NA: ¡Hola de nuevo, querido lector!

━━━Aun faltaba un voto para poder continuar con esta parte, pero es que se me hizo difícil esperar cuando, el día de hoy, entre a la plataforma y ¡Me lleve la grata sorpresa al ver que CURSED habia llegado a las 500 leídas! De verdad, ¡Que emoción! ¡Muchas gracias por la oportunidad que le están dando a la historia! ¡Gracias, Gracias, Gracias! Así que como recompensa por ello ¡Actualización!

  Y bueno, regresando al capitulo... Que fuerte ¿No? Este es uno de los capítulos que mas emociono al escribir, porque tiramos otra bomba de misterio en la vida de nuestra querida Blair, un paso mas para poder entrar a la acción de verdad ¿Por qué crees que pudo escuchar la voz del lobo en su cabeza? ¿Te está gustando la historia hasta ahora? ¿Que piensas de Blair con lo poco que llevamos leyendo de ella?











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