01: The sacrifice of the poorest.
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VOL. I | CURSED
E1T1: DEADLY LANDS
El sacrificio del mas pobre
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━━━MIS OJOS OBSERVARON CON APURO EL BURBUJEO DE AGUA COMO, si de alguna fuerza divina se tratase, fuera a hervir mucho más rápido. Inútil, lo sabía. Habia visto la llama que bailaba debajo de la hoya oxidada, tan pequeña como un durazno. Aquello no iba a funcionar, estaba segura.
Resoplé.
Debí haberle hecho caso a Feyre sobre no dejar que mis hermanas mayores malgastaran lo poco de leña que habia en la casa. Si hubiera evitado que Nesta hiciera esas estúpidas mascarillas de sábila tal vez, solo tal vez... No me encontraría allí afuera, mirando como una estúpida como el agua se calentaba con una maldita lentitud desesperante. Y, por supuesto, el frio clima de invierno no me estuviera matando hasta los huesos.
Me lleve ambas manos a la capa que llevaba puesta, estrujándola un poco más a mi alrededor en un intento de conservar el calor. Habia sido un obsequio de Feyre hacía ya dos veranos, cuando habia conseguido un poco de dinero extra con alguna de sus presas. No era nueva, por supuesto, con suerte lo habia conseguido en una de esas tantas ventas de remate que hacían en la aldea cuando querían deshacerse de algo rápidamente, pero cumplía con su objetivo: Protegerme de las bajas temperaturas de la temporada.
De pronto, mis manos fueron a parar en mi adolorido estómago..., totalmente vacío desde la noche pasada.
Nesta habia picado la última hogaza de pan en el almuerzo, y ni siquiera eso habia podido satisfacer el hambre que mi padre y mis hermanas llevábamos sufriendo desde la última semana. La carne ceca que habia conseguido Feyre también se habia terminado, dejándonos simplemente con agua caliente para amortiguar nuestros ruidosos estómagos mientras mi hermana mayor se arriesgaba todas las mañanas en el bosque, en busca de alimento para nuestro su existir.
Aun recordaba la primera vez que ella se habia ido a cazar en aquel tétrico bosque, lleno de quien sabe que criaturas que podrían ponerle los pelos de punta a cualquiera. Recordaba que habia terminado lo último de dinero que nos quedaba. No teníamos comida, mi padre estaba sumido en una tristeza que parecia no tener fin y Nesta y Elain, mis otras dos hermanas, estaban tan sumidas en sus necesidades innecesarias que no pusieron ninguna objeción para que Feyre no arriesgara su vida de aquella manera. De hecho, se habían encontrado muy conformes ante la idea, al menos Nesta lo parecia. Yo habia sido la única que se habia levantado en protesta, suplicando con la mirada que no lo hiciera, con un temor inmenso por ella.
Pero Feyre no era de las que miraban hacia atrás. Y no tardó mucho en ponerse encima aquel cuchillo de caza y salir por la puerta trasera con un arco viejo en la mano. Ni siquiera me habia dejado acompañarla cuando le habia ofrecido mi ayuda. Tal vez pensó que mis nulas habilidades de cacería le estorbarían durante el trayecto, o que mis torpes pies harían el suficiente escandalo para espantar todas las posibles fuentes de comida... O quizás simplemente no veía en mi a una persona que pudiera matar sin sentirse culpable luego... No lo sabía. Pero sea como sea, me habia herido mucho su rechazo.
Y todos los que vinieron después cuando lo intente.
Un suspiro salió de entre mis labios cuando, finalmente, tres burbujas ascendieron desde el fondo de la espantosa hoya. Con un poco de suerte, estaría lista para Feyre pronto. Sabía lo mucho que detestaba bañarse con estas espantosas temperaturas. Por lo que todas las mañanas, antes de que despertara, le preparaba un balde de agua caliente para levantarle el ánimo. Sabía muy bien que aquello no podría compararse con el riesgo que ella tomaba por nosotros, todos los días, pero era un calmante para mis preocupaciones, una distracción que yo tomaba para no pensar en que tal vez, algún día posiblemente, ella no regresaría.
Y es que una persona debía estar totalmente desquiciada para meterse en los bosques de aquella manera. Solo pensar en las leyendas que nos contaban de pequeñas, sobre tierras sagradas cubiertas de magia, donde nuestros antiguos dioses vivían a tan solo dos días de viaje... Mi cuerpo se estremecía de miedo.
— ¿Alguna vez duermes? —Escuche que me decían a mis espaldas—. Bueno, ahora se entiende el por qué siempre pareces tener una expresión de muerta viviente durante las mañanas... ¡Como si el cabello no fuera suficiente!
Casi inconscientemente, mis dedos fueron a parar en un mechón de mi cabello, tan blanco como la nieve que brillaba bajo los escasos rayos del sol. Hermoso para muy pocos, un presagio de muerte para muchos. Una maldición, como habia escuchado murmurar en casi toda la aldea.
Me gire en redondo, encarando a mi hermana mayor, Nesta. La dulce, dulce Nesta. Tan dulce como un limón cubierto por toneladas de sal, ¿hermosa? Si, ¿Elegante? Por supuesto, aun con esos harapos viejos... ¿Irritante? Claro que sí, sin ninguna duda.
Para nadie en la aldea era un secreto que los Archeron —Nuestro apellido— habían sido una de las familias más ricas del continente sur, con una mansión que podría fácilmente confundirse con un castillo; Jardines inmensos... personal hasta para cepillarte los dientes... y todo tipo de comodidades para la gente de la alta sociedad. Mis hermanas mayores eran las niñas más elegantes de nuestra clase, con modales inculcados por nuestra gran señora madre. Una mujer que siempre tenía una sonrisa para sus amigos y su marido, pero nunca para sus hijas. Siempre elegante, con diamantes enormes adornando sus ropajes y una mirada que te atravesaba hasta el alma.
Supongo que fue una suerte que esa terrible enfermedad se la llevara meses antes de nuestra caída, cuando perdimos todo aquello que mis hermanas y padre consideraban como sinónimo de felicidad; barcos, dinero, amistades influyentes, sirvientes, posesiones valiosas... Pero, sobre todo, el respeto; Respeto por parte de todos quienes nos conocían.
En solo cuestión de meses, los Archeron, una familia cuyo prestigio se remontaban durante generaciones, habían pasado de ser importantes, a sobras insignificantes. Y mi padre y mis hermanas habían sido los más afectados por ello. Feyre y yo, que no podíamos tener más de diez años durante esa época, apenas si recordábamos como era nuestra vida antes de caer en la bancarrota.
Así que no me extrañaba nada que Nesta tuviera esa asquerosa actitud de princesa insufrible. Antes, ni se hubiera molestado en hablarme directamente. Ella hubiera mandado a un criado, solo con la excusa de que su tiempo era demasiado valioso para desperdiciarlo conmigo. Por alguna razón que aun desconocía, era su hermana menos favorita, después de Feyre.
— ¿Qué? —Nesta insistió, ante mi silencio, devolviéndome a la realidad de un solo golpe. Una ceja perfectamente depilada hacia arriba y los labios carnosos fruncidos en una fina línea— ¿No piensas decir nada? ¡Oh, por supuesto! Se me olvidaba que no hablabas. Fantástico.
Ni siquiera me dirigió una segunda mirada cuando se adentró de nuevo a la choza, con el mentón en alto y el caminar de una reina sin trono. Solo entonces me permití soltar todo el aire que habia estado reteniendo y levantar mi mano en un gesto vulgar hacia el lugar donde habia estado segundos antes, con la ira reflejada en mi mirada.
A veces, la simple idea de dejarla amarrada en un árbol del bosque, entre aquellos depredadores sedientos por carne humana, me parecía una maravilla.
El agua finalmente hirvió, y me puse manos a la obra antes de que Feyre despertara.
Todas las mañanas, antes de que la pobre saliera a cazar, le preparaba una canasta con provisiones para protegerla del frio. Mantas de mas no le habían venido mal, tampoco unas botellas de agua caliente que reservaba y envolvía en gruesos paños para impedir que se congelaran. En algunas pocas ocasiones, también me habia dado el lujo de meter un poco de comida, sabiendo lo hambrienta que se encontraba luego de ocho horas entre la nieve. Sin embargo, ante la escasez que estábamos sufriendo, no habia tenido más remedio que meter unas pocas bayas azules que habia recolectado con Hazel la tarde anterior, cuando juntas nos habíamos escabullido en la granja de los Hale. Aquello habia sido un pequeño robo piadoso, necesario. Pero si comparábamos lo que me habia llevado con lo que el señor Hale guardaba en sus almacenes pues...
—Siempre despierta cuando sale el sol ¿He? Por favor no me digas que recibiste otro puñetazo de mi parte.
Estaba vertiendo el agua caliente en un balde cuando Feyre finalmente apareció, apoyándose en el umbral de aquel minúsculo baño. Desaliñada, la ropa de dormir arrugada y una expresión que pedía a gritos que la regresaran a la cama. Los pequeños —y casi inexistentes— rayos de sol que atravesaron la ventana torcida se reflejaron en su cabello, de tonalidades que iban entre el castaño y el rubio, resaltando así sus ojos, cuyo color era el mismo gris azulado que alguna vez habia poseído nuestra madre.
Le sonreí con la boca cerrada, terminando en verter el agua y apartándome de inmediato. Mi dedo índice señalo el balde y pude ver como una expresión de gratitud se formaba en su rostro.
—Eres la mejor... Lo sabias ¿No?
Me encogí de hombros.
Mientras se duchaba, empaque a toda prisa sus cosas: Mantas, agua caliente, comida, sogas de caza... y sus preciadas armas. Básicamente solo usaba dos cuchillos especiales para la tarea, con un arco y flechas viejos que habia conseguido en el mercado alguna vez, cuando aún nos podíamos permitir algo de dinero para gastar en esas cosas. Habia sido usada por un cazador antes, según lo que habia dicho Feyre cuando habia llegado a casa, emocionada. Yo habia sido la única interesada en el tema, Elain estaba muy ocupada apreciando sus nuevas semillas para darse cuenta del brillo en la mirada de nuestra hermana; Nesta amaba tanto la caza como la idea de bañarse en fango y nuestro padre... Bueno, su expresión no se habia movido un apique cuando sus ojos se habían posado en ella.
Fruncí los labios ante el recuerdo.
Feyre salió del baño con su túnica puesta y el cabello goteando sobre la madera rechinante. Instantáneamente me apresure en guardar sus flechas en el carcaj y posar todas sus cosas sobre la mesa de la cocina, que generalmente usábamos para comer, cocinar e, incluso, trabajar. Lave mis manos con una toalla húmeda antes de dirigirme a la pequeña hoguera que usábamos para calentarnos. Me fije en los cuatro pequeños troncos fríos y secos que quedaban en aquel solitario agujero.
No sé por qué creí que Nesta haría parte de su trabajo, ella detestaba cortar leña, como todo tipo de trabajo doméstico.
Soltando un bufido, encendí un pequeño fuego en casa, para calentar un poco el ambiente tan friolento que comenzaba a estremecerme hasta la columna vertebral. No quería saber cómo se estaba sintiendo Feyre después de aquel baño. Al menos el fuego era un poco más decente que el que habia hecho afuera, un poco más concentrado en comparación de aquella llamita. Tal vez no calentaría del todo aquella choza, pero si haría algo contra las intensas corrientes de aire que comenzaban a colarse por entre las ventanas. O al menos eso esperaba. '
Decidí entonces sentarme en el único mueble de la casa. El que siempre era usado por nuestro padre para meditar, descansar o para tallar sus preciadas figuras de madera. Un hobby que habia obtenido luego de la muerte de Mamá, o como yo le habia llamado alguna vez en mi cabeza: Una distracción para no tener que enfrentarse a nuestra cruda realidad. Porque, claro, ¿Qué mejor manera de evitar la pobreza, el pasado y a tus hijas que tallando figuras de madera inservible?
Metí la mano debajo del mueble, rosando con la yema de mis dedos el polvoriento suelo debajo de este. A tientas busque entre pelusas, tierra y restos de madera mi tesoro más preciado. Y cuando mis dedos se abrazaron sobre una cubierta firme y dura, sonreí.
Durante mi niñez, mi madre no habia tenido tiempo suficiente para enseñarnos a Feyre y a mí lo básico en lectura y escritura, no como a mis otras hermanas mayores. Feyre y yo éramos muy pequeñas, tanto que en ocasiones no comprendíamos cuando nuestra madre se encerraba en su habitación durante horas, solo para vomitar todo lo que habia comido, con restos de su sangre.
Chasquee la lengua, mirando el título del libro: La princesa guerrera.
No obstante, y para mi propia fortuna, Hazel, además de acompañarme en mis expediciones de robos secretos en casa de los Hale, se dispuso a enseñarme lo básico en la lectura. Un ofrecimiento que nació cuando la conocí a los pocos años de vivir en el pueblo, al darse cuenta que confundía los letreros de los locales de la aldea. Por supuesto, habia sabido que para ella no habia sido una tarea sencilla. No cuando no podía responderle con algo más que gestos y expresiones. Pero tuvo paciencia..., mucha paciencia. Y gracias a eso, meses después, pude terminarme un libro de niños que habia conseguido en una vieja biblioteca. Desde entonces, leer habia sido mi único escape para no pensar...
—Yo creo que deberías volver a esconder ese libro si no quieres que Nesta lo encuentre y lo haga trizas. —Feyre entro a la estancia, tan silenciosa que no la habia oído venir— Sabes que no aprueba ese tipo de melodramas románticos.
Típico de Nesta. Ella, tan fría y con un corazón forjado en acero. Me hubiera gustado describirle cada uno de mis pensamientos, pero parecia ser que mi mueca habia sido suficiente para que Feyre sonriera con complicidad, estando de acuerdo conmigo.
—Bueno, tengo que irme. Debo aprovechar la luz de día.
Señale con el mentón la canasta y las armas posadas ordenadamente en la mesa. Como aquello era una costumbre entre nosotras de todos los días, Feyre ni siquiera se dispuso a examinarlas cuando se colgó las armas a la túnica y pasaba un brazo por debajo del mango de la canasta. Simplemente se puso sus botas y con un gesto de la mano como despedida en mi dirección se esfumo por la puerta, dejando que una corriente muy fuerte de aire atravesara la sala en mi dirección. Me encogí instantáneamente.
Regrese la mirada a la cubierta del libro.
—¿Blair? ¿Blair? ¡Despierta, Blair!
Abrí los ojos de golpe, con el corazón latiendo a mil por segundo. Mis manos se cerraron sobre el porta brazos del mueble, las uñas encajándose en su piel desgastada mientras unos ojos color marrones me devolvían la mirada. El libro habia desaparecido de mis manos.
Demonios, Elain. Pensé, un ladrido en mi cabeza.
—Lo siento. —Parecia haber entendido mi gesto enfadado, porque me dirigió una mirada de disculpa. En aquellos rasgos pude ver la gran diferencia entre Nesta y ella. Tan diferentes como el agua y el aceite. Mientras Nesta era un gigantesco y muy grueso bloque de hielo, Elain era un sol con emociones muy sensibles y de un corazón muy noble. Despistada en muchas ocasiones y con las prioridades un poco revueltas, pero de buenos sentimientos después de todo— Te habia visto dormida en una posición muy incómoda. ¿Segura que no estarías mejor en la cama?
Negué con la cabeza, incorporándome lentamente. Una mirada por la casa y supe que Papá y Nesta no se hallaban por la zona. Aquello me hizo fruncir ligeramente el ceño. Quién sabría dónde se habrían metido aquellos dos, teniendo cuenta que para uno le resultaba doloroso caminar y la otra detestaba pasear por la aldea llena de gentuza sin clase. Quizás debería preguntarle a Elain...
El pensamiento se habia congelado en el aire, junto el invierno que arrasaba alrededor de la cabaña. Un destello de metal llamo mi atención cuando me habia incorporado del mueble, tan diminuto y apenas visible que habia sido entendible que no lo pudiera haber visto antes.
Elain seguía hablándome, pero yo habia dejado de escucharla. No podía apartar los ojos de aquel objeto posado sobre una esquina de la cocina, con la puna afilada arriba y las plumas de ganso rozando la sucia madera del suelo. Solo tuve que identificarlo y un montón de insultos mentales sobre mi estupidez habían comenzado a flotar en mi cabeza, dirigidos automáticamente a mi persona.
Tonta, tonta, tonta... Tres mil veces tonta. Los antiguos Dioses debían llevarme y crucificarme viva solo por lo despistada que resultaba ser en ocasiones.
—¿Qué pasa, Blair? —Pregunto entonces Elain. Seguramente habia visto como mi cara habia pasado ser de soñolienta al vivo retrato de un fantasma— ¿Sucede algo malo?
Asentí. Oh, por supuesto que habia sucedido algo malo.
La flecha de fresno. Una flecha especial hecha con lo único que podía dañar a los inmortales —aquellas criaturas monstruosas que aparecían en nuestras pesadillas, en las historias que nos contaban para asustarnos junto a la fogata y el motivo por el que los humanos seguían temiendo después de siglos— se hallaba en mi casa. Lejos de Feyre. Su única protección para aquellos monstruos que se hallaban al otro lado del muro... Estaba aquí. No con ella, no protegiéndola a ella, sino aquí, conmigo. Por mi estúpido despiste.
Si ella se topaba con un inmortal sin protección...
—¡BLAIR! ¡¿A dónde vas con este clima?!
Ignoré la voz de Elain, tome la maldita flecha y camine a pasos veloces en dirección a la entrada. Mi corazón habia comenzado a martillar dentro de mi pecho, muy pesadamente, impidiéndome respirar del todo bien. Sentía que en cualquier momento podía vomitar, mis manos sudaban como si las hubiera sumergido en un balde de agua y mi boca... estaba tan seca que si de haber querido pronunciar palabra, no hubiera podido.
Ni siquiera habia sentido la primera oleada de aire frio que habia chocado contra mi rostro. Elain seguía gritando a mis espaldas, pero no me importo cuando cerré la puerta detrás de mí. Mis manos se cerraron firmemente sobre la flecha, y pude jurar que esta habia comenzado a palpitar a través de mis dedos, como si me estuviera reprendiendo por haber cometido aquel imperdonable error.
Bueno, tenía que terminar lo que habia empezado por accidente ¿No?
Sin detenerme a pensar en la consecuencia de mis acciones, en la muerte segura que me esperaba a través de aquellos bosques, tan desconocidos para mí como para cualquiera de mis otras hermanas, avance un paso. Y luego otro. Y para mi propia sorpresa, cada paso fue perdiendo inseguridad, hasta volverse un caminar firme, seguro, recto. Incluso mi mentón estaba levantado a través de aquel ambiente helado.
Estaba segura que aquella decisión era una locura. Yo no conocía el bosque, nunca me habia adentrado a él por muy atractivo que me habia parecido por mi ventana. Ese lugar estaba lleno de historias, leyendas, muerte... Solo un loco se atrevería adentrarse aquel territorio de bestias salvaje. Pero Feyre lo habia hecho alguna vez, y hora habia llegado mi turno. Solo esperaba, desde lo más profundo de mi ser, no terminar como un bocadillo para algún inmortal hambriento.
Que la madre tierra se apiade de mí.
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Publicado: 15/02/2022
Correcciones: NO
Votos para continuar: 10
NA: ¡Hola de nuevo, querido lector!
━━━Espero de todo corazón que hayas disfrutado de este capitulo que, de por si estuvo un poquito largo, era necesario para adentrarnos de lleno en la vida de nuestra querida Blair. Quería que conocieran un poco mas de ella y supieran sobre su "condición" para poder avanzar hacia lo emocionante. Ahora sabemos que Blair, además de ser extraña para su aldea y su familia, se comunica con de gestos y señales. Pero ¡No se alarmen! Todo esto tiene una razón y mas adelante seguiremos profundizando en el tema.
De momento quisiera saber: ¿Les gusto esta introducción? ¿Emocionadxs por lo que se vendrá después? ¿Acaso creen que Blair será capaz de encontrar a su hermana, o creen que se topara con algo todavía mas inquietante?
¡Lo sabremos en el siguiente capitulo!
ATT: Lux. 🧡
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